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Agora' Agora - 24 novembre 1989
EL PARTIDO TRANSNACIONAL - DEBATE SOBRE LA NO VIOLENCIA: INTERVENCIONES DE GIOVANNI NEGRI, EVGHENIA DEBRANSAKAIA Y GIULIANO PONTARA

SUMARIO: Con motivo del debate sobre la no violencia y en particular sobre la utilización del arma de la huelga de hambre iniciado por el documento de Marco Pannella, Giovanni Negri y Luigi Del Gatto publicado en el número anterior de CARTA RADICAL, Negri instiga a los "demócratas adormecidos" a reflexionar sobre los desgastes y las limitaciones de la "democracia real". Evghenia Debranskaia subraya que la democracia no es un ente estático sino un proceso dinámico en cuyo seno la no violencia puede desarrollar una función decisiva. Giuliano Pontara, por su parte, aclara las diferencias entre huelga de hambre de protesta y huelga de hambre política.

(En los siguientes números de CARTA RADICAL publicaremos las intervenciones sobre el mismo tema de Roberto Cicciomessere, Sergio D'Elia, Angelo Panebianco, Alex Langher, Carmine Benincasa, Luigi Manconi, Angiolo Bandinelli y Giovanni Bianchi).

EL SUEÑO DE LA DEMOCRACIA

de Giovanni Negri

En un artículo reciente, Gianni Vattimi analiza, de modo agradablemente inédito, la imaginación colectiva suscitada por la revolución del Este en nosotros los "occidentales".

El final de la guerra fría, la caída de muros y cadenas, el reconocimiento de la superioridad del modelo democrático nos proporcionan serenidad y seguridad. Pero la curiosidad y la expectativa se hallan en otro lugar, en el aturdimiento por la rapidez y las dimensiones del cambio de esas sociedades con respecto a las degeneraciones y a los status quo de nuestras sociedades "democráticas". Y, razonablemente, Vattimo concluye que "en realidad querríamos nosotros también, aquí en Occidente, ser capaces de cambiar radicalmente, de no dejar que la democracia se vaya apagando de forma indolora aunque no por ello menos inexorable, en el triunfo del cinismo, de la desconfianza y de la corrupción, aceptados como males menores... .

Así pues, si pensamos con tanta ansiedad y curiosidad en lo que puede surgir de los escombros del socialismo real es también porque, de manera más o menos consciente, nos sentimos más súbditos de "democracias reales" que protagonistas de democracias vivas.

Nos complace pensar que en Hungría o en la Urss, con mayor frescura e inocencia, se busque no algo que ya tenemos sino algo que a nosotros nos falta, a pesar de que el índice de bienestar y felicidad sea superior al de los países del Este.

Pero, precisamente, a partir de estos análisis nos viene como anillo al dedo la intuición transnacional de los radicales. Muy raramente, y no sin dificultad, consigue convertirse directamente en política (en el sentido de irrumpir en el duelo político con la fuerza de provocar la confrontación) pero define el marco indispensable de la nueva democracia, la dimensión fuera de la cual es imposible hallar una solución democrática a los problemas que no conocen fronteras nacionales.

En el mismo marco se ubican los difíciles intentos, los primeros pasos de una iniciativa no violenta que junto a Marco Pannella y a distintos compañeros del Este hemos puesto en marcha a lo largo de los últimos días, invitando a una reflexión más madura sobre la cuestión crucial del "poder de la información" y de su ejercicio.

No es una paradoja el hecho de que en Moscú y en Praga se hayan desarrollado manifestaciones ante las embajadas occidentales reivindicando derecho y libertades para la información, o por lo menos ya no resulta tan paradójico como celebrar una manifestación en Roma o en Bruselas por las libertades y los derechos civiles en los países del Este. Ni se trata de un contingente apoyo de pruebas difíciles electorales llevadas a cabo en Occidente en condiciones "ademócraticas", en las que resulta dudosa no sólo la gestión de la información sino el recuento de papeletas y votos. Con dichas manifestaciones, con la huelga de hambre no se pretendía tanto "protestar" contra censuras y discriminaciones por supuesto gravísimas, cuanto plantear - por fin desde el punto de vista político y no meramente academicista o abstracto - un problema que hay que afrontar desde una perspectiva transnacional, y por ende también en nuestros países.

Vivimos en democracias mutiladas y degradadas por la ausencia teórica y práctica del nuevo Estado de Derecho y del nuevo equilibrio de los poderes que efectivamente actúan en las sociedades contemporáneas. El esquema clásico de tripartición de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) ha sufrido la irrupción de un poder de los medios de comunicación que ha crecido con pujanza en este siglo, hasta el punto de ejercer paralelamente una función de fuerte condicionamiento de los demás poderes y de poderoso vehículo de control del consenimiento del pueblo.

