Marco Pannella-Giuliano RendiSUMARIO: A continuación, las mociones, firmadas por Marco Pannella y Giuliano Rendi, presentadas en el Consejo nacional del PR del 19/20 de noviembre de 1960. Estas mociones propuestas como "esquemas de declaración", y por lo tanto como base de debate en el seno del partido, pueden ser con toda razón consideradas como el acto constitutivo de la "izquierda radical", es decir como el acto de fundación de la política alternativa laica, libertaria, socialista e internacionalista que ha caracterizado al Partido Radical en los años sesenta y setenta.
El único documento que le antecede por orden cronológico es un artículo escrito por Marco Pannella en el periódico italiano "Paese Sera", dirigido en aquel entonces por Mario Melloni, en junio de 1959. En dicho artículo, Pannella reflejaba la necesidad de una nueva unidad en la izquierda, no como hipótesis futura sino como necesidad urgente: una nueva unidad entre izquierda comunista e izquierda laica y socialista, no caracterizada por el frentismo, por la petición de subordinación a la estrategia comunista tal y como lo había sido la unidad de los "frentes populares" tras la guerra, sino basada en la confrontación ideal y política, en la capacidad de afrontar los nudos dramáticos y cruciales de cuarenta años de historia de la izquierda y del movimiento obrero que habían creado decisiones y zanjas. Fue un artículo con efectos devastadores en el seno del Partido Radical; se trataba de la primera vez que se guardaban las distancias ante la "izquierda radical", la primera manifestación de la disensión estratégi
ca con respecto a la clase dirigente del periódico "Il Mondo". Dicho artículo suscitó igualmente un debate en la izquierda, que fue bruscamente cerrado por una intervención de Palmiro Togliatti: no sólo la que por aquel entonces se definía la "izquierda democrática", con Sragat y La Malfa, así como con "Il Mondo" de Panunzio sino el PCI de Togliatti no estaban dispuestos a poner en duda sus principios, a afrontar los riesgos de un debate abierto y una hipótesis de "nueva unidad" y de renovación.
El año sucesivo fue el año de Tambroni, de la revuelta popular contra ese gobierno con los motines de Génova y de Roma, los muertos de Regio Emilia y de otras ciudades con la constitución de comités unitarios para la resistencia en los que un poco en todas partes, los radicales eran el punto de referencia central junto con los socialistas, los comunistas y los republicanos. El viraje creó la premisa del centro-izquierda de los años siguientes. A las elecciones administrativas de octubre el Partido Radical presentó sus candidatos en las listas socialistas, obteniendo un gran éxito: cuatro candidatos radicales, entre los cuales se hallaba Elio Vittorini, fueron elegidos en Milán; tres en Roma (Piccardo, Antonio Cerdena, Arnoldo Foà); globalmente unos ochenta Consejeros municipales, la mayoría de ellos en las capitales de provincia.
Se empezaba a delinear el proyecto de una parte del grupo dirigente por aquel entonces (en especial Piccardi y Scalfari) de disolver el partido radical en el partido socialista.
Los esquemas de declaración firmados por Pannella-Giuliano Rendi se presentaron en el primer Consejo nacional que se desarrolló tras estos acontecimientos. Por primera vez, estas posiciones se llevaron a cabo con un proyecto de deliberación, en la vida oficial del partido, Tuvieron por efecto determinar una grieta entre la segunda generación de radicales: por una parte "la izquierda radical" (a parte de los firmatarios Gianfranco Spadaccia, Sergio Stanzani, Franco Roccella, Mauro Mellini, Angiolo Bandinelli, Massimo Teodori solo algunos de ellos estaban en el CN), por otra Giovanni Ferrara, que después entró en el PRI, y otros radicales que en los años siguientes recorrieron distintos caminos a veces convergentes con los del nuevo Partido radical (Gerardo Mombelli, Claudio Siminelli, Stefano Rodotá, Lino Jannuzzi, Piero Craveri, etc.) La vieja clase dirigente del Pr se presento aparentemente unida al rechazarlas. En realidad era una unidad que escondía la disolución dramática de los meses siguientes, mientra
s ya por aquel entonces se estrechaba la relación, la cercanía ideal, política de la "izquierda radical" con Ernesto Rossi.
Las cuatro mociones se ocupan de las relaciones con el mundo católico y del art. 7 de la Constitución italiana, de las relaciones con el Psi, de la insurrección magiar del 55 y, por último, del desarme atómico y convencional.
(del libro "La alternativa radical", editorial fundamentos, Madrid 1981).
ESQUEMA DE DECLARACION SOBRE LAS RELACIONES CON EL MUNDO CATOLICO Y SOBRE EL ARTICULO 7.
