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Agora' Agora - 16 ottobre 1990
FEDERALISMO, FEDERALISMO, FEDERALISMO
de Olivier Dupuis

En los discursos de las cancillerías occidentales así como en los de la mayoría de los medios de comunicación sobre esta Europa central y oriental que esta cambiando tan rápidamente, Rumanía ocupa un lugar a parte. Como si de un embrujo se tratara, una serie de silencios incómodos, de solidaridades fuertemente cargadas de paternalismo y de posturas secas y "definitivas" tanto en materia de los derechos humanos como de los derechos de la minoría.

Un cóctel que esconde mal el escepticismo cuando no el rechazo de los "emires europeos" (gobernantes y ciudadanos) de dar a la cuestión rumana un valor plenamente europeo. Ante el abandono descubrimos que más allá de las apariencias formales, su manera de comportarse no es muy distinta con respecto a los demás países "ex-socialistas".

Por nuestra parte creemos que cuando se piensa en "rumano" es necesario no esconder la cara, sino al contrario, tener presentes distintos factores, a saber:

- reanudando los contactos con la democracia, Rumanía descubre, sin lugar a dudas, la riqueza, pero igualmente las dificultades, entre las que la lentitud no es desde luego la menos importante.

- se encuentra con una cuestión étnica que, durante los 45 años del régimen, fue completamente abandonada en nombre del dogma "real-socialista" y exasperada con un cierto número de medidas "administrativas" y políticas (traslado de poblaciones, privilegios étnicos, ...).

- vuelve a descubrir Europa, su lugar en ella, pero no sólo una Europa profundamente transformada, sino que está viviendo toda una serie de cambios continuos.

Así pues, a diferencia de lo que se cree, nosotros estamos convencidos de que la situación de partida es catastrófica. Junto al resurgir de pequeños grupos que profesan y practican la intolerancia étnica y la intolerancia a secas, muchos síntomas indican que la mayoría de los rumanos sean conscientes de que es necesario regular con armonía la cuestión de la convivencia entre las distintas comunidades étnicas. Ahora es necesario trabajar para que esta concienciación se convierta en convicción y acción, y que lo sea para una mayoría aplastante de rumanos.

Obviamente, ello será posible sólo en la medida en la que cada ciudadano cuente con la posibilidad de conocer los distintos argumentos y propuestas existentes, y por lo tanto formarse una opinión libre.

Además de ser una condición imprescindible para la paz, la armonía y el desarrollo "interior" de Rumanía, la convivencia de las distintas etnias será determinante para transformar las antiguas relaciones de dependencia recíproca de los países de la región en relaciones concretas de interdependencia.

Se trata de un problema de carácter urgente. Con la velocidad con la que se están moviendo las cosas, los últimos sajones y suabios de Rumanía, de aquí a algunos años se habrán ido a la Alemania unificada, quitándole a Rumanía una formidable ventaja natural para establecer y desarrollar las relaciones con el mundo alemán.

Pero basta ya con las premisas. Las propuestas sobre las que querríamos que se abriese un gran debate es por partida triple. Se trata de organizar en la nueva arquitectura institucional rumana la conjunción y la articulación de tres dimensiones federales: una dimensión federal europea (Rumanía miembro de la Comunidad Europea o mejor todavía de los Estados Unidos de Europa), una doble dimensión federal interna: regional (con el estilo de la Alemania federal o Canadá) y comunitaria (como en Bélgica).

Federalismo europeo: adhesión a la CEE:

El objetivo concreto que podría - según nuestro parecer, debería - convertirse en el eje principal de la política exterior de la nueva Rumanía es su inmediata aproximación con vistas a su adhesión a la Comunidad europea, Comunidad entendida como estructura de integración política (y no sólo económica) de tipo (y no sólo con finalidad) federal.

Desde el punto de vista de la redacción de la nueva constitución, se puede imaginar un artículo que prevea explícitamente la delegación y la transferencia de competencias y poderes nacionales a organismos supranacionales en general, a las Comunidades europeas en particular. Mejor todavía, otros artículos podrían prever la constitucionalidad de la participación de Rumanía en todos los eventuales proyectos de Constituyente de los Estados Unidos de Europa.

República Federal de Rumanía

Además de encuadrarse sin ambigüedades en una perspectiva federalista europea, creemos que el nuevo Estado rumano debería organizarse según un modelo federal. Nosotros pretendemos enumerar la lista de proyectos ya elaborados en el pasado ni la de los distintos modelos federales existentes. Los sistemas en vigor en Canadá, en Alemania Federal, en los Estados Unidos, pero también en España tienen virtudes y defectos. El problema será, teniendo en cuenta las características específicas de Rumanía, tomar y combinar las partes mejores de cada uno de ellos.

