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Agora' Agora - 16 ottobre 1990
EUROPEISMO O FEDERALISMO EUROPEO
de Marco Pannella

Estados Unidos de Europa inmediatamente o volvemos al caos

Digámoslo de una vez por todas: el Parlamento europeo - la única institución democrática comunitaria que representa a 340 millones de ciudadanos europeos - no está a favor de la "Casa común" de Gorbachov, ni de la "Confederación" que ahora propugna Miterrand, sino a favor de los Estados unidos de Europa ("Unión Europea"), a favor de un Estado federal soberano, de una Constitución federal, de un Estado de derecho, en cuyo seno las distintas autonomías, interdependencias, libertades y culturas se refuercen y se organicen democráticamente, tal y como debería ser en EE.UU., o en la nueva URSS querida por los "radicales" de Yeltsin, por los federalistas antijacobinos y antinacionalistas.

"Casa común" y/o "Confederación" podrán constituir la ampliación de la proyección histórica y política de la Federación europea, de la unidad política e institucional de los países y de los ciudadanos que forman o formarán parte de la actual CEE. De lo contrario, esta "Casa común" y esta "Confederación" no habrán sido más que un instrumento para impedir que nazca el más moderno, democrático y el más fuerte (desde el punto de vista comercial, productivo, científico, numérico, cultural y político) Estado del mundo, encaminado a la creación de una Comunidad mundial de derecho, de democracia política, de no violencia y de paz, de justicia y de libertad. O no habrán sido más que excusas para eludir los dramáticos problemas de supervivencia del planeta y de los hombres, tras la tragedia de los nazi-fascismos y de los "socialismos reales", en los que ha caído gran parte de las "democracias reales", de los Estados nacionales y de sus clases dirigentes.

En 1984, el Parlamento europeo adoptó y propuso a las demás Instituciones comunitarias y a los países afines al nuevo Tratado, una especie de Constitución de la Unión Europea. En muchos de los doce Estados, en las elecciones del Parlamento Europeo que se celebraron en 1984 y en 1989, el electorado aprobó este proyecto y este método. A lo largo de estos días, reunidos en Roma como Comisión Institucional y Comisión política del PE, encargaremos al ex Presidente del consejo italiano y ahora diputado europeo, Emilio Colombo que preparen un nuevo proyecto de Constitución de la Unión Europea, antes de dos meses.

El coste de la no-Europa política y democrática se está convirtiendo en algo trágico e insoportable. Su ausencia como alternativa inmediata, formalmente constituida y en funcionamiento, corre el riesgo de condenar al caos y al desastre económico, productivo y social a la Europa central y oriental que acaba de liberarse del yugo comunista, obligándola a efectuar una suerte de "restauración" nacional-democrática que ya en su día fue una de las causas del advenimiento de las dictaduras fascistas y comunistas. Checoslovaquia lo sabe muy bien.

Lo han comprendido los alemanes de las dos Repúblicas que han incluido - dicho y hecho - a los 17 millones de ciudadanos de la ex-RDA, sin condiciones, en la Comunidad Europea.

Ahora se lo pido a usted, al grande, al queridísimo para todos nosotros Presidente Havel, a los demócratas checoslovacos (y húngaros y polacos) que se identifiquen con la línea el Parlamento Europeo, y no con la de los Estados nacionales del Occidente europeo. La "Confederación" provocará que todo Estado miembro - excepto Alemania - Francia la primera y Gran Bretaña detrás, se convierta en un Estado institucionalmente periférico y marginal, económica, productiva, cultural y socialmente subordinado.

