Señor Presidente, he votado a favor, con mucho gusto, del admirable informe de la Sra. Palacio, pero no puedo ocultar una cierta vergüenza como ciudadano europeo. Y esa vergüenza se debe a que, en ciertos países, subsiste, sin duda, un sentimiento que es posible calificar de chauviniste dicho en la lengua de Francia, que es también, por cierto, la lengua oficial de Luxemburgo.
Parece increíble que ambos pueblos acojan con entusiasmo a ciudadanos de otras naciones, por ejemplo de la mía, sobre todo europeas, a la hora de trabajar en oficios a menudo duros y fatigosos, y, en cambio, pretendan que no pueden votar o ser elegidos para unas corporaciones municipales de lugares en los que llevan muchos años residiendo, donde se han integrado plenamente y a los que contribuyen a potenciar y sostener con el pago de sus impuestos.
Espero y deseo que este ataque de cerrado nacionalismo resulte efímero.