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Dalai Lama - 25 marzo 1989
Tíbet: Ha llegado el momento de la interdependencia
Dalai Lama

SUMARIO: Versión integral del discurso del Dalai Lama, a finales de 1988, en Estrasburgo, ante el Parlamento europeo.

(Notizie Radicali, nº 66 del 25 de marzo de 1989)

En el día de hoy vivimos en un mundo totalmente interdependiente. Una nación no puede resolver sus problemas por sí sola. Sin un sentido de responsabilidad general nuestra mismísima supervivencia se halla en peligro. Por ello, siempre he creído en la necesidad de una mayor comprensión, de una más estrecha cooperación y de un mayor respeto entre las distintas naciones del mundo. El Parlamento europeo es un ejemplo que inspira. Finalizado el caos de la guerra, los que otrora eran enemigos han aprendido, a lo largo de una sola generación, a coexistir y a cooperar. Por lo que me siento contento de dirigirme a ustedes aquí reunidos ante el Parlamento europeo.

Tal y como saben, mi país, el Tíbet, está viviendo un momento muy difícil. Los tibetanos, sobre todo los que viven bajo la ocupación china, desean la libertad, la justicia y la autodeterminación para el futuro, para poder así preservar totalmente su peculiar identidad y vivir en paz con sus vecinos.

Durante más de mil años, nosotros los tibetanos nos hemos inspirado en valores espirituales y medioambientales para preservar el delicado equilibrio ecológico en la tierra en la que vivimos. Inspirados por el mensaje budista de la no violencia y de la compasión, y protegidos por nuestras montañas, hemos decidido respetar toda forma de vida y no recurrir a la guerra como instrumento de política nacional.

Nuestra historia, con más de dos mil años de antigüedad, se ha caracterizado siempre por la independencia. Desde que fundamos nuestra nación, en el año 127 a.C., nosotros los tibetanos no hemos renunciado nunca a nuestra independencia a favor de una potencia extranjera. Al igual que cualquier otro país, el Tíbet ha conocido momentos en los que sus vecinos - mongoles, manchúes, chinos, británicos y los ghorkas del Nepal - intentaron ejercer su influencia. Aunque se tratase de breves períodos, el pueblo tibetano no lo ha aceptado nunca, puesto que constituía una pérdida de la soberanía nacional. Asimismo, ha habido ocasiones en las que los Tibetanos conquistaron vastas zonas de China y de otros países limítrofes. Ello no significa sin embargo que nosotros los tibetanos tengamos derecho a reclamar dichos territorios.

En 1949, la República Popular China invadió el Tíbet por la fuerza. A partir de aquel momento, el Tíbet ha vivido el periodo más oscuro de su historia. Más de un millón de personas murieron como consecuencia de la ocupación. Miles de monasterios fueron destruidos. Una generación entera creció sin educación, sin posibilidades económicas y sin el sentido de su propia identidad nacional. Aunque la actual clase dirigente china haya introducido algunas reformas, ha llevado a cabo sin embaargo un traslado masivo de población al altiplano del Tíbet, lo cual ha convertido a los seis millones de tibetanos en una minoría. Hablando en nombre de todos mis compatriotas, tengo que informarles con dolor que nuestra tragedia sigue adelante. Siempre he exhortado a mi pueblo a no recorrer a la violencia en su esfuerzo por salir del sufrimiento. Creo que todo pueblo tiene el derecho moral de protestar de forma pacífica contra la injusticia. Por desgracia, en el Tíbet, las manifestaciones han sido violentamente reprimidas por l

a policía y el ejército chino. Seguiré aconsejando la no violencia, pero a no ser que China deje de utilizar los métodos brutales que viene empleando, los tibetanos no podrán ser considerados responsables de un ulterior deterioro de la situación.

