Leonardo SciasciaSUMARIO: En la introducción de la obra que recopila sus artículos sobre la justicia y la mafia de los diez últimos años, Leonardo Sciascia narra su encuentro con el presidente de la República italiana Sandro Pertini; la carta que le escribió posteriormente en calidad de presidente del CSM, en la que trata el caso Tortora y confiesa la desilusión que se llevó porque Pertini ni le contestó. A partir de ese momento, cobra fuerza una opinión negativa Sciascia "con respecto a Pertini y con respecto a lo que estaba sucediendo en la administración de la justicia". Asimismo, refleja su honda preocupación de que se acabe por combatir la mafia con los mismos métodos que usaba el fascismo.
(Leonardo Sciascia, "PARA LA POSTERIDAD", Bompiani editore, diciembre de 1989)
En una de las páginas del diario de Colette Rosselli, publicado en Milán en 1986, (Ma non troppo, editorial Longanesi), en fecha del 15 de junio de 1982, la autora evoca con vigor y exactitud el recuerdo de un almuerzo en el Quirinal(1) en el que Sandro Pertini(2), por aquel entonces presidente de la República italiana, nos había invitado. Vale la pena reproducir toda la página:
»Cuando el presidente Sandro Pertini, el pasado mes de marzo, vino a almorzar con nosotros, se paró ante un cuadro de Clerici ("El Minotauro acusa públicamente a su madre") y yo aproveché la ocasión para decirle que no si lo deseaba no le sería difícil conocer al autor del mismo pues éramos muy amigos. A lo que constestó: "Es un gran artista, me encantaría, tráigamelo un día a almorzar".
La ocasión se presentó hace un par de días, cuando el presidente me envió la invitación para ir al Quirinal. Informo a Fabrizio quién, en un arrebato de entusiasmo, declara que le va a llevar un cuadro suyo al óleo. Al día siguiente, cambia de opinión: le llevará una témpera. Y la mañana del encuentro decide: le llevará una serigrafía. Para compensar podría llevarse a su amigo Sciascia?
Al presidente, debidamente informado, le encanta la idea: Sciascia lo ha atacado recientemente en no sé qué revista y quiere confrontarse con él personalmente para que se eche atrás.
De hecho, en cuanto se sientan en la salita del aperitivo, lanza un primer ataque, cariñosamente huraño, tal y como le caracteriza. Pero Sciascia, impenetrable como una piedra, le deja que se desahogue. El presidente coquetea un rato más hasta que acaba por perder la paciencia: »«Pero bueno, contesta! «Di algo!
Y Sciascia finalmente habla: »Señor presidente...
»«Pero qué Señor Presidente ni Señor Presidente! Lo ves cómo te niegas a considerarme un compañero de viaje? Lo ves cómo me consideras un enemigo?
Sciascia: »Pero usted no me deja hablar...
Pertini: " Y desde cuando me hablas de usted?"
Y Sciascia enroscado en el más sículo de sus silencios. sin embargo, cuando Pertini, monologando de argumento en argumento toca el tema de la mafia siciliana, de golpe salta:
»Le soy grato al Jefe del Estado...
Calla de nuevo: »Déjate de jefe del estado. Esa definición no me gusta .
Pero esta vez Sciascia está decidido a continuar. Corrige y prosigue: »Le soy grato al Presidente de la República por la ocasión que me brinda de someter a su atención un problema de gran importancia: la plaga de la mafia en Sicilia. Una plaga con la que no se podrá acabar a no ser que se lleve a cabo un riguroso control bancario, y de ello, Señor Presidente, sólo usted puede persuadir al gobierno .
Pertini le escucha frunciendo el ceño. Hablará de ello, asegura, con su amigo Spadolini(4), luego se enmienda: »Con las autoridades competentes , e inmediatamente le invita a seguirlo a la mesa, pues el camarero acaba de anunciar que la comida está servida. Pero está claro que Sciascia le ha aguado la comida.
A eso de las dos y media nos despedimos, insatisfechos al unísono. El presidente porque es consciente de que no ha seducido. Sciascia porque está persuadido de haber desperdiciado sus pocas palabras. Clerici porque no le han hecho ni caso. Y yo, porque no haverme divertido demasiado.
...
Sinceramente, confieso que lo que de mí aparece de frío, arisco, a veces incluso arrogante, no es más que timidez y discreción. Y - con mi habitual discreción - aprecié la acogida cordial y familiar del presidente Pertini. Por ello, en honor a aquel recuerdo, el 3 de octubre del año siguiente, cuando estalló el caso Tortora(5), le envié a Pertini que como presidente de la república italiana era también presidente del Consejo superior de la magistratura, una carta certificada en la que someramente representaba el desastroso error con el que el caso Tortora, desde el principio, había sido afrontado por los magistrados de Nápoles que se ocupaban del mismo. La carta decía:
»Apreciado señor presidente:
hace aproximadamente un mes, el "Corriere della Sera" me publicó un artículo en el que no sólo expresaba mi convicción personal sobre la inocencia de Tortora, sino que intentaba dar razones objetivas al respecto, al mismo tiempo criticando la excesiva "irresponsabilidad" de la que los jueces gozan en nuestro país y que demostraba claramente una vez más el comportamiento de los que en Nápoles se ocupan de la camorra.
