El 10 de Marzo de 1959 fue el día en que los tibetanos se levantaron contra la hegemonía de China y proclamaron su deseo de libertad e independencia para todo el Tíbet. Este movimiento tuvo su origen en el pueblo tibetano de a pie. China pudo reprimir rápidamente el alzamiento, pero no doblegar la voluntad del pueblo tibetano de liberarse de la tiranía y la injusticia.

China invadió el Tíbet en 1949/50. La resistencia que el diminuto ejército tibetano pudo desplegar frente al veterano Ejército Popular de Liberación, ensoberbecido por sus victorias sobre los nacionalistas chinos y sobre los americanos en la península de Corea, no supuso obstáculo para la máquina de guerra china. El Tíbet clamó por apoyo internacional, pero no recibió ayuda alguna. Forzado a enfrentarse solo a los chinos, el Tíbet hubo de firmar el tristemente célebre tratado de 17 puntos por el que los chinos le obligaron a abdicar de su soberanía en Beijing, en 1951. Durante un período de nueve años, el Tíbet budista y la China comunista soportaron una incómoda coexistencia.

Pero la creciente represión en el Este y Noreste del Tíbet obligó a los habitantes de esas regiones a echarse al monte y emprender la resistencia armada, que pronto se extendió al conjunto del Tíbet. El proceso de represión y resistencia en Amdo y Kham obligó a miles de tibetanos a huir hacia la comparativa seguridad del Tíbet central y de Lhasa. El resentimiento de los tibetanos causado por el arrogante trato chino para con el gobierno tibetano arreció con las historias de destrucción de monasterios y de matanzas de lamas y monjes traídas por los refugiados del Tíbet oriental. Rápidamente, el descontento informe de los tibetanos estalló en un desafío abierto a China cuando decenas de miles de tibetanos de todas clases irrumpieron en las calles de Lhasa el 10 de Marzo de 1959 reclamando la indepencia del Tíbet.

El levantamiento del 10 de Marzo de 1959 fue un movimiento espontáneo del pueblo tibetano encaminado a liberar al Tíbet de la ocupación y la tiranía chinas. Disgustados con la diplomacia del gobierno tibetano orientada a contemporizar con los chinos para evitar más derramamientos de sangre tibetana, animados por el movimiento de resistencia Khamba a plantar cara a la China, el resentimiento amorfo del pueblo tibetano estalló en un intento de última instancia de luchar por la libertad del Tíbet. El 12 de Marzo las mujeres del Tíbet se echaron a las calles de Lhasa.

Poco más de tres días llevó al Ejército Popular de Liberación sofocar el levantamiento de Lhasa, aunque no el movimiento de resistencia que brotaba espotáneo como los hongos en todo el país. En total, según las propias estimaciones chinas, unos 87.000 tibetanos fueron muertos, sólo en la zona central del Tíbet, para reafirmar la tétrica ocupación del Tíbet por parte del Ejército Popular de Liberación.

El levantamiento del 10 de Marzo tuvo como consecuencia la huída del Dalai Lama, de miembros de su gobierno y de unos 80.000 tibetanos a la India, Nepal Y Bhutan. En la India, el Dalai Lama restableció el gobierno tibetano, no reconocido imternacionalmente, pero que los tibetanos, tanto del interior como en el exilio, consideran el legítimo gobierno del Tíbet. Desde su sede de Dharamsala, ciudad del Norte de la India al pie de los Himalayas, el gobierno tibetano, bajo el liderazgo del Dalai Lama, ha llevado a cabo una resistencia noviolenta y no por ello menos menos efectiva a la pertinaz ocupación del Tíbet, resistencia que hoy abarca un movimiento de amplitud mundial por la libertad del pueblo tibetano.

Si a los chinos sólo les llevó tres días acabar con el levantamiento del 10 de Marzo, China no ha sido capaz de erradicar el espíritu de ese levantamiento, que continúa vivo en el corazón de todos los tibetanos del mundo. Si en 1959 murieron 87.000 tibetanos, desde entonces más de 1,2 millones de tibetanos han muerto como resultado directo de la ocupación china del Tíbet.

Los tibetanos celebran cada año el aniversario del 10 de Marzo dondequiera que estén, para recordar al mundo y a sí mismos que aquellos tibetanos muertos por la causa de la libertad del pueblo tibetano no murieron en vano, que su muerte fue un sacrificio justo y proporcionado por el nacimiento de un Tíbet libre e independiente.