Palden Gyatso nació en Panam, en el distrito de Gyantse (Tíbet central). A los diez años decidió ser monje. Y a los dieciseis dejó el monasterio de Drepung para ir a la capital tibetana, Lhasa.
Cuando ocurrió la sublevación del pueblo tibetano, en 1959, Palden Gyatso organizó un pequeño grupo de voluntarios armados. Y cuando el gobierno tibetano instruyó a los monjes de Drepung para que, si era necesario, se preparasen para combatir, Palden Gyatso tomó el mando de un centenar de hombres. La sublevación fue sofocada muy rápidamente por el ejército chino, mucho antes que los monjes pudiesen intervenir. Y Palden Gyatso volvió al monasterio. Allí se volvió a encontrar con su anciano maestro, Rigzin Jampa, que tenía entonces 72 años. Ambos decidieron huir de la represión china. Huir...para volver a huir de represiones cada vez más violentas. Huir una vez más... Largas horas de caminar, día trás día. Palden Gyatso llevaba a su anciano maestro sobre sus hombros. Seguir huyendo... Para no abandonar a su maestro en manos de los chinos.
Al llegar a Panam, el pueblo natal de Palden Gyatso, el monje y su maestro fueron arrestados. Torturado, golpeado con palos con clavos en las puntas, fue condenado a siete años de prisión. Pasó los siguientes dos años encadenado con las manos a su espalda.
En 1962, no pudiendo soportar la tortura y las condiciones de detención en la cárcel, y sobre todo decidido a revelar al mundo entero las exacciones chinas, consiguió fugarse y alcanzar la frontera con seis amigos. Desgraciadamente fue de nuevo apresado por los militares que volvian del frente. En aquel momento se desarrollaba la guerra entre China y la India. Reconducidos a las cárceles del distrito de Panam, fueron cruelmente castigados por haber intentado huir. Trás ser ferozmente apaleados durante horas, ataron sus manos a sus espaldas y los colgaron por los brazos del techo. Palden Gyatso fue condenado a ocho años más de cárcel, y así volvió a una vida de duro trabajo con raciones de hambre. Sus compañeros, sobre todo los más ancianos, sucumbieron rápidamente a la tortura, cuando no por agotamiento. El sobrevivió, si bien el hambre le condujó a comerse sus zapatos.
Durante la Revolución cultural la situación de los prisioneros políticos se endureció. Siguieron privados de cualquier derecho. Palden Gyatso fue trasferido a "Outilu Prison", llamada hoy "Sangyp Prison Administration", situada en el exterior de Lhasa. Pasaba el día picando piedra y, por la noche, era sometido a largas sesiones de adoctrinamiento en las cuales se trataba de obligar a los prisioneros a criticar los valores tradicionales tibetanos y a profanar la foto del Dalai Lama.
Muchos eran obligados a firmar falsas confesiones que tenían como consecuencia ejecuciones sumarias. Los condenados a muerte eran obligados a cantar y bailar delante de los demás antes de ser vilmente abatidos: Palden Gyatso recuerda hoy de que manera él y sus amigos lloraban viendo estos espectáculos. El día de su ejecución llevaban alrededor del cuello pesados bloques de madera con inscripciones en caracteres chinos.
En 1975 Palden Gyatso fue "liberado", pero fue retenido en un campo de trabajo cerca de Lhasa, donde las condiciones de vida eran apenas mejores que en la cárcel. Pero muchos prisioneros (dieciocho durante los nueve años que Palden Gyatso pasó en el campo) prefirieron el suicidio a la muerte por agotamiento.
Algunos años más tarde, Palden Gyatso fue trasladado a una fábrica de alfombras. Su ayudante se llamaba Lobsan Wangchuk, un prisionero político muy influyente en el Tíbet, que en 1987 moriría bajo la tortura.
Pero cómo informar al mundo exterior?... Los dos hombres se pusieron a escribir panfletos. En 1979 colocaron uno de sus textos en un panel utilizado para la propaganda china en el Tíbet. El texto estaba firmado con sus verdaderos nombres, valerosa acción que buscaba animar a otros tibetanos a hablar contra el régimen y a poner a prueba sus derechos "constitucionales".
Una viva emoción se apoderó de la población de Lhasa. Temiendo lo peor, las autoridades chinas se abstuvieron de arrestar a los dos hombres. Pero Palden Gyatso sabía que que no era más que una cuestión de tiempo. Un año después Ghen Lobsang Wangchuk fue de nuevo detenido. No se le ha vuelto a ver. En cuanto a Palden Gyatso, hasta sus más mínimas acciones eran espiadas, estuviese donde estuviese. Sin embargo, y con riesgo de su vida, el monje continuó a distribuir panfletos, por la noche, en Lhasa.
Palden Gyatso fue nuevamente arrestado en 1983 y condenado a otros ocho años de prisión por sus actividades "contrarrevolucionarias". Como en las precedentes ocasiones fue sometido a un proceso ilegal. Encarcelado de nuevo en "Outilu Prison", tomó muchos apuntes, consiguiendo ocultarlos a sus carceleros apesr de que éstos sospechaban que hacia llegar mensajes al exterior. Siguió soportando numerosas torturas, electroshocks y palizas. Sin embargo sus informaciones, por medio de algunos de sus visitantes, consiguieron llegar a Dharamsala, donde está la sede del gobierno del Tíbet en el exilio. Pero las autoridades chinas, sospechando que Palden Gyatso transmitía informaciones al exterior, lo condenaron a un año suplementario de cárcel.
Continuó tomando notas, demostrando un gran valor. Un pobre prisionero, sorprendido mientras enviaba informaciones a su familia fue cruelmente torturado y condenado a nueve años más de cárcel, y su familia fue apaleada. Después de este incidente la brutalidad de la administración de la cárcel aumentó. Palden Gyatso y sus compañeros de cárcel fueron de nuevo golpeados con cadenas y sometidos a electroshocks.
En 1990, trasladadado a la prisión de Drapchi, llamada también Prisión nº 1, siguió siendo golpeado sin cesar y sometido a numerosas torturas con electroshocks. Cuando recuperó el conocimiento, en un charco de sangre, de vómitos y de orina, el monje se dió cuenta que le faltaban veintidos dientes.
Un poco antes de su liberación en 1992, Palden Gyatso consiguió convencer a sus carceleros de que le vendiesen los instrumentos de tortura. Fueron pagados por amigos suyos, que comprendían la importancia de mostrar tales objetos al mundo exterior, aunque una simple picana eléctrica les costaba el equivalente de tres meses de salario.
Una vez liberado, Palden Gyatso alcanzó la frontera nepalí, llevando consigo los instrumentos de tortura. Sabía que los chinos tenían su foto, y por tanto pasó la frontera disfrazado y llegó a Nepal, desde donde se fue a la India, porque seguía creyendo que corría peligro de ser devuelto a China. Ahora Palden Gyatso trabaja en el centro de refugiados tibetanos de Dharamsala.
Pero el monje tiene un único objetivo. Informar a Occidente de lo que ocurre en el Tíbet, en las cárceles y en los campos de trabajo.