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Partito Radicale Centro Radicale - 9 aprile 1996
WEI JINGSHENG, EL PRISIONERO DE TANGSHAN

por François Deron

Le Monde, 9 de Abril 1996

Hay reflexiones que parecen a propósito para grabarlas en el muro de un calabozo. La voluntad de que le engañen a uno: ése es exactamente el fundamento de la condición del esclavo, escribía Wei Jingsheng en 1979, justo antes de convertirse en el preso político chino más célebre. Detenido de largo alcance, catorce años y medio hasta 1993 y encarcelado otra vez en 1994 con condena de quince años. Hasta el 20 de Noviembre del 2009, salvo puesta en libertad anticipada. La primera vez por voluntad de Deng Xiaoping, el amo de China al que había calificado de déspota, la segunda por la voluntad de los herederos de éste, en nombre de un poder que se sigue aún refiriendo al comunismo. A los cuarenta y seis años, es pagar cara la neagativa a ser esclavo. Se preguntará él, como otros antes que él, si el precio no es excesivo? En 1994, poco antes de su vuelta a la cárcel, aseguraba que no. Pero no se puede saber gran cosa de lo que pueda pensar ahora en su calabozo. Al revés que otros presos políticos, no se comunica p

rácticamente nunca con el mundo exterior. Su penal del Dueso está situado a un centenar de kilómetros de Pekín, cerca de la villa de Tangshan -epicentro del terrible terremoto ocurrido en 1976, justo antes dela muerte de Mao Zedong-. Las cosas, de todas formas, han evolucionado algo respecto al pasado. Porque tiempo hubo en que su familia tenía bien pocas noticias sobre su estado, y, de todas formas, no hablaba a los periodistas extranjeros por miedo de la policía. El oprobio correspondiente a un preso recaía sobre sus parientes. Difícil vida, en particular para su padre, con el que Wei no estaba en buenos términos: buen comunista de la época de la esperanza en la lucha que condujo a la fundación del régimen, había roto casi todos los puentes con su turbulento vástago, uno de sus cuatro hijos. Nacido en 1950 en Pekín, Wei lleva un nombre de pila que sus padres pretendieron significativo: Nacido-en-la-capital. El niño encarnaba entonces el orgullo de una China que empezaba entonces a renacer de sus cenizas, t

ras siglo y medio de guerras, de humillación y de opresión. Hoy significa, al contrario, toda la determinación de los opositores a lo arbitrario de un régimen que, sin embargo, había prometido al pueblo la justicia. Hace casi treinta años que Wei, con una constancia que la represión no ha impedido, manifiesta su discrepancia en todos los planos: democracia, antimilitarismo, cuestión del Tíbet...Esta fuerza de carácter, la debe al mismo régimen, condenado como ha estado, por los yerros de la dictadura del proletariado, a reflexionar como autodidacta. Es Mao Zedong quien ha sido el mentor de Wei en política. En diciembre de 1966, cuando China fue arrojada a las fauces de los guardias rojos enardecidos por la revolución cultural, Wei y otros hijos de cuadros del régimen se unieron en un movimiento, el Comité de Acción Unida de los Guardias Rojos de la capital, decididos a luchar contra los dirigentes de la tendencia extremista del maoísmo, agupados en torno a Jiang Qing, la esposa de Mao, egeria de la ola que a

menazaba con llevarse por delante el sistema. Aquellos adolescentes - Wei tenía 16 años- se permitieron el lujo de tomar al asalto la ciudadela de la policía política y destruir en parte los archivos secretos reunidos sobre sus padres. El episodio es testimonio de la presencia, entre los guardias rojos, en general de tendencias fascistoides, de tendencias prodemocráticas en evuelta contra el sistema represivo. Desmanteladas las oragnizaciones de guardias rojos cuando el Ejército volvió a tomar las riendas del país, Wei, como millones de otros jóvenes, fue enviado al campo. Descubrió allí la miseria y las secuelas de la hambruna de los primeros años 60, provocada por los zangoloteos del régimen. Extrae de ello que el milagro económico cantado por la propaganda es asunto de ficción y saca conclusiones definitivas acerca de los méritos del comunismo. Vuelto a la ciudad, encuentra empleo como electricista en el zoo de Pekín. Pero Wei no es un Lech Walesa; reflexiona, lee mucho, pero no sueña con la acción sindic