Que de ochocientos cincuenta y seis mandatos de captura doscientos hubiesen afectado a personas que no tenían nada que ver, a personas cuya desgracia era la homonimia; que dichas personas se hayan tirado días enteros segregados sin saber de qué se les acusaba, era ya de por sí en un primer momento, un hecho suficientemente insoportable para la conciencia y la civilización jurídica a la que no deberíamos (y muchos no lo somos, firmemente) ser extraños. Pero, qué digo? días? «Qué va!, «Peor!. En "La Repubblica" del 25 de septiembre se informa de ese pobre marinero de Eboli(6) arrestado por homonimia y puesto en libertad al cabo de tres meses. Y me cuentan que en un pueblo de la región de Campania(7), unas diez personas que se llamaban igual de apellido han sido arrestadas hasta que han dado con una sola, acusada de pertenecer a la camorra. Parece increíble. Pero si es cierto, el juez capaz de recurrir a una medida semejante no se merece el nombre de juez, y mucho menos todavía desempeñar sus funciones.
Por desgracia, la opinión pública no está al corriente de muchas de las injusticias han recaído en detrimento, como diría Manzoni(8), de »gente mecánica y de poca monta . Pero sobre el caso Tortora, debido a que era un personaje famoso de la televisión, la prensa nos ha venido informando día a día, proyectándolo ante la conciencia de quienes la tienen. La ininterrumpida infracción, por parte de las oficinas judiciales, del secreto sumarial, si bien es nociva y se configura como una especie de difamación con respecto al imputado, tiene de bueno que permite a la opinión pública crearse, precisamente, una opinión. Y yo estoy convencido, querido presidente, de que tu vives en tan cordial inspiración con la mejor parte de este nuestro pueblo como para saber perfectamente lo que piensa la opinión pública al respecto. De la misma manera que creo que no se te habrá pasado por alto la carta del Sr. Carlo Spagna a "La Repubblica" (24 de septiembre) ni la entrevista de Adriano Baglivo a un magistrado cuyo nombre se man
tiene en el anonimato publicada por el "Corriere" el 1 de octubre. El abogado Dall'Ora ha replicado a ambas - de forma impecable, a mi juicio. Con respecto a la entrevista, en el punto en el que el magistrado sostiene que la prensa que se ha decantado por Tortora lo ha hecho por motivos meramente económicos, deseo que tu sepas que quién propuso al "Corriere" que interviniese y abriese un debate al respecto, fui precisamente yo. Y es inútil que diga la mucha mala fe y el ridículo que se ha hecho al afirmar que personalmente pueda obtener beneficio económico de ello.
En mi artículo, paradójicamente proponía que los jueces, antes de desempeñar su tarea, fuesen detenidos por lo menos tres días en una cárcel. Tú, presidente del Consejo Superior de la Magistratura, has conocido la cárcel largo y tendido. Pero me permito decir que hallarse en la cárcel en nombre de una idea, por combatir una tiranía, para afirmar la libertad y la justicia, es condición menos terrible que hallarse, inocente, en un país en el que la lucha de los mejores ha logrado que éste volviese a conocer la democracia - es decir, la libertad y la justicia. A no ser que democracia, libertad y justicia no sean más que puros nombres. Lo cual para ti y para nosotros sería una constatación sumamente amarga.
Confío profundamente - al igual que todo italiano con sentimiento y razón - en que intervengas al respecto. Calamandrei(9) decía que el presidente de la República debe velar por la Constitución. Yo añadiría que debe velar por el sentido común y la inteligencia que no puede dejar de presidir la cosa pública.
No me esperaba que Pertini me contestase que estaba de acuerdo ni que me prometiese que intervendría al respecto de la manera en la que yo deseaba, pero sí esperaba que por lo menos diese señales de haber recibido la carta. Creía que tenía derecho a una respuesta. Como ciudadano antes que como escritor, y como persona que, un año antes, había sido acogida con tanta confianza. En cambio, se produjo el más absoluto silencio. De lo cual me sentí profundamente desilusionado así como ofendido. Y a partir de ese momento, sentí la más enojada y negativa opinión posible con respecto a Pertini y a lo que estaba sucediendo en la administración de la República. Ya había escrito y hecho declaraciones (incluso a la televisión francesa) sobre mi absoluta convicción, no sentimental sino objetiva y racional, de que Enzo Tortora era totalmente inocente. Las pruebas eran 11 y estaban al alcance hasta de la más mediocre inteligencia crítica. Y sin embargo Tortora tuvo que sufrir un calvario judicial de tres años y tres meses,
con consecuencias letales.