Cada tibetano confía y reza para obtener una total restauración de nuestra independencia nacional. Miles de mis compatriotas han sacrificado sus vidas y toda la nación ha sufrido en esta lucha. Incluso en los últimos meses los tibetanos han luchado con gran valor para obtener este importante objetivo. Por el contrario, China rechaza reconocer las aspiraciones del pueblo tibetano y sigue practicando una política de represión brutal. He reflexionado mucho sobre cómo llegar a una solución realista del drama de mi país. Mi gobierno y yo hemos solicitado el parecer de muchos amigos y personas interesadas. Como resultado, el 21 de septiembre de 1987 presenté a la Comisión de los Derechos Humanos del Senado de Estados Unidos, en Washington, un "Plan de Paz en 5 puntos" para el Tíbet. En él solicitaba la transformación del Tíbet en una zona de paz, un santuario en el que los hombres y la naturaleza pudiesen convivir en armonía. Solicité asimismo el respeto de los derechos humanos y de los ideales democráticos, la sa

lvaguardia del medio ambiente y el cese del traslado de población china al Tíbet. El quinto punto del Plan de Paz solicitaba negociaciones inmediatas entre tibetanos y chinos. Hemos tomado la iniciativa de formular alguna propuesta que, confiamos, pueda servir como base para resolver la cuestión del Tíbet. Quisiera aprovechar la ocasión para ilustrar a esta honorable Asamblea los puntos principales de mis ideas al respecto.

Todo el territorio del Tíbet conocido como Cholks-Su, (u-Tsang Kham y Amdo) debería convertirse en una entidad política democrática autogobernada (a self-governing democratic political entity), basada en el derecho en virtud del consenso del pueblo (founded on law by agreement of the people) para el bien común y la protección de sí mismo y de su medio ambiente, en asociación con la República Popular China.

El gobierno de la República Popular China podría seguir siendo responsable de la política exterior tibetana. El gobierno del Tíbet podría, sin embargo, establecer y mantener relaciones internacionales por lo que se refiere a la religión, el comercio, la educación, la cultura, el turismo, la ciencia, el deporte y otras actividades no políticas, a través de una Oficina de Asuntos Exteriores suya. El Tíbet se asociaría a organizaciones internacionales que se encargan de dichas actividades.

El gobierno del Tíbet debe basarse en una Constitución o ley fundamental. La ley fundamental debería garantizar un sistema de gobierno democrático comprometido en el intento de garantizar la igualdad económica, la justicia social y la protección del medio ambiente. Esto significa que el Gobierno del Tíbet tendrá derecho a decidir sobre todas las cuestiones que afectan al Tíbet y a los tibetanos.

Puesto que la libertad individual es la fuente ideal y la potencialidad del desarrollo de toda sociedad, el gobierno del Tíbet se comprometería a garantizar dichas libertades a través de una total adhesión a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, inclusive el derecho a la libertad de expresión, a reunirse y a la religión. A partir del momento en que la religión es la base de la identidad nacional tibetana y que sus valores espirituales constituyen la esencia de la rica cultura del Tíbet, sería especial deber del Gobierno tibetano preservar y desarrollar su práctica.

El Gobierno debería estar compuesto por un Jefe del Ejecutivo, electo por el pueblo, por un sistema legislativo bicameral y por uno judicial independiente. Su sede debería hallarse en Lhasa. El sistema social y económico del Tíbet reflejaría los deseos del pueblo tibetano y tendría en cuenta de forma particular la necesidad de aumentar el tenor de vida de toda la población.

El gobierno del Tíbet debería promulgar severas leyes para la salvaguardia de la flora y la fauna. La explotación de los recursos naturales sería cuidadosamente regulada. La construcción, experimentación y almacenamiento de armas nucleares y otros armamentos estaría prohibido, así como la utilización de la energía nuclear y de otras tecnologías que produzcan terribles devastaciones. El objetivo del Gobierno del Tíbet debería ser la transformación del país en la más grande reserva natural del planeta.

Se debería celebrar una conferencia regional de paz para garantizar que el Tíbet se convierta en un auténtico santuario de paz a través de una total desmilitarización. Hasta que dicha conferencia no se reúna ni se alcance la desmilitarización y la neutralización, China podría tener derecho a mantener un restringido número de instalaciones militares en el Tíbet. Sin embargo, éstas deberán tener únicamente objetivos defensivos.

