De Emma BoninoCon la moción aprobada por el Consejo federal que se celebró la semana pasada en Roma, el Partido radical se dirige una vez más a la opinión pública para lograr que se garantice en nuestra sociedad la vida de esta formación única en el panorama político internacional.
Pero, a diferencia de hace tres años, cuando nos dirigimos a la opinión pública para que al menos 10.000 personas impidiesen, con su inscripción, que el Partido radical se disolviese («no por voluntad propia!), actualmente el cometido consiste en lograr que crezca un nuevo sujeto político transnacional y transpartídico que desde el principio ha demostrado una extraordinaria vitalidad. Basta pensar en el entusiasmo con el que se han formado los grupos radicales en Moscú, en Praga, en Yugoslavia y en general en los países que están reconquistando la democracia.
Pero pocos centenares de personas en el mundo podrán lograrlo. El objetivo de cincuenta mil inscritos en el Pr antes de un año, fijado por el Consejo federal de Roma, representa el oxígeno, la sangre necesaria para permitir que este organismo tan débil, tan anómalo, tan expuesto a la enfermedad más grave de la democracia real - la imposibilidad para los ciudadanos de conocer para poder juzgar - para que pueda resistir el tiempo necesario hasta que llegue el "fármaco" indispensable para conquistar, con un acto de inteligencia y de voluntad política, la posibilidad de ser conocido para poder ser juzgado.
Sí, porque estamos profundamente convencidos de que sólo la "ignorancia", literalmente el no conocer las propuestas del Pr, no consiente al proyecto transnacional, a la propuesta de reforma de la política de la que somos portadores consolidarse, empujar a la gente a tener confianza y a movilizarse.
Pero, mientras tanto ... mientras tanto parece imposible que no existan cincuenta mil personas con distintas orientaciones políticas, a las que les gusten las empresas difíciles, que, al igual que para el divorcio, la justicia y la lucha contra el exterminio causado por el hambre, tegan la fuerza de ir contra corriente.
Nos parece imposible que no existan 20.000 compañeros entre los 1.500.000 inscritos al Partido comunista italiano que con un acto de generosidad o de interés político se inscriban a esta nueva internacional no violenta y federalista. Tan introvertidos son que no ven que la posiblidad de éxito de su proyecto de transformación en partido democrático a secas tienen que buscarla fuera de su mundo político tradicional?
Mientras tanto, el 21 de enero vence el plazo para que se cumpla la primera condición impuesta por el Consejo federal radical para asegurar la vida del partido: miles de inscritos al nuevo partido del 1990...
Cuantos de entre la minoría que posee el privilegio de saber, escogerán la solidaridad en vez del silencio?