de Ernesto RossiSUMARIO: Ernesto Rossi y con él Carlo y Nello Rosselli (1 bis), aprendieron de Salvemini la revelación de los valores a los que dedicaron toda su vida. Se trató de un peculiar encuentro de inteligencias y de personalidades particularmente proclives a completarse.
Su relación, su correspondencia epistolar, sus propósitos y sus realizaciones pertenecen a la historia reciente de nuestra sociedad y representan de forma ejemplar la mejor parte de una Italia que aún no ha salido de la sombra en la que ha proyectado una praxis política a menudo diametralmente opuesta a la que confiaban en ver realizada.
Tanto en los escritos de Salvemini como en los de Rossi es muy frecuente el recuerdo de su compenetración que se mantuvo inalterada y fructífera desde 1919 hasta la muerte de Salvemini.
Un encuentro que tuvo lugar bajo orígenes comunes que se remontaban al iluminismo y al empirismo, a la traducción democrática del Resurgimiento (2 bis) y sobre todo a Cattaneo (3 bis) (al que precisamente Salvemini recordó poco antes de morir y al que Rossi se aproximó en uno de sus últimos coloquios). Bajo la influencia de dichos factores y estimulado por el diálogo con Salvemini, Rossi se fue desplazando desde su liberalismo inicial a posturas más próximas a un socialismo declarado.
A la muerte de Salvemini estaba claro que Rossi y sólo Rossi tenía la fuerza, la preparación, la vena polémica, el ingenio y la repugnancia por toda forma de fanatismo necesarias para asumir la ardua herencia espiritual de ese gran hombre y de la espléndida tradición que encarnó. Rossi lo demostró de cabo a rabo denunciando sin andarse con chiquitas las malas costumbres, los privilegios, las injerencias indebidas en el gobierno de la cosa pública, el mal funcionamiento de un Estado en el que las estructuras se habían mantenido indemnes a lo largo del fascismo.
La problemática salveminiana, heredera directa del método de Cattaneo, tan distante de las actitudes de cariz idealista como de las de inspiración irracionalista, halló en Rossi a un continuador natural y una historia de Italia distinta a la corriente, más respetuosa de la verdad y más emancipada que la que Salvemini dió en llarmar "fábricas de oscuridad", debería volver a considerar con mayor atención lo que han sido y han hecho estos dos hombres.
Este escrito confirma el vigor excepcional, la limpidez y la eficacia de la prosa de Rossi y nos recuerda la deuda que muchos han contraído para con él.
(IL MONDO, 17 de septiembre de 1957, publicado de nuevo por QUADERNI RADICALI, nº 11/12, enero-junio 1981)
Cuando al cabo de veinte años de exilio, Salvemini volvió entre nosotros en julio de 1947, recordé en el artículo (1) de bienvenida, las palabras de Alcibiade sobre Sócrates, en el Banquete:
"Se parece muchísimo a aquellos silenos que se ven en los talleres de los escultores, con los que los artistas componen con dulzainas o flautas; y si lo abres, encuentras los simulacros de los dioses".
Recuerdo de nuevo este pasaje, ahora que Salvemini nos ha dejado (2).
Salvemini, al igual que Sócrates se parecía a un viejo sileno: cráneo grande, modelado con vigor, frente despejada, con entradas consistentes, ojos pequeños, en los que se vislumbraba bondad e inteligencia, nariz chata, pómulos pronunciados, boca amplia, con una sonrisa que descubría una gran dentadura sobre la barba afilada, ancho de hombros, aspecto recio, andares pesantes.
Un hombre procedente del campo, no de los salones literarios.
Al igual que con Sócrates, quien lo abría hallaba a los más valiosos dioses. (3)
Con la ayuda de una memoria prodigiosa y con una vasta cultura humanista a sus espaldas - cultura que le impregnaba hasta la médula, sangre de su sangre - Salvemini aferraba con extraordinaria sagacidad asociaciones de ideas lejanas entre ellas sacando las consecuencias que acarreaban con un rigor lógico que no dejaba margen alguno al equívoco.
Para él la claridad era sinónimo de honestidad. Se preocupaba siempre de sacar a flote los primeros principios, los presupuestos no lógicos, de sus razonamientos. Su interlocutor los podía rechazar, declarando una escala de valores distinta. Salvemini era el hombre más tolerante del mundo: admitía que los demás contemplasen los acontecimientos desde puntos de vista incluso opuestos a los suyos. Pero no discutía por el gusto de charlar; discutía para convencer, o para ser convencido, sabía que no es posible entenderse si no se habla la misma lengua. A quien rechazaba las premisas de su razonamiento le pedía simplemente que tomase conciencia de lo que significaba dicho rechazo, y que sacase las conclusiones hasta las últimas consecuencias, adecuando la acción al pensamiento. (El ateísmo de Salvemini, por ejemplo, no le impedía sentir gran respeto por las personas religiosas, pero, exigía que la religiosidad fuese demostrada con la vida y no aceptaba el simple mascullar jaculatorias en la iglesia).
Si su interlocutor aceptaba - aunque sólo fuese como hipótesis provisional, como instrumento de trabajo - engranar el primer eslabón de sus silogismos en su mismo gancho, era conducido a sus conclusiones, por la necesidad misma que conduce a quien acepta los postulados de la geometría euclidiana a permitir a todos los teoremas que de ellos se deducen.