El Consejo Nacional del Partido Radical, a la luz de las manifestaciones populares del verano pasado, y de los resultados de la reciente prueba electoral, analizando las causas de estos acontecimientos, y respondiendo a las exigencias cada vez más imperiosas y claras de las grandes masas trabajadoras e intelectuales del País, dirige un llamamiento a todos los partidos de izquierdas y movimientos antifascistas para que eviten el peligro de ser en cualquier momento un freno con respecto a la voluntad renovadora de los ciudadanos, en lugar de organizarla y reforzarla; afirma, de forma coherente con la batalla que desde su fundación ha conducido, que las fuerzas del progreso y de la libertad deben constatar valientemente que la Iglesia, con las estructuras y manifestaciones políticas que de ellas se derivan representan históricamente en Italia el elemento catalizador y promotor de toda política reaccionaria, autoritaria, fascista, clerical y anticonstitucional de hecho o virtualmente, al igual que en el pasado,
Considera que todo intento, toda ilusión veleitaria, de presentar una interpretación diferente contribuye a dar crédito al mito de la necesidad absoluta de que en Italia las fuerzas católicas sean las que dirijan cualquier proceso de cambio radical de la situación, tanto en sentido fascista como en sentido democrático; justificando el razonamiento clerical según el cual hoy, al contrario d lo que fue posible durante el Risorgimento, no se puede construir la nueva sociedad italiana y europea sin la participación, el consenso, el patrocinio de la Iglesia. En definitiva, tiene su origen en una tendencia de renuncia peligrosa, pesimista, enmascarada con realismo político, y que es en sustancia derrotista al referirse a las energías populares y revolucionarias.
El Partido Radical reconoce que la polémica política ha llevado en ciertas ocasiones a análisis simplistas del voto político que los comunistas expresaron en la Asamblea Constituyente acerca de las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Ciertamente el voto comunista sobre el artículo 7 no fue debido solamente a un cálculo táctico, sino también a un error sobre el carácter innovador del partido católico (2).
Si en 1946 era tal vez posible pensar en un compromiso, o tal vez en un consenso táctico de alguna importancia, entre las fuerzas populares socialistas laicas y comunistas con las católicas, y en base a esta hipótesis plantear de forma clamorosamente excepcional la actitud de un grupo popular, hoy, en 1969, la tesis del encuentro entre las masas católicas y las progresistas y modernas ya no se puede considerar suficiente, adecuada y favorable a los intereses objetivos de nuestro país, ni consecuente con la experiencia y los acontecimientos de los últimos años. La lucha política y las masas italianas tienen mucho que ganar con una mayor claridad de perspectiva y con diagnósticos más valientes. Seguir repitiendo que los ciudadanos, intelectuales, obreros o campesinos ligados a la política clerical representan otra fuerza cuyo objetivo es llegar de todos modos a la colaboración es inútil y perjudicial; es, además, falso, y demuestra una tendencia inaceptable a reducir el carácter irreductible de las diferentes
opciones ideales. Igualmente, la otra posición que parece estar presente en el ámbito de las fuerzas de izquierdas en nuestro país es la que, arrancando del Congreso de turín y algunas ideas de Morandi, es hoy defendida de forma más peculiar por Nenni. La tesis que sostiene que en el interior del mundo católico en el poder puede prevalecer y surgir una clase dirigente capaz de realizar una seria y suficiente orientación hacia la izquierda, aunque sea bajo la presión de las fuerzas populares, es injustificada y optimista: ignora la realidad del mundo católico, sus intereses irrenunciables en el momento actual italiano de la Iglesia y de la clase capitalista y reaccionaria que está a su alrededor y con la que ha fundido sus propios intereses.
Un vaivén continuo de esperanzas y desilusiones, de invitaciones y rechazos, de transformismo y de reacciones se establece en el momento en que los grupos fanfanianos o petroleros de la izquierda de base se afianzan ante sus ojos y ante los de todo el país.
Si de verdad existe la posibilidad de que la Democracia Cristiana dé un giro sustancial a la izquierda, que no sea sólo una finta parlamentaria y en su cumbre, sino que cale en las estructuras mismas del país, no se comprende por qué tanta parte e los electores italianos no tiene razón en seguir votando a la Democracia Cristiana.
No nos parece menos equivocada la actitud de Saragat y de los republicanos, quienes esperan cambiar el rumbo de la política italiana con aquellos que tienen interés en no cambiarlo.
El Partido Radical opina que las masas populares, con las duras y espontáneas manifestaciones del verano pasado, con su voto del 6 de noviembre exigen que se vuelva de una vez a la lucha política en la que los cálculos y las tácticas no pesen sobre la necesidad de proclamar abierta y lealmente sus propios ideales y sus propios enemigos.
