por Marco PannellaA continuación, algunas premisas y reflexiones sobre la no violencia y sobre el Partido Radical, maduradas a partir de la acción directa no violenta llevada a cabo por los radicales Marco Pannella, Roberto Cicciomessere, Lucio Verté, Lorenzo Strik Lievers, Alessandro Tessari, Renato Fiorelli, Sandro Toni y Olivier Dupuis, en Croacia durante los últimos días del año 1991.
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Por primera vez, en la vida política y social, el Partido Radical se propone organizar institucionalmente la no violencia como partido político, o sea como parte y fuerza en los conflictos, de manera que pueda vencer o ser vencida; y no ser más como lo fue hasta ahora en la historia una fuerza de testimonio, de mera reacción, o de obligado apoyo de la "violencia de los agredidos" o de aquella "más cercana al derecho y a la
justicia".
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Para alcanzar este objetivo, el carácter internacionalista, transnacional y transpartídico del Partido Radical resulta ser absolutamente indispensable. Por otra parte, esta característica es igualmente esencial en cualquier otra lucha vital, fundamental en nuestro tiempo y en nuestra sociedad. No existe Reforma de la política y verdadera política de reforma que pueda ser honestamente perseguida sin un semejante sujeto político y social, necesario pero no suficiente para el logro de ideales de democracia, de libertad, de justicia y de paz.
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El Partido Radical llegó a la convicción que para que dicha fuerza pueda comenzar a ser adecuada para el objetivo general, ideal y político, necesita de una realidad organizada de por lo menos cincuenta mil militantes diseminados por el mundo y organizados según los criterios y las reglas propias del Partido Radical. Dicha realidad resulta todavía lejana no sólo desde un punto de vista cuantitativo sino también cronológico. Por ello, el Partido Radical tiene como deber prioritario insistir en la obra de construcción de la realidad transnacional y transpartídica, comprometiéndose para que sea una prioridad sin reservas.
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Una de las características del Partido Radical es no ser, no poder y no querer ser una fuerza exclusiva, una única representación, de pertenencia de los propios miembros sino ser un instrumento, un medio que sirva para la realización de objetivos puntuales, por más grandes que ellos sean o parezcan ser. De esta manera, aquellos que son (también) radicales del Partido Radical no deben o no pueden limitarse a asumir sus responsabilidades y sus empeños según lo prefijado - de vez en vez - por el Partido Radical. Por otra parte, es evidente el interés del Partido Radical de apoyar, en su autonomía, aquellas iniciativas individuales eventuales (o tomadas en el ámbito de otras organizaciones) por parte de sus propios miembros, que resulten de interés directo para alcanzar sus propios objetivos.
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La elección de un nuevo símbolo, expresión del carácter transnacional y de la inspiración no violenta-política se revela cada vez más adecuada para los problemas urgentes y para los casos de nuestra sociedad y nuestro tiempo. No se trata de "intuiciones": éstas abundan y muchas de ellas ya han sido reconocidas como fecundas y ricas desde el punto de vista filosófico y cultural. Se trata, en vez, de ir más allá, en lo que respecta a la duración ("forma de las cosas" según Bergson) y a la personalidad no individualista ("intelectual colectivo" por Gramsci (1)), superando el divorcio, típico de nuestro tiempo y de toda otra época de grandes crisis humanas, entre ciencia y consciencia por una parte y política y poder por la otra. (...).
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El "frente ex-yugoslavo" corre el riesgo de representar un factor de recuperación y fortalecimiento explosivo e implosivo, entrópico en muchos aspectos, de la cultura política de las clases dominantes y de los pueblos que ha caracterizado la historia del siglo así como los trágicos momentos de contraposición que lo han dividido y unido. Existe en realidad una profunda forma de unidad entre la política (no la ideología y no los ideales, no la cultura sino la "subcultura" en su verdadero sentido y no en el sentido despectivo de este término) que se arma de exterminios de tipo nazista, de tipo comunista, de tipo "camboyano" intrínsecos, y la de los "bombardeos sin tregua", "terroristas", contra las poblaciones civiles e indefensas, hasta el uso de la "atómica" para "acelerar" el fin ya cercano del conflicto, por parte del "mundo libre".
