El comunicado con el que Marco, Gino y Giovanni han propuesto la apertura de un diálogo en el seno del Partido tiene el mérito de "imponernos" hacer públicos algunos de los agravios, dudas y críticas que de lo contrario no hubiesen encontrado ningún otro terreno de debate que no fuese el del murmullo en las relaciones interpersonales.A mi juicio, este es el gran valor de un comunicado con el que difiero a menudo, y que me infunde incertidumbre.
Me doy cuenta de que esto, por sí solo, no hubiese sido suficiente para abrir un debate tan importante y "delicado" para quien ha aprendido a ser no violento entrando en el Partido radical; se hacía imprescindible la intervención de Roberto Cicciomessere que una vez más ha sabido expresarse con gran lucidez y delinear algunos de los puntos cardinales para encauzar el debate.
La primera cuestión digna de reflexión es la que nos conduce a afirmar que hay que modificar el instrumento del ayuno porque tal y como se encuentra actualmente es absolutamente inadecuado ante la progresiva disminución de los espacios de información que son indispensables para que un ayuno pueda resultar eficaz.
A mi juicio, es una aproximación errónea por dos motivos. En primer lugar porque estoy convencido de que la información con respecto al Partido radical y sus batallas no ha canviado con respecto a los años 70 y principios de los 80, años en los que el impacto del ayuno era muy fuerte, (y en caso de que hubiese cambiado, al menos por el hecho de que el Partido está presente en las instituciones, la información ha aumentado), y además porque planteando el debate en estos términos se corre el riesgo de eludir completamente la discusión sobre la degeneración a la que se ha llegado, el Partido el promero, al practicar este tipo de acciones.
Siempre hemos dicho que el ayuno es la ùltima arma extrema no violenta pero tras el que Marco llevó a cabo en 1981 se convirtió, la mayor parte de las veces, en el medio más utilizado porque parecía que era el que más servía a la causa, el que conseguía llamar la atención, sin darnos cuenta de que eramos nosotros los primeros que la utilizábamos a menudo como arma no violenta y no como arma extrema.
Cada vez hemos sido menos capaces (hasta llegar a no serlo en absoluto en los últimos tiempos), o tal vez hemos tenido la firmeza, de utilizar el mayor número de iniciativas no violentas (de las cuales - cabe repetirlo - la del ayuno es la extrema) contribuyendo de esta manera a la introducción y formación de una cultura no violenta y progresivamente nos hemos concentrado en el ayuno, que se ha cofundido constantemente con la huelga de hambre, como atajo para lograr determinados objetivos, contribuyendo de esta manera a una especie de ineficacia creciente, o de dependencia, tanto en su ejercicio como en su valor.
Creo que se ha apoderado del partido la convicción de que ayudar es en cualquier caso una buena iniciativa, útil para caracterizarnos de no violentos, o caracterizar así nuestras batallas, y cómodo porque no se paga ningún "precio" puesto que siempre hay alguna manera de interrumpirlo.
Me ha llamado la atención la reflexión de Roberto Cicciomessere sobre los militantes del IRA, porque recuerdo perfectamente que se discutía de este tema en el Partido en el periodo en el que Marco estaba ayunando. Creo que somos muchos los que nos hemos planteado si esas muertes, "esos gestos de desesperación" no hubiesen puesto en peligro la credibilidad de la acción de Marco ante la opinión pública.
La distinción entre un acto de esperanza y uno de desesperación, entre uno de diálogo (el ayuno de Marco) y uno de encierro e indisponibilidad (la huelga de hambre de Boby Sand) fue un argumento fuerte y convincente. Pero, creo, que no se profundizó adecuadamente, ni se analizaron todos sus aspectos.
Es cierto que el ayuno no puede ser un acto de desesperación, porque sería su misma negación, pero creo que deberíamos empezar a interrogarnos sobre el hecho de que no reulta creíble una sorta de perpetua y consante "impunidad", de exención, ante la responsabilidad de cargar con las consecuencias del fracaso del ayuno. Rcuerdo que a lo largo de una reunión de la secretaría Montesilvano en 1982 se desarrolló una amplia discusión sobre el ayuno que estaba llevando a cabo Marco, sobre las dificultades y sobre las posibilidades de obtener una victoria con dicha iniciativa. Marco, al final de la reunión pronunció una frase lapidaria que en ese momento representó la claridad de las posibles salidas del ayuno; dijo que su ayuno podía terminar (estaba en ayunas desde hacía varias semanas) sólo de dos maneras: o con la obtención del objetivo o con el fracaso, lo cual hubiese podido determinar o con su muerte física o con su muerte política, su abandono de la política.
En la práctica, el objetivo, por aquel entonces, no se alcanzó y no se verificaron ni tan siquiera las otras dos hipótesis. Nosotros nos alegramos humanamente de que así haya sido, pero debemos reflexionar profundamente al respecto: es posible y creíble que el fracaso de un ayuno, es decir la no realización del objetivo al que se hallaba vinculado, no comporte ninguna consecuencia para quién lo ha llevado a cabo? O peor aún, se puede considerar el fracaso del objetivo su única consecuencia?