La enseñanza de Salvemini no era nunca dogmática: su preocupación consistía en formar el espíritu crítico más que incrementar los conocimientos en el cerebro de sus discípulos. Al igual que Sócrates, no quería ser más que el obstétrico, que ayuda a sacar a la luz la verdad: la verdad que cada cual lleva dentro de sí.
Hablando con un joven, no se aprovechaba nunca de su superioridad para dejarle sin argumentos, sino intentaba hallar en lo que decía lo bueno, lo que podía tomar en serio.
- Es ésto lo que has querido decir, verdad? - preguntaba. Hasta en el pajar de las ideas más confusas conseguía hallar alguna aguja de oro. El joven reconocía que era de oro. El joven reconocía que era suya, y cobraba confianza en sí mismo. Paulatinamente aprendía a no aceptar ninguna afirmación, ni aunque procediese del Padre eterno, sin someterla a la criba de su razón. Aprendía a preguntarse para qué servían las costumbres y las instituciones existentes, incluso las más veneradas. Aprendía a pegar con los nudillos en el cascarón de las palabras para oír lo que se escondía detrás: cáscara, roca o vacío. Aprendía a plantear los problemas en su término justo, sin dejarse arrastrar por la pasión. Aprendía a definir el significado de los vocablos y a mantenerlo firme en el discurrir de sus disertaciones. Aprendía a no avergonzarse de repetir las veces que fuera menester que no había entendido algo incluso cuando todos aseguraban haberlo comprendido. Aprendía a ser inconformista.
Incluso Salvemini se daba cuenta de que no podía prescindir totalmente de las palabras abstractas ni de las teorías generales. Pero intentaba reducir lo más posible su campo de aplicación. No podía soportar a los fabricadores de sistemas, que andan dando brincos sobre el trapecio de los "universales", convencidos de que están diciendo cosas la mar de profundas cuanto menos comprensibles resulten para el vulgo profano (4). El prototipo de estos "filósofos" era, para él, Giovanni Gentile (4 bis).
"Su cerebro es como un filtro pero al contrario - he encontrado en unas anotaciones suyas de hace mucho tiempo. - Si echamos dentro ideas claras salen turbias. Si a Gentile le formulan una pregunta y él va y responde, al final uno acaba por no entender ni tan siquiera la pregunta".
En vez de presentar al Pueblo, al Progreso, a la Democracia y a la Revolución como protagonistas de la Historia, Salvemini intentaba comprender qué habían pensado, qué habían querido, cada uno de los personajes: Fulano, Zutano y Mengano, hijos de datos determinados, nutridos en ese ambiente, que ejercían tal o cual oficio. En vez de hablar de Libertad con "L" mayúscula, válida en todos los tiempos y en todo el mundo, prefería hablar de libertades individuales: la libertad de prensa, la libertad de asociación, la libertad de huelga, en dicho año, en dicho país. No contraponía nunca el proletariado en bloque a la burguesía en bloque. Subdiividía a la burguesía en grupos, según la diversidad de intereses, la potencia y la función social. Y, contra la concepción mítica de la "unidad del proletariado", subrayaba que los trabajadores septentrionales poseían intereses contrarios a los de los trabajadores meridionales. Los trabajadores del campo tienen intereses contrarios a los de los trabajadores de las ciudades.
Los obreros de las grandes industrias parasitarias poseen intereses contrarios a los de los obreros que viven fuera de la zona privilegiada, y poseen causas comunes a las de los empresarios y los capitalistas de las industrias en las que trabajan, para explotar mejor a la población restante (5).
A las teorías generales, a los "sistemas", prefería el estudio de los problemas concretos, definidos de manera que se puedan aferrar hasta en sus pequeños particulares: sufragio universal, tarifa aduanera, justa repartición tributaria, enseñanza, construcción, e independencia de la magistratura.
Cuando el pasado año celebramos en Roma un convenio (6) de los "amigos de 'Il Mondo'" sobre el problema de la educación, criticó que se trataba de un tema demasiado amplio. Hubiese sido mejor si hubiésemos discutido la elección de los profesores, o bien el orden de los exámenes, o bien el control de las escuelas privadas. Discutir sobre la reforma de la educación genéricamente era como discutir de la reforma social. Quien mucho abarca poco aprieta.
El hecho de que personas procedentes de distintos horizontes llegasen a conclusiones iguales remitiéndose a teorías positivistas o a teorías idealistas, al libre cambio o al socialismo, al cristianismo o al laicismo, tenía poca importancia.
Lo importante era que se pusiesen de acuerdo sobre soluciones prácticas que debían mantenerse válidas durante algunos años sobre problemas concretos.
En los primeros tiempos de nuestra amistad, discutiendo sobre el socialismo, un día le declararé que no hubiese podido afiliarme nunca al partido socialista porque consideraba que no tenía fundamento la teoría de la plusvalía, sobre la que Carlos Marx había construido todo su sistema.
- Y a ti qué te importa el sistema? - replicó Salvemini. Mira si las cámaras de trabajo, las cooperativas, los diputados socialistas han hecho o pueden hacer algo para mejorar las condiciones de vida de la gente pobre. Juzga el socialismo por ésto, y no su ideología. El Capital se lo habrán leído en Italia algunas decenas de personas y pocas lo deben haber comprendido, aunque miles de socialistas juren en el verbo "científico" de Marx. (7).
