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Partito Radicale Centro Radicale - 21 settembre 1995
LIBERTAD PARA EL TIBET

Por Olivier DUPUIS (*)

Tibet. País milenario perdido en el altiplano del himalaya. Borrado de nuestra memoria, de nuestro conocimiento, de nuestra conciencia después de cuarenta años de bipolarismo político y militar.

Tibet. País singular. País del budismo, de los monjes, de los monasterios, de los molinillos de oración, de los yacks, del té con mantequilla, del hombre de las nieves. País del Dalai Lama. Lo fue. País independiente. Lo fue. Con el silencio cómplice de las Naciones Unidas, de las democracias occidentales, del mundo libre, el Tibet, un día del no tan lejano 1950 fue invadido por las fuerzas armadas de la entonces flamante República Popular China. Después fue ocupado, reestructurado, modernizado. Destruído. Como fueron destruídos centenares y centenares de monasterios durante la llamada revolución cultural china. Decenas de millares de mujeres fueron esterilizadas u obligadas a abortar. Millones de tibetanos fueron arrestados, encarcelados, torturados, deportados. Un millón de ellos fue muerto. Bosques, monumentos, casas, fueron arrasados hasta los cimientos.

Pero todo eso no bastaba. Era necesario ir más allá en la exploración del arsenal de las armas de destrucción de un pueblo, de su historia, de su religión, de su modo de vida. Y los chinos inventaron una nueva solución final: la "limpieza étnica" por disolución. Y empezó la planificación y luego la ejecución de un gigantesco traslado de poblaciones: millones de chinos, a la fuerza, con intimidaciones, o con fuertes incentivos monetarios fueron "trasladados" al Tibet. De ser algunos millares a ser siete millones, de ser una infíma minoria a ser hoy mayoría. Objetivo: 40 millones en el 2020. Entonces el Tíbet habrá desaparecido definitivamente.

El tiempo urge. Es preciso poner fin a este genocidio silencioso cuando todavía estamos a tiempo. Es preciso salvar el Tíbet, a los tibetanos, al tesoro de historia, de cultura, de mansedumbre, de convivencia civil que han sabido dar a la humanidad. Es preciso parar la obra de muerte y destrucción del último imperio totalitario. Es preciso también, a partir del Tíbet, de su libertad y de su liberación crear las premisas para la libertad y la liberación del totalitarismo comunista de los más de mil doscientos millones de chinos.

Y, mientras cada vez más a menudo en el mundo se recurre a la violencia para hacer valer las razones de un pueblo o de los criminales que pretenden encarnar esas razones, hay que atesorar y erigir en ejemplo de toda la humanidad la ejemplar resistencia noviolenta del pueblo tibetano y de sus líderes, empezando por el Dalai Lama.

Es preciso actuar. En las plazas, en las aceras frente a las embajadas chinas del mundo entero con manifestaciones, Satyagrahas [ayunos noviolentos de masas]. En las Naciones Unidas con la puesta en el orden del día de un propuesta de rápida descolonización del Tíbet, en los Parlamentos con la presentación de mociones que, sobre el modelo de las resoluciones del Parlamento europeo y del Congreso americano, condenen la invasión y la ocupación del Tíbet. Desde los Ayuntamientos, con la decisión de hacer ondear la bandera tibetana el 10 de marzo de 1996, día del aniversario de la insurección noviolenta de Lhasa de 1959, para que sea, en todo el mundo, un día de acción y de esperanza concreta de liberación de los tibetanos, y por ende de los chinos y de todos nosotros. Es preciso pués trabajar y organizarse, sin perder un minuto. Inmediatamente. En directa comunicación con las máximas autoridades del gobierno y del parlamento tibetano en el exilio, el Partido Radical, transnacional y transpartido, ya está trabaj

ando. Sin nuevas energías humanas y financieras, todo será muy difícil, si no imposible. Quien ya esté a ello, que ponga manos a la obra.

(*) Secretario del Partido Radical Transnacional

 
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