por Edmondo PaoliniLa tendencia, observada en casi todo el mundo en estos últimos años, del intento de asociar a varios Estados entre ellos por una parte y de formas más o menos concretas de descentralización »infranacional por la otra, se vió interrumpida por sobre todo en la Europa Oriental y en los Balcanes debido a la disgregación de las federaciones predominantes realizadas por el Partido Comunista.
Al sistema bipolar originado por la división del mundo en dos bloques, como consecuencia de la segunda guerra mundial, no le siguió un sistema multipolar fundado en grandes agregaciones »regionales sino el nacimiento a través de la autodeterminación, sobre todo en la ex-URSS y en la ex-Yugoslavia de nuevos Estados soberanos, algunos de los cuales extremadamente pequeños. Frente a esta nueva situación, de muchos Países Europeos se oyen voces de alarma y preocupación fundadas en la »lógica de la razón de Estado, debido al riesgo que una mutación del status quo lleve a Europa a la imposibilidad de defender tranquilamente sus propios intereses: debiendo elegir entre los principios de libertad y los de la razón de estado, se prefieren los segundos.
Viejo y nuevo marco político
Sin embargo, el problema resulta ser más complejo y se debe afrontar con claridad y coraje, teniendo en cuenta dos consideraciones.
Por un lado, cabe acoger con satisfacción y emoción la libertad conquistada, después de largos años de antidemocracia, durante los cuales poblaciones enteras habían sido obligadas a olvidar sus orígenes, sus culturas, sus recuerdos en nombre de una ideología que mostró abiertamente su naturaleza antidemocrática y dictatorial.
Por otro lado, de todas maneras, cabe recordar que no existían, y todavía hoy no existen desde un punto de vista histórico y jurídico verdaderos Estados nacionales, porque todos aquellos Estados que hoy conocemos son el resultado de modificaciones más o menos trascendentales de confines, ocasionadas a lo largo de décadas, a veces de siglos, por guerras, tratados, anexiones, divisiones, agudizadas por las consecuencias de migraciones, convivencias, establecimientos de poblaciones o de grupos étnicos a menudo efectuados con la fuerza.
Y es justamente en nombre de la soberanía ilimitada de los Estados que desde hace siglos el mundo es testigo de guerras cada vez más crueles, de estragos que muchas veces acaban por ser verdaderos genocidios.
A estas reflexiones, debemos agregarle otra, que se refiere al futuro político y económico del Estado soberano, de vieja o nueva constitución, por grande o pequeño que sea: frente a los problemas políticos, económicos, culturales y sociales de verdadera sobrevivencia para el planeta - desde la paz, a la defensa del ecosistema, a la salvaguardia de millones de individuos, hasta el exterminio por el hambre - resulta imposible defender un orden mundial fundado en el concierto de los Estados, en la política de los equilibrios, en la acción de la ONU desprovista de poderes de decisión. Además, dicho orden debería incluir aquellos Países que han conquistado recientemente la libertad, a condición de que éstos reconozcan y no impidan el desarrollo de los grupos minoritarios que viven en su territorio.
Libertad y Federalismo
Cómo se puede superar entonces la contradicción entre la solución de los problemas políticos y económicos que han llegado a ser de alcance continental e incluso mundial, y la aspiración de cada individuo, del ciudadano que quiere vivir en su propia identidad cultural, formada por afectos, recuerdos, costumbres a partir del ámbito familiar y de su pequeña comunidad y que se re aliza en la entidad nacional?
La única respuesta política, histórica y jurídica posible la encontramos en la realización del federalismo, según la intuición político-filosófica de Immanuel Kant en su »Proyecto para la Paz perpetua ; en la realización del primer estado federal en América llevada a cabo por Alexander Hamilton; en la lucha de Resistencia contra el nazi-fascismo y en la formulación y acción de Altiero Spinelli a partir del »Manifiesto de Ventotene , en Europa.
En efecto, en el »Manifiesto , que Spinelli concluyó con Ernesto Rossi en el mes de julio de 1941 - cuando las tropas nazi-fascistas, después de haber derrotado militarmente las democracias continentales (con excepción de Inglaterra que se resistía con valor) avanzaban rápidamente en Rusia - se observa que la causa de la anarquía internacional y del desencadenamiento d e guerras cada vez más sangrientas es la soberanía absoluta de los Estados, que empuja a cada uno de ellos, para afirmar su existencia, a ver al otro como a un enemigo por derrotar, el territorio del vecino como necesario para su propia seguridad, la expansión como un medio para aumentar su propio bienestar.
