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Spadaccia Gianfranco - 5 aprile 1988
Europa no es un sueño
a cargo de Gianfranco Spadaccia

SUMARIO: El proyecto de unidad económica sin poderes y sin serias reformas institucionales es un diseño ilusorio. Además, al reducir los organismos electivos europeos a órganos meramente representativos, Europa no demuestra al resto del mundo su vocación democrática.

(Por los Estados Unidos de Europa, a cargo de Roberto Cicciomessere, Gianfranco Dell'Alba, Gianfranco Spadaccia - Suplemento de Noticias radicales nº 68, 5 de abril de 1988).

Europa no es un sueño romántico, es una necesidad política urgente. No es el deseo de recuperar una potencia perdida y trasladada desde la segunda guerra mundial a las dos superpotencias americana y soviética lo que nos impulsa a desear los Estados Unidos de Europa y lo que nos hace sentir dramáticamente la ausencia de ésta en la mesa de negociaciones a la que se sientan Gorbachov y Reagan sino la conciencia de que ninguno de los grandes problemas de nuestra época se pueden afrontar políticamente ni gobernar eficazmente desde la actual dimensión de los Estados nacionales. Estos no pueden gobernar el impacto y las consecuencias de las nuevas tecnologías o afrontar las causas de los grandes temas de nuestra época con el riesgo de romper el equilibrio del planeta y las posibilidades mismas de sobrevivencia (las relaciones norte-sur, la desertización de Africa y la explotación forestal de Europa y de las américas, el agujero en el ozono y el llamado efecto sierra, la contaminación creciente del aire y de las agu

as, las nuevas formas de criminalidad y el crecimiento de megápolis gigantescas que poseen efectos explosivos comparables a largo plazo a los de la bomba atómica).

Así pues, lo que nos preocupa no es la ausencia de potencia sino la ausencia de responsabilidad - como consecuencia de la impotencia de los Estados Unidos de Europa para afrontar y gobernar los grandes problemas de nuestra época. Europa es el segundo gran polo industrial del hemisferio norte y gracias a los Tratados de Roma que han dado vida a la Comunidad Económica Europea, representa para la energía atómica un mercado común de dimensión continental.

A este poder económico sigue correspondiendo una frágil coordinación intergubernamental y una ausencia de responsabilidad política. El acuerdo al que llegaron los 12 gobiernos de la Comunidad con la llamada Acta Unica confirma dicha filosofía: unidad sólo económica sin poderes piolíticos y sin controles europeos democráticos. No es más que un proyecto fictício ya que no es posible contar con una economía europea unitaria y la plena realización de un mercado único con 12 países miembros sin que exista una moneda común, un Banco central y un Gobierno comunitario. En el caso hipotético de que dicho modelo no se realizase transmitiríamos al mundo un ejemplo de fragmentación egoista y de irresponsabilidad internacional que lo único que conseguiría es agravar más todavía las ya débiles estructuras existentes de las Naciones Unidas, como así mismo todos los fenómenos de división y resquebrajamiento que en el tercer mundo configuran la dramática herencia del colonialismo. Y no sólo eso, sino que además no nos podría

mos quejar si en ausencia de las responsabilidades europeas las dos superpotencias decidieran por nosotros, y considerasen progresivamente como estados satélites de sus imperios no sólo a los Estados europeos del este sino también a los del oeste.

Para quién se considera demócrata y cree en la democracia como el más eficaz de los sistemas de gobierno inventado por la humanidad hasta el momento presente, la construcción de Europa es una necesidad democrática de carácter urgente.

Desde que se firmaron los tratados de Roma, los Estados nacionales se han visto desprovistos de algunas de sus competencias y de parte de sus poderes, y la cuestión irá a más si el proceso previsto en la llamada Acta Unica sigue adelante. Estos poderes han sido trasladados a los órganos de la Comunidad, es decir a la Comisión ejecutiva en lo que se refiere al poder de iniciativa y a las funciones ejecutivas sobre todo al Consejo de Ministros para los poderes decisionales y legislativos. Pero en realidad, este fenómeno ha influido no sólo en la relación gobierno-parlamento nacionales. La verdad es que mientras que los parlamentos nacionales han perdido todo poder efectivo de control y de impulso - con la excepción significativa de Dinamarca y en parte la Gran Bretaña - los gobiernos han ido reforzando su preponderancia y han atribuido progresivamente mayores poderes al Consejo de Comunidad, con la abolición sintomática del principio de voto por mayoría, que hubiera fomentado un embrión supra-nacional. Todo el

lo en detrimento de la Comisión cuya capacidad decisional en estos momentos es muy reducida. Dicho fenómeno hace que toda una vasta serie de poderes legislativos y de control se hallen, cada vez más, en manos de los parlamentos nacionales sin que sean competencia del Parlamento Europeo y al que los gobiernos de los 12 países miembros se encargan de privar de poderes efectivos, aun a pesar de que su elección provenga directamente de los pueblos de Europa. Estamos construyendo un edificio tecnócrata exento de controles parlamentarios y que básicamente poco tienen de democráticos. Europa ha producido lo mejor y lo peor de la civilización moderna, y entre lo mejor y lo peor se hallan los sistemas de gobierno parlamentario y los parlamentos democráticos. Europa corre el riesgo de transmitir un modelo negativo para el resto del mundo dominado por la intolerancia, el autoritarismo los regímenes con monopartidos y las dictaduras militares.

 
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