Señor Presidente del Parlamento, señora Presidenta del Consejo, desde el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea queremos expresar nuestra grave preocupación por las declaraciones que, desde diferentes instancias, proponen institucionalizar la llamada Europa de varias velocidades o de geometría variable.
Recordemos brevemente el documento de la democracia cristiana alemana que introduce la creación de un núcleo duro en el seno de la Unión, las consideraciones del Primer Ministro francés, Sr. Balladur, sobre los círculos concéntricos, o las continuadas actitudes y propuestas del actual Primer Ministro británico, John Major, de realizar una Europa a la carta, con diferentes posibilidades de compromiso en la aceptación de derechos y deberes por parte de los Estados miembros. A nuestro juicio, se intenta crear un estado de opinión que condicione y debilite la revisión del Tratado en 1996 y el objetivo de alcanzar mayor integración y cohesión en la Unión Europea, con instituciones sin déficit democrático. Nuestro Grupo está comprometido en la tarea de conseguir una convergencia real, basada en la solidaridad y en la cohesión económica y social, con un modelo de desarrollo sostenible que facilite a la vez la incorporación de los ciudadanos al sistema productivo, con el objetivo irrenunciable del pleno empleo y la
recuperación de los equilibrios ecológicos.
En su día, ya criticamos en el Tratado de Maastricht la rígida definición de índices de convergencia nominal que, además de inalcanzables para varios países, -y la realidad lo está demostrando- han significado la cobertura de políticas nacionales de alto coste social y el germen de una clasificación de los Estados miembros que algunos pretenden consolidar con la Europa de varias velocidades.
Entre otros, el resultado de una Europa a dos velocidades sería la dualización del mercado interior, con compartimentos estancos cada vez más distanciados. Es una ficción, y también un error gravísimo, considerar que un núcleo duro garantiza una equilibrada construcción europea y la paulatina incorporación de terceros países. Con un núcleo duro y ante procesos dinámicos en la economía y, también, en la política, aumentarían notablemente las distancias en la convergencia real y sería imposible la consecución del espacio económico y social integrador.
En el plano estrictamente político, la existencia de varias velocidades, o de varios círculos concéntricos, tendría, sin duda, efectos perversos tanto para la ampliación como para la consolidación de la Unión, que no podría conseguir políticas comunes ni en el campo de la política exterior, ni en el campo de políticas como la judicial -estamos viendo los efectos negativos también de esos acuerdos, al margen de los Tratados, como el caso Schengen-; nosotros deseamos que en estos campos haya políticas comunes y, sobre todo, en el plano de la dimensión social.
Es necesario, por todo ello, que este Parlamento plantee con decisión, ante el Consejo y los Gobiernos, el firme compromiso de construir la Europa de los ciudadanos y de los pueblos, en igualdad de derechos y deberes, con instituciones europeas plenamente democráticas. Para ello, será preciso escuchar y asociar al máximo en las tareas preparatorias de la próxima conferencia, a la opinión pública, a todo el amplio movimiento asociativo que representa la vida real de nuestras sociedades, y cito, especialmente, estimados colegas, a las organizaciones sindicales. Los grupos políticos de este Parlamento, -y cuanta mayor importancia numérica, mayor responsabilidad tienen- deben plantearse que, más allá de sus vinculaciones con los Gobiernos nacionales, ha llegado la hora de cancelar los apoyos a un método funcionalista de construcción europea que ha agotado sus posibilidades con la firma del Tratado de Maastricht. Sería muy grave que, en un momento verdaderamente decisivo para la construcción europea, y en esto po
demos estar de acuerdo prácticamente todos los grupos políticos, volviéramos a ir por detrás de esos acontecimientos políticos, arrastrados por decisiones gubernamentales que se basan más en el egoísmo que en la solidaridad y que no tienen en cuenta los grandes objetivos de una construcción europea sin déficit democrático. Por esto debe apostar el Parlamento y los grupos políticos que lo componen.
(Aplausos del grupo GUE)