Guido CalogeroSUMARIO: El autor señala el hecho de que haya habido protestas con motivo de la nota ["Taccuino"/anotación] publicada por "Il Mondo" el 8 de noviembre titulada "Por qué prefiero no denominarme cristiano". Defiende en primer lugar a Russell, no como matemático o filósofo de aquella escuela analítico-lingüística a la que él no pertenece y que es más en repetidas ocasiones ha criticado en varios de sus ensayos, sino como "último superviviente de esos grandes inconformistas que... han creado la Inglaterra moderna", tan distantes de "otros maestros tan conservadores en el fondo, hegelianiantes o marxistantes, de su mentalidad" que prosperan en Italia. Rechaza los sarcasmos contra Russell de uno de los interlocutores y recuerda que la tesis de que hay que escoger"en primer lugar entre Cristo y Nietzsche" para no acabar como Hitler o Mussolini, fue suya antes que de B. Croce. La expuso en un volumen "La scuola del'uomo" y fue criticada por Croce porque era poco proclive a la crisis del historicismo mientras que por
el contrario era propensa a dar crédito a las tesis democraticistas de los "derechos fundamentales del hombre y del ciudadano" contra los que el mismísimo Croce había arremetido, últimamente cuando se proclamaron en la Carta de las N.U. [Una de las publicaciones semanales "Quaderni" de G. Calogero]
(IL MONDO, 29 de noviembre de 1960)
«Pero qué difícil es, no sólo comprender a los demás, sino que te comprendan! «Y qué peligroso es suponer que los lectores de vuestros artículos hayamos leído por lo menos alguno de vuestros libros! (o cual no niega, se sobreentiende, sino confirma que el entendimiento mutuo es el ideal supremo y por ende lo más difícil).
Tras mi nota "Por qué prefiero no denominarme cristiano" ("Quaderno" del 8 de noviembre) he recibido no sólo consensos sino protestas; y ha protestado, en el número del 12-13 de noviembre, el articulista de "La Voce Repubblicana", cuyo desprecio por Russell había determinado mi reacción. Ahora, pocas veces he tenido tan neta sensación de que semejantes protestas se dirigiesen a mí y no a otras personas.
Casi todos aquellos que me han escrito han supuesto, en primer lugar, que yo admirase a Russell como autor, junto con Whitehead, de los "Principia mathematica". Y me han amonestado sobre los límites de la filosofía analítico-lingüística... «Como si yo fuese un secuaz de esta tendencia y como si (entre paréntesis) el mismo Russell no hubiese criticado, en los últimos tiempos, a sus connacionales maniáticos del análisis del lenguaje! La realidad es que, desde 1938, yo había publicado ya un libro, "La conclusione della filosofia del conoscere", contra las aún vivas obsesiones lógico-gnoseológicas de los filósofos; y si dicho libro no era cómodamente consultable hasta hace poco tiempo, por haberse agotado y no encontrarse por ninguna parte, es de nuevo accesible en una edición (Sansoni, 1960), en la que entre otras cosas se añade un ensayo reciente "Di certe persistenti illusioni dei logici e dei metodologi" que precisamente ironiza sobre el "morbo de Pangloss", es decir, sobre aquellos enamoramientos por la lla
mada filosofía analítica del lenguaje, del que los que objetan contra mis tesis querrían considerarme infectado. Si he defendido a Russell no lo he hecho por los "Principia" que considero de competencia de los matemáticos y poco interesantes para los filósofos, sino porque es el último superviviente de aquellos grandes inconformistas que, al igual que G.B. Shaw, James Joyce, D.H. Lawrence, han creado la Inglaterra moderna, luchando continuamente contra lo que seguía siendo anticuado en la cultura y en las costumbres de su país. Y si nosotros, en Italia, hubiésemos tenido maestros de pensamiento y de crítica de tipo mental y con el vigor polémico de Bertrand Russell, en vez de otros maestros, mucho más intrínsecamente conservadores en el fondo, hegeliantes o marxistantes, de su mentalidad, hoy tendríamos menos contra lo que luchar en una situación en la que la mayoría de la gente parece no tener opción más que entre una retahíla de teologías dialécticas igualmente anticuadas (la del catolicismo, la del marxis
mo y la del idealismo), mientras las fuerzas conservadoras están tranquilamente en el poder.