A su regreso a Italia de un viaje a Estados Unidos, en un diario en el que cada noche resumía las conversaciones mantenidas durante el día, para mantenerse informado sobre la situación política italiana, con fecha del 5 de agosto de 1947, anotó:
"Se ha discutido de socialismo, marxismo y cosas por el estilo. Yo he dicho francamente que sólo creo en Critón y en Platón y en el Discurso de la Montaña. Este es mi socialismo, y lo mantengo sin expresar en mi pensamiento, porque expresarlo me parece como profanarlo. Intento expresarlo lo mejor que puedo con las obras. Intento afrontar problemas concretos e inmediatos, siguiendo las pautas dictadas por la moral cristiana, y no perder tiempo en disquisiciones teóricas sobre lo que debería ser y lo que es la democracia, el marxismo, el socialismo, la anarquía y el liberalismo. «Que se vayan todos a freír espárragos, al diablo!. Perder tiempo majando agua en el mortero de las abstracciones es gran sandez. Es eludir el deber de la acción inmediata. Es convertirse en cómplices de la conservación del status quo".
En la Italia del "yelmo de Escipión" y del "arma la proa y zarpa hacia el mundo", un pelmazo como Salvemini, que a las consagraciones oponía las estadísticas y que pretendía que los escasos métodos a disposición, en vez de las hazañas heroicas, sirviesen para construir carreteras, acueductos, cañerías, viviendas populares, para combatir el analfabetismo, ayudar a las últimas capas de la población a sacar la cabeza de sus condiciones de vida infrahumanas - un pelmazo que demostraba, con datos indiscutibles, que Libia no era una tierra prometida, tal y como ensalzaban los periódicos de los del sector siderúrgico y de los hombres de negocios del Banco de Roma, sino una "caja de arena", en la que no hubiese podido encontrar trabajo nuestra mano de obra exuberante (8); un pelmazo que, en su "Unità" (9) (5 bis), explicaba que la anexión de Dalmacia (6 bis), solicitada por los generales del Estado Mayor para incrementar los orgánicos iba a dificultar y a hacer que fuese cara la defensa del territorio nacional.... e
ra necesariamente un "renunciatario" - es más, el "renunciatario" por antonomasia.
La impopularidad que Salvemini se granjeó en algunos momentos - especialmente en los años inmediatamente posteriores a la primera guerra mundial - creo que no ha sido alcanzada nunca por ningún otro político italiano.
La primera vez que noté por la calle su curioso aspecto (lucía "macferlán" negro, muy pasado de moda, indumento que ni tan siquiera los cocheros se ponían ya, y un sombrero de catite al estilo de los campesinos de Pulla) fue en 1919, en un tranvía. Recuerdo que un energúmeno se abalanzó por la ventanilla del andén y le soltó un insulto: "«Renunciatario!".
Este es el título con el que se ha conocido a Salvemini a lo largo de toda una generación de "patriotas". Incluso aquellos que no habían leído nunca su nombre en "Magnati e popolani in Firenze" (10) y sobre la "Storia della rivoluzione francese" (11).
A pesar de la severidad de sus principios morales, que no admitían compromisos de ningún tipo a favor de su "particular" y dejaban muy poco margen para el descanso y el ocio, Salvemini era un compañero sociable, alegre y chistoso en todo momento. Cuando le contaban un chiste bueno, se reía de todo corazón, como un chiquillo.
Entre las pocas cartas suyas que he logrado salvar, he encontrado dos que me escribió en 1923 desde Inglaterra, en donde estuvo con Carlo Rosselli.
"Rosselli y yo - escribía el 23 de agosto - hemos pasado en Hindhead tres semanas deliciosas. Rosselli causó estragos entre la población femenina. Aunque no creo que haya llegado muy lejos. Yo, pobre viejete como soy, no me quejo. Competíamos por la más bella dama de la ciudad: una irlandesa de proporciones generosas, viuda de guerra, entre los 35 y los 40 años, realmente hermosa, cantante y pianista encantadora que ... nos servía en la mesa, pues el servicio era de estudiantes de Cambridge y Oxford, profesores de ciencias y letras, artistas y otros ingredientes por el estilo. Así pues, Rosselli admiraba a la señora very much. Yo también. Rosselli se lanza al ataque con juvenil intrepidez. Yo cojeando en la retaguardia. La última noche nos invita a los dos a dar un paseo bajo la luz de la luna. Rosselli era agresivo. Yo taciturno. Al final la hermosa dama declara que le gustaba más yo. «Desastre irreparable!. Rosselli nos planta y se larga. Yo me quedo, dueño único de la situación. Lo que sucedió entonces en
la soledad, con la luna por testigo, no lo puedo contar... pues no sucedió nada. Las mujeres inglesas son como Italia, no sucede nunca nada, ni nunca dura nada".
