SUMARIO: Reproducimos el artículo de Marco Pannella que se publicó en 1959 en el periódico "Paese Sera", al que a respondió Palmiro Togliatti, sobre la hipótesis de crear una alternativa de gobierno sobre la que estaban trabajando juntos socialistas, radicales y republicanos italianos. Es tarea seria de la izquierda democrática - declara Pannella - proponer, un trabajo de eleboración programática, la corresponsabilidad del PCI; sin por ello estar pidiéndole que rompa sus propias alianzas internacionales o que abjure solemnemente de sus dogmas. Sin embargo, lo que sí sería necesario es que los comunistas demostrasen un interés más preciso y expontáneo para con una alternativa democrática de gobierno, dejando de proponer políticas sorprendentes que ni tan siquiera solos podrían poner en marcha, o bien siguiendo, tal y como hace el diputado Amendola (1), una política de compromiso con monárquicos y reaccionarios, contra accionistas (2), socialistas y republicanos.
(Noticias Radicales nº 51 del 11 de marzo 1988)
En Europa, son las hechos los que plantean dramáticamente la siguiente pregunta: Es posible una alianza entre la izquierda democrática y la comunista para la defensa y el desarrollo dela democracia? Quien, al igual que yo crea que sí tiene el deber de no ignorar las dificultades y los riesgos que comporta esta política y declararlos para que éstos sean superados.
Desde hace varias décadas, pocas han sido las luchas que se han combatido de forma más encarnizada y sin tregua que las que han enfrentado a demócratas y comunistas; no fueron y no han sido disputas tácticas.
Pregunténlselo a los anarquistas y a los republicanos españoles y comprenderán entre otras cosas la aventura, de lo contrario incomprensible, del antifascista Pacciardi y de los anarquistas de Carrara que lo enviaron al Parlamento; pregúntenslo a los socialistas de media Europa, entre ellos, Saragat (3), y sentirán aún presente el recuerdo de Benes, de Masaric, de Nagy, de la eliminación física de la clase dirigente socialista de la Europa oriental; pregunténselo a los socialistas transalpinos y recordarán con ellos la actitud de los comunistas franceses en el 39; pregúntenselo a los polacos, a los socialistas letones, estones, lituanos, finlandeses e incluso yugoslavos. Son recuerdos aún vivos en la conciencia del antifascismo y son respetables sea cual fuere el grado de renuncia o de flaqueza alcanzado por algunas de las fuerzas y de los hombres demócratas de la izquierda. Los comunistas tienen que entenderlo, sobre todo cuando en momentos como los que estamos viviendo, piden en Europa una alianza real co
n los demócratas y no una generosa solidaridad frentista. (4)
En Italia la situación está clara. Los, hasta hace poco, prisioneros o enemigos acérrimos del Pci, socialistas, radicales y republicanos, anuncian, sin ánimo de ofender al diputado Vecchietti (5), una formación unitaria y trazan un programa de gobierno como alternativa a los democrtistianos. No pretenden, ni pueden, excluir a los católicos del proceso de renovación democrática, pero, sì toman la iniciativa, contra la Dc actual. La tarea seria de la izquierda democrática consiste en proponer en esta labor una corresponsabildad del Pci; actuar sin hipocresías y sin miedos, consciente de su autonomía intocable así como de su derecho a proponerse como fuerza que se presenta candidata al poder. Si para crear en Italia un Estado democrático y moderno, por lo menos lo que la Constitución prevé, es necesario que se cree una nueva mayoría en el país y en el Parlamento, porqué, entre las otras, no estudiar la posibilidad de llevar a cabo una acción común de la izquierda democrática, de una parte de los católicos y de
los comunistas?
Han transcurrido en vano diez años. La situación internacional es distinta, aunque no siempre grave; pero, sobre todo, es distinta la situaciòn italiana. Así pues, gran parte de la cultura laica parecía dividida entre la tentación académica y el derrumbamiento de posiciones de apoyo al Pci; el socialismo parecía destinado a una función subordinada; el mismo sindicalismo estaba movilizado en la política de la guerra fría; el Partido de Acción había desaparecido; las generaciones intelectuales atraidas por el frentismo: el Pci aparecía sólo como una alternativa real al régimen, en la tónica de la instauración violenta de las »democracias populares . Aunque nada parece haber cambiado en el comunismo italiano sería infantil no considerar el contexto histórico en el que tuvo que actuar.
Pero, cómo llegar a una propuesta, como torear las objeciones, los temores, los recuerdos, y las desapariciones que se han ido acumulando incluso en aquellos en los que, al igual que nosotros, maduran los juicios que vamos a expresar?
