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Dupuis Olivier - 1 febbraio 1987
I. EL PROCESO DE INTEGRACION INTERNACIONAL
Olivier Dupuis

SUMARIO: El progreso técnico científico acorta las distancias y nos sitúa en una condición de interdependencia planetaria. Algunos grandes problemas por resolver hasta el día de hoy (como por ejemplo, el subdesarrollo en amplias regiones del globo o el apartheid en Suráfrica) tal vez cabría afrontarlos con medios distintos a los que consideran la entidad "Nación" como el principal punto de referencia e interlocutor.

(Le alternative alla difesa militare - Cap.I - IRDISP - Febrero de 1987)

"Las relaciones entre las distintas regiones del mundo, provocadas por el progreso técnico-científico, al igual que más concretamente el 'espacio instrumental de acción' de los medios de guerra modernos, han creado un sistema de interdependencia que, si lo analizamos a partir de los intereses unilaterales de una parte aislada (pues no podemos hablar de una parte 'sola') el análisis sale, inevitablemente, deformado. En el caso de que se siguiese actuando siguiendo esta imagen deformada de la realidad, no se podrá evitar tomar decisiones catastróficas" (1). Difícilmente alguien podría contradecir la afirmación de que actualmente los más graves problemas políticos y sus soluciones están estrechamente vinculadas a un sistema de interacciones internacionales y que el desarrollo de la "civilización técnica" ha ampliado la lista de las cuestiones que ya no se pueden seguir afrontando desde una perspectiva nacional - es decir, sin examinar ni tener en cuenta las influencias externas.

Ya no quedan gobiernos en Europa, ni en gran parte del mundo, para los que las recomendaciones de la OCSE y otros organismos de expertos internacionales no constituyan puntos de referencia fundamentales en la elaboración y en la aplicación de sus políticas.

Pero si bien es cierto que la cantidad y la intensidad de las relaciones internacionales se halla en continua expansión, nosotros nos hallamos ante un sistema internacional que sufre en su conjunto un proceso de expansión y de integración cada vez más marcado, al que se contraponen obstinadamente los llamados intereses nacionales - que se han quedado al margen del complejo y dinámico sistema de la sociedad internacional.

Altiero Spinelli (1 bis), Presidente de la Comisión Institucional del Parlamento Europeo, a lo largo de una de sus últimas y apasionadas defensas de la lucha por la Unión Europea, dijo muy claramente: "En la actualidad ningún problema de envergadura relacionado con la economía, la moneda, la conexión solidaria de nuestro desarrollo con el de los países pobres de nuestro planeta, la defensa, la ecología, el desarrollo científico y tecnológico, la universalidad e la cultura, no hay, repito, ningún problema de envergadura que pueda seguir siendo afrontado seriamente con criterios e instrumentos nacionales. Por ello, a pesar de las restauraciones nacionales que han tenido lugar tras la guerra, por encima de los superficiales brotes nacionalistas a los que asistimos - y sobre todo de palabras nacionalistas - nosotros vemos que en Europa casi todos estos problemas se afrontan ya de hecho a niveles que superan los nacionales (2).

Este mismo problema puede ser afrontado desde otro punto de vista. Kaplan afirma que "una política científica puede desarrollarse sólo si los materiales de la política se tratan en términos de sistemas de acción" (3). Con ello se desea afirmar que es necesario superar el análisis exclusivamente descriptivo de la política internacional como superposición casual de acontecimientos determinados por cada uno de los Estados, para llegar a definir una teoría del sistema internacional capaz no ya de proporcionar un punto de vista más amplio con respecto a los parciales, sino de integrar todas las variables indentificables para definir las líneas dinámicas predominantes del juego político internacional.

Dicho análisis comporta, tal y como se ha subrayado en repetidas ocasiones, el riesgo de dejar de lado las dinámicas de desarrollo nacional. De hecho, ha producido un movimiento que predica la no-injerencia, cosa que ha sido de lo más útil a la política soviética, después de Yalta. Actualmente, ante dos décadas de "desarrollo", tenemos que reconocer que gran parte de los Estados del tercer mundo ha asistido a un aumento de la diferencia que les separa de los países industrializados, salvo contados países (Brasil, Indonesia, India, China y otros pocos) que, gracias a condiciones favorables (sus dimensiones) han podido elaborar y aplicar en cierta medida una política de desarrollo.