Condenado por el tribunal de lo criminal de Nápoles, creo, a diez años de reclusión, Tortora fue absuelto con fórmula plena en el tribunal de apelación con una sentencia jurídica y moralmente ejemplar; y la absolución fue confirmada por el tribunal de casación. El sacrificio personal de Tortora había servido incluso para dar a los italianos el sentido de que los jueces podían hacer lo que quisieran, destruir a una persona inocente, su reputación, sus haberes y, principalmente, su libertad. La inquietud del país fue sentida mayormente por los socialistas y los radicales, quienes promovieron un referéndum popular para una ley que, en casos como el de Tortora, diese la responsabilidad a los jueces. La propuesta fue votada por la mayoría de los italianos, aunque su resultado fue casi vanificado en instancias parlamentarias.
De todas maneras, se abría una brecha - admitiendo la existencia que antes negaban los gobiernos - del problema de las asociaciones criminales en las regiones meridionales, de la mafia principalmente. Y el problema fue asumido por las instituciones como lucha finalmente abierta y frontal contra la mafia, pero también como lucha por el poder en el seno de las mismísimas instituciones y los partidos políticos. Yo he sido el primero en la historia de la literatura italiana en representar de forma apologética el fenómeno mafioso, pero siempre con la preocupación de que se acabase por combatirla con los mismos métodos con los que el fascismo la había combatido (una mafia contra otra). Suscitado por las impresiones de la lectura del libro de Christopher Duggan sobre la mafia y el fascismo, sobre la mafia y el poder político, escribí artículos hablando de ello en el "Corriere della Sera". Estalló una furiosa polémica, se me acusó de debilitar la lucha contra la mafia y hasta de favorecer su existencia.
El hecho es que los idiotas, y más aún, los fanáticos, abundan; gozan de una muy buena salud no mental que les permite pasar de un fanatismo al otro con perfecta coherencia, permaneciendo básicamente inmóviles en el eterno fascismo itálico. El estado que el fascismo llamaba "ético" (no se sabe muy bien de que eticidad hablase) es su sueño y también su práctica. Sin embargo, cabe reconocerles una especie de buena fe contra la ética verdadera, contra el derecho, incluso contra la estadística, ellos creen que lo terrible de las condenas (inclusive la pena de muerte), la represión violenta e indiscriminada, la abolición de los derechos del individuo, sean los mejores instrumentos para combatir ciertos tipos de delitos y de las asociaciones criminales como la mafia, la 'ndrangheta y la camorra. Y seguirán creyéndolo.
Este libro recoge lo que a lo largo de los ltimos diez años he escrito sobre ciertos delitos, cierta administración de la justicia; y sobre la mafia. Espero que se lea con serenidad.
noviembre de 1989 l.s.
N.d.T.
(1) QUIRINALE . Una de las siete colinas de Roma. "Il palazzo del Quirinale" fue la residencia oficial de los papas, del Rey de Italia y por actualmente lo es del Presidente de la República italiana.
(2) PERTINI SANDRO . (Stella 1896 - Roma 1980). Político italiano. Socialista, encarcelado durante el fascismo y exiliado. De 1943 a 1945 participó en la Resistencia italiana. Secretario del Partido socialista, diputado, presidente de la Cámara (1968-1976), Presidente de la República italiana (1978-1985).
(3) SICULO . Antiguo pueblo que habitó en Sicilia, conviviendo con los sicanos, a los que acabaron absorbiendo.
(4) SPADOLINI GIOVANNI . (Florencia 1925). Historiador y político. Director de "Il Resto del Carlino" (1955-68), y de "Il Corriere della Sera" (1968-72). Ministro de bienes culturales (1974-76), secretario del Partido Republicano Italiano (PRI) de 1979 a 1981 año en el que fue nombrado Presidente del Consejo. Actualmente, es Presidente del Senado. (5) TORTORA ENZO . (Génova 1928 - Milán 1988) Periodista y famoso presentador de televisión italiano, arrestado por presunto tráfico de droga. Electo en el Parlamento europeo (1984) en las listas radicales, sufrió un famoso proceso en el que fue condenado y posteriormente absuelto en segunda instancia. Motivo y símbolo de la más importante campaña radical para la reforma judicial.
(6) EBOLI . Pueblo del mediodía italiano (al sur de Nápoles), célebre por un libro de Carlo Levi titulado "Cristo si è fermato ad Eboli" (Cristo se detuvo en Eboli) como símbolo de la eterna inmovilidad y el retraso meridional.
(7) CAMPANIA . Región del Sur de Italia.
(8) MANZONI ALESSANDRO . (Milán 1785 - 1873), el más grande de los escritores del Romanticismo italiano, autor de varias obras entre las cuales figura la novela "I promessi Sposi" (Los Novios), una de las obras maestras del siglo XIX europeo. Católico con fuertes connotaciones jansenistas, abierto a las experiencias liberales absorbidas durante su estancia de joven en París, en donde frecuentó las tertulias intelectuales más avanzadas.
(9) CALAMANDREI PIERO . (Florencia 1889-1956) Jurista, periodista y político italiano. Redactor de los Códigos incluso durante el periodo fascista (colaboración "técnica"), posteriormente exponente destacado del antifascismo de carácter progresista. Fundador de la revista "Il Ponte". Constitucionalista.