Señor Presidente, queridos colegas, el régimen cubano tiene un conocido lema: socialismo o muerte. En un muro de La Habana alguien se amparó en la noche para escribir: cuál es la diferencia?
Algunos miembros de esta Asamblea ignoran que ese socialismo cubano nada tiene que ver con su homónimo que, a veces, gana las elecciones en Europa. Entre otros motivos, porque en Cuba no hay nunca verdaderas elecciones. El número dos cubano, el ministro de Defensa Raúl Castro acaba de declarar a la agencia oficial cubana de noticias -cito textualmente-: "Hoy, el problema político-militar e ideológico de este país es buscar comida". A buscar un poco de comida ha quedado reducida por su hermano Fidel toda aquella suma de esperanzas suscitadas por la revolución de hace 36 años.
En 1980 escaparon por el puerto de Mariel 127.000 cubanos; ahora la huida de Cuba en balsas ha ocasionado en pocas semanas muchos más muertos, ahogados o devorados por los tiburones, que las víctimas de aquella vieja dictadura de Batista, como acaba de recordar hace pocos días el Presidente de mi partido en España, José Mª Aznar.
En Cuba, país pródigo en recursos naturales, no hay carne, ni leche, ni frutas tropicales, ni café, ni tabaco. En el país que fue el mayor productor de azúcar del mundo, el azúcar está racionada. Pese al embargo, Cuba puede comerciar con casi todo el planeta, es decir, con todos menos con los Estados Unidos. Pero ahora, sin la limosna de los subsidios soviéticos, es decir, sin 5, 6 ó 7 mil millones de dólares de regalo anual, Cuba no puede pagar lo que necesita, porque la gran riqueza natural de la gran Antilla se ha visto estúpida y criminalmente destruida.
Señor Presidente, lo esencial de la resolución que algunos grupos defendemos está en su sexto apartado. Pedimos una urgente mediación de la Unión Europea para que el castrismo no siga creyendo aquello que ha dicho Fidel Castro, esto es, que el pluralismo democrático es una multiporquería. Y para que el castrismo negocie tranquilamente con los partidos Liberal, Demócrata Cristiano y Socialdemócrata, es decir, con los tres partidos que integran la plataforma democrática que se ha visto forzada a constituirse en el exilio porque no es tolerada en el interior de Cuba.
Yo espero todavía seriamente, y me dirijo a los pocos de ellos que están aquí, que los diputados socialistas tengan la honradez de votar a favor de una cosa tan simple como el hecho de que sus correligionarios cubanos puedan participar en esas negociaciones, y que de ellas salga una solución pacífica que establezca en Cuba un sistema democrático, pluralista y respetuoso con los derechos humanos, que no son respetados, como ha reconocido la Asamblea General de Naciones Unidas al votar el último informe de su ponente para la situación de los derechos humanos en Cuba.
La Unión Europea, que carece por desgracia de política exterior común, podría todavía dar un ejemplo, un raro ejemplo al mundo, evitando un baño de sangre al estilo rumano. Pero, para ello, el tiempo empieza a ser en Cuba una mercancía tan escasa como lo son ya la libertad y el pan.