EL PULSO DE TIBET Y CHINA: DAVID Y GOLIAT
para Ana Alonso Montes
jueves 8 de ferbrero de 1996
Tras años de represión, ahora Pekín se impone con la colonización de la región y la usurpación de valores culturales
No les pedimos que libren una guerra por la liberación de Tíbet. Les pedimos que digan la verdad. A principios de esta década, recién terminada la Guerra del Golfo, Tenzin Gyatso, el XIV Dala Lama, guía espiritual y jefe del Estado de Tibet en el exilio, resumía de este modo lo que espera su pueblo de Occidente. Los tibetanos son un pueblo en el exilio. Unos 100.000 salieron de Tíbet, una gran llanura con escasos recursos naturales pero con una enorme riqueza cultural, en 1959, junto con el Dalai Lama, cuando, tras ocho años bajo mando chino vieron imposible un acuerdo con Pekín. La represión en marzo de 1959, cuando los tibetanos celebraban el Mon Lam, una festividad religiosa vinculada al Año Nuevo tibetano,causó miles de muertos. En la capital de Tíbet, Lhasa, perdieron la vida casi 90.000 personas. En el territorio que China incorporó por la fuerza a sus fronteras se quedaron unos seis millones de tibetanos, que trataron de superar la ocupación china refugiándose en el exilio interior. Muchos no lo consi
guieron: más de un millón de ellos murieron tras la ocupación. Otros se vieron privados de la libertad: uno de cada diez tibetanos ha estado en la cárcel o en un campo de trabajo más de diez años, según un informe de la Scientific Buddhist Association para la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. El Tíbet, cuyos orígenes se remontan según los cronistas al 127 a.C., alcanzó su apogeo como imperio entre los siglos Vll y X d.C. Durante ciertos periodos de su historia, cayó bajo la influencia de los khanes mongoles, reyes de Nepal, emperadores manchúes y gobernantes británicos. Pero, de acuerdo con las investigaciones de Michael van Walt van Praag, nunca perdió su condición de estado independiente y nunca fue incorporado a otro estado. Sin embargo, los chinos mantienen que el Tibet ha sido durante siglos parte integrante de China. Algunos emperadores mongoles y luego chinos aceptaron la autoridad religiosa del Dalai Lama y, en ocasiones, como en la época de los emperadores Manchú, éste aceptó su protección y t
utela. Pero esta relación se basaba en un acuerdo mutuo. A principios de este siglo, tras una breve ocupación británica, los chinos volvieron a reclamar el Tíbet. No lo, lograron hasta que en 1949 el Ejército de Liberación Popular chino entró en Tíbet. En poco tiempo los soldados chinos acabarían con un ejército tibetano apenas inexistente. Pekín impuso en mayo de 1951 al actual Dala Lama, entonces un adolescente, un acuerdo de 17 puntos, cuyo primer párrafo estipulaba: El pueblo tibetano volverá ala familia de la madre patria,la República Popular China. Enlos siguientes ocho años, hasta 1959, las autoridades chinas trataron de llevarse a Tenzin Gyatso a Pekín, para allí construirle una aula de oro y garantizarse el dominio sobre el pueblo que él lidera. En 1959, tras unos motines consecuencia dela severa represión china, el Dalai Lama y otros 100.000 tibetanos dejaron su país y fueron acogidos principalmente en India y Nepal. El interés de China por tina región pobre y despoblada como Tíbet sólo se explica
si se observa el mapa de la zona. Fronteriza con Nepal e India, el llamado techo del mundo es uno de esos estados-tampones cuyo control militar suele ser bien apreciado por las potencias regionales. Según han publicado varias revistas internacionales como Der Spiegel o The Economist, en el Tíbet hay 14 aeropuertos militares, cinco bases de proyectiles y centenares de misiles de diverso alcance. Por ello, una de las demandas de Tenzin Gyatso es que esta zona no se utilice para la fabricación de armas nucleares. En 1987, el Dalai Lama que en 1963 reconoció una Constitución democrática, realizó una declaración histórica sobre sus pretensiones sobre el Tibet. Los cinco elementos fundamentales del plan de paz que lanzó entonces el líder tibetano son: la transformación de todo el Tíbet en una zona de paz; el fin de la política china de transferencia de población; el respeto de los derechos humanos y de las libertades démocráticas fundamentales; protección del medio ambiente y del entorno natural, que sea tina zona
desnuclearizada; y la apertura de negociaciones sobre el futuro estatuto del Tíbet y de las relaciones entre los dos pueblos. Hasta entonces los tibetanos reclamaban la independencia total, pero a finales de los ochenta el Dalai Lama quiso dar un paso más hacia la reconciliación en la zona y aceptó que en el plano exterior China representase al Tíbet, a cambio de una total autonomía interior. Para entonces ya había hecho mella la campaña de chinización, es decir, la versión made in Pekín de la limpieza étnica. Con una rápida y eficaz campaña de repoblación, las autoridades de Pekín han conseguido que los chinos (siete millones y medio de chinos) superen a la población autóctona (menos de seis millones). El objetivo es que en la primera década del próximo siglo los tibetanos queden reducidos a la mínima expresión dentro de una masa de 40 millones de chinos. Para conseguirlo, a los tibetanos, con un 10% de monjes célibes, les aplican estrictas medidas de control de población: están penalizados por el segundo
hijo, se les induce a la esterilización y al aborto, y sufren, tras la llegada de los colonos chinos, de unas elevadas tasas de paro. Pekín no ha querido oír hasta ahora las reclamaciones del Dalai Lama. China ha levantado la muralla de la incomprensión ante un pueblo cuyo lema es la no violencia.