En una carta posterior, tras haber dicho que si "no hubiese tenido el firme propósito de no dejar Italia hasta que no se hubiese visto obligado, y mientras no hubiese podido decirse a sí mismo - sucediese lo que sucediese - que se había visto obligado", en vez de volver a Florencia, en donde desde luego no hubiese podido reanudar su vida de estudio y de enseñanza, se hubiese quedado en Londres, quién sabe, tal vez de "limpiabotas o tocando el clarinete por la calle", proseguía:
"Me preguntarás, y cómo vas a tocar tú el clarinete? - No te preocupes, te contesto. Aquí uno puede hacer lo que quiera. Un clarinete, cuanto peor lo toques, más piedad de ti tiene la gente, al igual que un desgraciado incapaz de ganarse la vida, y siempre te dejan algún penny en el platillo".
Hace algunos años, había escrito una carta a "Il Mondo" en la que proponía, para la utilización de los inmuebles pertenecientes a las organizaciones fascistas, una solución antiestatalista que me parecía irrealizable.
- Me recuerda - observé - a una de aquellas propuestas que hacían a menudo mis compañeros anarquistas de la cárcel o de la frontera. Muy buena gente que lo aprecian todo y con la que he compartido casi todos los ideales pero a los que les reprocho su falta de sentido histórico. No puedo decir lo mismo de ti, que desde hace tiempo eres historiador de oficio.
A mí - me replicó inmediatamente Salvemini - no me falta el sentido histórico: a mí me falta el sentido común.
Nos reímos juntos. Pero ahora, si lo pienso bien, reconozco que en broma decía la verdad, si por sentido común se entiende lo que generalmente entienden los "bien pensantes": "ir tirando y preocuparse de mantener la salud". Si hubiese tenido un poco de este sentido común, Salvemini no hubiese combatido toda la vida las injusticias y los privilegios: no se la hubiese tomado con sus compañeros socialistas por los apaños con el gobierno. No hubiese rechazado el escaño en la Cámara cuando descubrió los embrollos que sus electores habían hecho para combatir los embrollos del candidato adversario. No hubiese escrito "Il ministro della malavita" (12) mientras Giolitti (7bis) se hallaba en el auge de su potencia. No hubiese llevado a cabo, intervencionista como era, las violentas campañas contra Sonnino (8bis) por su política nacionalista, y contra D'Annunzio (9bis), cuando la empresa de Rijeka (10 bis); no hubiese ido a la cárcel por el "Non mollare" (13), no hubiese presentado su dimisión de la cátedra de la Unive
rsidad de Florencia cuando se hizo imposible enseñar libremente. No hubiese pasado tantos años lejos su país, que tanto amaba, por no reconocer los méritos del Hombre de la Providencia.
Hasta el lecho de muerte Salvemini conservó su sentido del humor.
A mediados de agosto (tras meses de enfermedad, no quedaba esperanza alguna de salvación) fui a Sorrento, en donde, desde desde hacía cuatro años me brindaban la más generosa y calurosa hospitalidad en casa de mi queridísima amiga, doña Titina, hija de Fernando Martini (4). Deseaba seguir discutiendo con él sobre el programa para publicar sus obras editadas y las inéditas. Con gran fatiga logró reaccionar a mi beso, debido al entumecimiento que le producía el envenenamiento de la sangre. No podía ni tan siquiera incorporarse en la cama recostándose sobre las almohadas. Su rostro, demacrado por el ayuno y el sufrimiento, parecía de marfil. Hablaba con un hilillo de voz que a duras penas conseguía oír arrimando el oído a sus labios.
- Este corazón despiadado no da el brazo a torcer - me dijo. Con sus cuidados, los médicos prolongan mi agonía, no mi vida.
Desearía que me hiciesen dormir de manera que ya no me volviese a despertar ...
Le expuse el plan de publicación. Reuniremos - le expliqué - unos veinte volúmenes. Sonrió levemente, moviendo la cabeza y diciendo que no con la mano. No valía la pena mover tanta cosa. Le pregunté si recordaba otros escritos para completar mi lista:
- He pensado mucho, sabes, en estos últimos tiempos. Hubiese necesitado otros tres meses para poner todo en orden.
Recordaba precisamente títulos, editores, fechas de prensa.
- Creo que te olvidas de un trabajo - observé. Debe haber una lección de introducción en la universidad de Messina, sobre el carácter y el significado de la historia. No la conozco, me han dicho que es importante.
- «Qué va! ... es una sandez - respondió de un suspiro.
Imagínate... por aquel entonces creía que la historia era una ciencia.
Cuatro días antes del final, Giuliana - la buena, la querida hija de doña Titina que lo asistió durante tantos meses con devoción - me llamó por teléfono para decirme que Gaetano estaba en la recta final. Volví para abrazarle una vez más. En las últimas dos semanas se había nutrido simplemente con algún que otro sorbo de agua. Estaba más abatido y su voz me resultaba imperceptible. Estaba con los ojos cerrados, y de vez en cuando se amodorraba. Pero cuando se despertaba era de lo más lúcido. Maritza hacía de intérprete, repitiendo más fuerte sus palabras. Sus relaciones con sus amigos, reunidos en torno al lecho, eran - como siempre - de gran sinceridad. A nadie se le pasaba por la mente fingir para consolarlo.
Preguntó qué había dicho el médico:
- Te ha encontrado el corazón muy débil - le contestó Maritza. - Las pulsaciones ya no se sienten.
- Buena noticia.
Pidió que el ataúd lo llevasen en hombros los amigos más jóvenes (15). Se acordó del padre Rosario, el buen sacerdote que se había hecho amigo suyo y al que le había dicho adiós algunos días antes:
- Si quiere seguir el funeral venga, pero "vestido de hombre".
