Bien, ni tan siquiera la huelga de hambre es un tabú sagrado en el Partido radical. Hemos alejado el riesgo de que este medio extremista de la iniciativa no violenta entrase a formar parte de un ritual radical de acuerdo con la costumbre más que con la necesidad histórica y política.
Marco Pannella, Giovanni Negri y Luigi del Gatto proponen que en el Partido se abra un "gran debate" sobre el tema de la huelga de hambre, pues son conscientes de que este arma, al igual que otros instrumentos de lucha de los radicales, corre el riesgo de perder eficacia en el momento en el que el adversario consigue hacer un despliegue de todas sus contromedidas. Así pues, hay que "modernizarse" para hacer frente a los nuevos terrenos de juego y para vencer las nuevas defensas del "enemigo".
De hecho, este debate ya se había abierto cuando gravísimos episodiso sobre el uso impropio del arma no violenta pusieron en duda hasta la mismísima posiblidad de seguirla utilizando todavía.
El momento más dramático fue en el 78, cuando algunos militantes irlandeses del Ira se dejaron morir de hambre en el ámbito de una acción y de una praxis política totalmente extraña a la noviolencia.
Pero, prescindiendo de ese episodio, todos nos hemos dado cuenta de que la inflación del ayuno ha comportado a una transformación del instrumento extremo de diálogo a medio genérico de protesta, equiparándose a otras formas de lucha no necesariamente no violentas. De esta manera, la huelga de hambre ha perdido parte de su fuerza, de su credibilidad, de su capacidad de conmover el corazón y la mente de la opinión pública.
La huelga de hambre no violenta debe provocar respeto y atención sobre todo a aquél que no comparte la postura ideològica y política de quién la practica. Es decir, respeto por la coherencia de quien no pide la imposición de su "ley", sino "sólo" que sea respetada y aplicada la Ley que el mismo adversario proclama como universal o que sea respetado su derecho a competir democráticamente con la modificación de la Ley.
El ciudadano de a pie debe contar con la posibilidad de poder decir que no comparte la postura del no violento pero que "está dispuesto a morir para defender su derecho a mantenerla". La no violencia es de hecho la máxima expresión de la tolerancia y del respeto al principio de legalidad.
El no violento no desea vencer al adversario, no quiere sustituir el dominio de un grupo social o de una etnia por el de su clase o raza, sino imponer las reglas de la tolerancia, hacer que se cumpla la democracia política.
El objetivo histórico de la no violencia es el de eliminar la convicción de que la justicia, la libertad y el progreso para afirmarse deban pagar el ineludible tributo de violencia, de guerra y de devastación ambiental que hasta el momento presente parece haber requerido la historia.
El que se pone en huelga de hambre sólo pide solidaridad con su causa, con su condición de marginado, de deshauciado o de parado sin proponer una nueva ley que tenga un calor y un interés general. Pide y obtiene consentimientos sólo de quién está previamente de acuerdo con las razones políticas en las que se basa su protesta.
A menudo se utiliza la huelga de hambre como instrumento de chantaje: me dejo morir si no me dais un trabajo o una casa o si el juez no me concede el beneficio de los arrestos domiciliarios.
En este caso, el uso de la no violencia es instrumental, determinado sólo por la imposibilidad de utilizar otros medios en vez de la convicción de tener que expulsar de la confrontación política toda forma de violencia y de perseguir con todos los medios el diálogo con el antagonista para crear nuevo derecho en el interés de todos. Es preferible que el marginado esté en huelga de hambre que que dispare. Pero el uso inflacionado e impropio de la huelga de hambre tiene como efecto la desvalorización de la fuerza de la no violencia privando a todos de la posibilidad de utilizar con éxito este arma.
Es por ello que también en el Partido Radical ha surgido la duda de la ineficacia de este arma en el escenario político actual.
El documento de Pannella, Negri y DEl Gatto considera todo lo dicho cuando pide una "profunda redefinición del arma extrema de la no violencia, de sus reglas y de sus metodologías".
Se propone, así pues, cambiar o volver a precisar la gramática y la sintáxis del la huelga de hambre para devolverle sus características y su "identidad" con respecto a las tradicionales dormas de lucha política. Estoy totalmente de acuerdo sobre la necesidad de definir nuevas modalidades "técnicas", desde las de los cafés con leche a las formas de control y asistencia médica. Y más aún, sobre la urgencia de establecer nuevas reglas en lo que se refiere a una adhesión sucesiva a un ayuno para no hacer gravar sovre los promotores de la iniciativa no violenta la responsabilidad y los condicionamientos del estado de salud y del nivel de convicción de otras personas. En esta dirección se mueve la propuesta de prever que la adhesiòn de otras personas a una huelga de hambre a ultranza puede tener lugar sólo tras un cierto número de días o semanas previamente fijados, marcando así una progresión no violenta.
