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Agora' Agora - 20 maggio 1991
LAS INSTITUCIONES BRITANICAS Y LA CONSTITUCION DE LA DEMOCRACIA

Ralf Dahrendorf

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A continuación publicamos algunos fragmentos de la conferencia celebrada el 17 de junio de 1989 por el profesor Ralf Dahrendorf en el marco de las Conferencias de la Biblioteca de la Cámara de los diputados. Dahrendorf, ex miembro de la Comisión Europea, director de la London School of Economics desde el 73 hasta el 83, actualmente Master en el St. Anthony College di Oxford, es uno de los más acreditados teóricos contemporáneos del liberalismo. Entre sus obras más conocidas, cabe destacar: "Clases y conflicto de clase en la sociedad industrial (1963)", "La libertad que cambia (1981)", "Más allá de la crisis (1984)", "Pensar y ocuparse de política (1985)", "Por un nuevo liberalismo (1988)".

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Las instituciones políticas británicas son únicas puesto que se basan en gran medida en un principio: el de elegir gobiernos que puedan gobernar según su entendimiento hasta que la gente no se harta de ellos y elige un gobierno alternativo. Con otras palabras, la democracia en gran Bretaña está relacionada con el gobierno. No con la representación ecuánime, ni mucho menos proporcional, de las opiniones de la gente, ni los controles y los equilibrios a través de la separación de los poderes. Sin embargo, al concentrarse en el gobierno, el sistema británico implica siempre un gobierno alternativo. El hecho de que la Cámara de los comunes no esté dispuesta en hemiciclo, sino que están frente por frente los escaños del gobierno y los de la oposición, con el gabinete y el gabinete sombra colocados el uno frente al otro, posee un profundo significado constitucional. El debate político se produce entre los que están en el poder y los que lo estarán mañana.

Las implicaciones del sistema anglosajón

Se ve inmediatamente cuáles son las implicaciones de dicho sistema. En él, por ejemplo, los terceros partidos - por no hablar de los cuartos, quintos o décimos - no desempeñan un auténtico papel. Sus representantes no tienen ni tan siquiera un lugar seguro en el que sentarse. Cuando los nuevos partidos de centro y especialmente los socialdemócratas (de por aquél entonces), se fundaron en 1982, sus miembros tenían que llegar a buena hora a las sesiones de la Cámara para ocupar los sitios que con el tiempo pasaron a ser de ellos más por costumbre que por derecho. Se sentaron en los escaños de la oposición en donde siguen estando. Y estos nuevos partidos, ahora fundidos con los demócratas, intentan sustituir al Partido laborista en vez de formar una coalición. En realidad, la palabra misma - coalición - es ajena al sistema que describo, excepto en períodos de guerra o de grave crisis nacional cuando se forma una coalición de todos los partidos.

Eficacia y alternancia de los gobiernos

La democracia de marca británica se centra en al eficacia y en la alternancia de los gobiernos. Tres ordenaciones institucionales, sobre todo, garantizan que se logre el objetivo: el sistema electoral, el papel del Primer ministro y la soberanía del Parlamento. cada uno de ellos merece un breve comentario.

El sistema electoral se conoce como first-past-the-post (el primero en llegar a la meta), o sistema electoral mayoritario. La gente vota en un cierto número (actualmente 635) de colegios electorales, y en cada colegio, el candidato que ha obtenido el mayor número de votos es elegido. El mayor número de votos, no necesariamente la mayoría. (...)

No impide que nazcan nuevos partidos

Se pueden decir muchas y muy distintas cosas sobre este sistema (...). Por el momento, el punto más importante es que el sistema favorece a las mayorías parlamentarias formadas por un sólo partido. De hecho, ello ha sido considerado el responsable del partido en la política británica, conservadores (o Torries) y liberales (Whigs) antes de la primera guerra mundial, y conservadores y laboristas de mediados de los años 30. Es importante añadir que las cosas no son siempre tan sencillas. En realidad, ni tan siquiera el sistema electoral británico puede impedir que surjan nuevos movimientos, como el Partido laborista cuando la primera guerra mundial, o los liberales y posteriormente los socialdemócratas, en los años 70 y 80. A veces se crean gobiernos de minoría. Pero por lo general uno de los tres competidores se queda fuera. Los conservadores de la señora Thatcher no obtuvieron más del 43 por ciento de los votos en las tres elecciones que ella ganó, pero se beneficiaron del hecho de que la tercera agrupación,

los liberales y luego los liberales y los socialdemócratas, obtuvieron entre el 20 y el 28 por ciento. Esto hizo que los conservadores obtuviesen mayorías de más de 100 escaños en la Cámara de los Comunes, mientras que el tercer partido, con el apoyo de un cuarto del electorado, se contentase con el 3 o el 4 por ciento de los escaños. Llegó segundo (o tercero) en la mayoría de los escaños permitiendo de esta manera que los demás candidatos pasase, aunque habían conseguido menos del 50 por ciento. Así pues, la cuestión está clara: el sistema electoral traduce las minorías electorales en mayorías parlamentarias y favorece de esta manera la formación de gobiernos monopartidos.

Dichos gobiernos, además, son sorprendentemente fuertes debido a la postura del Primer ministro. Los líderes de los partidos mayoritarios son, según dicho sistema electoral, candidatos al cargo de primer ministro. Se eligen de distinta manera; en el Partido conservador el líder tampoco "surge" misteriosamente de conversaciones privadas en salas llenas de humo en el Carlton Club, sino que es elegido por miembros del Parlamento en un enfrentamiento abierto. Tras una elección, en cualquier caso, la reina debe convocar al líder del partido más fuerte y pedirle a él o a ella que forme el gobierno. (...)

Hacer que sea posible el cambio democrático

Las ordenaciones constitucionales que he descrito poseen un punto de fuerza principal: hacen posible el cambio democrático. Dan vida a los gobiernos que son capaces de realizar un proyecto o incluso de cambiarlo radicalmente. Como liberal, no soy propenso a dar excesivo valor al papel del Parlamento. Ningún gobierno puede producir fácilmente cambios contra el curso natural de los eventos; y el gobierno más reformador será decisivo sólo si puede contar con un cierto grado de consenso. Los gobiernos no crean el espíritu de los tiempos, aunque pueden disciplinarlo, reforzarlo, y modificarlo un poco según su entendimiento. (...)

 
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