Los ciudadanos italianos han de saber que los partidos que expresan la voluntad del pueblo les piden antes que nada una elección ideal. Que, sin ésta, los ciudadanos seguirán alimentando una batalla política pobre y sin verdaderas razones.
El Partido Radical vuelve a declarar que es preciso pedir a los ciudadanos de nuestro país la cercana posibilidad de liberar al Estado y a la sociedad de la más pesada esclavitud que sobre ellos grava: la legalización, a través del artículo 7 de la Constitución del avasallamiento clerical y clasista; y la vergonzosa inserción en una Constitución nacida de la Resistencia de un pacto injusto con quienes en estos años han demostrado una vez más que eligen, como siempre, ponerse contra la civilización moderna y contra las aspiraciones de justicia y libertad de los demócratas de Italia y de Europa.
El Consejo Nacional del PR encomienda a la Dirección Nacional los contactos oportunos con todos los partidos que luchan contra el golpe de mano clerical y monopolista del Estado, para ilustrar las posiciones del Partido acerca de las relaciones Estado-Iglesia y estudiar las posibilidades de superar las diferencias existentes, a menudo por razones que son ya remotas o tacticistas, y que dificultan una acción común. Invita a la Dirección Nacional a comprometerse en pro de la formación de un Comité Nacional de defensa del Estado y en favor de la abolición del artículo 7 de la Constitución.
El Consejo Nacional encomienda también al Comité Nacional de Estudios la elaboración de una propuesta de ley que proponga la confiscación de los bienes eclesiásticos y normas adecuadas para reforzar la posibilidad de castigar los desacatos y delitos contra la Constitución del clero italiano. El Consejo nacional considera de hecho que la enorme potencia financiera del Vaticano, la sofocante red de intereses y de vergonzosas especulaciones que es su consecuencia, no son compatibles con el desarrollo democrático y liberal de nuestras instituciones.
ESQUEMA DE DECLARACION SOBRE LA INSURRECCION HUNGARA DE OCTUBRE-NOVIEMBRE DE 1956
El Consejo Nacional del Partido Radical, reunido en Roma los días 19 y 20 de noviembre de 1960, cuando se cumple el cuarto aniversario de la dramática insurrección del pueblo húngaro expresa el emocionado recuerdo de todos los radicales de aquel glorioso y tremendo gesto de libertad.
Pero, más allá de todo motivo de celebración, este episodio ha de ser recordado porque pertenece de forma irrenunciable a la conciencia y a la historia de los demócratas e todo el mundo. La incapacidad íntima de los heroicos actores de aquellos días para encontrar un objetivo y una hipótesis valedera para la victoria, de modo que su valor fue de verdad "desesperado", coincide con la impotencia interior dramática en la que análogamente nos hallamos todos, sin excepción, aunque en condiciones diferentes, liberales, radicales, demócratas, socialistas, comunistas, ante aquellos hechos y aquellos hombres.
Para que tanto valor intelectual, tanta pasión popular en favor de la libertad, tanto heroísmo, no deban volver a encontrarse ante la perspectiva unida e inseparable de un fracaso necesario y el prevalecer fatal de una reacción brutal, a los demócratas de todos los países y de todas las doctrinas les corresponde la tarea de buscar y de imponer a los problemas de nuestro tiempo aquellas soluciones que demuestren ser capaces de resolver en conquistas liberales y revolucionarias concretas las aspiraciones y los gestos de libertad de los individuos y de los pueblos.
El Partido Radical hace votos para que todos los demócratas entiendan que es a partir de los ordenamientos estatales existentes, bien sean los de países de antigua civilización liberal o bien los constituidos por las modernas revoluciones, más allá del deterioro de los unos y contra la esclerotización y los decisionismos de los otros, desde donde han de plantearse los objetivos de búsqueda, de invención y de conquista de la libertad.
Porque en la tragedia de la que fue el actor el pueblo húngaro no es tanto la reafirmación del derecho a la independencia nacional, como la reivindicación de un desarrollo en la sociedad y por la libertad de la revolución, lo que constituyó el principal elemento de grandeza y el valor ejemplar ofrecido al mundo entero en Budapest y en las otras ciudades húngaras, en noviembre de 1956, por aquellos obreros, aquellos campesinos, aquellos intelectuales, aquel pueblo en armas ante el que una vez más se inclinan los radicales italianos.
ESQUEMA DE DECLARACION SOBRE LA POLITICA EXTERIOR, EL DESARME ATOMICO Y CONVENCIONAL, SOBRE LA POLITICA POR LA PAZ.
