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Partito Radicale Centro Radicale - 29 agosto 1995
Tibet: Historia de Tenzin CHOEKYI

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Entrevista de Pietro VERNI

a Tenzin CHOEKYI (monja budista, 26 años)

De pequeña fui a la escuela, pero como la escuela estaba verdaderamente muy lejos y mi familia era pobre, no había posibilidad de que cotinuase mis estudios. Así que dejé la escuela para ayudar a mis padres. Nací en la aldea de Tsoshun, que está a dos horas y media de camino de Lhassa.

En 1988 entré en el monasterio de Nieuchung, uno de los más antiguos. Había sido destruído por los chinos, pero un grupo de monjas empezó a reconstruirlo inmediatamente después. Sabía que este monasterio era pobrísimo, pero que las monjas eran muy decididas y estaban muy unidas. Los medios de subsistencia eran escasísimos, todos los días las monjas tenían que ocuparse del sustento cotidiano. No había un docente para instruirnos y guiarnos, y además apenas había tiempo para el estudio personal.

Para mantener el monasterio las monjas teníamos que salir a mendigar la comida, etc. Teníamos que procurarnos la leña para cocinar, los materiales para la restauración, como los ladrillos, teníamos que traerlos desde una distancia de al menos dos kilómetros. Los chinos no nos permitían libertad de movimientos, aunque por ley teníamos que tener certificado de residencia, y se nos negaba la posibilidad de movernos libremente por el Tíbet. Esto me daba mucha pena. También me di cuenta de que el Tíbet es completamente distinto de China en lo que se refiere a la lengua, al vestido y al comportamiento. Y me empeñaba en manifestar mis sentimientos. También comprendí que sin estabilidad política no podría haber libertad de religión para nosotros.

Los chinos siempre dicen: "Conservación o mantenimiento de la religión = rebelión separatista". Pero siendo monja, pude darme cuenta de que no hay derechos ni libertad religiosa, contra lo que los chinos pretenden. Así que seis monjas nos juntamos para protestar contra el gobierno chino frente al Bakor, en Lhassa. Era el 14 de Octubre del 89, apenas habíamos dado unos pasos cuando me arrestaron y encarcelaron por tres años, hasta el 14 de Octubre del 92. Tras detenernos, nos pegaron y golpearon como animales en un jeep militar. Nos interrogaron; querían saber quién nos había llevado y quién nos había dado consigna de manifestarnos.

Cuando me dejaron en libertad, fui a visitar el monasterio. Cuando las monjas me vieron, me rogaron que me quedase. Pero como según las leyes chinas ningún monje o monja que haya estado en la cárcel puede volver a su monasterio, expliqué las represalias que podrían tener que afrontar. Repetidamente me dijeron que no me preocupase. Me explicaron que no habían recibido ninguna ayuda para la restauración y el sostenimiento del monasterio, por lo que no tenían razones para sentirse obligadas a respetar sus leyes. "Nos quedamos en el monasterio para que tú y las demás monjas encarceladas pudieseis uniros a nosotras para que el monasterio pueda funcionar normalmente".

En el 1988, cuando entré en el monasterio, éramos cerca de 90 monjas. Cuando volví en el 92, no quedaban más que seis, mientras unas diez habían salido por su propia voluntad para visitar a sus padres en aldeas lejanas. Los chinos me impidieron, sin embargo, reintegrarme al monasterio. Decían que los presos políticos éramos enfermos mentales, y que nuestra enfermedad dañaría al monasterio. No sólo prohibieron mi readmisión, sino que detuvieron a un tío mío para interrogarlo y registraron mi casa de arriba abajo. Así que el 1 de diciembre del 93 huí del Tíbet derecha a la India.

Durante mi interrogatorio dije a los chinos que el Tíbet es un país independiente. Se admiraron de ello, y me requirieron a recordar la historia del siglo VII, época en la que la princesa china vino a casarse con el rey tibetano Songsten Gampo. Aducían que este matrimonio constituyó el fundamento que hizo al Tíbet inseparable de China, y que eso tendría una base histórica clarísima. A lo que yo contestaba "En ese caso, también una princesa nepalí casó con nuestro rey Songsten Gampo, significa esto que una parte del Tíbet debería pertenecer al Nepal? Si Nepal y China se reparten el Tíbet, en qué situación quedará el Tíbet?" pregunté al funcionario: "Si tienes una hermana a quien dan por esposa a un muchacho, acaso la propiedad de este muchacho pasa a ser tu propiedad? No. Hay una relación entre China y el Tíbet, pero el Tíbet era independiente, y nunca ha formado parte de China". Inmediatamente empezaron a pegarme, usando las picanas eléctricas, etc. Llegó la hora de comer y a comer se fueron, dejándonos fu

era bajo un sol abrasador. Encima, para la manifestación nos habíamos puesto más ropa de la normal, para defendernos de los golpes cuando las palizas llegasen.

Volvieron depués de comer. Estábamos derretidas de sudor. Nos echaron cuerpo a tierra boca abajo, y nos aplicaron las picanas en el pecho y otras zonas sensibles. Las violencias, las sevicias, duraron varias horas. Luego nos pusieron en una celda durante un par de semanas, sin colchones ni mantas, con la comida racionadísima. Y luego nos leyeron las sentencias: cuatro de nosotras fuimos condenadas a tres años, una a ocho y otra a nueve años. Estas dos últimas recibieron mayores condenas porque una y otra tenían mayores responsabilidades en el monasterio siempre habían estado al frente de un grupo de diez monjas. Y tal vez porque cuando las sesiones de reeducación que se celebraban periódicamente en el pueblo, siempre habían resistido con coraje, los chinos las suponían las máximas responsables de incitar a la gente a organizar manifestaciones. Así que esas dos monjas fueron enviadas a la prisión de Drapchi y nosotras a la prisión de Gutsa. Pasé dos años y medio en Gutsa, y otros seis meses en Tonlung. En Gut

sa nos hacían donantes forzosas de sangre, la comida era escasa, las palizas continuas. Puedo dar testimonio de que después de pasar por la cárcel, la salud nunca vuelve a ser buena (ver su entrevista traducida palabra por palabra para lo demás).

Los chinos han construido oficinas a expensas del pueblo. Por ejemplo, el dinero para los sueldos se recaudaba con cargo a la gente, la gente debía dar contribuciones en ladrillos, piedra y madera e incluso tenían que ir a trabajar a estas obras sin compensación. He visto cómo pasaban estas cosas en mi mismo pueblo, con mis propios ojos, y estoy completamente segura de que los chinos usan los mismos métodos en el resto del Tíbet. La pretensión de los chinos de haber contribuido a la restauración de los monasterios es falsa, ni a los de hombres ni a los de mujeres; tenemos que pagar impuestos. Sólo en el Tsuklangkhang y en Tse los chinos aportan un importe mínimo para manutención. Esta suma es mínima respecto a las exacciones que obtienen de los demás monasterios, tanto masculinos como femeninos. La impostura de haber reconstruido muchos monasterios es flagrante.

Sabiendo que, como budistas, tenemos especialmente el voto de no poner fin a ninguna vida, mandaban mojes y monjas a matar vacas para hacernos transgredir nuestros votos. A causa de estas torturas y sevicias, tengo todavía jaquecas, y cuando me concentro mucho en mis estudios, la cabeza empieza a darme vueltas y a dolerme. Mi salud no es ya lo que era.

 
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