El aspecto en el que nos interesaría detenernos es el papel que el federalismo podría jugar en un proceso de reconstrucción a partir de bases sólidas, de la democracia en Rumanía. En particular, garantizando el principio a partir del cual las decisiones se deben tomar a nivel más bajo para poder ser eficaces, la organización del Estado podría salvaguardar a los ciudadanos y a las comunidades locales de un cierto número de riesgos o de tentaciones autoritarias que podrían derivar de una estructura centralizada excesivamente fuerte. De ahí nace la necesidad, incluso en base a las dimensiones de un país como Rumanía, de instituir entre el nivel decisional nacional y el local uno o varios niveles intermedios.

Federalismo regional

De esta manera - pero en el estado actual estas no pretenden ser más que ideas destinadas a suscitar la discusión y la reflexión - se pueden imaginar 6,7 u 8 regiones federadas a un distrito federal.

Cuatro o cinco regiones con fuerte mayoría rumana (Moldavia, Dobruguea, Valaquia, Oltenia...), dos regiones con población variada, aunque con mayoría rumana (Transilvania y Banat) y una región más pequeña, con mayoría húngara, el pueblo de Siculi, y por último un distrito federal alrededor de Bucarest.

En cada una de estas regiones, delimitadas territorialmente, dotadas de instituciones representativas y de gobierno ejecutivo propios, los ciudadanos podrían ejercer de forma conjunta, independientemente de su pertenencia étnica o lingüística, un cierto número de poderes y de competencias, más o menos extendidas según los sectores tomados en consideración. Someramente, podrían tocar materias como el urbanismo, a protección del ambiente, la agricultura, la asistencia social y médica, la protección civil, el desarrollo industrial, las infraestructuras regionales...

Federalismo comunitario.

Junto a estas instancias regionales se puede imaginar otro nivel de delegación de poderes. No desde el Estado centralizado hacia entidades territoriales, las regiones, sino desde el Estado central hacia entidades no territoriales, las comunidades étnicas, culturales y lingüísticas.

En este caso, se trataría de reanudar uno de los aspectos de la arquitectura constitucional de la Bélgica federal actual, pero sin repetir el grave error cometido por los legisladores belgas, el de haber querido hacer coincidir la instancia comunitaria con una dimensión territorial. En Bélgica, en realidad, las instituciones comunitarias flamencas son las únicas que poseen la competencia de administrar los problemas culturales en la zona flamenca del país, y lo mismo se aplica para las instituciones francófonas. Excepto la región de Bruselas, en donde ambas comunidades poseen competencias, y la pequeña zona de lengua alemana, los territorios de las regiones de las comunidades se corresponden.

Una correspondencia semejante entre las regiones y las comunidades condena a las minorías de una comunidad a la imposibilidad de participar en la definición y la administración de su propia política cultural, dado que simplemente no son reconocidas. De esta manera sucede que los cientos de miles de francófonos que viven en la parte flamenca de Bélgica pueden participar democráticamente sólo en la vida cultural .. flamenca. Ello se aplica también, en proporciones mucho más reducidas, a las minorías flamencas que viven en la zona valona.

Lo ideal sería lograr que coexistiesen en Rumanía el conjunto de las comunidades culturales independientemente de su ubicación geográfica. Además de garantizar cada una de las más conocidas de ellas (rumana, húngara y alemana) la posibilidad de autoadministrar su propia política cultural, este sistema permitiría el desarrollo armónico de otras comunidades, menos conocidas, como la serbia, la gitana, la búlgara o la ucraina, por ejemplo.

La competencia de estas comunidades debería ser muy amplia en los sectores de la cultura y de la educación. Para las demás materias, digamos "personalizables", es decir que afectan a la vida del individuo (como por ejemplo la de la salud) cabría pensar en una división de competencias entre las regiones y las comunidades. En lo que se refiere al Estado central, su papel debería limitarse para cada una de estas materias a la definición de principios generales y a la coordinación. Por último, podría existir un tribunal especial encargado de arbitrar en los casos de conflicto entre las distintas instituciones.

Transnacional, transpartido y no violento, el Partido radical podría constituir uno de los puntos de encuentro privilegiados en el que elaborar y promover un plan de valorización institucional y política de la primera riqueza nacional de Rumanía actual: su multiplicidad y su diversidad étnica, cultural y lingüística. Ello depende de vosotros, de todos los ciudadanos rumanos.

 
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