de Lorenzo Strik LieversLorenzo Strik Lievers es miembro del grupo federalista europeo y del grupo ecologista del Senado de la República italiana, y miembro del Consejo federal del Partido radical.
Todos los esquemas habituales usados se quedan cortos. Si - salvando las distancias - estamos viviendo actualmente un momento histórico comparable a la fase en la que se salía de la guerra mundial, cuando los grupos políticos europeos todavía estaban por crear, cuando no había nada definido, cuando la utopía federalista del "Manifiesto de Ventotene" de Altiero Spinelli y Ernesto Rossi tenía toda la credibilidad de un auténtico proyecto político revolucionario. Al igual que por aquel entonces, o tal vez mucho más - puesto que no está sepultada bajo las ruinas, no está ocupada por los ejércitos vencedores ni se halla a su merced - Europa se halla ante su propia historia, y su responsabilidad de proyectar en un sentido o en otro su futuro.
Con este panorama Italia toma la presidencia de turno de la Comunidad Europea en este semestre crucial, un semestre en el que se planteará, junto a la conferencia para la unión económico-monetaria, la conferencia para la unión política.
Durante los meses de la Presidencia italiana se tomarán las decisiones de fondo: encaminarse hacia una Europa de tipo confederal (lugar de coordinación entre Estados que mantienen totalmente su soberanía nacional), o encaminarse hacia una progresiva y auténtica federación europea, con una soberanía y una legitimidad democrática superior a las nacionales, provista de leyes y de instituciones democráticas supranacionales.
Esto es lo que nos estamos jugando. Durante mucho tiempo no fue así. Durante mucho tiempo las esperanzas federalistas parecía que iban a ser un fracaso. En realidad, muy pocas parecían las posibilidades de que se produjese un relanzamiento de la cuestión federalista, incluso en el momento en el que, en junio de 1989, los italianos se pronunciaron con el referéndum, en pro de los poderes constituyentes del Parlamento Europeo. Fuera de Italia, dicho tipo de iniciativas eran casi inexistentes cuando no nulas. No se divisaban fuerzas consistentes dispuestas a actuar para darle un impulso al proceso inaugurado con el Acta del proyecto Spinelli adoptado por el Parlamento europeo), es decir al proceso que hacía que se avanzase en el camino de la construcción europea, sí, pero excluyendo totalmente la dimensión política.
El impulso maduró gracias a los acontecimientos extraordinarios de la Europa central y del Este. La caída del muro entre las dos europas y el estallido del proceso de unificación alemana han impuesto la ineludible cuestión de una dimensión también política de la construcción europea: de ahí - y no de un "natural" desarrollo del proceso el Acta única, como dice el ministro de asuntos exteriores italiano, De Michelis, en polémica con los federalistas - la carta de Kohl y de Miterrand de la que ha surgido la decisión de convocar una conferencia intergubernamental sobre la unión política.
Que nadie se llame a engaños. La cuestión de la Europa política ha sido suscitada porque por una parte el gobierno francés quiere de alguna manera contener, limitar y condicionar en un marco europeo la nueva, pujante potencia de la Alemania unida, y por otra Alemania, para atenuar las preocupaciones de los vecinos, está deseandito dar toda garantía europeísta: mientras todos advierten la exigencia de que exista una coordinación política indispensable en la nueva situación de las relaciones con el Este. Pero de aquí a una serie de disponibilidades para renunciar a partes de la soberanía nacional en favor de un poder federal europeo hay un abismo. Y lo más probable es que se llegue a una solución de tipo confederal. Y, sin embargo, aún no está echada la suerte. Razones de peso, y actualmente mucho más que ayer, pueden hacer que la balanza penda en dirección hacia una opción federal, hacia una puesta en marcha de los Estados Unidos de Europa.
Así pues, razones internas a los equilibrios europeos occidentales.
Si el objetivo, tal y como se dice, es el de hacer que la reunificación alemana no sea un hecho simplemente alemán, no la fundación de un Cuarto Reich sino un hecho europeo, un momento de la reunificación europea, dicho con otras palabras, si quieren asegurarse de que no se cree una incontrolada y excesiva potencia alemana, ello no se obtendrá con una negociación intergubernamental siguiendo el esquema confederal, en la que el peso del gobierno alemán sea preponderante. Sólo un poder democrático europeo, que emane directamente del pueblo europeo - un Parlamento con auténticos poderes supranacionales, un ejecutivo que responda - podrá representar este elemento de garantía común. Y por parte alemana, por lo menos un sector de los alemanes que sea consistente, actualmente, no sólo existe la disponibilidad a aceptar una solución de este tipo, sino la petición insistente para que se llegue a ella: los fantasmas de su historia pesan, en primer lugar sobre Alemania, y también para salvaguardarse de ellos, una gran
parte de Alemania aspira a encontrarse a sí mismo no como una nueva potencia nacional sino como el eje central de una Europa democrática.
