Jesús EstévezSUMARIO: En su 35 Congreso el Partido radical subraya su vocación transnacional. Se elige un país del bloque socialista que se encuentra en pleno proceso de apertura de sus estructuras a moldes democráticos y pluripartidistas. El Congreso radical supone un gran acontecimiento que todos coinciden en calificar como el fin del telón de acero. Para que el Partido pueda salir adelante, es necesario conseguir entre 20.000 y 30.000 nuevos inscritos.
(Jesús Estévez, "EL PAIS", viernes 5 de mayo de 1989)
El Partido Radical, de origen italiano y catapultado hacia ambiciones transnacionales, celebró la pasada semana su 35º Congreso en Budapest con la lucha por su supervivencia, una vez más, como objetivo casi prioritario. Con las arcas vacías y al borde de la bancarrota, se lanza nuevamente al agónico desafío de crecer o morir.
El balance económico presentado en la reunión de la capital húngara - que requirió un esfuerzo que endeudó aún más a las huestes de Marco Pannella - no puede ser más ilustrativo y negro: ha tenido que recurrir al anticipo de las aportaciones correspondientes al próximo ejercicio que el Estado italiano atribuye a las formaciones políticas para cubrir un déficit de 250 millones de pesetas, previsto para los próximos tres meses.
Como única manera de lograr superar tal estado de cosas, los radicales consideran necesario conseguir entre 20.000 y 30.000 nuevos inscritos en los próximos meses. Tarea nada fácil si se tiene en cuenta que este año ha logrado 1.905 afiliaciones. Según cifras del propio partido, el número total de militantes se eleva ahora a cerca de 7.000 personas.
En Budapest, los radicales han querido marcar un hito. Es la primera magna asamblea que celebran fuera de Italia, y eligieron para ello un país del bloque socialista, Hungría, que se encuentra en pleno proceso de apertura de sus estructuras a moldes democráticos y pluripartidistas.
Todo un acontecimiento que radicales y autoridades oficiales húngaras han saludado como "el fin del telón de acero".
Ha sido también en Budapest donde las huestes de Pannella, el gran patrón del partido - que lo sigue siendo, aunque carezca de cargos oficiales en la cúpula radical -, han cambiado su emblema: Gandhi ha desplazado al puño y la rosa.
La transnacionalidad de los radicales supone una nueva frontera política que lanza un partido que siempre se ha distinguido por su carácter innovador y creador en el escenario italiano. Fueron los pioneros en luchas cívicas como el divorcio o el aborto y la objeción de conciencia, entre otras. Una vez convertido en patrimonio común consolidado en Italia los seguidores de Pannella buscan nuevas iniciativas y apuestan por un partido transnacional como única garantía de libertades frente a lo que los radicales llaman democracia real, recurriendo al calificativo en el mismo sentido peyorativo con el que se aplica al socialismo del Este, sobre todo en una sociedad dominada y supeditada a decisiones que llegan desde fuera de sus fronteras y que emanan de los poderes fácticos transnacionales.