Si la unidad "económica" y "cultural" no la organiza un Estado de derecho, institucionalmente democrático y plurinacional, basado en los derechos humanos, civiles y políticos de la persona, iguales para todos, en todos los países y en todas las latitudes, no será más que pura apariencia. Estaremos todos en manos de los complejos militar-industriales, agro-industriales y alimenticios, antidemocráticos e incapaces de garantizar en el mundo un orden cualquiera digno de llamarse así. Durante décadas y décadas se han preocupado sólo de estabilizar las dictaduras comunistas del imperio soviético y desestabilizar la Tierra, empezando por las zonas no europeas y no "occidentales", armando frenéticamente a la mayoría de los dictadores, "in primis" a los Saddam Hussein, a los Menghistu, a los Assad, en convergencia con la vieja política de Moscú y Praga.

La "democracia en un sólo país" o en un sólo "sistema de países" no es realizable, a largo plazo, al igual que no lo ha sido («por suerte!) "el socialismo en un sólo país". El problema de la "democracia real" que corre el riesgo de ser para la democracia lo mismo que el "socialismo" real supuso para los ideales del humanismo socialista y libertario, que en tantos lugares de Europa da vida a la tragedia de la partidocracia, no debe infravalorarse, si no queremos, antes del 2000, encontrarnos con que se repiten los dramas de las políticas de los Daladier y de los Chamberlain, de los Benes y de los Masarik.

Si Checoslovaquia, Hungría, Polonia - conjuntamente o por separado - solicitasen sin más demora y para un futuro inmediato su adhesión a la CEE pronunciándose, desde este momento a favor de la Unión Europea, reforzando de esta manera la postura de los que los apoyan, el Parlamento Europeo, los gobiernos como el italiano, el belga, el holandés, y enérgicos grupos dirigentes alemanes, franceses y españoles, la causa estaría vencida, los derechos humanos, civiles, políticos a la democracia y al derecho constituirían la base insuperable del Estado y del orden social.

En repetidas ocasiones, con mis colegas del Partido radical y con los federalistas europeos de cada partido, hemos recibido en estas perspectivas, el apoyo formal de la mayoría absoluta de los parlamentarios europeos. En Italia, generalmente desde la oposición, hemos contribuido a formar amplias "mayorías europeas" en el Parlamento, durante cinco legislaturas por lo menos, y en las tres del Parlamento elegido directamente por el pueblo europeo.

Actualmente, la confrontación ya no se produce entre europeístas y antieuropeístas declarados. La confrontación actual estriba entre "europeístas" genéricos, que hacen hincapié en sentimientos discutibles y abstracciones reversibles, que parecen presentarnos "Europa" como "destino", una especie de Cuerpo Místico o de Comunión de los Santos, una "cultura", conservando como paño en oro el mayor número de prerrogativas, privilegios, poderes y subpoderes tradicionales, desigualdades e injusticias, democracias "protegidas" e "históricamente" realistas, por una parte. En el otro lado de la balanza, se encuentran aquellos que desean construir de forma laica, concretamente, el federalismo, federalismo europeo, democracia intransigente, sociedad y Estado de derecho, basándose en la inmediata evolución de la CEE en Unión Europea.

Para obtener todo ello, es menester luchar con firmeza, decisión y rapidez.

No existe salvación posible, ni económica, ni jurídica, ni económica, ni social ni cultural en la falacia minimalista, en la triste y estéril utopía "realista", en el seguir insistiendo en el divorcio entre ciencia y conciencia, sentimientos humanos y "política", poder.

Algunas manifestaciones que se anuncian, incluso en Praga, como elevadoras de lo nuevo, se nos antojan, por el contrario, la prolongación de viejas impotencias.

Los cientos de ciudadanos checoslovacos que están dando vida al Partido radical, transnacional y transpartídico que, en estos momentos, cuenta con más inscritos en Moscú que en Milán, en Praga que en Palermo, son un testimonio valiosísimo de una posibilidad, contra una "probabilidad" lamentablemente peligrosa y negativa. Puedo garantizar a aquellos que se encuentran - poquísimos por desgracia - en las calles que el Parlamento europeo, los pueblos de Europa que han podido manifestarse democráticamente, desean que se lleve a cabo sin más demora.

 
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