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Gonzalez Casanova J.A. - 11 dicembre 1980
Una política radical
J.A. González Casanova

SUMARIO: "Ser radical significa ir a las raíces, o sea, todo lo contrario de irse por las ramas". Lo radical como alternativa de la sociedad ante un Estado en ruinas. Un Partido radical que experimenta la "religiosidad más puramente occidental", el partido de los derechos humanos, de la objeción de conciencia, de las huelgas de hambre, de las recogidas de firmas para convocar referéndums. El partido de la no-violencia, del feminismo, del ecologismo. Un partido con "el gusto por la verdad, la superación del miedo, el amor de la amistad, la imaginación creadora, la libertad interior, el odio al dogmatismo" que tanto incomoda a las izquierdas italianas temerosas de que fragmente su hegemonía y a las derechas para las que encarna al Diablo. Ser revolucionario supone estar siempre en movimiento, asegurando la tradición. "Lo continuo y lo heredado es lo original, lo que está en los orígenes o las raíces: lo humano.

("EL PERIODICO", jueves, 11 de diciembre de 1980)

La semana pasada hablé de los escombros del Estado, bajo la inspiración de los seísmos de Italia. Prometí seguir hablando de la alternativa que la sociedad puede presentar a un Estado ruinoso, es decir, de lo que, para mí, es la auténtica alternativa socialista. Y, para reanudar el discurso, nada mejor que unas recientes declaraciones del dirigente del Partido Radical Italiano, Marco Pannella, en su actual visita a España. Ser radical significa ir a las raíces, o sea, todo lo contrario de irse por las ramas.

Cuando un movimiento de tierras pone de manifiesto que el Estado es casi un escombro, no hay que perderse en espesuras y hemos de ir al fondo claro del problema, no vaya a ser que las copas de los árboles (o la cúspide de la pirámide estatal) no nos dejen ver - enturbiándonos la mente - las raíces de la base social. Al fin y al cabo, la actualidad desmoralizante de ese negocio piramidal que es jugar a las pirámides no estaba basado en el enriquecimiento cínico del que esta en el vértice y en el timo de una base a la que, previamente, se ha corrompido o violentado?

El Partido Radical Italiano está intentando una experiencia que a mí se me antoja propia de la religiosidad más puramente occidental. Se trata de poner en marcha el combate pacífico de protesta ética de un Ghandi o de un Martin Luther King, pero no como movimiento espiritual en defensa de un grupo nacional, racial o de cualquier otro interés de grupo humano, sino como partido organizado y actuante en la política el Estado. Nada de grupo de presión o club intelectual. Partido político como cualquier otro pero al servicio de la sociedad en su conjunto y de la calidad humana de la vida; no de una simple calidad e vida, pues si ésta no es digna de los hombres y mujeres hoy vivos, nunca tendrá verdadera calidad. No será cálida. No tendrá calor humano.

Los radicales italianos pretenden reconducir los movimientos marginales y marginados de la no-violencia, el feminismo, el ecologismo, etc, al campo de la acción política, porque no son utópicos futuristas, sino utópicos que aspiran a transformar la realidad ahora. Pero lo más sugestivo es que van a las raíces del hombre en la sociedad y ponen de relieve la eficacia política de las grandes virtudes humanas: el gusto por la verdad, la superación del miedo, el amor de amistad, la imaginación creadora, la libertad interior, el odio al dogmatismo. Todo ello con un lenguaje que a veces recuerda las técnicas del yoga o de la psicoterapia y el método de la dialéctica socrática.

Las derechas italianas creen que los radicales son el Diablo y las izquierdas recelan de unos rivales incómodos que amenazan su hegemonía, pues se presentan como más originas derechas italianas creen que los radicales son el Diablo y las izquierdas recelan de unos rivales incómodos que amenazan su hegemonía, pues se presentan como más originales, radicales y creadores que ellas, demasiado rígidas, convencionales y rutinarias. Los radicales, por su parte, creen que el Estado sólo será instrumento de liberación como pretendía Hegel, si se disuelve en la sociedad, como decían los liberales clásicos y el más clásico de todos ellos, Karl Marx. Pero la sociedad son las mujeres y los hombres concretos, aspirantes frustrados a que los partidos, los gobernantes y el Estado como tal no se separen de los problemas diarios de la gente (comida, trabajo, descanso, sexo, cultura, etc.) Ahora que comunistas y socialistas están a punto de integrarse en la sociedad capitalista, para transformarla, según dicen, los radicales t

emen que unos y otros sean víctimas del Estado del Capital y se vuelvan socialdemócratas de derechas, como los de Suárez, para poner un ejemplo cómico. Los radicales denuncian, en nombre de la humanidad concreta, todas las concesiones, las inercias y la falta de valor y de imaginación de las izquierdas históricas. En este sentido, nada tienen que ver con los antiguos partidos radicales de l Europa latina y menos, me parece, con los intentos hispanos de un partido de centro, oportunista y pivote, a caballo entre UCD y el PSOE.

Marco Pannella y sus compañeros hacen huelgas de hambre, recogen firmas para convocar refrendos contra la cadena perpetua, las centrales nucleares, las leyes represivas, etc. Han logrado, entre otras cosas, abrir las instituciones psiquiátricas, la salida del Presidente Leone y victorias importantes en los temas del divorcio y el aborto. Piden la despenalización de los drogadictos y la penalización de la Policía que colabora de forma decisiva en el comercio de drogas. yo pienso que su éxito reside en que no son un movimiento espiritual sino en que prestigian a la política y a los partidos, siendo, ante todo, un partido político pero humano, es decir político de verdad, no de mentira. Se puede ser libertario y tener poder ... al servicio de la libertad. Como dice Pannella, "podría convertirme en líder de la ETA vasca si con ello pudiera disminuir el porcentaje de violencia".

Inteligentemente, los radicales italianos nos recuerdan que la palabra revolución significa, ante todo, movimiento de un cuerpo físico en torno a un punto fijo. Ser revolucionario es estar en movimiento perpetuo y asegurar la continuidad, la tradición, frente a la ruptura. Lo continuo y heredado es lo original, lo que está en los orígenes o en las raíces: lo humano. Ser radical en política es ser tradicional y revolucionario al mismo tiempo. No decía eso Emmanuel Mounier hace medio siglo y lo ha repetido hasta morir mi amigo fraternal, mi compañero de raíz, Alfonso Comín?.

La utopía esperanzada de la Revolución pasa por la vida de las mujeres vivas y los hombres vivos o carece de raíces. Nuestras izquierdas, a menudo, suelen irse por las ramas.

 
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