Habló de política.
- Los socialistas de finales del siglo pasado eran buenos. Querían dar un mendrugo de pan a la gente pobre. Turati (11bis) era muy bueno. Los comunistas (16) no son buenos, son dogmáticos. Los curas... los curas... es el sistema que hace de ellos lo que son.
Le da las gracias por el bien que nos había hecho durante la vida.
- Seguirás haciendo el bien con tus escritos, que quedarán cuando desaparezcas.
- Sonrió moviendo la cabeza.
- Tras Cattaneo - insistí - lo más hermoso y lo más importante sobre la política de nuestro país, te lo aseguro, lo has escrito tú.
Tras un largo silencio:
- De Cattaneo - dijo - recuerdo una reflexión que me gusta mucho: los pueblos anglosajones unificarán el mundo. Sólo ellos poseen la fuerza y la capacidad. Seguirán peleándose entre ellos .... pero es la única esperanza.
- En dónde lo ha escrito Cattaneo?.
- Pregúntaselo a Sestan (17).
Todos los amigos, uno por uno, le dijeron una palabra cariñosa, personal.
Dos alumnas suyas se inclinaron para besarle.
- «Qué hermosa sonrisa tenéis! - dijo - Qué alegría ver todavía una sonrisa tan hermosa.
Y siguió murmurando quedamente piropos, en broma, que Maritza no traducía: pero el rostro de las dos bellas jóvenes estaba iluminado por sus palabras; reían felices mientras él esbozaba una leve sonrisa.
Cuando Armando Borghi (18), su viejo amigo ácrata, le besó, le dijo que seguía teniendo el ánimo cándido como un chiquillo.
- Parece que tienes doce años.
- Esta mañana - he podido apreciar - cuando le has reprendido porque había tirado una vela, dijiste que parecía que tenía catorce años.
- Se ve que no se llevar las cuentas. Pero tengo perdón. En cambio, Borghi, no ha sabido llevarlas en toda su vida.
- No tenéis ni idea - repitió varias veces - de lo contento que estoy de morirme así. Con la conciencia tranquila, es lo único que importa... Morir sonriendo. Eso es lo que realmente quiero... Por curiosidad quisiera saber el momento del paso de la vida a la muerte... No comprendo porque la gente tiene tanto miedo de morirse... No podía haber tenido un final más feliz que este, rodeado por mis amigos cercanos ... Quisiera abrazaros a todos... Estoy en la recta final ... (19)
Al igual que Sócrates, Salvemini poseía un elevado concepto de la dignidad humana, y, como Sócrates, buscaba la justicia con la misma exigencia moral y con la misma pasión con la que buscaba la verdad. Por ello fue para muchos jóvenes maestro de vida. Por ello fue el adversario más resoluto del fascismo, desde su primera aparición.
A mediados de noviembre de 1923, Mussolini presentó a la Cámara su gobierno con el "discurso del vivaque", tratando a los diputados de la oposición como aprendices a los que se puede despedir de la noche a la mañana, sin más. Salvemini y yo nos hallábamos en Florencia cuando salieron las ediciones extraordinarias que tocaban el tema. Ibamos por la calle, Salvemini le compró un ejemplar a un vendedor callejero y se paró allí mismo en la acera a leerlo. A medida que lo iba leyendo se le iba desencajando el rostro. Al final, no aguantó más, se quitó de cuajo el sombrero de catite y lo estampó contra el suelo. Acto seguido, ruborizándose por no haberse sabido controlar, lo recogió y se lo encasquetó tal cual lleno de polvo.
- Le han dejado decir todo esto sin ni tan siquiera interrumpirle - prorrumpió con voz enfurecida -. Y mañana leeremos en los periódicos las réplicas de los honorables de la oposición...
Se quedó pasmado hasta que llegamos a la puerta de la Universidad. Se fue sin decirme adiós.
Tras el asesinato de Matteotti (12 bis), mientras todos los Santos Padres del liberalismo y del socialismo aconsejaban prudencia, para no aguarles la fiesta a los empollones del Aventino (13 bis), que estaban ultimando acuerdos con el rey, con el papa, con los generales, con Delacroix, con los fascistas disidentes, con el cuerpo de carabineros, para meter a Mussolini entre rejas, Salvemini incitó inmediatamente a todos sus amigos a la acción ilegal. Si ya no se podía seguir escribiendo lo que uno pensaba, lo mejor era publicarlo en la prensa clandestina - si ya no nos estaba permitido organizarnos a la luz del día, teníamos que constituir sociedades secretas.
Que cada uno de nosotros hiciese lo que pudiese, sin conmensurar su acción a la posibilidad de éxito. Para conservar el respeto de uno mismo, para no convertirse, ni tan siquiera con el silencio, en cómplices del fascismo.
Salvemini fue en Florencia el alma de la revuelta moral contra el "régimen". Fue él el que dirigió el "Non mollare". Casi todos los artículos de esta hoja clandestina son suyos. El mismo se encargó de reunir la mayor parte del dinero para imprimirlo. Fue él quién procuró el memorial Filippelli sobre el asesinato de Matteotti y los demás documentos que publicamos por aquel entonces.
