INTERNACIONAL
Sábado, 17 de junio de 2000
BLOC DE NOTAS
BERNARD-HENRI LEVY
Quién era Hafez Asad?
Jacques Chirac ha sido el único jefe de Estado que estuvo presente en los funerales de Hafez Asad. Ante este extraño gesto, ante esta increíble iniciativa, incomprensible tanto para sus amigos como para sus enemigos, ante esas imágenes -porque, desgraciadamente, hemos visto esas imágenes- de un presidente de la República francesa que fue el único de su especie en ir a honrar los restos mortales de uno de los peores dictadores de finales del siglo XX, ante esas imágenes, digo, de ese rostro triste y afectado, ostensiblemente recogido, como el que se suele mostrar en los funerales de un ser querido, dudo entre la consternación, la incredulidad y la vergüenza. De ahí que me limite a recordar algunos hechos.
Como saben bien todos los auténticos amigos de Siria, Hafez Asad fue un político inmisericorde, sin escrúpulos ni principios, cuyo poder sólo se mantuvo en pie al precio de un terror sin igual en el mundo árabe-musulmán. Detenciones arbitrarias y desapariciones frecuentes, omnipresencia de los temibles servicios secretos sirios, torturas, secuestros, ejecuciones sumarísimas de los opositores, la ley marcial y el estado de emergencia durante 37 años, un culto a la personalidad tan agobiante como grotesco, consultas electorales que plebiscitaban con el 99,9% de los votos al dirigente supremo y, todavía hoy, después de la guerra del Golán, cuando el régimen parecía haber limado las aristas y haberse liberalizado, la existencia de 2.000 prisioneros políticos que, a menudo sin juicio o después de procesos amañados, se pudren en mazmorras inhumanas e infames. Este es el auténtico precio pagado por el pueblo sirio por los sueños de grandeza de su rais. Este es, según todas las organizaciones de defensa de los derec
hos humanos, el auténtico balance de aquél que, en Occidente, suele llamarse con el bello nombre del León de Damasco.
Hafez Asad fue un asesino. Fue un auténtico carnicero, al estilo de los Milosevic o de los Putin, mucho peor que Pinochet o que los dictadores argentinos de antaño. Fue un asesino de masas, que nunca dudó en sofocar a sangre y fuego cualquier veleidad de rebelión contra él o contra su régimen.
Asad era, además, un terrorista. Un temible y poderosísimo terrorista internacional, por lo cual su régimen estuvo inscrito en la lista negra del Departamento de Estado norteamericano. Ha olvidado Chirac el asesinato del investigador Michel Seurat y el de Bachir Gemayel*? Olvidó al embajador de Francia Louis Delamare, asesinado también él, a la sombra del todopoderoso Ejército sirio? Olvidó el atentado del comando-suicida que costó la vida a los 58 soldados del contingente francés de la fuerza multinacional en Beirut? Olvidó el aparato de radio, convertido en una bomba, que estuvo a punto de ser embarcado, con la complicidad del embajador sirio en Londres, en un boeing de El Al procedente de Heathrow? De quién pretende burlarse cuando dice que va a hablar de »paz a la capital árabe que albergó durante tanto tiempo, y sigue albergando todavía, los cuarteles generales de las organizaciones palestinas más hostiles a la misma idea de cualquier compromiso? Si hubo en Oriente Próximo un obstáculo a la paz, é
se fue el de ese padrino de Hizbulá y de los peores extremistas árabes, Hafez Asad.
No. Chirac no puede haber olvidado todo esto. Lo mismo que no puede haber olvidado la prolongada estancia en Damasco de Alois Brunner, el ex nazi perseguido por los esposos Klarsfeld. Y tampoco puede ignorar que, con su presencia en la ceremonia de los funerales, avalaba el vasallaje sirio de ese país libre que fue El Líbano, protegido desde hace un siglo por Francia. Hay que pensar, pues, que el presidente de la República sabía lo que hacía al dar este terrible aval a los enemigos de la democracia en el mundo árabe. En cuyo caso, lo más digno sería que le contase - a los franceses, a sus representantes?- las verdaderas razones de su gesto.
*Bachir Gemayel fue presidente del Líbano.