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Archivio Partito radicale
Piccardi Leopoldo - 20 maggio 1961
Examen de conciencia
Leopoldo Piccardi

SUMARIO: La víspera del Congreso, el secretario radical define las premisas ideológicas de la postura radical. Laicismo entendido como concepción de un Estado en el que hombres con distinta fe y postura resuelven los problemas de la convivencia; laicismo para negar que sea tarea de los partidos interpretar o aplicar un credo religioso o filosófico; profesión de "occidentalismo" y contraposición al marxismo y a los sistemas políticos que hallan inspiración en él; adversión ante la concepción conservadora que identifica la defensa de la libertad con la defensa de las instituciones en las que el ideal de la libertad ha podido hallar su expresión en un momento histórico determinado o lo que es peor, los privilegios adquiridos en los países de democracia política; compromiso junto a estratos sociales menos favorecidos que solicitan seguridad de vida y libre acceso a la cultura, junto a los pueblos de aquellos que solicitan igualdad con la raza blanca, junto a los países que desean liberarse del yugo colonial, jun

to a las mujeres que reclaman la igualdad entre los sexos y oposición a todas las dictaduras.

(TRIBUNA RADICAL, fascículo para el II Congreso nacional del Partido radical "Los radicales para la defensa del Estado laico y el progreso social del país". Roma, Palazzo Brancaccio, 26, 27, y 28 de mayo de 1961)

Algunos amigos han expresado en estas páginas la exigencia comprensible de que el II Congreso del Partido radical no se limite a debatir problemas contingentes de alineación política, sino que se esfuerce en llevar a cabo una enunciación de las premisas ideológicas de nuestra postura política. Creo que ha llegado el momento de hacerlo. Para abrir la discusión indico en una serie de propuestas los puntos que considero de mayor interés.

1) Cuando se divisa en el laicismo el motivo esencial de nuestra postura se dice que es lo exacto, a condición de dar a la palabra la amplitud de significado que posee para nosotros. El laicismo no es solo la separación entre la Iglesia y el Estado sino nuestra manera de entender el Estado y la libertad individual. El Estado

no es la aplicación del Reino de Dios en la tierra, pero tampoco es la proyección de un pensamiento filosófico. Sino la organización a través de la que hombres y mujeres con distinta fe y distintas posturas de pensamiento resuelven los problemas de su convivencia.

2) De la misma manera, no es tarea del Estado, ni de los partidos, interpretar y aplicar un credo religioso o filosófico. En este sentido, nuestro partido no es un partido religioso. Es un partido firmemente anclado en ciertos principios que pertenecen al Estado y a los Partidos, porque pretenden resolver los problemas de la convivencia humana.

Estos principios se resumen en el ideal de la libertad tal y como se ha venido formando a lo largo de tres siglos de pensamiento y de lucha. Un ideal cuya forma más avanzada de aplicación alcanzada históricamente, aunque imperfecta y sujeta a continua revisión, está representada, para nosotros, por aquellos países del mundo occidental que se hallan a la delantera de nuestra civilización.

3) En nuestra profesión de "occidentalismo" se halla implícita una contraposición al marxismo y a los sistemas políticos que hallan en él su inspiración.

Nosotros no somos marxistas por nuestra formación cultural, aunque no ignoramos la aportación del pensamiento marxista a la cultura moderna. No somos marxistas debido a nuestro laicismo, porque el marxismo tiende a construir un Estado basado en un credo filosófico. No somos marxistas porque las relaciones de convivencia humana no hallan en el marxismo una solución conforme a nuestros principios.

4) El hecho de que no seamos marxistas, es más que nos contrapongamos al marxismo, bajo algunos aspectos, no es suficiente para determinar el lugar que pretendemos ocupar en el conflicto que actualmente divide a la humanidad. Si no acpetamos, para nuestro país, la línea de desarrollo que actualmente ha conducido a la formación del sistema político aplicado en la Rusia soviética y en los demás Estados que adoptan el nombre de democracias populares, ello se debe a que, o tal vez sólo porque, nosotros condenamos las premisas ideológicas de dicho sistema. Conscientes de la complejidad de la relación entre el pensamiento y la acción, entre la voluntad consciente de los hombres y los acontecimientos históricos que provocan, deseamos mantenernos alejados de un anticomunismo teológico o mitológico, tan ampliamente difundido en el clima de la guerra fría.

5) El motivo de nuestro rechazo de una solución comunista se debe, con nuestra formación cultural y con nuestras posturas de principio, a una evaluación histórica. Si bien estamos dispuestos se debe, con nuestra formación cultural y con nuestras posturas de principio, a una evaluación histórica. Si bien estamos dispuestos a reconocer todo lo que históricamente hay de irreversible en la revolución rusa, al igual que en otros movimientos revolucionarios que se inspiran en la misma, y no negamos el significado liberador que la primera y los segundos puedan haber poseído, en las condiciones de lugar y de tiempo en las que se desarrollaron, estamos convencidos de que los caminos de la libertad son otros en los países en los que las instituciones democráticas y el sistema capitalista han alcanzado el más avanzado grado de desarrollo dando origen a aquellas formas de vida en las que se identifica la sociedad occidental. Estamos igualmente convencidos de que esta civilización puede, manteniéndose fiel a los principi

os en los que se inspira, garantizar el desarrollo pacífico de esa zona del mundo en la que se consolide.

