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Agora' Agora - 16 ottobre 1990
Antiprohibicionismo: EL OPIO ES LA RELIGION DE LOS PUEBLOS

de John Marks

The Lancet, 22 junio de 1990

"Alabado sea el Señor por haber dado opio a la humanidad". Estas son las palabras de Thomas Sydenham. Tres siglos después, la condena por el tráfico de opio puede llegar a ser incluso de 14 años de cárcel.

El opio no es la única droga que sufre los cambios repentinos de la moda. El caso del tabaco es el botón de muestra. Hasta el siglo dieciocho, el consumo de tabaco era severamente prohibido. En Alemania, se multaba a los fumadores, en Rusia se les exiliaba y en Italia se les excomulgaba. En Irán se metía la pipa dentro de la nariz del fumador y el desventurado tenía que exhibirse por la ciudad. En Turquía y en Arabia el humo se castigaba con la tortura y la muerte. A pesar de ello, hacia mediados del siglo veinte muchas personalidades importantes, como por ejemplo las estrellas del cine, eran fumadores empedernidos. Fumar tabaco se había convertido en símbolo de madurez y distinción. Muchos creen que las prácticas de inhalar disolventes fuese desconocida antes de los años setenta. Al contrario, se sabe que festines a base de sustancias etéreas estaban muy en boga en Austria y en Prusia tras la guerra 1914-1918, mientras a principios de siglo el clero intentaba acabar con una epidemia de inhalación de sustanc

ias etéreas en el Ulster. Lo que tal vez sorprende más no son los cambios de costumbres cuanto la actitud inconstante de la opinión científica. En un texto de medicina publicado en 1909, dos eminentes científicos escribieron a propósito de la difundida alarma que se creó con respecto al consumo excesivo de un estimulante muy en boga: "el paciente tiembla y pierde el control de sí mismo; está sometido a ataques de ansia y de depresión. Empalidece y adquiere un color amarillento... Al igual que otras sustancias, una nueva dosis de veneno le procura un alivio temporal, pero a costa de un tormento posterior". La droga en cuestión era el café.

En 1819: libremente en la farmacia

Un conocimiento de las opiniones variables con respecto a las demás drogas hace que no nos parezca nada insólita la actitud con respecto al opio. En 1819, cualquiera podría comprar libremente cualquier droga en la farmacia. En ese año, el Parlamento decidió proteger al público de una prescripción irresponsable de arsénico, ácido oxálico y sublimado corrosivo. En dicha ocasión, el Parlamento fracasó en su intento, pero a lo largo de los siguientes 100 años, médicos y farmacéuticos practicaron el monopolio de la venta de las drogas más comunes. La auténtica motivación tras la pretensión de salvaguardar al público de los venenos era el objeto de lucro de dicho monopolio. Y la droga que mayor lucro proporcionaba era el opio, que la población del siglo diecinueve usaba como una panacea. Una serie de Decretos Farmacéuticos emitidos a lo largo del siglo culminaron en 1917 con el decreto conocido como la "Defensa del Reino", que añadía una razón más para el control del alcohol, del opio y de otras sustancias psicotr

opas: la embriaguez de los hombres amenazaba el resultado de la guerra del catorce. De esta manera, se le pusieron impuestos al alcohol, se estableció que los locales que lo dispensaban debían tener una licencia, y se disminuyeron las horas de apertura. De la misma manera, se limitó el consumo de opio, según cada individuo, estableciendo que debía ser dispensado con presentación de receta médica. La profesión médica establecía los criterios para la prescripción de la sustancia a las personas que eran dependientes. Este era el llamado "Sistema Británico". Prescribir el opio a un toxicodependiente era razonable si: el paciente no podía dejar de consumirlo sin acusar graves síntomas de abstinencia; el paciente se hallaba en vías de desintoxicación gradual; el paciente necesitaba la droga para poder llevar una existencia normal y útil. A juzgar por el descenso del índice de mortalidad por cirrosis hepática y de las condenas por intoxicación cabe imaginar que dichas medidas tuvieron una eficacia excepcional.

