Señora Presidenta, puesto que realmente la mañana no está sobrecargada, permítame decir que me ha encantado, como a nuestro colega del otro lado del hemiciclo, oír a ese coro ruso y sentir la profunda admiración que, necesariamente, produce el hecho de que haya cantado, justamente, canciones religiosas. Pediría solamente a la Mesa que tuviera cuidado con que las canciones que escucháramos aquí no fueran, por ejemplo, para proclamar las delicias del terrorismo o cosas parecidas; pero que haya cantos religiosos, en una ciudad como Estrasburgo, que tiene la catedral que tiene, me parece que es lo menos que puede ocurrir.