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Agora' Agora - 10 luglio 1990
LA NUEVA EUROPA: EL PROYECTO FEDERALISTA
de Adelaide Aglietta

(Radical, diputada del Grupo Verde en el Parlamento europeo).

"METAFORA VERDE", Roma, julio-agosto de 1990

Los últimos meses nos han regalado emociones, pensamientos, entusiasmos y esperanzas nuevas y hasta hace poco inimaginables. Los cientos de miles de personas que en la Europa del este y central, en aras de la libertad y de la democracia, han derrotado a los regímenes autoritarios y anti-liberales, han vuelto a poner en movimiento, para todos, las grandes utopías de paz entre los pueblos y la justicia social.

Actualmente, contamos con la gran responsabilidad de imaginar y construir una política para Europa y de Europa en un marco en el que los acontecimientos a los que hemos asistido nos proponen enérgicamente las grandes contradicciones y los grandes desafíos de nuestra época: medio ambiente y desarrollo, Norte y Sur, la búsqueda de la paz en un mundo en el que los focos de guerra, de violencia y de marginación aumentan progresivamente su tensión, y la democracia como cauce necesario para componer contrastes, confrontar diferencias y concebir lo nuevo.

Es evidente que Europa, sobre todo la occidental, puede y debe responder ante dicha responsabilidad. Pero ello será posible sólo si nosotros los occidentales sabemos aprovechar el cambio en potencia inherente en los acontecimientos que desde el Este han afectado a nuestra vida en nuestra Europa consumista, sobre la que gravan contraposiciones y reivindicaciones nacionales latentes, una Europa egoísta y poco solidaria, inadecuada para dar respuestas políticas rápidas y eficaces a la apuesta de remodelarse a sí misma desde el Atlántico hasta los Urales, imaginando nuevos valores, nuevos grupos institucionales, un nuevo sistema de seguridad, descubriendo su cultura, concibiendo un modelo de desarrollo común, construyendo la justicia y la paz entre los hombres y entre éstos y la naturaleza.

Así pues, para todos aquellos que a lo largo de estos años han trabajado para concebir una reconversión ecológica de las estructuras productivas, una distinta distribución de los recursos y de las prioridades de inversión, una mutación en los modelos de vivir y consumir según criterios social y ecológicamente compatibles, es importante que esta apuesta se venza.

Dos son los terrenos sobre los que desarrollar esta política: el medioambiental y el político-institucional.

Las pocas noticias que nos llegan sobre la situación medioambiental del Este son alarmantes no sólo por los elevados índices de contaminación, por las legislaciones inadecuadas o inaplicadas y por el retraso tecnológico sino también por la ausencia de datos certeros y científicos y por el carácter marginal de la cuestión medioambiental tanto entre la opinión pública como entre las autoridades gubernamentales. A ello cabe añadir una carrera acrítica hacia la adecuación al sistema económico occidental, considerado como una meta por alcanzar y no como una experiencia sobre la que basarse para concebir un recorrido autónomo (o común europeo) hacia un nuevo modelo de desarrollo capaz de respetar los límites de compatibilidades medioambientales y los principios de equidad social.

Los recientes resultados de las primeras elecciones en el Este europeo parecen confirmar esta visión idílica de Occidente. La necesidad de dar respuestas a las necesidades primarias no garantizadas por la economía centralizada, y la aspiración a un bienestar económico identificado con el nivel de vida occidental han producido una aceptación y una enfatización de todos los modelos occidentales y la identificación de nuestro sistema de producción y desarrollo como el único capaz de garantizar dichos objetivos. Esta tendencia, que, sin lugar a dudas, ha influido en los resultados electorales, interactúa con un Occidente en busca de nuevos mercados, de fuerza de trabajo y de estructuras productivas exentas de vínculos de tutela medioambiental y social considerados demasiado costosos.

Para contrastar dicha tendencia, cuyas salidas previsibles serían ecológicamente incompatibles para toda Europa, cabe crear con las fuerzas y con los hombres que también en el Este cavilan sobre estas cosas, un intercambio de conocimientos científicos, de instrumentos y de legislaciones que permitan en primer lugar que se cree un saber común y por lo tanto un proyecto político único con respecto a todas las instituciones y a todas las sedes en las que se discute el futuro grupo político, económico y social de Europa. La política medioambiental como un hilo conductor para la redefinición de la manera de producir, de vivir y de consumir, de las garantías sociales, de los derechos humanos y políticos; una política de modificaciones institucionales para una nueva agregación de Europa más allá de los intereses nacionales que emergen de nuevo, de las fronteras que todavía existen y del resurgimiento de conflictos étnicos.

