La Unión Soviética hacia la libertad. Gobernar la política, construir el Estado de derecho y delinear los Estados Unidos de Europa.
de Marino Busdachin
miembro del Consejo Federal, coordinador de las actividades radicales en la Unión Soviética
Destruir el imperio
Todos coinciden, tanto dentro como fuera de las fronteras soviéticas, en que el último "Imperio" moderno tiene que ser destruido. Están de acuerdos tanto los grupos de emigración y del exilio soviético en occidente como la oposición y los reformadores en el seno de los Soviets.
Parece que no existe otra solución que la de desintegrar el Estado Soviético, cueste lo que cueste; incluso derramamientos de sangre. Parece, tal y como muchos afirman, que sólo una solución puritana y jacobina del problema puede modificar de raíz "el Imperio del Mal". Parece que sólo el desgranamiento en cientos de pequeños estados independientes pueda garantizar la esperanza de un futuro feliz y democrático. Realmente no hay otra alternativa?. Algo que vaya más allá de una política del "cuanto peor mejor"?.
Ni se puede ordenar la democracia ni se puede planificar el "mercado"
Ante las preguntas de si estamos a favor o en contra de la destrucción del Imperio Soviético y de si estamos a favor o en contra de Gorbachov, nuestra respuesta es que no es este el problema más importante, ni el más urgente. En el desmembramiento del sistema soviético lo que realmente urge es elaborar leyes, reglamentos y gobiernos que construyan el Estado de derecho, que defiendan los derechos de la persona, que gobiernen la transición de una sociedad y de una economía militarizada e ideologizada a una sociedad civil y democrática y a una economía civil y de mercado. El problema que debemos plantearnos no es el de cómo destruir el Imperio sino qué construir para sustituirlo. Porque podría ser, permítanme esta pequeña provocación, que tras haber destruido el imperio no queda nada, ni mejor ni peor, nada por lo que valga la pena luchar.
Independencia nacional y democracia
La lucha por la independencia nacional y por la defensa de la etnia es automáticamente la lucha por la libertad y la democracia?. No necesariamente. Solchenitsin, en su último escrito, sostiene básicamente que para salvar a Rusia (pequeños rusos, rusos blancos y grandes rusos) cabe poner punto final a la Unión Soviética. Sólo garantizando la independencia nacional a las otras 12/13 repúblicas federadas, Rusia podría garantizar un futuro exento de desastres de gran envergadura. Lamentablemente, nosotros creemos que ya ha pasado el momento en el que las naciones y los estados se podían hacer y deshacer en la mesa de negociaciones como en YALTA o en VERSAILLES. Ya no se pueden trazar fronteras a tontas y a locas en un mapa o fijarlas a base de cañonazos. Existe, puede existir una solución democrática y no violenta a los irrefrenables procesos de separación de las Repúblicas bálticas o de las caucásicas de la Unión Soviética?. Puede crecer una conciencia civil y democrática de respeto de los derechos de las m
inorías étnicas, lingüísticas y religiosas en un mundo en el que estas no han tenido nunca derecho a la existencia, a la autonomía, a la autodecisión?.
Nosotros los radicales venimos afirmando desde hace años que los problemas de las minorías no se pueden resolver en el seno de cada Estado. Se deben afrontar en organismos democráticos supranacionales que tengan el poder de hacer que se respeten las leyes que emanan. Obviamente, hoy por hoy estos organismos y esta gran democrática Federación europea aún no existen. Pero no pero ello deja de existir la necesidad de construirlas.
El período histórico de las luchas decimonónicas por la independencia ya pasó a la historia con la destrucción del último gran Imperio Austro-húngaro. Fueron otros imperios o estados imperialistas los que desintegraron en su día el estado Habsburgo: Inglaterra, Francia, Prusia y Rusia. La Europa que salió de la primera guerra mundial prefiguró la segunda. Las naciones que se firmaron según los deseos y las razones políticas de los estados vencedores y dominantes acabaron, tras un breve y débil paréntesis "democrático", por convertirse en nacionalistas, autoritarias y militaristas alimentando el crecimiento del fascismo y de aventuras bélicas.