Debido al "Non mollare" Salvemini fue arrestado y procesado en julio de 1925 (20). Tras la primera audiencia obtuvo la libertad provisional, y aprovechó la oportunidad para exiliarse clandestinamente en Francia. Este fue uno de los más graves errores de Mussolini: dejarse escapar de las manos a su más decidido e inteligente adversario. Si Salvemini se hubiese quedado tres meses más en Florencia, no cabe la menor duda de que "se lo hubiesen cargado" en la sangrienta noche del 4 de octubre.
Durante toda la resistencia al fascismo, Salvemini estuvo presente en Italia con sus escritos y con la acción de los "giellistas"(14 bis) que se mantenían en contacto con él. Incluso en los años más oscuros, si había alguien dispuesto a arriesgarse en la lucha por la libertad, siempre era un "salveminiano". O había sido lector de su "Unità" o de alguna manera había sido influenciado por su pensamiento.
En julio del 29, Carlo Rosselli, junto a Lussu e a Fausto Nitti, logró escaparse por la frontera de Lipari, y se encontró con Salvemini en París (21). Más que un discípulo, Carlo era un hijo espiritual de Salvemini. A través de Carlo, "Giustizia e Libertá" fue en gran parte obra de Salvemini. Salvemini escribió el primer programa de G.L.. Dictó conferencias en América para financiar G.L. En la revista y en la publicación semanal de G.L publicó algunos de sus mejores ensayos políticos. De Salvemini existen gran número de opúsculos que G.L. distribuyó clandestinamente en Italia (22).
En 1933 le llamaron para que enseñase historia en la Universidad de Harward (23) y se afincó en Estados Unidos. Pero ni un solo día dejó de explicar a los extranjeros qué era el fascismo, ni dejó de llamar la atención a la opinión pública de los países libres sobre la ayuda que sus gobiernos daban a un gobierno tirano. Ni dejó de defender al pueblo italiano de la acusación de que no merecía libertades políticas, de las que gozaban otros pueblos civiles. Ni de insistir sobre el peligro que el "Régimen" representaba para todas las democracias y para la paz en el mundo.
Un ejército de propagandistas, con los archivos de los ministerios romanos a su disposición no era suficiente para combatir este irreductible "fuera de la ley" que, casi solo, seguía todo lo que se publicaba en Italia para sufragar sus tesis: libros, periódicos, leyes, estadísticas, actas parlamentarias, presupuestos de sociedades, sentencias de tribunales, contratos de trabajo. No se le escapaba nada. Si bien Salvemini desenmascaraba constantemente las vergüenzas de la propaganda fascista, no creo que los fascistas consiguiesen ni tan siquiera una vez demostrar la inexactitud de las afirmaciones de Salvemini, documentadas con citas concretas, agrupadas con la paciencia de un cartujano y con el método crítico aprendido en las escrupulosas investigaciones de archivo.
Si - tal y como espero que sea - se traducen y se publican sus polémicas políticas en inglés (24), constituirán la mejor prueba de la tarea desarrollada por este "antinacional" para defender el honor y el futuro de Italia.
NOTAS
1. El artículo, con el título "Gaetano Salvemini", apareció en la »Italia Socialista del 13 de julio de 1974. El mismo año Rossi escribió para »Il Ponte (a. III, pp. 892 895) la nota "Cómo conocí a Salvemini".
2. Salvemini se murió en Sorrento el 16 de septiembre de 1957.
3. La aproximación de Salvemini a Sócrates ya había sido hecha por Rossi más de una vez escribiendo a su madre desde el reclusorio de Pallanza, el 21 de septiembre de 1931, recordó los años en los que lo veía cada día, y le "parecía tener a su lado al buen Sócrates, acostumbrado a estar siempre con los pies en el suelo, como buen hijo de campesinos que era él también, y sabio, más porque comprendía el alma de los hombres que por conocer muchas cosas" y escribiendo a su mujer desde la cárcel de Roma, el 26 de agosto de 1938, insistió acaloradamente en dicha referencia.
4. La misma adversión por los filósofos de profesión (que Salvemini alimentó siempre, por ejemplo, desconfiando de la "confusión universal" que nacía de toda propuesta en la que Croce hubiese metido las narices: carta del 9 de mayo de 1949 a Ernesto Rossi, en "Lettere dalla America", 1947 1949, a cargo de Alberto Merola, Bari, Laterza, 1968, p. 282) compartida por Rossi, tal y como reflejan los versos y las chanzas dedicadas desde la cárcel a la exposición de las doctrinas crocianas profesadas por su compañero de celda Riccardo Bauer.
5. Sobre las tesis que Salvemini sostuvo en los años del gobierno giolittiano contra las directrices oficiales del partido socialista y de las organizaciones de los trabajadores de la gran industria.
6. Las actas del convenio se pueden leer en el volumen de Leopoldo Piccardi. Raffaello Morghen, Guido Calogero, Lamberto Borghi, Umberto Zanotti Bianco, "Dibattito sulla scuola", elaborado por Adolfo Battaglia, Bari, Laterza, 1956. Rossi fue el primer animador y organizador de los convenios de »Il Mondo , al igual que con los del »Movimiento Salvemini .
7. Salvemini no renegó nunca de su aspiración a una solución socialista de los problemas italianos.
8. Bajo el título "Come siamo andati in Libia" Salvemini recopiló en un volumen, en 1914, para las ediciones de la "Voce" escritos suyos y de otros contra la empresa africana, en la que escribió la introducción, "Perché siamo andati in Libia".