Ante los problemas de la paz que hoy son la propia legitimación de la política "exterior" en el mundo, el Consejo Nacional del Partido Radical afirma que los objetivos propios y los intereses de las masas populares exigen que se persiga una política que tenga por centro: la defensa intransigente y el potenciamiento progresivo de la ONU; la constitución inmediata de una federación europea por medio de elecciones directas; el desarme atómico y convencional de toda el área continental europea, con la consiguiente abolición de los ejércitos en los países de la zona; la paz separada y conjunta con las dos Alemanias; la denuncia consiguiente del pacto militar de la OTAN (sin remitirlo al plazo institucional de 1961) y de la UEO; la proclamación del derecho a la insubordinación y a la desobediencia civil de todos los ciudadanos que no acepten la política de rearme, de guerra, de división, de concurrencia entre los Estados Nacionales que pertenecen a sus enemigos de clase y que persiguen fines necesariamente encontr
ados con la unidad internacional de las clases trabajadoras y democráticas; la federación o la organización común de todos los movimientos socialistas, populares y revolucionarios que combaten por la instauración de un régimen de democracia y de libertad en Europa occidental.
El Partido Radical opina que la toma del poder por parte de las fuerzas populares y democráticas, la realización de una sociedad libre y moderna, está hoy en entredicho y corre un grave peligro por una situación generalizada de crisis, de la que no se libran los partidos obreros tradicionales. Por una parte en el mundo occidental vuelven a aparecer movimientos y clases dominantes, ideas y partidos, con una honda vocación por las soluciones autoritarias y bélicas; los que durante años han encarnado la idea y la voluntad liberal parecen ahora sufrir una lógica derrotista desesperada; el mundo occidental, en una preocupación de eficacia equivocada en la competencia que le opone al mundo oriental y afro-asiático, intenta cada vez más defenderse con una política de potencia que se expresa en un culpable auxilio prestado a regímenes y clases dominantes fascistas, clericales y reaccionarios. Nosotros no deseamos asumir la corresponsabilidad en este proceso, sino por el contrario devolver a la civilización a la que
sin duda alguna pertenecemos el valor de las ideas y de sus mejores aspiraciones: sobre esto corresponde a los ciudadanos de Europa Occidental levantar su propio futuro y participar en la creación de una mejor paz en el mundo.
Los partidos comunistas, que representan un elemento históricamente determinante de las fuerzas populares, parecen estar esclerotizados en un concepto de la vida internacional que se remonta al período estalinista de la guerra fía, que a menudo conlleva un derrotismo verdadero y culpable para con las clases trabajadoras europeas. Pero si hacemos esta constatación de manera firme y decidida, proclamamos también que por nuestra parte hay mucho más respeto y confianza hacia los comunistas, de los que nos separa sobre todo este error que quisiéramos ver superado y contribuir a superar, que hacia quienes esconden tras la violencia de sus acusaciones contra los comunistas por sus posturas actuales, la inconsistencia de las suyas.
El Partido radical ha surgido y actúa en la vida política italiana con premisas muy claras y con precedentes igualmente claros.
Una larga batalla histórica lo coloca en la vida de nuestro país. Aún con sus diferencias, son los radicales lombardos de las últimas décadas del siglo XIX, los radicales romanos que se expresaron gracias a la obra de Ernesto Nahan, el pensamiento y la acción de Gaetano Salvemini, el Croce de la religión de la libertad y de la polémica contra Luigi Einaudi y de la "Crítica" antifascista, Omodeo, Gobbetti, Rosselli, Giustizia e Libertá, el Partito d'azione y la izquierda liberal de Mario Ferrara y de muchos más compañeros hoy presentes en nuestras filas; éstos, y numerosos puntos de referencia constituyen el elemento de legitimidad de la presencia de nuestro Partido, de su obra, que cada vez ha de ser más consecuente en la lucha política italiana como expresión de las fuerzas populares y democráticas, de las masas obreras e intelectuales. No sólo cualquier postura diferente sería inútil y sin salida, sino también arbitraria e innatural.
Por lo tanto, es a partir de estos datos culturales e históricos y sociales, en la continuidad de la tradición pacifista y democrática de las fuerzas populares y socialistas europeas, como el Partido Radical basa sus elecciones de política internacional.
Notas:
(1) Reproducidas en Quaderni Radicali, nº 5-6, junio de 1979, pp. 237-240 y 242-245. Estas mociones, tras el artículo de Pannella publicado en 1959 en "Paese Sera", representan la primera formulación de las ideas de la izquierda radical, que pronto se convertiría en el núcleo fundador del PR.
(2) El artículo 7 de la Constitución italiana de 1947afirma: "El Estado y la Iglesia católica son, cada uno en su propio ámbito, independientes y soberanos. Sus relaciones se regulan por los Pactos de Letrán. La modificación de tales Pactos, aceptada por ambas partes, no requieren procedimiento de revisión constitucional".