Una análisis típico de alguna manera del panorama político actual conduce a concluir que una de las causas de la falta de desarrollo o de un desarrollo distorsionado, de la mayor parte de los países del tercer mundo y en particular de los países africanos es la debilidad nacional: identidad, nivel de desarrollo desigualdad de los intercambios, capacidad contractual. De lo que se desprende que la solución para una situación semejante pasa por la constitución progresiva y revolucionaria de una identidad nacional como premisa para el desarrollo. Sin embargo, cabe preguntarse, si dicho análisis no se basa en premisas erróneas: pensemos por ejemplo en la mayor parte de los Estados africano.

"La desgracia de Africa es el contraste entre la fuerte pobreza de su población diezmada durante mucho tiempo por las enfermedades y las tratas y la riqueza que les brota de subsuelo. Para evitar que nuevos imperialismos, una vez desaparecidos los imperios coloniales, se disputen estos tesoros, hubiese hecho falta la creación de los Estados Unidos de Africa que soñaban N'krumah y Haile Selassie, o por lo menos amplias agrupaciones regionales que requerían polos de desarrollo, centros de comunicación y las metrópolis que habían dejado los europeos (4). Por el contrario, el compromiso adoptado por unanimidad por los estados miembros de la Organización de la Unidad Africana en el Cairo, el 21 de julio de 1964, de respetar las fronteras existentes en el momento en el que obtuvieron la independencia (5) se limitó a cristalizar una situación que seguía basándose en el concepto de nación, que no logró ni tan siquiera impedir la multiplicación de los conflictos de carácter étnico y político.

Esta misma concepción de "independencia nacional" sigue siendo el modelo de análisis de la gran mayoría de los observadores por lo que se refiere a Suráfrica. Para ellos, la solución del problema surafricano reside, de forma simplista, en el traslado de poder de los surafricanos blancos a los surafricanos negros. Si, por el contrario, se intenta analizar este problema como parte de un todo, tanto desde un punto de vista estrictamente estratégico como desde un punto de vista del desarrollo global, se tienen que introducir muchas variables extra. Suráfrica extrae el 59% del oro y el 47% del platino y del vanadio del planeta. "Si, por casualidad, Africa del Sur estuviese al alcance de la mano de la URSS, situación que no podemos excluir a priori (6). Tal y como aclara Helene Carrére d'Encausse: "Facilidades portuarias en ambas costas africanas (Mozambique y Angola) y una cercanía geográfica de Suráfrica, objeto real de la concupiscencia soviética" (7), que sumada a sus reservas de metales pondría a disposición

del Kremlin el 98% del platino, el 95% del vanadio, el 90% del manganeso, y el 69% del cromo de toda la tierra. Estos datos constituyen de hecho un factor de seguridad (o de inseguridad) para el resto del mundo, en la medida en la que dichos productos se utilizan en gran parte para la fabricación de los materiales indispensables para la industria armamentista. Es un dato conocido, pero a menudo olvidado.

Por otra parte, Suráfrica constituye actualmente en Africa el único polo de desarrollo digno de este nombre. Sus índices de mortandad son 10 veces inferiores a los de los Estados vecinos. Por último - «sacrilegio! - los derechos civiles y políticos en Suráfrica están más extendidos que en la mayor parte de los Estados africanos, tras el reconocimiento efectivo de los derechos sindicales. Queda por extirpar lógicamente el cáncer del apartheid (de lo contrario no existiría el problema surafricano).