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El "mundo libre" (efectiva, histórica y políticamente tal) ha adoptado durante el siglo una estrategia "totalitaria" con respecto al mundo y a los mundos. El fundamento de dicha estrategia ha sido el "deber de no ingerencia". Siempre ha buscado una forma provechosa para sus intereses dominantes, estatales y económicos, de grupo dirigente, con el mundo totalitario, considerando este régimen a menudo como forma propia y necesaria, u oportuna, para "otros" pueblos. Ha intervenido cuando la agresión había empezado o estaba por empezar. Convencido que de esta manera se garantizaría un orden internacional, por lo general, se le ha ofrecido al campo totalitario la garantía de una defensa de su estabilidad interna, que a menudo coincidía con un arreglo de funciones económicas u operaciones seudo-taylorianas de las regiones y de los regímenes.
De esta manera en forma constante y generalmente (salvo algunas excepciones) se han sacrificado las poblaciones, las oposiciones democráticas (salvando embléticamente, en el plan físico, algunos "disidentes") al ídolo de las "soberanías nacionales". En este sentido, y con contenidos no violentos y democráticos, sólo el Partido Radical - de rito "italiano" - por dos décadas, por lo menos desde 1965 en adelante - ha ofrecido una "acción" alternativa, de valor sobre todo simbólico y emblemático, con sus "acciones directas no violentas" en los países totalitarios. Sobre todo en el imperio comunista, puesto que en estos regímenes la estrategia de mera potencia y desprecio por los derechos humanos fundamentales de los pueblos sojuzgados ha sido mucho más rigurosa que en los regímenes expresiones nacionales del "fascismo". Unico antecedente: la conducta en los años treinta frente a la resistible toma del poder del nazismo y del fascismo.
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Por lo tanto, en el frente "ex-yugoslavo" los demonios del siglo parecen proponerse nuevamente con toda su fuerza, de manera sistemática, como testimonio de la recuperación de la vieja política del "mundo libre" para posibles soluciones neo-totalitarias, militares y antidemocráticas, en la ex-URSS así como en el imperio inmenso del totalitarismo chino y, aún, en áreas importantes del Sur del mundo. Nuevas tendencias en este sentido podrán surgir, frente a las crisis económico-sociales que se han ido repitiendo desde el primer posguerra mundial hasta 1940, y frente al empeoramiento a nivel planetario ocasionado también por la "bomba atómica" demográfica, y a la vez por la emergencia ecológica - para la cual la respuesta fundamentalista corre el riesgo de llegar a ser en poco tiempo la sola respuesta posible para una cultura y un mundo a-democráticos e ilusoriamente eficientes -.
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No cabe duda que la guerra y la opresión que se originaron en Belgrado a causa de un régimen de fuerte contenido racista, chovinista, populista, violento y opresor, que ha utilizado como arma principal un ejército putschista y golpista, con orígenes bolcheviques e ideología militar-fascista, fueron respaldadas en 1991 por la Comunidad Europea en su conjunto, por las potencias comunitarias individualmente consideradas (exceptuando la conducta parcial y tardía de Alemania) así como por los ambientes dominantes de los intereses financieros, militares e industriales, influenciados por las teorías de Kissinger y de inspiración tradicionalista, y por la Internacional Socialista. La amenaza por parte de Belgrado de una guerra total sirvió de pretexto para la política "occidental" y de la misma URSS, repitiéndose lo mismo que había ocurrido con Hitler y Stalin, Mussolini, Franco en los años treinta y - sucesivamente - con los sistemas dictatoriales del Sur del mundo.
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La estrategia aparece simple, clara, evidente para quien quiera ver la realidad de las cosas y decida no cerrar los ojos. Si el invierno ruso y ex-soviético, con una terrible crisis económica-social e institucional - agravada por los nacionalismos agudizados por el odio a los "federalismos" jacobinos y totalitarios, antifederalistas en su esencia por su carácter antidemocrático y antiliberal - deteriorarán la posición y el poder de Yeltsin y de sus momentáneos aliados, resultará inevitable que el Ejército soviético se juegue la carta "yugoslava". Este último, a pesar de estar superficialmente dividido, está todavía unido no sólo por la "misión" atribuída universalmente a los ejércitos, sino también por su implicación en la crisis económica y social. El rechazo profundo y total a una defensa de los derechos humanos por doquiera y para todos, a la democracia como fundamento de un derecho y de un orden internacional, planetario y regional, la negación a la "sociedad de derecho" y a la visión de la "subsidiaried
ad" federalista contra los ídolos de las soberanías estatal-nacionales vuelven a proponerse como política dominante en nuestros Estados y por parte de los mismos.