Creo que se trata de una necesidad inmediata, porque si bien es verdad que la Comunidad europea es inadecuada para dar las respuestas políticas necesarias a lo que está en juego, debido a su incapacidad para concebir su propia realidad política y democrática a corto plazo, también es verdad que la Europa existente, la de los negocios, de los mercaderes, de las multinacionales, de los oligopolios, de los imperios financieros, sus propuestas, cuya única meta es la consecución de nuevos beneficios, de nuevos negocios y la ocupación de nuevos mercados, ya está dando las respuestas en ausencia de control político e independientemente de cualquier vínculo de tutela social y medioambiental adecuado.

En este marco, las transformaciones del Este, que podrían desempeñar un papel positivo en el proceso de integración política europea, corren el riesgo de transformarse en impulsos disgregantes del proyecto político federalista. Así pues, es evidente que el segundo problema que he indicado se convierte en el nudo central: o se vuelve a impulsar el proyecto federalista europeo, antiestatalista, capaz de federar pueblos y etnias y se acelera, o bien la apuesta de una Europa como polo de gobierno supranacional capaz de incidir en los grandes desafíos del año Dos mil ya está perdida. Otorgarle un contenido a este proyecto significa unir las exigencias inmediatas de la gente con una perspectiva institucional y democrática, significa ayudar a la gente a reconocer en la Europa federada una respuesta no sólo en términos económicos sino también sociales y democráticos.

Este proyecto institucional, cuyos principios ya están escritos en el tratado de 1984, aunque no se aplican, es una apuesta que se juega sobre todo en Occidente. Este impulso de aceleración procedente del Este puede convertirse en una democratización de la Comunidad, con los gobiernos que devuelven a los ciudadanos, a través del Parlamento, los poderes confiscados en el actual grupo institucional y formulan las premisas de una Comunidad que consigue imaginar niveles cada vez más dispuestos a ampliar márgenes, o de lo contrario, puede incrementar una polarización de los conflictos nacionales gracias a las nuevas potencialidades productivas que han nacido en el Este con un ulterior refuerzo del Consejo (es decir, de los gobiernos) a costa de la evolución democrática. Todo ello ya está en movimiento y se desarrollará a corto plazo: la mesa de las modificaciones institucionales ya ha sido inauguradas, en diciembre se formalizará en la Conferencia intergubernamental. En ese momento, los juegos serán una realidad.

No sólo los juegos de la Comunidad sino también los del futuro desarrollo de Europa.

Así pues, creo que es deber de todos comprender que la necesidad de Europa que brota de los pueblos, de las regiones, de las etnias de este nuestro continente es una ocasión que no hay que perder para reanudar el patrimonio y el proyecto federalista de Spinelli, e identificarnos con él, con valor, entusiasmo y sentido de la necesidad (*), conscientes de la enorme fuerza de atracción que actualmente tiene para toda Europa, como alternativa al sistema de bloques o al resurgir de viejos nacionalismos o de falacias étnicas y de la barrera que representa para el riesgo de balcanización y de inestabilidad presentes en la situación europea. Hay que ser conscientes que es necesario proponer y apoyar una reconversión ecológica de nuestros modelos de producción de vida y de consumo.

Hay trabajo para todos.

(*) Altiero Spinelli: Encarcelado durante el fascismo (desde 1929 hasta 1942) por sus actividades antifascistas. En 1942, escribió con Ernesto Rossi, uno de los fundadores del Partido radical, el Manifiesto federalista de Ventotene, en el que se afirman que sólo una Europa federal podrá vencer definitivamente los peligros de un retorno de las guerras fratricidas en el continente europeo. Al final de la guerra fundó junto a otros el Movimiento federalista europeo, y después pasó a ser miembro de la Comisión europea. En 1979 fue elegido diputado en el Parlamento europeo, en donde se convirtió en el cerebro del proyecto de tratado que fue posteriormente adoptado por el Parlamento europeo en 1984 y más conocido como "Proyecto Spinelli".

 
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