Es necesario precisar si la huelga de hambre y el ayuno son sinónimos o si poseen significados distintos (el Partido radical ha utilizado siempre ambos términos). Pero la pregunta cuya respuesta urge más en estos momentos es la de la practibilidad de la huelga de hambre en una sociedad priva del derecho a la información.
El "movimiento de la huelga de hambre" - escribe Luigi Manconi - "se manifiesta a través de la noticia de que se está llevando a cabo una huelga de hambre y la imágen de un cuerpo en ayunas que adelgaza, se debilita, se deshidrata". Pero, Y si esta noticia, y si estas imágenes no se transmiten?
Desde luego la huelga de hambre debe servir para romper el muro del silencio y su ley. Manconi recuerda que algunos medios de lucha radicales son ellos mismos "medios de comunicación que transmiten mensajes a la opinión pública".
Pero cuando los márgenes de las contradicciones y de las aperturas del sistema informativo son tan angostas como en Italia y en otros muchos países del mundo occidental, surge una pregunta: es legítimo correr el riesgo de que la huelga de hambre a ultranza, aunque se realice en el más amplio respeto de las leyes de la no violencia, aunque se renueve su gramática y su sintaxis, pueda tener como únicas salidas la muerte o el renunciar?
Una huelga de hambre proclamada a ultranza puede ser suspendida, reanudada, puede ser clamorosamente vencida sin por ello macular la fuerza del instrumento, pero no puede proceder y acabar en el silencio, en la indiferencia, en nada. Hacerlo en esas condiciones significa asumirse la responsabilidad de desarmar, de privar definitivamente de este arma al no violento.
Desde luego, estas observaciones conllevan a confirmar como objetivo prioritario de un demócrata no violento la adopción de nuevas reglas constitucionales para el cuarto poder. Pero, Cómo llevar a cabo esta lucha si el mismo poder informativo impide de hecho el ejercicio de un debate político que no esté trucado o reservado a los cómplices del régimen?
La condición para poder reconstruir y utilizar el arma de la huelga de hambre no violenta es detectar un espacio, en el sistema informativo que permita ésta pueda manifestar toda su fuerza dramática.
He aquí un intento para deshacer esta reserva.
A lo largo de estos veinte años, hemos afirmado que el que está en huelga de hambre no es un faquir que exibe sus actuaciones dietéticas en un lugar determinado en donde el público puede controlarlo. Quien crea que el que lleva a cabo una huelga de hambre hace trampas, seguirá creyéndolo aunque se le encierre en una jaula de cristal hermética.
Así pues, hemos estado en huelga de hambre sin modificar sustancialmente el ritmo y los lugares de nuestra existencia.
Pero, actualmente considero oportuno plantear de nuevo este principio. Tal vez sea necesario que quien lleva a cabo una huelga de hambre sea localizable en un lugar determinado, no tanto por aquello de que su acción sea creíble sino simplemente para impedir que se le ignore. Debe ser visto, aun a pesar de los intentos de los medios de comunicación por oscurecer o alterar la imagen; la gente debe poder percibir la dramaticidad de su mensaje a través del "adelgazamiento de su cuerpo". Debe, así mismo, poder encauzar su acción no violenta en el corazón del poder político y el adversario debe senir su sola presencia como insoportable y provocadora.
Hace veinte años hubiésemos contestado sin vacilar que dicho lugar se hallaba en el Parlamento. En la "Corsia Agonal", exactamente delante del Senado italiano, se llevaron a cabo las primeras huelgas de hambre a favor del divorcio. Los senadores sentían, casi físicamente en su propio garganta el aliento, la presencia y el control oprimente de los militantes de la Lid acampados con una roulotte a pocos metros de su poltrona.
Actualmente, el poder se sienta en otro lugar, sobre todo en el sistema televisivo público y privado, en las grandes multinacionales y en los potentados de la economía que han concentrado en ellos todo su poder informativo, en los partidos-empresa ...
No es esta la sede para definir los mejores lugares en los que realizar la huelga de hambre. En estas páginas, en las otras sedes de discusión del Partido radical, hemos de alimentar con nuevas sugerencias y reflexiones el debate que se ha abierto a partir del documento de Marco, Giovanni y Luigi.
Los compañeros que se encarguen de estudiar las modalidades de la reanudación del ayuno por el derecho a la información podrán valorar con mayor precisión los pocos motivos que he conseguido proporcionar y los que sigan.