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En lo que se refiere a sobreestructuras político-sociales, partidos, batallas accidentales e incidentales, coyunturas y sujetos políticos, es preciso intentar dar una respuesta desde ahora. El Partido Radical con sus 3000 inscritos italianos y 1000 inscritos de otras nacionalidades no puede y no debe hacerlo, so pena de destruir el único intento estratégico, ideal y político, organizado y alternativo contra estas tendencias y estas políticas.
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Si no hubiera existido en Italia el rechazo casi total a todo lo que es o tiene sabor a "izquierda" organizada, a tomar en consideración o a discutir por lo menos o aceptar nuestro intento con una presunción intelectual, típica expresión del "viejo mundo" considerado en su totalidad, que podemos definir de "derecha", ya el año pasado hubiéramos podido movilizar acciones directas no violentas (e institucionales) en el Oriente Medio sin llegar a la respuesta militar armada para derrotar al dictador de Bagdad (gran masacrador de iraquíes), utilizando "brigadas no violentas" del mismo tipo (pero más adecuadas) de las "brigadas republicanas" de la guerra civil española, perdida gracias al comportamiento de la "París Roja" de León Blum y de Herriot, del Frente Popular con sus "lendemains qui chantent".
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Nuestro análisis era simple. En los días subsiguientes, excitados y motivados por la política "europea" e italiana, los "serbios", es decir los opresores y los verdugos de los serbios en primer lugar, probablemente habrían desencadenado "asaltos finales" después de haber metido a cuchillo y a fuego no sólo Eslavonia sino también Istria, Dalmacia y todas las regiones de Croacia. Y tal vez hasta Bosnia-Hercegovina. Si esta era la probabilidad, lo único que podíamos hacer, de manera dramática y trágica, era realizar la tradicional, ortodoxa elección noviolenta-gandhiana: la de fomentar la defensa de la verdad y de la justicia, dentro de y junto a aquellos que responden con la violencia a la violencia de la guerra que contra ellos se combate. Como acaece en cualquier tipo de Resistencia y en cualquier lugar.
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Uno de los objetivos, explícitos en las acciones, de la estrategia "serbia" es el debilitar cualquier recurso y resistencia democrática en Croacia, Bosnia-Hercegovina y Kosovo, llevando las poblaciones a la desesperación, a la rabia, a la rebelión contra la "moderación", el carácter "remisivo", la "tolerancia" que, a pesar de las contradicciones («y hubiéramos querido ver a Italia, Francia y Reino Unido en las mismas condiciones!), gobiernan Zagreb, Pristina y las mismas oposiciones serbias. Es de vital urgencia para nosotros mostrar a las poblaciones martirizadas por esta "Europa", por este "mundo libre", por Belgrado, que los que hacen frente a la guerra y a la muerte no son sólo los Ustachas, los hombres de guerra (tal vez "justa"), las "derechas", los nacionalismos de cualquier color, los desesperados y los románticos de la "nación". Compasión y solidaridad se viven humilde y razonablemente, tal vez de manera discreta, pero se viven. Por esto, una vez seguros de que el proyecto del Partido Radical no hub
iera caído en crisis, viajamos a Croacia para tomar parte, en servicio no armado de primera línea, adaptandónos humildemente y con la máxima autonomía y responsabilidad en las fuerzas de defensa croata, a esta guerra infame, en el frente opuesto al de los políticos de hoy como De Michelis, Mitterand, Dadalier, Laval, Chamberlain y Lord Halifax, como durante las Resistencias antifascistas y anticomunistas, antitotalitarias y democráticas. En un frente distinto, muy distinto, respecto a aquel de los "pacifistas" de mucha parte de este siglo y a aquel de la violencia.
Por lo que se refiere a los medios de comunicación, ellos sólo son capaces de producir imágenes mentirosas, hiriendo las identidades y las historias verdaderas del alma así como las ideas, personas y partidos que se oponen al régimen y al sistema.
No olvidemos que lo que a lo mejor está por cumplirse en la ex-Yugoslavia ha sido posible gracias al ostracismo cotidiano, feroz, con relación a todas las cosas importantes, que nuestro país nos reserva y de cuyas condiciones nos avergonzamos.
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Lo que hemos hecho, como siempre, no es comprensible si las razones, los motivos, los medios, los ideales y las ideas que son su causa, su causa primera, no se dan a conocer quedando censuradas y clandestinas.
(1) El partido como sujeto de reflexión colectiva.