al independiente en medio obrero. Más bien se pretende polemista. Participa, a distancia, en la primera manifestación antigubernamental que estalla en la plaza de Tien Anmen el 5 de Abril de 1976, aún en vida de Mao. Dos años después de la muerte de éste, aparece, cerca de una de las principales encrucijadas de la capital, el Muro de la Democracia: una pared donde se cuelgan los dazibaos de la contestación democrática, autorizada temporalmente a expresarse por un Deng Xiaoping que utiliza a este movimiento para eliminar a sus adversarios políticos maoístas.

El 5 de Diciembre de 1978, Wei coloca el texto que va a hacerle famoso, La Quinta Modernización, en el que desarrolla la idea de que el progreso económico del país, (las cuatro modernizaciones preconizadas por el régimen), debe pasar por al democratización del sistema, a falta de lo cual el pueblo no se beneficiaría de ellas. Funda una revista, Exploraciones, impresa sobre un papel bien mediocre costosamente adquirido, que distribuye entre el público del Muro. Denuncia en ella Wei la cerrazón política, la miseria de una parte de la población, los orígenes políticos de la delincuencia juvenil en China, las ventas de niños en las calles de Pekín. Descubre también un problema que comienza entonces a conocer gracias a su amiga de esa época, una tibetana: la represión en el Techo del Mundo. La idea de que se da allá una forma de colonialismo primario será adoptada por un secretario general del Partido Comunista, Hu Yaobang, que perderá su puesto en consecuencia. Pronto, Wei se ve lanzado en rumbo de colisión cont

ra Deng Xiaoping, quien, habiendo alcanzado la dirección efectiva del régimen, se dispone a pitar el final del recreo. Wei se opone al ataque chino contra las provincias vietnamitas fronterizas, lanzado a mediados de febrero de 1979. Denuncia el nuevo despotismo del patrón, el de la era post Mao. Es detenido el 29 de Marzo y desaparece en el Gulag chino, tras un proceso calificado falsamente de público por el régimen, que se contenta con difundir una fotografía de Wei, con la cabeza afeitada, leyendo su propia defensa. El poder no había previsto que esas declaraciones fueran a ser grabadas por un disidente infiltrado entre los asistentes. Una vez difundidas en el exterior, mostraron a un Wei refutando claramente las acusaciones alzadas contra él, como la naturaleza contrarrevolucionaria de sus escritos (que se han publicado en francés con el título "Un bol de nids d'hirondelle ne fait pas le printemps de Pékin", biblioteca asiática, Christian Bourgois editor, 1980). Se acusa igualmente al disidente de haber

transmitido secretos militares a los periodistas, de hecho se trataba de informaciones no oficiales, ampliamente difundidas, sobre las operacones en Vietnam. Otros disidentes fueron enviados a prisión tras haber declarado a favor de Wei o por haber ayudado a difundir sus declaraciones.

Desde entonces, rumores alarmistas circularon sobre su suerte. Se dijo que estaba loco. Persistía en no declararse arrepentido, mientras el sistema penitenciario intentaba doblegar su resistencia. Estuvo confinado en un calabozo subterráneo, sin luz, los dos primeros años de su detención, en Pekín. A continuación, las cosas fueron mejorando relativamente. Hacia el final, refirió, gozaba de cierto respeto por parte de los guardias del campo de trabajos forzados. "El hecho de que me haya negado a reconocer mis errores me ha ayudado cara a ellos: yo era el preso personal de Deng Xiaoping". Cuando Wei pidió papel para escribir al patriarca - menos para quejarse de su suerte que para manifestar ideas políticas contestatarias - recibió satisfacción. En Occidente, especialmente en Francia, Wei se convierte en el símbolo de la lucha por los derechos humanos de los chinos. Hasta el punto de que en Septiembre de 1993 es puesto por fin en libertad, seis meses antes del cumpliento de la pena. Pekín pensaba que con este