Dicho esto, puedo consentir con mi interlocutor sobre el punto de la legitimidad meramente simbólica y polémica del llamar Fulanito al más grande filósofo y Menganito al más grande escritor y a Sutanito al más grande dentista en vida. Frases de este estilo indican sólo que si a un joven encarcelado se le permitiese leer a un sólo filósofo, o a un sólo escritor, yo le aconsejaría uno en vez de otro. De acuerdo pues sobre el no abusar de semejantes fórmulas de Premio Nobel (que en cualquier caso le tocó a Russell, y no a los filósofos italianos) o de concurso de belleza. Pero para que vuelva a ver, él también, su aseveración de que Russell es "merecedor sobre todo de ser longevo" (por "merecedor" se sobreentiende "que tiene el mérito de"), es decir, en resumidas cuentas, Croce (1) sigue siendo el más grande de todos los filósofos con vida, «incluso después de muerto! Siempre y cuando me aclare qué es lo que ha querido decir con estos renglones.
Nos limitaremos a explicar, para que nadie se llame a engaños, lo que nuestro contrincante prefiere dejar a una sombra discreta, a saber: qué consideraciones políticas han influido en la composición del famoso ensayo "Por qué no podemos denominarnos cristianos" de Benedetto Croce, que sigue siendo para nosotros una auténtica obra maestra.
Qué es lo que, por gracia, "prefiero dejar a una sombra discreta?"
Que, tal y como declara una cita del mismísimo Russell "cabrá escoger sobre todo entre Cristo y Nietzsche", para no acabar como Hitler y Mussolini? Pero, salvo error, esta es la tesis sostenida, sin las nubosidades teologizantes de ese ensayo crociano, en un cierto libro que había sido publicado tres años antes, y que - según opinión bastante difundida - contribuyó a devolver a los jóvenes el sentido fundamental de los valores de libertad, y de la opción moral por la que ellos lo solicitaban, contra toda lisonja de aceptación historicista de lo que sucedía: libro que por ese motivo no le gustó a Croce, quién sentía que le criticaban sus tesis, e implícitamente recordado como, antes de 1925, él había despreciado las "seducciones de la Diosa Justicia y de la Diosa Humanidad", y por lo tanto infravalorado esos derechos fundamentales el hombre y del ciudadano, contra quién aún tenía que volver cuando se proclamaron en la Carta de las Naciones Unidas. Ese libro llevaba por título "La scuola dell'uomo" que ahora
se puede encontrar de nuevo pues acaba de publicarse una nueva edición (Sansoni, 1956): de manera que, el amigo interlocutor de "La Voce Repubblicana" podría, si quisiera, leérselo.
N.d.T.
(1) CROCE BENEDETTO . (Pescasseroli 1866 - Nápoles 1952). Filósofo, historiador y escritor italiano. Tras un breve acercamiento en sus años mozos a Marx, junto a Giovanni Gentile tuvo el mérito del renacimiento idealista y hegeliano a finales del siglo pasado. Antifascista, sustancialmente libreral-conservador, en la post-guerra se sumó al Partido liberal y entró en uno de los primeros gobiernos de la Italia postfascista. Durante el fascismo, ejerció gran influencia en sectores importantes de la juventud. Como filósofo, a parte de su reforma de la dialéctica hegeliana, cabe recordarlo por sus estudios de estética y de lógica. Cabe señalar sus estudios históricos ("Historia de Europa en el siglo XIX", "Historia de Italia de 1871 a 1915, etc.) en los que reivindica el desarrollo liberal de la Europa de antes de la guerra, en polémica con la "crisis" de los totalitarismos postbélicos.
CALOGERO GUIDO . (Roma 1904 - 1986). Filósofo italiano. Desarrolló una filosofía moral caracterizada por el fuerte compromiso civil, basada en el principio del "diálogo". "Lecciones de filosofía" (1946-47), "Logos y diálogo" (1950) y gran número de artículos en la publicación semanal "Il Mondo". Uno de los fundadores del Partido radical.
MUSSOLINI BENITO . (Predappio 1883, Giulino di Mezzegra 1945). En un principio socialista, director de "L'Avanti" (1912 - 14). Intervencionista, expulsado del Partido socialista, fundó el periódico "Il Popolo d'Italia" y tras la guerra los Fascios de Combate. Tras la llamada Marcha de Roma (28 de octubre de 1922) se convirtió en Jefe del Gobierno. Tras 1925 suprimió libertades políticas y constitucionales. Se alió en 1939 con la Alemania nazi, hizo intervenir en la guerra a una Italia que no estaba preparada para ello. El 25-25 de julio de 1943 fue desautorizado por el Gran Consejo del Fascismo y fue arrestado por el rey Víctor Manuel II. Liberado por los alemanes, creo la República Social Italiana. Arrestado por los partisanos, fue ajusticiado por los mismos.