Tanto Roberto Giachetti como Giuliano Pontara basan sus intevenciones en dos consideraciones convergentes: el ayuno político (no el de protesta) debe ser la ultima ratio de la acción no violenta; el ayuno, para ser creíble, no puede concluirse más que con la victoria o la muerte (o, en segundo plano, con el abandono del escenario político de quién demuestra no tener la fuerza para llevarlo a cabo hasta sus últimas consecuencias).

Con respecto al primer punto creo exista un acuerdo teórico general. Las divergencias pueden surgir cuando se pasa a apreciar la gravedad de la situación a la que uno se opone. Por ejemplo, la ilegalidad en la que actúan el cuarto y el quinto poder, la degradación de la información son sentidas en el Partido radical de dos maneras distintas: como una contradicción de la democracia que no macula la vitalidad o como una herida intolerable de las bases mismas del Estado de derecho. Sólo en el segundo caso, el no violento considerará oportuno utilizar todos los métodos no violentos, hasta el del extremo ayuno.

En lo que se refiere al segundo punto, rechazo una concepción vagamente martirizante y catequística de la no violencia, según la cual el ayuno debe vivirse como acto de sacrificio y se debe practicar siguiendo reglas rígidas, inmutables e inderogables. Inderogables son los principios de la no violencia: el respeto absoluto del derecho a la vida, la religión de la tolerancia y la confianza en la fuerza del diálogo. Todo lo demás debe adecuarse a las situaciones en las que actúa el no violento, desarrollado a través de la creatividad y la fantasía. No creo que el café con leche en vez de la leche ordeñada de las cabritas represente una derogación de los principios de la no violencia. De hecho, sigue valiendo el principio propio de toda lucha de un pueblo, tanto de la no violencia como de la guerrilla, según el cual no hay que aceptar nunca el terreno de enfrentamiento impuesto por el adversario. Si las fuerzas de éste último son preponderantes, hay que retirarse para poder reorganizar y para esperar a que las

condiciones sean más favorables. En caso del enfrentamiento político sobre el derecho a la información, no se pueden afrontar las fuerzas de los grupos editoriales monopolistas frontalmente y la duración de la acción no violenta no se puede medir en días o meses sino en años.

No me convence, a este propósito, la observación de Panebienaco que afirma que la no violencia es practicable sólo en presencia de un adversario irresoluto y con fuertes coantradicciones internas. La acción no violenta de Tien An Men fracasó trágicamentte no sólo cuando se recompusieron los enfrentamientos internos del Partido Comunista chino sino cuando el poder central tuvo la certeza de que no provendría del mundo occidental ningún acto de hostilidad. Y la indiferencia de los gobiernos democráticos probablemente ha superado con creces cualquier previsión cínica.

Los estudiantes de Tien An Men no se dieron cuenta a tiempo del cambio imprevisto de los elementos internos e internacionales que hasta ese momento habían jugado a su favor, para, de esta manera, poder anticipar algunas horas la suspensión de la iniciativa no violenta que ya habían decidido. Se hubiese evitado la tragedia y la lucha hubiese proseguido de formas distintas.

La suspensión de la acción no violenta es, en determinadas ocasiones, no sólo posible sino obligada, sobre todo cuando está en juego no sólo la propia vida sino la de los demás.

Pero desde luego - y esta era la pregunta que formulaba en mi intervención anterior - el ayuno no puede acabar en la nada, en el silencio. Cómo impedir que suceda ésto?.