gesto - que probablemente supuso un mal trago para Deng - se aseguraba los juegos olímpicos del año 2.000. El recuerdo de los sangrientos incidentes de Tien Anmen, en 1989, lleva al COI a decidir en sentido diferente. Desde su salida de la cárcel, Wei recupera su libertad de palabra, aunque teóricamente se halle privado de derechos políticos. Menos polémico que antes, tal vez más reflexivo, Wei considera que debe orientar su acción a lo más próximo a la realidad, interesarse, por ejemplo, en las reivindicaciones obreras, en los movimientos de protesta contra las condiciones de existencia de los desfavorecidos, de los reprimidos por el sistema, y hablarles de democracia a partir de experiencias concretas. Parece que, durante algunos algunos meses, goza de protectores bien situados. Piensa que ha recibido la promesa de que se le permitirá expresarse, vía la prensa extranjera, desde el momento en que está de acuerdo con el régimen en desear el éxito de Pekín como sede olímpica, y luego en pedir a Estados Unidos

que no se valga de la cuestión de los derechos humanos para gravar con aranceles las exportaciones chinas. Pero Washington comete un error: John Shattuck, encargado de derechos humanos en el Departamento de Estado, se reúne con él en Pekín antes incluso de haber visto a su huésped oficial, el ministro de Asuntos Exteriores Qian Qichen. Más tarde, el Comité Olímpico Intenacional prefiere Sidney sobre Pekín para organizar los juegos. Las relaciones entre Pekín y Estados Unidos van a deteriorarse. El 1º de Abril de 1994, Wei Jinsheng es detenido otra vez, así como su amiga Tong Yi, ex estudiante que tomó parte en el movimiento de Tien Anmen en 1989.

Esta vez, el régimen inaugura una estrategia nueva.En un primer momento, Wei no pasa a juicio. El disidente y Tong Yi, lisa y llanamente, desaparecen. Hasta sus familias les perden la pista. Se sospecha que Pekín intenta convencerle a que opte por el exilio. En principio, había rechazado esta solución de facilidad. " Qué voy a hacer ahora? Continuar interpelando al régimen. No sé hacer ninguna otra cosa: es él el que me ha condenado a la disidencia y mi lugar está en China", nos dijo antes de su arresto. Por fin, el 13 de Diciembre de 1995, Wei es llevado al tribunal. El proceso es expeditivo. El tribunal es sordo a los argumentos que él mismo y sus abogados desarrollan para rebatir la tesis del fiscal según la cual conspiraba para derribar al gobierno. Se le condena a quince años de prisión. Este simulacro de justicia no sólo pone de manifiesto la voluntad del régimen de obedecer a un formalismo judicial. Tiende a confirmar que existen fuerzas, minoritarias, que presionan por una liberalización moderada del

sistema, utilizando -una vez más, según método ya ensayado- a esta figura emblemática. Sin lo cual su familia no hubiese tenido la oportunidad de apelar la sentencia, una vez en vano inmediatamente después del juicio y otra el 1º de Febrero. Ni de ponerse en contacto con organismos de defensa de los derechos humanos en Estados Unidos, donde Wei Jinsheng ha sido propuesto, el año pasado por vez primera, para el Premio Nobel de la Paz. Ni siquiera interesarse públicamente por su estado de salud tras dieciséis años de detención en condiciones extremadamente duras -se le regatea, dicen, un hornillo eléctrico que le es absolutamente indispensable para cocer sus alimentos, dado que ha perdido todos los dientes -. Con las articulaciones atacadas por el frío húmedo del calabozo que abandonó en 1993 (pronto sustituído por un calor de horno), el muy especial huésped de la prisión número uno de Tangshan espera que una ligera mejora se esboce de nuevo en el trato a los presos de conciencia en el último gran país que si

gue haciendo referencia a Lenin. Medita con certeza la amarga ironía de su sitaución tras los esfuerzos de moderación que desplegó durante su breve período en semi-libertad.

 
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