6) Contrarios a la política de bloques y fieles a la causa de la paz, nosotros nos negamos a reconocer que el mundo transcurre por dos líneas de desarrollo distintas. Ellas están destinadas a encontrarse de nuevo, y para nosotros es un dato de fe, puesto que creemos en una unidad de destino de la humanidad. Pero estamos igualmente convencidos de que, en las condiciones actuales, la mejor manera que posee cada cual para contribuir al desarrollo de nuestra civilización consiste en seguir su tarea de realización de dos líneas a través de las cuales discurre dicho desarrollo, que mejor corresponde a su formación cultural, a los principios en los que cree y a las circunstancias en las que debe actuar.

7) En el conflicto que divide a la humanidad, y que nosotros más que nadie querríamos poder considerar como una pacífica competición, nos decantamos por lo que se ha dado en llamar mundo occidental. Pero en este mundo, nosotros ocupamos una postura que nos distingue del resto de las fuerzas que actúan en aquel mundo y a las que se contrapone.

Nosotros somos adversarios resolutos de la concepción conservadora que identifica la defensa de la libertad con la defensa de las instituciones en las que el ideal de la libertad ha podido hallar su expresión en un momento histórico determinado, o lo que es peor, con la defensa de las posturas privilegiadas que los intereses individuales o de grupo han garantizado en los países que representan las más válidas expresiones de la democracia moderna. Nosotros sabemos que el ideal de la libertad propone cada día a quien cree en ellos nuevos problemas. Sabemos que no existen instituciones capaces de dar tregua a la lucha en pos de la libertad. Nosotros sabemos que no existen intereses individuales o de grupos sociales que, a no ser por coincidencias momentáneas o esporádicas, puedan identificar su causa con la causa de la libertad.

8) Estamos convencidos de que la civilización occidental se halla en un momento de cambio. Con el adviento de las masas, tanto si se presentan bajo el halo de las capas desheredadas que desean participar en los beneficios de la civilización, o bajo el halo de pueblos enteros condenados por el retraso de sus países a vivir de forma primitiva, el problema de la libertad adopta una nueva dimensión. El comunismo es una respuesta a los interrogantes suscitados por esta nueva situación: una respuesta que nosotros rechazamos porque comporta un sacrificio de valores ideales a los que deseamos seguir siendo fieles. Pero nosotros no escondemos el hecho de que el mundo occidental, por su parte, no será capaz de dar una respuesta válida a aquellos interrogantes si sigue emperrado en posiciones de conservadurismo político, social y económico; si no sabe afrontar un proceso de profunda revisión de sus instituciones, de alteración de las relaciones de fuerza que son la base de su vida social.

9) Por ello, nosotros creemos que la defensa del mundo occidental de las fuerzas externas que lo amenazan debe estar necesariamente acompañado de una lucha contra las fuerzas de conservación que ocupan sin embargo, en gran parte del mismo, un lugar predominante y que, en caso de que no se produzca oposición, podrían determinar en nuestra civilización un proceso de rápida y fatal descomposición.

Esta manera nuestra de ver las cosas hace que a menudo nos hallemos, en la manera en la que nos sentimos partícipes, en la oposición, junto a todos los hombres y grupos que, en otros países occidentales, comparten nuestra manera de pensar. A la posibilidad de que esta oposición se convierta en determinante para la dirección de los principales países de democracia liberal está vinculada, no nos cabe la menor duda, la suerte de aquella forma de vida que se ha dado en llamar civilización occidental.

10) Las propuestas anteriores demuestran lo difícil que es pero al mismo tiempo lo muy digno que es de nuestros esfuerzos, la tarea que asumimos. Ser radicales, en este sentido, quiere decir recoger un desafío que parece lanzarnos a la realidad de nuestro tiempo: quiere decir proponernos demostrar que los problemas de la libertad se resuelven solamente con la libertad.

Sólo con un debate programático podremos obtener las soluciones sobre cómo actuar en cada campo, partiendo de estas premisas. Pero dichas premisas marcan la línea general de nuestra acción. Sea cual fuere el problema que haya que afrontar, los radicales estarán siempre a favor de los que exijan más libertad, contra quienes la nieguen, aunque pretenda justificar la negación con el propósito de salvar la libertad con la que cuentan. Estarán a favor de las capas menos favorecidas, que solicitan seguridad de vida y libre acceso a la cultura; a favor de los pueblos de color que solicitan la plena igualdad con la raza blanca; de los países que desean liberarse del yugo colonial, de las mujeres que reclaman un reconocimiento más amplio de la igualdad entre los sexos. Se alinearán contra todas las dictaduras, especialmente cuando, enmascarándose, hagan ver que se defienden en nombre de la libertad. Aportarán su contribución para la construcción de un Estado que sea realmente la casa de todos libre de hipotecas confe

sionales y de la presión del poder económico. Propugnarán la más amplia libertad de la cultura, en todas sus expresiones. Sentirán simpatía por todo esfuerzo que tienda a liberar al matrimonio y a la familia de las angustias de una moralidad legal y convencional, para hacer del ambiente familiar el centro de una más libre y sincera vida moral.

Postura de gran compromiso, que requiere imaginación, firmeza y valor: cualidades que se nos suponen en calidad de radicales.

LEOPOLDO PICCARDI

 
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