Señor Presidente, señora Presidenta, señor Comisario, efectivamente en el año 1995 llega a su vencimiento, después de 25 años de vida que tengo por fecunda, el Tratado de No Proliferación Nuclear. Y, efectivamente también, el Consejo en el mes de julio -como nos ha sido recordado- tomó la decisión de instar a la prórroga del sistema de control que el Tratado establece. Nosotros, naturalmente, nos congratulamos de esta decisión, aunque nos sentimos en la obligación de reprochar al Consejo que, como otras veces, haya olvidado el precedente creado por este Parlamento, que en el mes de abril, al término de la anterior legislatura, aprobó una resolución, de la que tuve la honra de ser ponente, que se refería precisamente a este tema y en la que se pedía precisamente la reconducción del Tratado.
Naturalmente, lo que había empezado en la Comisión de Energía del Parlamento subrayando los aspectos energéticos del mismo, terminó siendo una resolución eminentemente política, como política fue también la conferencia que, en el mes de septiembre, se celebró en Ginebra con un centenar de países que examinaron el funcionamiento del Tratado. Países que -cuando fue preguntado el presidente de dicha conferencia, de nacionalidad nigeriana, si tales países serían favorables a lo que pide Europa, es decir, a una prolongación indefinida del Tratado -contestaron a través de ese presidente: "no, nunca", por la razón muy sencilla de que los países no nucleares pretenden una prórroga de no más de 10 o quizás 5 años, es decir, muy inferior a la validez del Tratado en su concepción original. Y esto también por una razón muy sencilla: porque creen, con razón, que no se trata sólo de bloquear el uso militar de la energía nuclear para nuevos países, sino que es necesario preguntarse por qué siguen siendo nucleares para uso
militar los países que lo son? Es decir, por qué ha de mantenerse indefinidamente el privilegio de los pocos sobre los muchos?
El control bilateral de los depósitos nucleares está siendo llevado a cabo, en relación con Rusia, de manera, como vemos, imperfecta, y sabemos también que ello empieza a traducirse en la inquietud de los medios informativos. Un gran semanario británico subrayaba este mismo mes las crecientes diferencias de visión entre la Unión Europea y los Estados Unidos, poniendo en relieve que esas diferencias no pueden conducir a una paralización de las acciones que tienen que evitar los daños que la energía nuclear para usos militares va a producir.
Yo creo, señor Presidente, que nuestra propuesta de resolución común está orientada en el buen camino. Creo también que es imprescindible iniciar rápidamente no sólo un diálogo sino, tal vez, un diálogo cuatripartito en el cual la antigua Unión Soviética, los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón, con la posible apertura a China, contemplen conjuntamente lo que es un problema universal, no comparable, a mi modo de ver, dicho sea con el debido respeto, a otros como el de la droga. Ni hay productores de plutonio en pequeños valles repartidos por el mundo entero, como en el caso de la droga, ni por fortuna el plutonio es un artículo de consumo individual como lo son las drogas. Pero guardando esas diferencias, que son muy importantes a efectos, por ejemplo, del uso civil de la energía nuclear, es indudable que, en el uso militar, una acción conjunta, que esta Unión Europea tiene más obligación que nadie de promover, es extremadamente urgente.