Para crear esa atmósfera de confianza que pueda conducir a resultados efectivos, el Gobierno chino debería cesar la violación de los derechos humanos en el Tíbet y abandonar la política de traslado de población china.

Estos son los propósitos que pretendemos. Soy consciente de que algunos tibetanos los considerarán excesivamente moderados. Sin lugar a dudas, a lo largo de los próximos meses va a haber discusiones en el marco de nuestra comunidad, tanto en el Tíbet como en el exilio. Sin embargo ello constituye una parte esencial e importante de todo proceso de cambio. Considero que estas propuestas representan la forma más realista para restaurar la peculiar identidad étnico-cultural del Tíbet y los derechos fundamentales de su pueblo, considerando asimismo los intereses de China. Sin embargo, quisiera subrayar que, sea cual sea el resultado de las negociaciones con China, la última y definitiva palabra al respecto la tendrá el pueblo tibetano. Por ello, toda propuesta deberá prever un plan de medidas que refleje la voluntad del pueblo tibetano a través de un referéndum nacional.

Quisiera aprovechar esta ocasión para afirmar que no deseo formar parte activa del Gobierno del Tíbet. Sin embargo, seguiré trabajando como mejor pueda en pro del bienestar y la felicidad del pueblo tibetano hasta que sea necesario. Estamos dispuestos a presentar al gobierno de la República popular china una propuesta basada en las consideraciones que les he ilustrado. Para ello ya ha sido seleccionada una delegación de negociadores en representación del Gobierno tibetano. Estamos dispuestos a entrevistarnos con China para discutir los detalles de cada propuesta que permita alcanzar una solución ecuánime.

Nos alienta el vivo interés que un número cada vez mayor de Gobiernos y de personalidades políticas, inclusive el ex Presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, han demostrado por nuestra condición. Nos animan mucho también los recientes cambios acontecidos en China, que han expresado un grupo dirigente más pragmático y liberal.

Solicitamos al Gobierno Chino y a su clase dirigente que tome en seria y ponderada consideración las propuestas que he expresado. Sólo el diálogo y la voluntad de analizar con honestidad y claridad la realidad del Tíbet pueden conducir a una solución factible. Nosotros deseamos entablar negociaciones con el gobierno chino, teniendo presentes los intereses de toda la humanidad. Nuestras propuestas se realizarán por ello con un espíritu de conciliación y confiamos en que los chinos contesten consecuentemente.

La peculiar historia de mi país y su peculiar herencia espiritual hacen que sea idealmente adecuado para desempeñar el papel de santuario de paz en el corazón de Asia. Su función histórica de Estado-tampón capaz de garantizar la estabilidad en todo el continente puede ser restaurada. La paz y la seguridad de Asia y del mundo entero pueden ser restablecidas. En el futuro, el Tíbet no deberá seguir siendo un territorio ocupado, oprimido por la fuerza, improductivo y aniquilado por el sufrimiento. Sin embargo, puede convertirse en un país libre en el que los hombres puedan vivir en armonía y equilibrio con la naturaleza, un ejemplo creativo para disminuir las tensiones que afligen a muchas zonas del mundo. Los dirigentes chinos tienen que convencerse de que una dominación de tipo colonial en los territorios ocupados en el día de hoy es obsoleta. Una sincera unión o asociación puede nacer sólo de una voluntad común de beneficios recíprocos que puedan satisfacer a todas las partes interesadas. A este respecto, la

Comunidad europea es un ejemplo muy claro. Por el contrario, un país o una comunidad pueden dividirse en dos o varias entidades cuando falta la confianza, los beneficios no se distribuyen de forma ecuánime y se utiliza la fuerza como principal medio de gobierno. Quisiera finalizar dirigiendo un llamamiento a los honorables miembros del Parlamento europeo y, a través de ellos, a sus respectivos electores, para que nos apoyen en nuestros esfuerzos. Una solución del problema tibetano en el marco que nosotros nos proponemos no va sólo en interés mutuo del pueblo tibetano y del chino, sino que podrá contribuir también a la paz y a la estabilidad de Asia y del mundo.

Les doy las gracias por haberme brindado la ocasión de expresar mi pensamiento.

 
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