El epitome del oportunismo moral

Tras el año 1920, se acentuó una diferencia en la práctica entre Inglaterra y América. Estados Unidos prohibieron completamente el alcohol y el opio, y esta medida causó la siguiente reacción en Inglaterra: "No es exagerado tachar de bárbaras a aquellas personas que cultivan el tan salvaje concepto de suprimir todo aquello que no está en sintonía con sus opiniones políticas" (Hansard, 1920). Los americanos contestaron que el Sistema Británico era "el epitome del oportunismo moral" y, hasta 1972, el Gobernador civil general americano definía la actitud Británica como una "capitulación". El período que va desde 1920 hasta 1940 representó así pues uno de los más completos "procesos controlados" de la historia y tuvo como resultado una estruendosa derrota de la actitud americana. Los gángsteres que actuaron durante el Prohibicionismo de los años 30 estremecieron las bases de la sociedad americana, y ello acabó por hacer que el gobernador abandonase el prohibicionismo. Sin embargo, el experimento se prolongó hast

a 1960, dado que siguió estando en vigor el Prohibicionismo sobre el opio. El fenómeno del gangsterismo se representó nuevamente, esta vez centrado en el tráfico de derivados del opio y de la cocaína. En Inglaterra, se reunió la "Comisión del Cerebro" para examinar el abuso de droga, y se declaró satisfecha de que todo funcionase bien en Gran Bretaña, manifestando gran horror por la experiencia Americana.

Las conclusiones del Comité del Cerebro

A continuación, en los años sesenta, sucedió algo que todavía da lugar a interpretaciones distintas. Los eventos considerados importantes de dicho período son la guerra de Vietnam, la revuelta estudiantil, la filosofía hippy (haced el amor y no la guerra, poder de las flores, etc.), el declive de la religión estatal, y el bienestar. Algunos americanos fueron a Inglaterra a principios de los años sesenta y no pocos médicos privados prescribieron enormes cantidades de droga. No es difícil imaginar como, dada la gran demanda de droga, ambas partes obtuvieron grandes beneficios. Entre los jóvenes ingleses se difundió una especie de "manía" por las drogas, con preocupación de las autoridades, que volvieron a convocar al Comité del Cerebro, el cual llegó a la siguiente, frustrante, conclusión: "La información que poseemos no es la que necesitamos. La información que queremos no es la que necesitamos. La información que necesitamos no es la que podemos obtener". Inglaterra emanó el Decreto llamado de las Drogas pel

igrosas en 1967, y limitó la prescripción de las mismas a los toxicodependientes en las clínicas autorizadas. La situación parecía similar a la del alcohol en 1917, pero se instituyeron pocas clínicas, y, al estar la manía de las drogas en pleno apogeo, floreció un nuevo mercado negro. Inglaterra empezó a seguir los pasos emprendidos por América. Y, como prueba de la experiencia americana, se dieron algunos pasos hacia el prohibicionismo que no hicieron más que agravar la situación. La violencia que dominaba el mercado negro empezó a desalentar a los médicos en su contacto con los toxicodependientes, e incluso cuando el Ministerio del Interior consiguió instituir clínicas, fue difícil volver a abrir centros psiquiátricos que estuviesen dispuestos a arriesgarse a que se produjesen agresiones relacionadas con la prescripción de drogas a los toxicodependientes.

Hacia el gangsterismo

El prohibicionismo parece conducir hacia el gangsterismo, y la libre disponibilidad a una intoxicación epidémica. Resulta irónico que el consumo por parte de jóvenes de éter, opio y alucinógenos se esté produciendo paralelamente a un alcoholismo difundido en los hombres (y de forma creciente en las mujeres) y la dependencia de benzodiazepina en las mujeres. El coste real de la cerveza (calculado en el número de minutos que un hombre tiene que trabajar para ganársela) descendió constantemente desde la guerra de 1939-45, y las benziodiazepinas se prescribieron con gran facilidad para curar todos los disturbios, un poco como las anfetaminas en los años 40 y 50. Parece que exista una necesidad constante de contar con un instrumento agradable de consumo social. El consumo ilegal de drogas que crean dependencia es intrínsecamente epidémico. Los toxicodependientes tienen que costearse el vicio vendiendo sus propiedades o "traficando". Un toxicodependiente puede comprar cinco gramos de una sustancia y financiar su c

onsumo de un gramo vendiendo los cuatro gramos restantes a un precio más elevado. El o ella pueden cortar la droga con una sustancia adulterante y venderla haciéndola pasar por pura. De esta manera, el consumo ilegal está sostenido por una operación de venta piramidal. La mayor parte de los toxicodependientes son también traficantes.