Actualmente, en casi todos los países de la Europa Central y del Este recién salidos del comunismo se han arraigado políticas y gobiernos democrático-nacionales y de resurgimiento nacional, a menudo ya partidocráticos. La dependencia económica, las cuestiones nacionales y la oligarquía de los partidos disminuyen el ritmo de la democracia. El problema no estriba en crear tantos y tan ridículos ejércitos nacionales para despilfarrar el dinero con el que no se cuenta, matando de hambre a la gente, sino en eliminar ejércitos y fronteras para realizar esa política de seguridad europea preliminar al proceso de integración ESTE-OESTE.
La carta de los derechos del hombre decreta el derecho a la autodeterminación y a la independencia de los pueblos y de las etnias. Para todo demócrata este es un derecho sagrado. Como sagrado es el derecho a la independencia de las repúblicas de la Unión Soviética. Cómo lograr que ello tenga lugar mediante acuerdos, diálogo y de forma no violenta entre la URSS y cada una de las repúblicas secesionistas no está claro, pero tampoco parece posible. Indudablemente, se necesita mayor información, más libertad de circulación de ideas y de hombres, de implicaciones internacionales, de invitación al diálogo para evitar que se vuelva a repetir lo que ha sucedido en las repúblicas asiáticas o los enfrentamientos en Georgia o Azerbaiyán. Tal vez en un régimen de mayor democracia y de mayor información opresiones y represiones, no hubiesen tenido lugar.
La lógica del Kremlin no puede seguir siendo la del poder stalinista, la lógica del "divide et impera" y del echar leña al fuego de las contraposiciones étnicas y religiosas. Actualmente, se puede y se debe intentar actuar de forma distinta en lo que a estas cuestiones se refiere, olvidando la experiencia negativa adquirida a lo largo de setenta años de dominio.
La Perestroika y la democracia se pueden salvar construyendo una sociedad abierta, una sociedad que sepa gobernar a través de la democracia y del diálogo y no con los tanques. Eso es lo que ha ocurrido en Moldavia, en Azerbaiyán, en Georgia y en otros lugares. Todo lo que Estonia, Lituania y Letonia reivindican debe hacernos reflexionar: independencia, no siempre significa democracia. Y para nosotros los radicales la lucha en pro de los derechos humanos está por encima de la lucha de los derechos de la etnia. Nosotros defendemos siempre y en todo lugar a los más débiles, a los indefensos a las víctimas del racismo de la etnia dominante, en defensa de la libertad religiosa y de culto.
El estado de derecho y el pluralismo
El pluripartidismo no garantiza "automáticamente" el estado y derecho y por ende la democracia efectiva, clásica. Si bien por una parte actualmente en la URSS existen casi 6000 partidos, por otra no existe una separación formal y sustancial entre los poderes del Estado. Existen elecciones libres, desde luego, pero no todos los partidos pueden participar en ellas. El PCUS ya no es el partido guía pero los demás partidos no tienen los mismos derechos que el PCUS. No existen leyes que reglamenten la actividad política de los partidos y de los grupos sociales. De esta manera, la situación con la que nos encontramos es, en términos de democracia, una situación en la que no existen reglas, o mejor dicho reglas codificadas. Y todos sabemos perfectamente que a falta de reglas democráticamente establecidas existe sólo la ley de la jungla, la ley del más fuerte. La URSS está en crisis por múltiples razones, una de ellas es que las viejas leyes y disposiciones leninistas no han sido sustituidas por leyes y disposicione
s democráticas. Sirven grandes leyes de reforma del Estado, nuevas leyes electorales, leyes que definan las fronteras de los poderes de los distintos órganos del Estado. El problema no es el de cuánto poder tiene Gorbachov - también Mitterrand y Bush tienen bastante poder -, lo importante es saber en qué leyes y reglamentos se apoya este poder y a través de qué procedimientos se controla.
