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Cicciomessere Roberto - 31 gennaio 1991
El Golfo y Orwell
Superando el fastidio que me provoca la suficiencia con la que Aligi Taschera lanza sus juicios de valor, me permito hacer algunas observaciones a propósito de la responsabilidad que he asumido "ante Italia, la humanidad y la historia". No, Aligi, sólo he asumido la responsabilidad política que me atañe, ante mi conciencia y mis convicciones, actualmente "cómodamente sentado en el Parlamento", al igual que en otras ocasiones en las celdas de Peschiera o de Varsovia. No acabo de entender la opinión de Aligi Taschera de que un diputado que vota por la participación de la misión militar italiana en el conflicto del Golfo debería participar en ella. Siguiendo esa regla de tres, si hubiese votado en contra, hubiese debido oponer resistencia física a que zarpasen los barcos o despegasen los aviones?.

«Ni tan siquiera Capanna(1) ha llegado a semejantes niveles de intolerancia demagógica!

Se roza lo grotesco cuando Aligi escribe que Gandhi, en el momento en el que aprobó la guerra, participó personalmente y no votó para que fuesen los otros. Que yo sepa, nadie le pidió que decidiese sobre la primera guerra mundial y en la segunda se limitó a impedir que los indios participasen.

Pero Gandhi, al contrario de Aligi, afrontaba con más humildad cuestiones de tal envergadura: "Mi oposición a la Guerra era enérgica, como lo es ahora. Pero tenemos que reconocer que en el mundo existen muchas cosas que tenemos que hacer aun estando en contra de ellas. Yo soy estoy en contra de quitarle la vida a la más ínfima de las criaturas vivas, lo mismo que estoy en contra de la guerra. Sin embargo, continuamente les quito la vida a muchas criaturas confiando alcanzar un día la capacidad de vivir sin tal fratricidio". "Quien cree en la no violencia no debe recurrir a la violencia o a la fuerza física, directa o indirectamente, para defender una causa, pero tampoco se le prohibe que ayude a hombres o instituciones que no actúan basándose en la no violencia. De lo contrario, yo por ejemplo no debería hacer nada para que la India logre el Swarai (la independencia), puesto que sé a ciencia cierta que el futuro parlamento independiente indio contará con algunas fuerzas militares y de policía".

Intentando no instrumentalizar demasiado a Gandhi, me encuentro en una situación bastante parecida en lo que se refiere a las Naciones Unidas. Se muy bien que la Onu, como expresión de la cultura política y jurídica predominante, no ha decidido en ningún momento actuar según los principios de la no violencia, pero, tal y como ya he escrito, estoy convencido de que reforzar los poderes de dicha institución es la única manera de acabar con la violencia.

A Aligi le parece incomprensible que se pueda votar contrario antes y después del estallido de las hostilidades. En el primer caso era posible, al menos teóricamente, pensar o bien en prolongar el embargo o bien en otras alternativas de fuerza no militar. Por el contrario, posteriormente, se trataba de apoyar o no apoyar la acción militar decidida por los EE.UU. y otros países, repito, con la legitimidad por delante según el derecho internacional.

Esta última consideración me permite aclarar el problema de las guerras "justas" o "injustas". Por justicia se entiende cumplir el derecho, la ley. Si se considera la ley cristiana, las guerras son siempre injustas, según el artículo 5 de las tablas. Según el derecho vigente en Italia son "justas" sólo las guerras de autodefensa y, según el artículo 11 de la Constitución, aquellas acciones militares emprendidas de acuerdo con el artículo 42 de la Carta, "con fuerzas aéreas, navales o terrestres de Miembros de las Naciones Unidas", que tengan por objeto restablecer el derecho violado. El no violento lucha para que la ley cristiana de no matar se convierta en ley de los Estados. Lucha, precisamente, para crear un nuevo derecho, incluso con la desobediencia civil en el momento en el que considera que existe una esperanza, aunque sea mínima, de poder consolidarlo. Pero el 17 de enero, o incluso antes, acaso nos encontramos ante condiciones de lucha y de movilización no violenta en el mundo que consintiesen prop

oner, no sólo como testimonio verbal, una alternativa a la utilización de la fuerza militar?. Acaso no hace años que estamos intentando construir el partido radical transnacional y no violento precisamente para poder incluir entre las opciones posibles y creíbles la no violencia política?. En resumidas cuentas, Aligi sigue confundiendo la lucha política con la proclamación verbal, el compromiso paciente y continuo para dar consistencia incluso organizativa a un proyecto, eso sí histórico, cuyo objeto sea hacer que la cultura de la no violencia se convierta en civilización de nuestra época, con la abstracta manipulación de presuntos dogmas no violentos.

En lo que se refiere a los demás puntos de la intervención de Aligi tengo dificultades objetivas para replicar sin tener que repetir cosas que ya he escrito, sin verme obligado a repetir largas citas o, peor, sin aventurarme por los caminos para mí desconocidos de la metapolítica (para el divertido ejemplo de los garrotazos me remito a la lectura de Gandhi - "Young India", 4 de noviembre de 1926 - así como, a propósito de esa tesis rara sobre el policía que dispara al chico desarmado, me rindo ante la comparación un poco aventurada entre Sadam Husein y el ladrón de manzanas). Y por último, no tengo la más mínima intención de contestar a los insultos gratuitos.

Sin embargo, considero intolerable la expresión de la más vulgar mala fe: Aligi, que conoce al partido y a mí desde hace más de veinte años, quiere hacer creer que ignora lo que entendemos por "el derecho a la vida, la vida del derecho" «y duda si acaso nos estaremos refiriendo al derecho natural!.

En ese caso, Aligi hubiese debido más oportunamente citar el tercer eslogan del "Partido" de Oceanía: "LA IGNORANCIA ES LA FUERZA". Y todos nosotros hubiésemos gritado, agradecidos: "«Oh, nuestro salvador!.

N.d.T. (1) Mario Capanna: Diputado de "Democracia proletaria".

 
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