Señor Presidente, tomo la palabra con mucho gusto después del Sr. Vallvé, como es, por otra parte, preceptivo.
Salvador de Madariaga, apóstol y precursor de Europa, según reza el busto que se le ha dedicado en este mismo edificio, ya dijo que uno de los ejes del espíritu europeo es Sócrates, a quien calificaba el pensador español como adalid del conocimiento, de la duda metódica, de la investigación rigurosa, hasta el punto de preferir antes sacrificar la vida que la verdad.
El programa que se nos presenta con este nombre sólo podría ser valorado con éxito, como el que le precede, si, en efecto, contribuye a fortalecer el espíritu europeo, aportando elementos positivos para afrontar el reto que este Parlamento se tiene fijado de crear una verdadera Europa de los ciudadanos. Ante este objetivo, resulta casi mezquina la disputa sobre la cobertura económica prevista para S CRATES, como ya advirtiera la ponente de mi Grupo, Sra. Pack.
El Parlamento Europeo debe hacer valer con firmeza las competencias que le atribuye el Tratado y, en consecuencia, invitar al Consejo a negociar la dotación financiera del programa cuya magnitud debe decidir, en último término, la autoridad presupuestaria.
Quiero referirme brevemente a dos aspectos novedosos que este Parlamento ha subrayado a lo largo de sus debates en comisión, sustentados, respectivamente, en principios tan queridos por esta Asamblea como son la solidaridad y la subsidiariedad. Por una parte, el hecho de favorecer el acceso al programa a las personas más desfavorecidas de nuestra sociedad, ayudando a contribuir a la igualdad de oportunidades en la feroz lucha por la búsqueda del primer empleo que imponen las reglas del juego de la competitividad. Por otra, la capacidad de interlocución que se les otorga, aunque con carácter excepcional, a las universidades con los llamados "contratos institucionales", lo que, sin duda, facilitará el acercamiento de la administración a los ciudadanos, previniendo de paso contra inaceptables favoritismos por parte de los gobiernos de turno.
Estoy convencido, Señorías, de que la propuesta aquí presentada recibirá un amplísimo apoyo en este Parlamento. La Unión Europea no será tal si no somos capaces de superar las limitaciones economicistas del mercado común. Hemos de ser conscientes de constituir también una Comunidad académica y cultural, sustentada en valores primordiales tales como el espíritu socrático.