Señor Presidente, Señorías, sería un placer poder venir a esta Asamblea a continuar el debate sobre cómo perfilar contenidos y no casi exclusivamente formas o ribetes de uno de los programas que más expectativas ha creado y que más cobertura necesita por ser, en muchos casos, motor o palanca de proyectos de vida profesionales y humanos como es el programa "La Juventud con Europa".
Por el contrario, esta diputada -igual que otros colegas- tiene que hacer hoy un nuevo ejercicio de responsabilidad política, sustrayéndose a sus funciones y adoptando un papel de sindicalista, para que la franja más golpeada de la sociedad se vea suficientemente atendida en los términos que mayoritariamente consideremos.
Es inevitable, por lo tanto, para ser rigurosos, tener en cuenta que estamos hablando del segmento de población que, añadida su integrante femenina, alcanza las mayores cuotas de desempleo (en algunas zonas de hasta el 40%), siendo conscientes, además, de que el desarrollo de las economías europeas ha provocado, en algunos casos, la destrucción de muchos primeros empleos juveniles.
El mercado parece funcionar dejando al margen a los jóvenes, tanto por los costes laborales como por su falta de experiencia, y ésta, paradójicamente, sólo se obtiene trabajando. El problema de la juventud está adquiriendo tintes dramáticos, con caracteres de segregación, debido, entre otras razones, a la desintegración de los circuitos clásicos de acceso a la sociedad de adultos. Y para ello es necesario un collage de medidas correctoras que restablezca el equilibrio generacional de oportunidades.
La obligación comunitaria con este programa es, por lo tanto, inexcusable en una doble dirección: tanto en la ampliación a Chipre y Malta como a los países de la Europa central y oriental, sin mermar, por ello, nuestras líneas de acción prioritarias con América Latina y el Magreb, amén de la incorporación de criterios compensatorios para su aplicación en lo concerniente a los jóvenes con menores niveles de recursos económicos y culturales.
Y termino, señor Presidente, Señorías, apelando a la cordura para que se imponga la racionalidad entre el rigor presupuestario y los objetivos programáticos, y todo ello en un marco donde el consenso interinstitucional no sea un bien escaso. Seamos generosos, puesto que el hambre de hoy nunca es pan para mañana.