Ni que decir tiene que no se trata de la única anomalía consistente de las democracias tradicionales, pero la armonía de la dialéctica democrática - prevista como fruto de un complejo sistema de control entre los poderes - actualmente está comprometida de forma aplastante por un poder de hecho no codificado y reglamentado.

Esto se aplica tanto en los países del Este como de Occidente, cada vez más válido en la sociedad de la comunicación y de la superposición de realidad e imágen, progresivamente objeto de investigación aunque no por ello proporcionalmente afrontado desde el punto de vista político y legislativo. Y sin embargo, ante nuestros ojos se producen cotidianamente toda suerte de desequilibrios y errores. La ausencia de garantías de tutela de la identidad de colectivos o particulares desembocan en la abolición de mayorías políticas y sociales, y, a menudo, en la demolición de la imagen sin posibilidad de rescatarla. Condenas, sanciones, correctivos, reajustes, instrumentos de control inexistentes o impracticables. Predomina la lógica del poder bruto y se hace camino una ética autoritaria, prohibicionista en el sentido más amplio de la palabra, mientras, desde el sufragio universal hasta el Parlamento, las instituciones democráticas pierden su valor y su papel. Se trata de una realidad ante la cual nos sentimos impotent

es. Tampoco damos por descontado que el Partido radical pueda ser la sede de la reflexión y de la acción de esta enmarañada "democracia real", ni que desde la perspectiva transnacional se consiga actuar eficazmente, ni que la iniciativa no violenta sea madura, articulada, colectiva y distinta a la que estamos acostumbrados o que respete la legalidad democrática que nuestras Constituciones solemnemente proclaman. En cualquier caso, reflexionar juntos y por separado no hace daño. Al igual que en otras muchas ocasiones, el puño radical podría zarandear a los demasiado demócratas "adormecidos", que se han abandonado a la abulia y a la inercia.

DESDE RUSIA CON AMOR

de Evghenia Debranskaia

Al considerar la democracia como un fin, surge una duda: puede ser realmente un fin?.

La democracia no es un ente estático, sino un proceso dinámico, durante el que se tiende a establecer un conjunto de garantías constitucionales que ofrezcan el máximo de libertades políticas, civiles y económicas tanto a grupos de personas como al individuo. Para alcanzar el resultado deseado hay que tener en primer lugar la aspiración y obtener algo.

Por desgracia, hay que reconocer que vivimos en un país en el que durante decenas de años la violencia rampante por parte de la clase dirigente, ejercida como instrumento oficial para la resolución de los problemas políticos y económicos, ha generado terror y apatía en la población.

Hoy por hoy, podemos afirmar que las ideas de libertad, de amor y de justicia son comunes a la mayoría de nuestros conciudadanos?

A pesar de las transformaciones evidentes en la manera de pensar soviética y a pesar de que las palabras de derecho, libertad y democracia llenen los discursos oficiales y los no oficiales, sería precipitarse y pecar de miopía pretender dar una respuesta afirmativa.

Aun a pesar de haber alcanzado un cierto grado de garantías para los ciudadanos, occidente se ahoga progresivamente en el "no ser" y actualmente no es capaz de representar un moderlo perfecto de su sistema ni de expresar formas de protesta con respecto al imperio soviético, gracias a las cuales el proceso de transformación democrática en el Este se convertiría en un proceso irreversible.

Se tiene la impresión de que la humanidad, aceptando la fórmula "Après moi le dèluge", haya hecho de ella su eslógan, y que cada uno de los movimientos de opinión sean incapaces de rechazarla.

La política de las instituciones que se mueve capilarmente, condena a naciones entras a la miseria y al hambre mientras que el desequilibrio ecológico, consecuencia de dicha política, amenaza con extinguirlas.

Ante esta situación, nosotros alzamos un grito de amor y de esperanza en defensa de aquellos para los que la no violencia, el amor y la sed de justicia se han convertido en razón de vida, y lanzamos un llamamiento a todos los que se unen a nosotros para desafiar a los señores del odio, de la guerra y de la incomunicabilidad.

AYUNO Y NO VIOLENCIA

Giuliano Pontara

Profesor de Filosofía práctica en la Universidad de Estocolmo, Pontara es uno de los máximos estudiosos de Gandhi. La editorial Einaudi le ha confiado la realización de una de las más amplias y completas antologías gandhianas.