En cualquier caso, la desquiciada búsqueda de la "vía nacional" conduce al estallido del país (al tener que replegarse los blancos en Ciudad del Cabo y en Durban), la desestructuración económica completa y la guerra civil: y no solo entre negros y blancos, sino - más aún - entre las distintas etnias negras. Por otra parte cabe imaginar que un proceso de ingreso progresivo de la mayoría negra en las responsabilidades políticas, produciría la acentuación del papel de Suráfrica en la parte meridional y anglófona de Arica: podría servir de base para un futuro proceso de integración de tipo federal, que reuniría en una misma entidad política a Suráfrica, Zimbabwe, Zambia, Mali, Kenia, Uganda, Tanzania, Botswana y Namibia. Para este último país se comprende con gran dificultad cómo logra mantenerse independiente, si se tiene en cuenta que en él se halla el más grande yacimiento de uranio de todo el mundo. Volviendo al problema de los mejores métodos para afrontar la complejidad de la política internacional, cabe p

reguntarse si la teoría que privilegia el análisis de las dinámicas del sistema internacional sobre el del Estado es de por sí aceptable o bien si debe ser integrado con una distinta colocación del individuo, de la persona, como sujetos y no objetos de la historia. De hecho, si el crecimiento de sujetos internacionales (compañías multinacionales, organismos supranacionales, sistemas de alianzas internacionales, instituciones supranacionales e incluso parlamentos supranacionales) es el resultado de la incapacidad de los Estados de constituir los sujetos principales para la comprensión de la lógica política internacional, y por otra parte la afirmación del concepto nacionalista de los países del tercer mundo, la proliferación de las dictaduras militares sobre todo en Africa, la consolidación del totalitarismo soviético, pero también la crisis de los países europeos, incapaces de construir esa integración política y económica necesaria para afrontar los desafíos tecnológicos y políticos de nuestra época, han pu

esto en discusión asimismo el principio de la persona como centro de la política. No sólo las grandes razones de Estado, sino también las del sistema internacional parecen imponer el sacrifico del sujeto individual ante más generales y efectivos intereses del orden internacional. O bien, como decía Emmanuel Mounier, del "desorden internacional establecido". Lo demuestra la indiferencia de los sujetos internacionales, así como los nacionales, ante problemas como el del hambre en el mundo y la supervivencia de millones de personas y su sujeción al mito del equilibro y de la distensión bipolar.

Por ello en Europa, si bien nadie niega no ya de la interdependencia de los Estados sino la integración misma en sistemas jurídicos supranacionales de la más tradicional prerrogativa de los Estados: acuñar moneda, o la prerrogativa misma de hablar con una sola voz en el contexto internacional, aparece contradictoria la percepción de la dimensión (que por el contrario consideramos obligatoriamente supranacional) de la otra prerrogativa estatal: la de garantizar la seguridad de los ciudadanos.

Los elementos de esta contradicción los aclara perfectamente Aurelio Peccei al escribir que "hasta el momento presente garantizar la seguridad de los ciudadanos era considerada la tarea principal de un Estado. La seguridad nacional se concebía de esta manera como un fenómeno concomitante de la soberanía nacional. Dichas condiciones, sin embargo, están sufriendo actualmente un viraje rápido y radical. De hecho, es evidente que ninguna nación puede seguir garantizando por sí sola la seguridad de sus ciudadanos. Las mismísimas dos superpotencias ya no son capaces de hacerlo. De hecho, necesitan, alianzas militares, la posibilidad de mantener bases militares en territorios extranjeros, el libre acceso al mar mundial, así como el control del espacio. Y a pesar de todas estas premisas, no logran seguir garantizando una auténtica seguridad para su país, sino que se ven obligadas a confiar en la capacidad de disuasión, cuya garantía de seguridad consiste sólo en seguir pudiendo amenazar al posible agresor de su mism

a ruina. El precio de esta 'seguridad recubierta de armas' consiste en la acumulación de capacidades destructivas cada vez mayores. De los muchos nombres de esta manera de crear seguridad, el más conocido es MAD es decir Mutual Assured Destruction (destrucción mutua asegurada). Cualquiera con un mínimo de seso comprenderá lo insegura y precaria que es esta suerte de seguridad" (8).

Peccei plantea tres cuestiones: el anacronismo y la impracticabilidad de la defensa nacional, la no fiabilidad del sistema de seguridad mundial basado en dos superpotencias, sus estrategias y sus armamentos.

Entonces por qué coexisten estructuras de defensa nacionales y sistemas de defensa supranacionales integrados? por qué no se ha realizado nunca una integración europea de la defensa? es cierto que la defensa militar y la detente nuclear tal y como son concebidas actualmente son ineficaces? existen alternativas de fiar, creíbles, y convincentes para la defensa exclusivamente militar?