El federalismo como un nuevo humanismo
Por lo tanto, hoy tenemos que luchar simultáneamente en dos frentes: debemos favorecer una vuelta hacia agregaciones »regionales de Estados, a nivel sobrenacional, acelerando asimismo la descentralización política y administrativa dentro de cada uno de los Estados, teniendo en cuenta sobre todo los grupos étnicos. En particular, por un lado, cabe substituir el sistema basado en la política de equilibrio entre Estados con el sistema de organización política de carácter federal, concebida como libre asociación de varias entidades estatales en un territorio único, bajo instituciones democráticas comunes, donde los confines pierden necesariamente su carácter sagrado perdiendo su significado político; por otro lado, cabe perseguir la reestructuración interna de toda la sociedad nacional, en la cual el hombre debe ser el sujeto y el fundamento para un nuevo Humanismo. Esto puede llevarse a cabo sólo si se aplican a todos los aspectos de la vida humana - en primer lugar a los aspectos políticos y también a aquell
os económicos, sociales y culturales - los principios del federalismo: el pluralismo, dado que el respeto a la persona humana implica que se protejan todas las comunidades legítimas (naturales, históricas y voluntarias) a las cuales pertenece; la autonomía, por la cual cada comunidad es libre de autorganizarse, siempre que su actividad no afecte los intereses de las demás; la coordinación, que prevé la instauración de vínculos funcionales entre los distintos n iveles de decisión que conforman la organización política de la sociedad; la subsidiariedad, por la cual ninguna comunidad superior debe intervenir sobre la comunidad inferior hasta que ésta sea capaz de desarrollar sus funciones y competencias con mayor eficiencia y mejores resultados con respecto a los que el nivel superior podría obtener; la participación, para que cada ciudadano consciente de formar parte de la comunidad, contribuya a su vida activa.
Federación, no Confederación
Todo esto sólo puede llevarse a cabo con la realización de un verdadero sistema jurídico Federal y no Confederal: este último se parece a una alianza, donde los estados mantienen intacta su soberanía en todos los campos y disponen del derecho de veto; en la Federación en cambio, los estados delegan algunos poderes y funciones a instituciones superiores, permaneciendo soberanos y autónomos para todas las otras funciones o poderes.
Otro era el vínculo que por décadas mantuvo unidas las Repúblicas de la Unión Soviética o las de Yugoslavia: en éstas carecía la libre voluntad de asociación; no se respetaba la igualdad entre las distintas Repúblicas; no existía ningún medio jurídico constitucional de revisión o conformación a las evoluciones continuas de la realidad política y económica mientras que a través del Partido Comunista se afianzaba la supremacía del centro político que trataba de homogeneizar y sofocar todas las realidades étnicas.
Por lo tanto, aun justificando la preocupación que la palabra »Federación suscita en los pueblos de la ex-URSS y de la ex-Yugoslavia, todavía cabe destacar que la autonomía y el autogobierno, absolutamente legítimos, deben ejercerse teniendo en cuenta un más amplio marco de referencia política y económica - hoy indispensable debido a la interdependencia mundial - que deberá ser perseguido en el mismo momento de la reconquistada libertad política con la búsqueda de nuevas agregaciones en entidades más amplias a nivel »regional , en vista del nivel mundial y de la »casa común . La adhesión de nuevos Países a la Comunidad Europea implica en forma paralela el afianzamiento, la consolidación y la democratización de su estructura institucional. Entretanto, es posible y necesario llevar a cabo precisos acuerdos de asociación: posiblemente según el patrón propuesto, pero nunca realizado, por los Estados Unidos de América con el »plan Marshall , el cual preveía ayudas directas no a los Países individualmente consid
erados sino otorgadas en forma global para fomentar un sistema de agregación voluntario y autónomo, constituyendo un primer paso hacia vínculos más solidarios, en función de y en vista a futuras agregaciones »regionales , de carácter sobrenacional.
Luchar juntos para los Estados Unidos del Mundo
Si bien el problema económico es de importancia vital y a menudo de sobrevivencia, todavía no es la razón primaria, la vocación, de la creación de estructuras sobrenacionales. Esto se evidencia en el espíritu y en la acción de los autores del »Manifiesto de Ventotene así como también se evidencia en el espíritu y en la acción del Partido Radical, que hizo del Federalismo en general y del Federalismo europeo en particular uno de sus objetivos: realizar hoy la Federación Europea y mañana la Federación mundial, lo cual significa la primacía de la política, ser sujetos y no objetos de nuestro destino. Frente a la inmensidad de este plan, que deberá conducirnos al gobierno federal del mundo, cada uno de nosotros siente soledad y angustia: pero el sentimiento de impotencia frente a problemas que escapan de nuestra voluntad y a decisiones tomadas por otros, puede superarse y transformarse en una lucha exitosa, si existen decenas, centenares, miles de otros ciudadanos, como nosotros, que en cien, mil ciudades del
mundo querrán y serán capaces de juntarse para construir juntos el Partido nuevo, transnacional, transpartídico, no violento y democrático, lugar de acción de todos los movimientos federalistas para la creación de los Estados Unidos del mundo.