Las relaciones con la Europa que está abandonando el comunismo poseen una importancia, si cabe, más crucial todavía. Tal y como es evidente, el proceso de renovación democrática se ve amenazado directamente, en gran parte del Este europeo, por la explosión de conflictos étnicos y nacionales, y asimismo por la idea - que tantos lutos le ha costado a Europa - de que para consolidar el sagrado derecho a la identidad nacional hay que conquistar el Estado nacional e independiente soberano y que deba reconocerse la primacía del principio nacional, de los valores y de los intereses "nacionales" (al etnos con respecto al ethos). El antídoto más fuerte con respecto a este peligro lo representa la afirmación de un principio democrático federalista que indica un camino distinto para la tutela recíproca de las distintas identidades nacionales, la afirmación de la convivencia garantizada por instituciones democráticas federales supranacionales. Si así es, como no ver la importancia crucial que asumiría el hecho de que d
e la actual Comunidad europea surgiese una primera puesta en marcha de los Estados Unidos de Europa, abiertos - con la necesaria gradualidad, considerando las distintas realidades económicas, pero abiertos realmente - como atención a cada país democrático de Europa?. Cómo no ver que ello ofrecería un punto de referencia y de orientación decisivo para los desarrollos en todo el Este?. Sin este impulso, sin este pilar, toda la arquitectura europea que se pretende construir en los márgenes del "proceso de Helsinki", estaría exenta de centralidad, expuesta a todo tipo de impulsos disgregantes.
Así pues, se trata de razones de peso "escritas en el curso de las cosas". Y, en estos momentos, muchas son las fuerzas que estarían dispuestas en Europa a emprender este camino.
En el Parlamento alemán, al igual que en el belga o en el español, y sobre todo en el Parlamento europeo, que no se cansa de proponer insistentemente esta perspectiva, en primer lugar impulsando de nuevo el método y el objetivo de otorgar al Parlamento europeo poderes legislativos y el mandato constituyente. Son los objetivos y el método por los que el pueblo italiano se pronunció con el referéndum, dando solemne mandato al gobierno para que los apoye.
Así pues, es evidente cual es el valor crucial - una ocasión histórica única - de Italia que asumirá la presidencia de la Comunidad precisamente en este semestre. A Italia le corresponde el derecho, pero sobre todo el deber, de dar el impulso decisivo, indispensable para que emprenda el camino federal en vez del confederal. Corresponde a la presidencia italiana jugar como aliada del Parlamento europeo y como elemento de estímulo y coordinación de todos los impulsos de carácter federalista, para ayudar a superar las resistencias y las reticencias, que son muchas y muy fuertes.
Acaso no nos tendríamos que congratular por la afortunada coincidencia de que la presidencia de turno le haya tocado a un país que está a la cabeza de todos en materia federalista?. En realidad, hay mucho de qué preocuparse. Si bien es cierto que el presidente del Consejo italiano, Giulio Andreotti, ha afirmado en repetidas ocasiones la fidelidad de Italia al esquema federalista de su tradición, el ministro de asuntos exteriores, De Michelis, - al que corresponderán la responsabilidad decisiva en las negociaciones - ha manifestado, por el contrario, intenciones totalmente distintas. En lo que se refiere a otorgar al Parlamento europeo el mandato de preparar el texto de un nuevo tratado, durante la "preconferencia institucional" del 17 de mayo (una confrontación entre gobiernos y Parlamento europeo), atribuyéndose con desconcertante desenvoltura el derecho de ignorar el puntual e irrevocable mandato del voto referendario, de repetidas votaciones parlamentarias y de las mismísimas declaraciones de programa de
l gobierno del que forma parte, De Michelis ha declarado su postura contraria. Y en distintas ocasiones, la última en una entrevista concedida al periódico "Sole 24 ore" el 28 de junio, ha manifestado su preferencia personal por una oscura solución intermedia entre la fórmula federal y la confederal ( qué diantres quiere decir eso?) con respecto a la federal que el define - no se sabe con que derecho - "decimonónica".
Obviamente, un triunfo pleno e inmediato de la idea federalista de los Estados Unidos de Europa no es coser y cantar.
La solución que surja será el resultado de una confrontación entre distintos puntos de vista. Pero, desde luego, si es esta la actitud con la que entabla negociaciones el gobierno que más que ningún otro debería sostener el principio federalista es fácil imaginar cual será el compromiso final...
Es menester que el gobierno italiano abandone las ambigüedades; y es menester que lo haga respetando totalmente la voluntad del pueblo y del parlamento. Tanto la Cámara como el Senado, gracias a la iniciativa de los parlamentarios del intergrupo federalista, entre los que están trabajando arduamente los miembros radicales electos, y gracias a la movilización del Movimiento federalista europeo, votaron, a principios de julio una moción que reclama solemnemente el valor del referéndum y compromete al gobierno a optar por la solución federal. El gobierno ha aceptado este voto. El respeto a la Constitución, o simplemente a la decencia, desea que el ministro de asuntos exteriores observe sin reservas dichas indicaciones, o bien que deje a otros su puesto. Las ocasiones que se presentan y las responsabilidades en juego son demasiado decisivas como para que la mayoría parlamentaria federalista - que reúne a un abanico tan vasto de fuerzas de la mayoría de gobierno, de la oposición y naturalmente también del Partido
socialista italiano - sufran una decepción.