Es verdad que las acciones como las de los irlandeses corren el riesgo de restar credibilidad al sentido auténticamente no violento del ayuno. Pero realmente podemos creer que con respecto a nuestra manera de llevar a cabo los ayunos, la ausencia total de "consecuencias con las que cargar" tras su fracaso puntual no afecte mínimamente la credibilidad del instrumento y, es más, no niegue tanto en nuestro seno como fuera de él, la credibilidad de ese "arma extrema" tal y como demasiadas veces lo hemos considerado nosotros?.
No estoy muy de acuerdo con las consideraciones expresadas en el comunicado de Marco, Gino y Giovanni ni tampoco con la lectura que hace de ellas Roberto en el punto en me da la impresión de que descarga sobre otro u otros el peso de nuestras inadecuaciones y por supuesto errores.
Me explico.
Estoy convencido (y creo que esto también sea motivo de debate en el Partido... «ah! sí, qué Partido?, este sería también un buen debate) que demasiadas veces empecina con la información cuando ésta no se transforma en un llanto útil y desgarrador, y peca a menudo de hacerle cargar demasiado fácilmente al "monstruo" con todas nuestras grandes y enormes carencias, nuestra transformación a la que no nos atrevemos a mirarle a la cara, o nuestra incapacidad sustancial de volver a ser protagonistas con la iniciativa política, en vez de serlo con la polémica más o menos política. Si, además, estoy convencido de que es necesario aclararse y explicarse al respecto, considero que el problema de la información en nuestro país representa uno de los problemas más dramáticos y uno de los momentos más evidentes de ausencia de democraticidad de nuestro país.
Estoy de acuerdo con lo que dice Manconi y también con parte de las conclusines a las que llega Roberto, y quisiera formular la siguiente pregunta: es lícito pensar que la actitud de los patrones de la información con respecto a nosotros no haya cambiado ni un ápice mientras que lo que ha cambiado es nuestra manera de afrontar y combatir contra ello?.
No es verdad que entre nosotros ya no queda nadie dispuesto a arriesgar nada, a jugársela, a movilizarse por algo en lo que cree y considera importante, decisivo y vital para la vida democrática en nuestro país?, que ya no queda nadie con la suficiente fantasía y urgencia interior para decidir y llevar a cabo un "ataque democrático" sobre la información, por ejemplo?. Hay alguien entre nosotros, Marco incluido, que esté tan convencido como para iniciar una batalla basada en la actividad cotidiana, ponderada en los tiempos y en los métodos, capaz de organizarse y de organizar un recorrido que incluya la puesta en práctica de todas las formas no violentas para llegar si es necesario a la extrema, la del ayuno, comprometiéndose a que sea extrema y no el enésimo atajo?.
A lo largo de los últimos tiempos, creo entrever por el contrario que el Partido vive contradicciones infelices de las cuales el ejemplo más llamativo es el de Silvia Bizarri que primero se aventura a llevar a cabo una ayuno cuyo objetivo inicial era el de imponer a Craxi un debate con ella sobre la droga - y al cabo de algunos días - lleva a cabo una acción de desobediencia civil que no funciona.
Y Silvia es una compañera del Partido radical que, al margen de sus carencias personales, ha descontado así mismo, la "degeneración" de nuestra actuación común en calidad de no violentos.
No entro en el mérito del trozo del artículo de Roberto en el que se plantea la pregunta de cómo podría o debería actualmente llevarse a cabo el ayuno (sobre la que indudablemente hay mucho que decir) porque creo que son detalles y que antes hay que tomar en consideración los puntos que he indicado, de lo contrario sería otra manera de intervenir, actuar e intentar mejorar las consecuencias de un mal y no de sus causas, (o por lo menos la parte más consistente de éstas).
Hubiese querido finalizar releyendo el artículo de Roberto, pero me doy cuenta de que tendría que escribir mucho.
Permítaseme finalizar diciendo que, a mi juicio, el problema no es el de dónde llevar a cabo físicamente un ayuno, o cuál es el interlocutor más adecuado en este momento político. Este es un problema que hay que resolver después. «Ah! sí, después de qué?. Tras haber decidido que estamos dispuestos, al cabo de no pocos años a llevar a cabo una batalla no violenta creíble basada en lo que conocemos y que simplemente hemos escogido no escoger desde hace mucho tiempo. Creo que la única manera de que el ayuno vuelva a ser creíble consiste - perdonadme pero debo insistir - en sentarse "alrededor de una mesa" y decirse francamente hasta qué punto estamos dispuestos a cuestionar la condición de "apatía política" en la que navegamos desde hace algún tiempo y apuntar hacia una batalla (y desde luego la de la información contaría con todas las características) que merezca el compromiso de todas las armas no violentas y que, si es necesario comporte el ayuno a ultranza, distinto del que llevaron a cabo el 30 de junio M
arco, Giovanni y Gino. Una batalla en la que estuviese bien claro y legible el objetivo y en la que fuesen nítidas y certeras las consecuencias que puediese acarrear en caso de fracaso o de victoria, sería un modo, aunque no el único, de dar credibilidad al ayuno y a la no violencia y, si se me permite, un modo para que el Partido recuperase las energías que han ido extraviando por el camino.
Sí, lo sé, querido Sergio, que todo ésto puede chocar con las deliberaciones del Congreso y de los Consejos Federales más recientes, pero no tiene porqué ser a la fuerza el compromiso de los órganos estatutarios y podría ser la ocasión para intentar definir mejor el sentido del Partido transnacional.