Digamos inmediatamente que con respecto al Pci rechazamos la vía de la petición de »garantías y de »claridades artificiales y antihistóricas, así como, en el marco de la izquierda democrática, discernimos con aquellos que desearían la ruptura de la Cgil (6) y de las administraciones »frentistas : por otra parte, sabemos cuán fastidioso sería andar perdiendo tiempo pidiéndole al Pci que rompa, por pura prevención, sus alianzas internacionales o que acepte el Mercado Común o que objete solemnemente sus dogmas. Sin embargo, podemos subrayar sin más demora que, si en el último Cómité central del Pci la intervención de Amendola hubiese tenido en cuenta el informe Pajetta y su posición constituyese la base principal para un posible encuentro entre nosotros y los comunistas, nos sentiríamos gravemente desanimados en el mismisimo momento de la partida. De hecho, Amendola propone a su partido una política de alianzas remitiéndose a la actitud que los comunistas adoaptaron entre el 43 y el 46 con respecto a la Igles
ia y la monarquía. Es decir: compromiso con los monárquicos y los reaccionarios contra accionistas, socialistasa y republicanos; compromiso con los clericales en materia de Concordato, contra toda la izquierda y los liberales. Francamente, nos parece como mínimo inverosímil que un responabledel Pci proponga saldar vínculos, además de Milazzo (7), con los demócratas italianos utilizando semejantes puntos de apoyo. El valor de una eventual alianza política (no sólo táctica) entre la izquierda democrática y el Pci comporta operaciones y concienciaciones muy distintas.
Para reforzarnos, muchos o pocas, en las convicciones que vamos esbozando aquí, sería suficiente que los comunistas por el momento mostrasen un interés más preciso y expontáneo por una alternativa democrática de gobierno, dejando de proponer sorprendentes políticas que ni tan siquiera solos podrían poner en marcha. Ellos saben cuántos sacrificios tiene que llevar a cabo un pueblo para lograr un futuro mejor: en los lugares en los que están en el poder, a veces han pedido sacrificios espantosos. Y, por suerte, la situación italiana no pide tanto. El mejor de los gobiernos no podrá evitar graduar las reformas, ni podrá evitar sacrificar los intereses más amplios, ni podrá evitar hacer »planes plurienales . A partir de ahora, hay que anunciarlo claramente, sin que nadie se llame a engaños, no hay que confundir la voluntad de realizar un Estado democrático, que es política, con el desdén contra toda injusticia y sufrimiento, que es protesta moral. A partir de ahora, quien vota por una alternativa democrática deb
e saber qué es lo que ésta puede prometer y garantizar a sí misma y a la totalidad del país.
La izquierda democrática, y muy especialmente el Partido radical, están realizando este esfuerzo. El reciente informe de Pajetta (8) y la resolución final del Comité central muestran esta concienciación.
Además, el Pci parece amoldarse a un peligroso fatalismo (cuando no cálculo) al considerar que la situación europea en cuyo contexto no puede negar que las estructuras económicas, el clima cultural y la realidad social italiana se mueven. Creer que grandes monopolios y los intereses reaccionarios controlan irreversiblemente la economía europea y, a través de ella, la política de los distintos Estados nacionales, significa pecar por lo menos de derrtismo en el ámbito de las fuerzas democráticas, obreras y proletarias europeas. Vuelve a vislumbrarse el error que los comunistas tienen que superar más enérgicamente: desde los laboristas ingleses a los sindicatos franceses, incluidos los católicos y los socialistas, hasta la socialdemocracia alemana, el potencial democrático existe. Son éstos los interlocutores efectivos hacia los que el Pci se tiene que dirigir: no a los desmirriados grupos comunistas belgas, holandeses, escandinavos e ingleses que no representan ninguna posición democrática y popular en sus res
pectivos países.
He aquí dos elementos inmediatos para una útil puesta en marcha y para una mediatación seria que, por el momeneto, creo se pueden proponer.
Urge empezar a discutir una política común entre comunistas y demócratas. Ninguan convergencia, ninguna solución se da nunca por descontado en la historia y en la política: la lógica de las cosas de por sí no es creadora; la de los hombres debe animarla, apoyarla y dirigirla.
(1) N.d.T. - Amendola: líder comunista
(2) - Accionistas: Partido de Acción, partido liberal
socialista
(3) - Saragat: Secretario del Partido Socialdemocrático
(4) - Frentismo: Tendencia a crear grupos políticos de
izquierda intrincados con el Pci.
(5) - Vecchietti: socialista que se pasó al Pci.
(6) - Cgil: Sindicato comunista
(7) - Milazzo: Alcalde de Palermo que dirigió una junta
Dc-Pci.
(8) - Diputado comunista