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Agora' Agora - 20 giugno 1990
Antiprohibicionismo: QUE ES LA DROGA HOY EN DIA?

de Marco Taradash

Diputado del Parlamento europeo

elegido en una Lista antiprohibicionista

miembro del Partido radical

Qué es la droga hoy en día?. Si analizamos las portadas de los grandes periódicos de todo el mundo, si nos asomamos a las callejuelas de Nápoles, Los Angeles o Lisboa, es fácil comprender que no se trata sencillamente de unos polvos o de una mezcla que unos utilizan para procurarse un poco de placer y otros con voluntad autodestructiva. Y si leemos los informes que elaboran periódicamente, con tecnocrática puntualidad, las grandes organizaciones internacionales de control y represión del tráfico de estupefacientes, comprenderemos enseguida que no se trata simplemente de un problema de toxicodependencia o de delincuencia común, o de gran criminalidad organizada. La droga es un producto histórico, un explosivo compuesto de química social fruto de la acción conjunta de leyes del Estado y de fuerzas económicas animadas por dichas leyes.

La transformación de la industria criminal de la droga provocada por el vertiginoso incremento de los beneficios, en realidad ha sorprendido a los gobiernos y a los organismos supranacionales en un estado de sopor que entran ganas de adjetivar de narcótico. Una línea de comercio y de consumo marginal, que se podría delimitar en un grupo de consumidores delimitada por lo peligrosa que es, se ha convertido en los últimos diez-quince años en un mercado con mil ramificaciones internacionales, capaz de romper toda barrera geográfica o cultural y de penetrar en todas las capas de la sociedad. Actualmente, con sus 500 millones de dólares de volumen de facturación al año, el balance de una potencia industrial media, la industria de la droga es capaz hoy por hoy de acabar con las instituciones políticas y alterar los procesos económicos en todo el mundo.

Y sin embargo, los gobiernos nacionales, no siempre democráticos, han escogido la política del avestruz. Repiten las políticas del pasado, es decir los trágicos errores que han producido esta catástrofe planetaria. Y los agravan. Leyes cada vez más restrictivas sobre el consumo, condenas cada vez más fuertes para los traficantes, órganos represores que no hacen más que estorbar. Es verdad, está aumentando el poder de control de los aparatos estatales en la sociedad pero no se reduce ni un solo gramo la cantidad de droga prohibida en circulación, ni disminuyen un solo dólar los beneficios del narcotráfico, ni aumenta la seguridad de las personas amenazadas constantemente por atracos y agresiones, a menudo con consecuencias graves.

Actualmente, la guerra contra la droga evocada sólo por Reagan - como una sugestión cinematográfica -, se ha convertido en la cruel realidad de la invasión de Panamá por parte de los marines enviados por George Bush para vengarse, lejos de las cámaras de televisión (también prohibidas), y al precio de un mínimo de dos mil muertos, de los errores del dictador narcotraficante Noriega (excepto para descubrir que el nuevo presidente Endara, que había dirigido durante varios años una de las bancas usadas por los traficantes del Cártel de Medellín, se opone a cualquier reforma de las leyes bancarias del país); Colombia ha llegado a las primeras páginas de todos los periódicos del mundo como escenario de la primera guerra civil de la droga; los Estados Unidos han ingeniado un complejo mecanismo represivo que vomita cada año en las nuevas cárceles construidas adrede a los cientos de miles de personas y vuelve a instaurar la pena de muerte incluso para delitos que no son homicidio; y parlamentos de medio mundo tienen

la intención de seguir el ejemplo norteamericano.

Todo esto no solo es inútil sino costoso. El daño para la sociedad en general, consumidores (la minoría) y no consumidores (la mayoría) de drogas es terrible. Está creciendo en nuestro planeta el riesgo de una prueba sin precedentes para las instituciones legales: hoy el chantaje, mañana el desafío, de la narcocracia, del Estado Criminal.

Qué podemos hacer?. La respuesta es muy sencilla, tenemos que consolidar los antiguos valores de la libertad civil: nadie puede ser perseguido por un comportamiento que no perjudica a los demás. Estos valores funcionan, la represión no. Los consumidores de droga pueden necesitar asistencia sanitaria o recuperación psicológica y social, pero desde luego no la cárcel ni otro tipo de condenas. El comercio de las drogas debe estar reglamentado y deben ser las instituciones legales las que lo controlen, el monopolio de la mafia en el mercado debe ser destruido.

 
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