Señor Presidente, una vez más, desgraciadamente, tenemos que hablar de Cataluña en el apartado de catástrofes naturales. Hace un mes fue con motivo de los incendios, que calcinaron más de 60.000 hectáreas. Hoy lo es a causa de las lluvias torrenciales que la han asolado y que han provocado pérdidas irreparables en vidas humanas -11 personas han muerto- y en daños materiales, valorados en más de 10.000 millones de pesetas. Asimismo se produjeron daños ecológicos especialmente graves, dado que las aguas cayeron con especial intensidad -hasta 400 litros por m2- precisamente en las zonas que este verano sufrieron los efectos devastadores del fuego. Sabemos que la Comisión ha otorgado ya una ayuda de 400.000 ecus a los damnificados, pero esta ayuda es como una gota de agua en el océano. La magnitud de las pérdidas requiere un esfuerzo económico de mucho mayor alcance y requiere también, como pedimos en la propuesta de resolución común, una política global de reforestación en el marco de la Política Agrícola Común
y de Medio Ambiente, gracias a la cual podamos frenar el riesgo de desertificación que deriva del efecto combinado de los incendios forestales y de las recientes lluvias torrenciales.