9. La "Unitá" fue el periódico fundado y dirigido por Salvemini entre 1911 y 1920.
10. "Magnati e popolani a Firenze dal 1280 al 1295" es el título de la obra magna de Salvemini como historiador del Medievo, publicada por primera vez en Florencia en 1899 (posteriormente imprimida por Ediciones Einaudi (Turín 1960).
11. "La Rivoluzione francese (l788 l792)" es tal vez una de las obras más difundidas entre las de Salvemini, publicada por primera vez en 1905, se volvió a publicar varias veces posteriormente (hasta la edición definitiva: Bari, Laterza, 1954).
12. El célebre panfleto "Il ministro della mala vita. Notizie e documenti sulle elezioni giolittiane nell'italia meridionale" que, junto a "Le memorie di un candidato", ilustra de qué manera el estadista piamontés adulteró las elecciones en las provincias meridionales, se lee ahora en el volumen "Il ministro della mala vita e altri scritti sull'Italia giolittiana" elaborado por Elio Apih, Milano, Feltrinelli, 1962.
13. Del "Non mollare" aparecido en Florencia entre enero y octubre de 1925, ha sido publicada una reproducción fotográfica (Firenze, La Nuova Italia, 1955 e 1968) antecedida por tres ensayos de Rossi, Calamandrei y Salvemini.
14. Sobre los últimos años de Salvemini: Ebe Flamini, "Salvemini a Sorrento" en "Gaetano Salvemini nella cultura e nella politica italiana", Roma, Edizioni della Voce, 1968, pp. 183 187.
15. Salvemini fue enterrado en el cementerio de Sorrento. Sus restos mortales, en octubre de 1961, fueron transladados a Florencia, en donde recibieron homenaje del presidente de la República y fueron inhumados en Trespiano, en el recinto que acogía los restos de Carlo y Nello Rosselli, y en donde ahora descansa también Ernesto Rossi.
16. Con respecto a los comunistas, de los que, al igual que los católicos clericales, se había querido distinguir, Salvemini había manifestado, a lo largo de los últimos años, opiniones menos drásticas de las que se recogieron de sus labios moribundos inevitablemente dogmáticas. Recordamos al respecto que concluyendo uno de sus últimos ensayos ("Molfetta 1954", en el volúmen "Scritti sulla questione meridionale", Turín, Einaudi, 1955. p. 659) él había imaginado, en la perspectiva de una década de futura historia italiana, como inevitable un nuevo orden político en el que participasen los comunistas para la resolución de los problemas del país.
17. Ernesto Sestan, alumno de Salvemini, colaboró con él en la edición de los cuatro volúmenes de "Scritti storici e geografici" de Carlo Cattaneo (Firenze, Le Monnier, 1957).
18. De un volumen de Armando Borghi, "Mussolini in camicia", Nápoles, Ediciones científicas italianas, 1961, Rossi escribió una introducción cariñosa, en la que recordaba la amistad del viejo ácrata y Salvemini.
19. Las últimas palabras de moribundo, recogidas por sus amigos, pasadas a máquina y controladas, se hallan en versión íntegra, bajo el título "Parole di commiato", en »Il Ponte , a XIII (1957), n. 8 9, p. 1158.
20. Sobre los acontecimientos florentinos que se desencadenaron contra Salvemini en los que los fascistas y la parte retrógrada del ambiente universitario (en primer lugar el escolapio Ermenegildo Pistelli) y sobre el proceso que siguió, cabe leer el hermoso ensayo de Piero Calamandrei, "Il manganello, la cultura e la giustizia".
21. La evasión fue descrita por Fausto Nitti en el volumen "Le nostre prigioni e la nostra evasione", Nápoles, Ediciones científicas italianas, 1946, y con el testimonio "La fuga da Lipari", en "Trent'anni di storia italiana" (1915 1945), Turín, Einaudi, 1961, pp. 199 202. Sobre dicho episodio véase igualmente Alberto Tarchiani, "L'impresa di Lipari", en el citado volúmen "No al fascismo", pp. 73 126.
22. Noticias y documentos sobre los proscritos, y en particular sobre la actividad de los miembros de »Giustizia e Libertà se pueden leer en el voumen de Aldo Garosci, "Storia dei fuorusciti", Bari, Laterza, 1953. Sobre la actividad de G.L. en Italia antes del »proceso a los intelectuales , de mayo de 1930, véase el volumen de Rossi "Una spia del regime", Milán, Feltrinelli, 1955, y, para recuerdos personales, el ensayo, "Fuga dal treno" en el citado volumen "No al fascismo". Una nueva edición de los doce "Quaderni di Giustizia e Libertà" que precedieron al periódico dirigido por Carlo Rosselli fue elaborada por la Bottega d'Erasmo, Turín, 1959. Sobre las relaciones entre Salvemini y Carlo Rosselli hallamos amplia información en los dos volúmenes de Aldo Garosci "Vita di Carlo Rosselli", Roma Florencia Milán Ediciones U, 1945.
23. Salvemini ocupó la cátedra de historia de la civilización italiana instituida con motivo de una donación de la prometida ameridana de Lauro De Bosis.