Una república presidencial no es menos democrática, por ejemplo, que una república parlamentaria oligárquica. O que una república en la que los partidos hayan ocupado el Estado e instaurado una partidocracia. Son los parlamentos los que deben elaborar las leyes, los gobiernos aplicarlas y el poder judicial controlar su ejecución. En síntesis, la democracia puede acabar convirtiéndose simplemente en alternancia entre gobierno y oposición. Son las leyes las que hacen que un país sea más civil y democrático que otro. Y la Unión Soviética tiene hambre sobre todo de leyes y de legalidad. Y a partir de esto es posible en la actualidad expresar un juicio sobre la actividad de los partidos, PCUS inclusive, y no al contrario, es decir a partir de los programas.
Libre mercado y fantasías en economía
La economía planificada tenía un aspecto positivo: el de ser previsible.
En Occidente, en donde existe el libre mercado y es dueño y padrón de la economía, los partidos deberían servir en un principio para defender al ciudadano, a la persona de las degeneraciones que el capitalismo produce en el ámbito de la ética del beneficio. En los sistemas socialistas, el "Partido" planifica la economía según su propia ideología y no tiene en cuenta los parámetros del beneficio. Y el ciudadano, al no tener a nadie que lo defienda, acaba por construirse su mercado negro paralelo. No se puede planificar el libre mercado. Por definición, la economía de libre mercado puede desarrollarse sólo en ausencia de obligaciones demasiado pesadas y vínculos que impidan el beneficio y por los tanto la competencia ... y por ende .... todo lo demás. La Unión Soviética ha desarrollado durante años una economía de tipo "militar" y se ha convertido en una gran potencia militar. Pero desde el punto de vista "civil" industrial de las comunicaciones, alimentario y de la distribución, del comercio y de la calidad d
e los productos se ha quedado a nivel de la llamada "economía del tiempo de guerra". El retraso en el desarrollo económico soviético es tal que hace pensar, considerada la velocidad de los procesos económicos actuales, que no se puede colmar en absoluto, y que, por lo tanto, por absoluta necesidad se impone una apertura al mercado libre y a las consociaciones entre las empresas occidentales y las soviéticas para recuperar el tiempo perdido. Pero, en la Unión Soviética faltan las pequeñas y medianas empresas que son las bases en las que se apoya el funcionamiento del mercado en occidente.
Liberar de los vínculos y de los prejuicios políticos a las cooperativas, a las pequeñas sociedades de personas que están surgiendo y el derecho a la iniciativa privada del individuo son las prioridades sobre las que empezar a basar una economía distinta. Si en Rusia tuviésemos que juzgar a los arquitectos por los edificios que han construido ni tan siquiera les daríamos los buenos días. Qué tendríamos que hacer con los economistas?
Los Radicales en la Unión Soviética
Casi 500 personas han constituido el Partido Radical de 1990. Los inscritos van desde Lvov hasta Magadan, desde Baku hasta Vilna, Moscú, Leningrado Samara y otros lugares. Se han inscrito al Partido radical diputados de los soviets de Moscú y Leningrado, periodistas, objetores de conciencia, ecologistas, feministas, madres de soldados, homosexuales, ex-drogadictos, encarcelados, hombres y mujeres respetables por su inteligencia, su humanidad y su valentía. Han formado el Partido radical ciudadanos de 19 nacionalidades de la Unión Soviética, judíos y musulmanes, cristianos católicos y ortodoxos, ateos y creyentes en el hombre y en sus razones. Han recogido firmas y han demostrado, han producido algún que otro proyecto de ley y han sido detenidos, han hablado en donde han podido y en donde les han dejado, han intentado existir... han existido.
Y ahora... no queda más que volver a empezar todo de nuevo. "Daccapo". Empezar a construir el Partido radical transnacional para 1991.