El Mahatma Gandhi, que no sólo había utilizado la huelga de hambre como método de lucha política y no violenta (satyagraha) en repetidas ocasiones, sino que además era un teórico acreditado de ésta, escribió en cierta ocasión las siguientes líneas: "La mayoría de las huelgas de hambre no se pueden encauzar en el marco del satyagraha y son, tal y como se les suele llamar, huelgas de hambre emprendidas sin preparación ni conciencia alguna". Añadía, así mismo, que "si se repiten a menudo, estas huelgas de hambre están condenadas a perder incluso la dignidad y la eficacia que pueden tener llegando a caer en el ridículo" (M.K. Gandhi, Teoría y práctica de la no violencia, Einaudi 1973 y ediciones sucesivas, p. 189). El ayuno, al igual que la huelga y otros muchos medios de lucha, puede ser utilizado por cualquiera, al servicio de cualquier causa, para intentar lograr cualquier fin. Como método de lucha el ayuno, como tal, es un método de lucha no militar y basta: no es ni un método violento ni un método no violen

to, pero puede llegar a convertirse en el uno o en el otro según como se utilice.

Hablando de ayuno como método de lucha política es importante distinguir el ayuno de protesta del ayuno que para abreviar llamaremos político. La huelga de hambre de protesta es la emprendida para llamar dramáticamente la atención de determinadas personas, o en general de la opinión pública, sobre determinadas circunstancias o determinados hechos considerados absolutamente intolerables. A través de los sufrimientos a los que el huelguista se somete voluntaria y públicamente se intenta ejercer una cierta presión moral, de despertar las conciencias, o de concienciarlas sobre los hechos o la situación que se pretende denunciar. Al no presentarse las condiciones que otros deben aceptar para que se interrumpa la huelga de hambre, ésta no comporta, por lo general, ninguna obligación.

El ayuno político es el ayuno emprendido para intentar realizar determinados objetivos cuya realización depende de otros a los que el ayuno en sí va dirigido directamente. Estos últimos pueden fácilmente interpretar la situación creada por el huelguista o los huelguistas como una situación coercitiva, es decir, como una situación en la que se les impone una elección entre alternativas que poseen todas una valencia negativa: o condescender a las condiciones impuestas por el o los huelguistas, o bien asumir la responsabilidad de sus sufrimientos e incluso de su muerte con todas las consecuencias que puede acarrear. No cabe la menor duda de que, a pesar de las intenciones de Gandhi, algunos de los ayunos que emprendió fueron interpretados por aquellos hacia los que iban dirigidos como actos de coacción; y también es verdad que en ciertas situaciones, aquellos contra los que Gandhi ayunó acabaron por ceder a las condiciones impuestas por Gandhi no persuadidos de su justicia, sino por las escalofriantes consecuen

cias que podía acarrear una prolongación del ayuno del Mahatma.

Una segunda característica del ayuno político, como instrumento distinto del ayuno de protesta, es la que podríamos calificar irreversibilidad: para ser eficaces al máximo, el ayuno político debe ser un ayuno a muerte puesto que no se plantea previamente ningún plazo de tiempo. La interrupción del mismo depende exclusivamente de la aceptación por parte del adversario contra el que va dirigido de las condiciones impuestas por los huelguistas (algunas huelgas de hambre gandhianas fueron de este tipo). Esta característica tiende a su vez a aguzar la coercitiva.

En la medida en la que en el ayuno político no están presentes estas dos características de la coacción y de la irreversibilidad, éste se presenta como un método de lucha que, al menos en el marco de un movimiento llamado no violento, debe prepararse con la máxima atención, asegurándose, a partir de una formulación nítida de la concepción no violenta que se forja, de que presente todos los requisitos que se consideran indispensables y propios de toda acción no violenta. En especial, hay que aclarar si por no violencia se entiende simplemente todo método de lucha que no sea militar, o exenta de violencia física, o si se entiende algo más. Hay que aclarar si existen formas de constricción compatibles con la concepción no violenta que se propugna, es decir, formas de constricción no violenta, y en caso de respuesta afirmativa establecer las condiciones en las que el ayuno político debe satisfacer para resultar exento de formas de constricción violenta.

Por último, quisiera subrayar que, a mi juicio, el ayuno político, al ser distinto del ayuno de protesta debe ser utilizado sólo en caso extremo (tal y como lo utilizó Gandhi), puesto que se presenta con la característica de la irreversibilidad que he mencionado anteriormente, y entonces se convierte en algo extremadamente serio puesto que no puede ir del brazo de quien ayuda y somete a aquellos hacia los que va dirigida a una grandísima responsabilidad, o bien no se presenta con la característica de la irreversibilidad, y entonces, si se utiliza demasiadas veces, puede fácilmente suceder, tal y como advertía Gandhi, que pierda su eficacia y acabe incluso por caer en ridículo.

 
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