Queridos amigos:
La construcción de este nuevo partido transnacional, transpartídico y no violento, que se basa en la adhesión directa de sus militantes, es lenta. Esta lentitud es una realidad tanto para los que trabajan día a día en el Partido como para quienes desde cualquier rincón de Europa o de otra partes, han decidido hacerse socios, apostar por este proyecto, intentando con pocos medios a su disposición aportar su contribución al trabajo común.
No faltan las tentaciones de echarlo todo por la borda, o, para quienes lo han conocido, volver al viejo Partido radical de antaño, el que decidimos abandonar porque se nos había quedado estrecho pues era un instrumento inadecuado para afrontar los grandes desafíos de nuestra época. Al igual que corremos el riesgo de escoger atajos, de poner el parche antes de que salga el grano, de hacer "como si", como si este partido que queremos construir ya existiese a todos los efectos y nos permitiese afrontar con alguna posibilidad de éxito una o varias batallas civiles transnacionales indispensables. Contra el regreso a los nacionalismos y en pro de los Estados Unidos de Europa o de Africa, contra las amenazas que se ciernen sobre la supervivencia de nuestro planeta, a favor del derecho a la vida en el Tercer Mundo, contra la tragedia de la droga libre y a favor de su reglamentación...
La única manera de salir de esta difícil situación es que se inscriban, sin más demora, al Partido radical cientos de miles de personas que decidan también apostar por esta "razonable locura". Sólo en ese caso, sólo si decenas de parlamentarios y cientos de militantes pertenecientes a los distintos partidos junto a miles de ciudadanos "sin carnet" deciden sumarse a nosotros, tendremos la posibilidad de decidir nuestras nuevas reglas y nuestras prioridades comunes.
Se trata, de alguna manera - nos hacemos el cargo - de un "cheque en blanco", un gesto de confianza y de esperanza en algo que aún no existe, y también en nosotros mismos.