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Ruiz-Portella Xavier - 29 gennaio 1990
RUMANIA Y LA NO-VIOLENCIA. RESPUESTA A R. CICCIOMESSERE

Después de haber esperado en vano que alguien se atreviera a intervenir en la discusión que lancé a propósito de la no-violencia en Rumanía, y a la que R. Cicciomessere respondió hace unos 15 días, me decido a contestarle yo mismo, a ver si esto anima un poco el debate y los agoristas se deciden a dar su opinión. Si no, habrá que concluir que a los agoristas les importa un pito toda la cuestión de la no-violencia.

(Las intervenciones a las que me refiero son las reseñadas en la rúbrica "Comentarios").

Empieza Cicciomessere reconociendo la validez del problema que yo planteé, y que era el siguiente: en una situación de violencia extrema como la desatada en Rumanía del 22 al 31 de diciembre, la política de no-violencia resulta desgraciadamente imposible. Y en cierto modo, Cicciomessere hasta me da la razón. Escribe en efecto: "Si la violencia de las armas ha logrado imponerse, si los márgenes del diálogo se reducen a cero, la respuesta [es decir, lo que un no-violento haría en medio de una guerra civil] depende únicamente de la conciencia de cada cual". Dicho con otras palabras, en semejante situación extrema el Partido Radical no tendría ninguna actitud definida («lo cual sería grave!), y cada cual decidiría por sí mismo la mejor actitud a adoptar: o bien empuñar las armas, o bien hacer una huelga de hambre, o bien no hacer nada (no caben más posibilidades).

De alguna manera se reconoce pues que, en una situación extrema, la no-violencia es, como mínimo, problemática. Y sin embargo, pocos líneas después, el propio Cicciomessere afirma exactamente lo contrario cuando dice: "si la no-violencia no es eficaz precisamente en los momentos más duros del enfrentamiento, «entonces es mejor quitársela de encima enseguida!". Y lo ejemplifica así: la consigna que la hipotética asociación radical de Rumanía hubiera tenido que dar el 22 de diciembre "hubiese sido exponerse públicamente, clamorosamente, tal vez con una huelga de hambre pública, tras haberse asegurado de que la noticia se pudiese difundir lo más eficazmente posible a través de los canales internacionales".

Pero vamos a ver Piensas seriamente, Roberto, que a un Ceaucescu o que a gentes como los de la Securetate se pueden dejar influir lo más mínimo por una huelga de hambre? De lo que se trata, me dirás, no es de influir o conmover a los tiranos, sino de movilizar a la población del país y a la opinión internacional. Por supuesto, pero entonces te pregunto: piensas seriamente que gentes como a Ceaucescu y compañía les importa lo más mínimo lo que la opinión nacional e internacional piensa de ellos?

Sí y no a la vez. Todo depende del momento, y esta distinción es clave para nuestra discusión.

No les importa absolutamente nada la opinión de quien sea a partir del momento en que la situación ha reventado, en que la gente se ha sublevado, en que peligra su poder y en que sólo se trata de matar para atemorizar y mantenerse al precio que sea.

En cambio, mientras se mantienen normalmente en el poder, sí que les importa un poco (tampoco tanto) lo que piensa la opinión nacional e internacional. Más exactamente, lo que la opinión PIENSA les da absolutamente igual. Lo que les importa es lo que esta opinión HACE O DEJA DE HACER. Es decir, únicamente les importa que la gente se mantenga dócilmente tranquila en el país, y que los gobiernos y las empresas internacionales sigan firmando vergonzosos y abyectos contratos. Y en este contexto, sí que las acciones no-violentas tienen todo su sentido -por más dura, violenta y atroz que sea la situación; por más difíciles que sean estas acciones.

Resumo pues mi posición:

1) Por más feroz y bestial que sea un poder, no es cuestión de pensar en derrocarlo con las armas. Sólo las acciones no-violentas (como las de D. Cornea o del pastor protestante L. Tökes por seguir hablando de Rumanía) tienen sentido.

2) Pero las cosas cambian cuando se llega a una situación límite, cuando revienta la olla, se lanza la gente a la calle -y el ejército también. No nos hagamos ilusiones: por importante que sea, no es la presión internacional lo que en semejante situación hace decantar las cosas en un sentido o en el otro. Es el ejército. En Rumanía se puso en contra del poder, en China a su lado. En Rumanía ganó, a pesar de todos los pesares, la democracia. En China se mantiene el comunismo. Y si el ejército se pone del buen lado, y si su acción se enfrenta con oposición armada, entonces no hay desgraciadamente más remedio que olvidarse por una vez, por una sola vez, de la no-violencia y apoyar activamente a quienes representan la única posibilidad de democracia. Otra cosa es que la decisión de participar o no personalmente en ello se deje, como dice Cicciomessere, "a la conciencia de cada cual".

 
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