El debate sobre la prescripción controlada de drogas ha dividido a los médicos. Se puede resumir de la siguiente manera:

ARGUMENTOS SOBRE LA PRESCRIPCION CONTROLADA DE DROGAS.

Contra:

1. mantiene la condición de dependencia;

2. salvaguardar a la gente del mercado negro ha sido una medida para la salud pública;

3. no es deber del médico controlar el consumo ilegal de drogas;

4. los barbitúricos y el alcohol no se prescriben porque son nocivos - por qué habría que prescribir el opio?;

5. la prescripción no frena el consumo ilegal de drogas;

6. los toxicodependientes ceden a terceras personas sus prescripciones;

8. la eficacia de las dosis de mantenimiento no ha sido comprobada;

A favor:

1. el toxicodependiente mantendrá en cualquier caso su condición:

2. una suministración estable ayuda al toxicodependiente y le garantiza el consumo de drogas puras y seguras;

3. los médicos deben, como cualquier otra persona, ayudar a la sociedad a combatir la infracción de la ley;

4. si el alcohol estuviese prohibido, sería triste tener que prescribir una dosis diaria de whisky a una persona para evitar que esta vendiese todos sus bienes para comprar bebidas alcohólicas;

5. existen pocas clínicas adecuadamente controladas;

6. prescribir menos;

7. prescribir más;

8. el contraste entre Estados Unidos e Inglaterra en el período 1920-60 parece demostrar lo contrario;

Madden habla del "terreno" (la personalidad), de la "semilla" (la naturaleza de la droga) y del "ambiente" (la sociedad o la cultura), una metáfora que ha sido enriquecida por el " qué?" (qué tipo de persona consume qué tipo de droga y en qué sociedad), el " cómo?" (con qué frecuencia, cuánto es controlado el consumo de la droga y cómo se consume), y el " por qué?" (con otras tantas preguntas cuantos números de drogadictos existen). La ley y las costumbres gobiernan el ambiente. En Arabia, por ejemplo, el alcoholismo es menos frecuente que en Escocia. Esta regla la confirma la correspondencia de los índices de toxicodependencia y las drogas culturalmente aceptadas. Por ejemplo, de 50 millones de ingleses (entre los que el alcohol se usa socialmente y del que se hace publicidad), existen 500.000 alcohólicos - un porcentaje del 1%. De 40 millones de Siameses (entre los que el opio es usado socialmente, aunque oficialmente se desalienta progresivamente el consumo) existen aproximadamente 40.000 toxicodependient

es, un índice del 1%. El opio, al igual que el alcohol, puede ser usado con frecuencia sin comportar necesariamente dependencia. La predominancia de la toxicodependencia por una droga específica depende de su disponibilidad y aceptabilidad. Ambas están controladas por las leyes y las costumbres. Además, existen rápidas fluctuaciones temporales en la frecuencia de la dependencia. De los soldados americanos que habían desarrollado una dependencia del opio en Vietnam, sólo el 10% siguió siendo dependiente al año siguiente. Periodos de tensión social parecen propiciar un mayor consumo de droga. Probablemente, no es casualidad que el actual incremento en el consumo de opio se produzca en un momento en el que existe un alto índice de paro y en el que se está produciendo la reconversión industrial. En nuestra sociedad a la deriva, con el paro y la recesión de la religión organizada, el opio (de un tipo o de otro) se convierte en la religión de los pueblos.

Los toxicodependientes dejan de drogarse en el momento en el que están preparados para hacerlo y las estructuras para la desintoxicación específica pueden hacer poco por acelerar este proceso. Probablemente, lo único que estas estructuras pueden hacer es permitir que los toxicodependientes puedan sobrevivir hasta que se sientan preparados para desengancharse. Los toxicodependientes volverán a drogarse a no ser que no hayan examinado previamente los beneficios y los inconvenientes. La terapia psiquiátrica debe descubrir por qué los toxicodependientes abusan del alcohol y de la droga, y luego, trabajar con ellos para intentar hallar métodos alternativos para afrontar los problemas sofocados con la toxicodependencia.

 
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