A estas preguntas intentaremos dar respuesta en los capítulos siguientes.

NOTAS DEL AUTOR

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1. Albrecht Von Muller, El arte y la paz, Cit., pág.48

2. L'europa degli europei, Notizie Radicali, nº265, 1986, p.6 .

3. M.A.KAPLAN, System and Process in International Politics , Wiley, New York, 1957.

4. Andrè Fontaine, Histoire de la detente 1962/1981, cit., Pág 469

5. Andrè Fontaine, Histoire cit., Pág .47O

6. Andrè Fontaine, Histoire, cit., Pág 47O

7. Heléne Carrére D'Encausse, Ni paix , ni guerre, cit., pág. 57/58

8. Prólogo de Aurelio Peccei a Albrecht A.C. Von Muller, Die Kunst des Friedens, Hanser Verlag, Munchen, 1984, versión italiana, pág. 79

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N.d.T.

* DUPUIS OLIVIER (1958, Ath - Bélgica). Líder del Partido Radical Transnacional del que actualmente es presidente del Consejo Federal. Principios de los años 80: lucha contra el exterminio causado por el hambre, y participa en gran número de acciones no violentas que le permitirán conocer en repetidas ocasiones las jefaturas de policía de Bruselas. 1982: huelga de hambre de cinco semanas reivindicando la aplicación de la "Ley Supervivencia", votada posteriormente por el Parlamento belga por amplia mayoría. Abril de 1982: arrestado en Praga, detenido y expulsado, por distribuir octavillas. Septiembre del 85: arrestado en Dubrovnik, detenido y expulsado, por haber distribuido octavillas en las que se pedía la adhesión inmediata de Yugoslavia a la Comunidad europea. Octubre del 85: arrestado y encarcelado por deserción. Condenado en primera y en segunda instancia a dos años y encarcelado en Saint-Gilles y posteriormente en Lovanio. Tras 11 meses de cárcel, condenado a cumplir otros dos años en una organizació

n no gubernamental. A partir de 1987, se traslada a los países de la Europa central, lucha con el movimiento "Wolnosc i Pokoj" (Paz y Libertad) para la institución de la objeción de conciencia en Polonia. A finales de 1988, a pesar del Muro de Berlín y del telón de acero, se establece en Hungría y organiza los primeros núcleos radicales en el imperio soviético. Año Nuevo en 1991: con Marco Pannella en las trincheras de defensa de la ciudad de Osijek, asediada por el ejército de Belgrado. 1992: trabaja arduamente para la institución del Tribunal internacional contra los crímenes de guerra cometidos en la Antigua Yugoslavia.

1993: coordina la campaña para el reconocimiento de la República de Macedonia. Julio 1993: Sofía. Elegido Presidente del Consejo General del Partido Radical. Marzo 1994: ayuno de 28 días para que la Quinta Comisión de la ONU apruebe la financiación del "tribunal especial que juzgue los crímenes de guerra cometidos en la Antigua Yugoslavia" y su inscripción en el presupuesto ordinario de las Naciones Unidas.

(1 bis) SPINELLI ALTIERO . (Roma 1907 - 1922). Encarcelado durante el fascismo (desde 1929 hasta 1942) por sus actividades antifascistas, pues fue líder de las juventudes comunistas. En 1942, escribió con Ernesto Rossi, uno de los fundadores del Partido radical, el Manifiesto federalista de Ventotene, en el que se afirma que sólo una Europa federal podrá vencer definitivamente los peligros de un retorno de las guerras fratricidas en el continente europeo. Al final de la guerra fundó junto a Rossi y Eugenio Colorni, entre otros, el Movimiento federalista europeo, y después pasó a ser miembro de la Comisión europea, siguiendo de cerca y criticando la evolución de las estructuras comunitarias. En 1979 fue elegido diputado en el Parlamento europeo por las listas del Partido Comunista Italiano (PCI), y se convirtió en el cerebro del proyecto de tratado que fue posteriormente adoptado por el Parlamento europeo en 1984 y más conocido como "Proyecto Spinelli".

 
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