24. Lo que ha sucedido con la publicación de "l'italia vista dall'America", elborada por LEnzo Tagliacozzo, Milán, Feltrinelli, 1969.
N.d.T.
(1 bis) los hermanos ROSSELLI : Carlo (Roma 1899- Bagnoles-de-l'Orne, Alençon 1937). Uno de los fundadores del movimiento Justicia y Libertad (París 1929), cambatiente en España con los republicanos (1936), asesinado junto a su hermano Nello por los terroristas de la "cagoule" por orden de los servicios secretos italianos. Figura de gran relieve en el antifascismo italiano en el exilio, reunió los valores liberales y la doctrina socialista, expuesta en "Socialismo liberale" (1928).
(2 bis) RESURGIMIENTO: el movimiento que condujo en el siglo XIX a la unificación de Italia y a la proclamación de la independencia nacional.
(3 bis) Carlo CATTANEO: (Milán 1801 - Lugano 1869) hvistoriador y político. Alumno de Romagnosi, redactor de los "Anales universales de estadística", fundó la revista "Il Politecnico", divulgando el saber científico y potenciando el papel de la burguesía y del capitalismo. Desempeñó un papel de gran relevancia en las 5 jornadas de Milán. Exiliado en Suiza (1848) apoyó posturas federalistas-republicanas, contrarias a una solución filosabaudia del resurgimiento y apoyó un programa más amplio de autonomías locales.
(4 bis) Giovanni GENTILE : (Castelvetrano 1875 - Florencia 1944) filósofo. En 1923 se sumó al Partido fascista.
(5 bis) L'UNITA': Socialista desde 1983, Salvemini se salió del Partido Comunista Italiano y fundó la revista semanal "L'Unità". También fundó la revista clandestina "Non Mollare" cuya traducción en castellano sería "No deis el brazo a torcer".
(6 bis) ANEXION DE DALMACIA: Sobre este asunto, véase la nota nº 10 bis sobre RIJEKA/FIUME.
(7 bis) Giovanni GIOLITTI: (Mondovi 1842 - Cavour 1982). Diputado liberal, ministro con Crispi, presidente del gobierno (1892-93; 1903-1913 salvo breves intervalos (1905-06; 1909-11). Fomentó la industria, permitió el creciimiento del movimiento obrero y socialista, estatalizó el sistema ferroviario, extendió la asistencia a los trabajadores, instituyó el sufragio universal para los hombres. Tras la guerra de Libia (1911-12) para frenar un posible éxitto socialista, concluyó un acuerdo electoral con los católicos (pacto Gentiloni 1913), causa de su caída posterior. Antintervencionista, volvió al escenario político en 1919. Presidente del gobierno (1929-21), infravaloró el nuevo movimiento fascista, convencido de poderlo absorber en las formas del estado liberal. Se opuso sólo tras el delito Matteotti (1924).
(8 bis) Giorgio Sidney SONNINO: barón (Pisa 1847 - Roma 1922). Conservador, estudió con L. Franchetti la situación de Sicilia. Opositor de Giolitti. Presidente del consejo en 1906 y 1909-10. Ministro de asuntos exteriores del 15 al 19. Estupuló el pacto de Londres ('15).
(9 bis) Gabriele D'ANNUNZIO : (Pescara 1863 - Gardone 1938) escritor, máximo exponente del decadentismo italiano.
(10 bis) RIJEKA: en italiano FIUME: ciudad de Croacia ubicada en el golfo de Quarnaro. CUESTION DE FIUME: originada por la petición italiana en la conferencia de París (7-II-1919) de anexionar dichaa ciudad asignada a Croacia por el pacto de Londres (1915). Rechazada la petición, Gabriele D'Annunzio ocupó la ciudad con un cuerpo de voluntarios (12-IX-1920), proclamando la regencia italiana y manteniéndola hasta el tratado de Rapallo (12-XI-1920) que la constituyó en estado independiente. Fiume fue reconocida oficialmente a Italia por el Pacto de Roma (27-I-1924) que asignó dos zonas a Yugoslavia a la que fue devuelta enteramente tras la segunda guerra mundial.
(11 bis) Filippo TURATI : (Canzo 1857 - París 1932). Uno de los fundadores del Partido Socialista (1982). Antifascista, exiliado en Francia en el 26 en donde siguió luchando contra la dictadura.
(12 bis) Giacomo MATTEOTTI: (Fratta Olesine 1885 - Roma 1924). Secretario del Partido socialista unitario (1922), reformista, se opuso al fascismo. El 10-VI-1924 fue secuestrado por una banda fascista y asesinado. Fue hallado cadáver, hecho que determinó la escisión del Aventino.
(13 bis) Secesión del AVENTINO : abstención de los trabajos parlamentarios de la oposición al gobierno Mussolini en el periodo inmediatamente después del asesinato de G.Matteotti (junio de 1924-enero de 1925).
(14 bis) GIELLISTI: del movimiento GIUSTIZIA E LIBERTA': (Justicia y libertad) Movimiento antifascista de inspiración liberalsocialista fundado en 1929 en París por italianos en el exilio (C. Rosselli, A.Cianca, E.Lessu, G.Salvemini etc.). En 1942 dio vida al Partito d'azione (Partido de acción), que durante la Resistencia llamó "Giustizia e libertà a sus propias brigadas partisanas.