Marco PannellaSUMARIO: El 30 de octubre de 1966 se celebró una sesión de reunificación socialista. El Psi y el Psdi - que se habían separado con la escisión de Palazzo Barberini de 1947 - daban vida al partido socialista unificado (Psu). Sin embargo, más que una unificación se trataba de un ajuste entre los aparatos de ambos partidos. En julio de 1969, con motivo de los nada estimulantes resultados obtenidos por el nuevo partido en las elecciones de 1968, se produjo una nueva escisión con el resurgimiento de ambos partidos.
En esta larga intervención publicada en "Correspondencia socialista" a finales de 1966, Pannella fijaba la postura de los radicales con respecto a esta operación. El artículo es una amplia exposición de los análisis y de las propuestas radicales.
(Correspondencia Socialista - Diciembre de 1966 del libro "Marco Pannella - Escritos y discursos - 1959 - 1980", editorial Gammalibri, enero de 19882)
El partido socialista unificado se forma mientras la progresiva europeización de nuestra sociedad propicia también en Italia el nacimiento entre las grandes masas trabajadoras de una más moderna y exigente voluntad democrática y laica. Antiguas características y taras de nuestro país vinculadas al predominio de estructuras culturales y sociales de origen contrarreformista y clerical, de golpe se hallan al descubierto ante los ojos de las grandes masas de ciudadanos, que toman conciencia de las tradiciones autoritarias y reaccionarias que sostienen al régimen actual.
El conocimiento cada vez más amplio y profundo de las características esenciales de las sociedades civiles se traduce en la denuncia espontánea de una situación política en la que cada cual, obrero o intelectual, estudiante o jubilado, creyente o ateo, se siente cada día menos libre y responsable. Cristalizaciones ideológicas opuestas han limitado hasta ahora de forma intrínseca - independientemente de la obvia y predominante función desarrollada en este sentido por el clericalismo - esta forma de conciencia.
El "liberalismo" - tendido a una reivindicación de libertades que podríamos llamar del "tiempo libre", que prescindía en concreto del análisis de las efectivas condiciones de existencia y de trabajo en la que gran parte de la vida humana se consuma - ha defendido durante décadas solo conceptos y formas de libertad cuyo ejercicio era históricamente prohibido, y seguía estando prohibido a las grandes masas trabajadoras.
Ello es así para las poblaciones en las que el analfabetismo seguía predominando, la libertad de expresar o formar sus opiniones personales a través de la libertad de prensa no podía constituir más que el eco de un mundo prohibido. Y la libertad de pensamiento y de palabra, relacionada íntimamente con la libertad de investigación y de estudio, se sustanciaba en estructuras civiles en las que el debate y la discusión pública eran posibles sólo a las minorías extremas. La igualdad ante la ley desaparecía: la posibilidad de conocerla se traducía en la imposibilidad de reconocer el proclamado carácter de tutor de los derechos de cada cual, impidiendo en definitiva el uso de la administración de la justicia. La libertad de conciencia y de culto interesaba a unos pocos, esporádicamente reunidos por las polémicas religiosas que tenían ciudadanía en todos los países del mundo civil pero no en países como Italia. Así pues, por no haber querido o sabido defender en concreto las libertades históricamente negadas a la m
ayoría de los ciudadanos, a partir de las relaciones de trabajo y de sus implicaciones sociales, el liberalismo teorizador del Estado de derecho desarrollaba prácticamente en Italia una función de clase y usaba su patrimonio ideal en esta perspectiva.
Paralelamente, el mundo socialista, especialmente con la "revolución de octubre", arrinconaba su secular tradición encaminada a la emancipación política del hombre, así como a la económica, relegando en el olvido, o incluso en el puchero de las ideas incómodas o enemigas, ideales que se encarnaban históricamente con la voluntad de liberación del mundo moderno. Como iba diciendo, actualmente la sociedad italiana se está europeizando, se está civilizando. Mirad lo que sucede, por ejemplo, con reespecto al divorcio. Familias perjudicadas desde hace décadas, hijos que han sufrido desde siempre en condiciones sociales disminuidas, hombres y mujeres que viven para ellos y para sus sucesores en un clima de continuo temor e inferioridad, cientos de miles de emigrantes o de separados de emigrantes, resignados hasta ayer a considerar humanamente sin solución su situación, millones de ciudadanos, en total, toman conciencia de lo que significa el Estado clerical, el laicismo y el confesionalismo, derechos del ciudadano,
una sociedad libre o una sociedad incivil y oprimida. Si muy a menudo se centran inicialmente en la aspiración particular que les concierne más directamente - su exigencia de laicización del Estado - paralelamente toman conciencia de oposiciones seculares, de decisiones fundamentales que en Italia han podido ser aplazadas solo a través de una concepción rígidamente católica y populista de la política. Es en definitiva la política misma que emerge por primera vez, para millones de seres, en toda su importancia, toda su inteligibilidad, su autonomía y su fuerza, buena o mala. Existe en general un fenómeno de "participación" que intenta y exige expresarse con formas institucionales que no se hallan en este Estado, y tal vez mucho menos todavía en los partidos tradicionales tal y como están estructurados y siguen estructurándose. Y, esta es la cuestión, sin la realización de la "participación" del ciudadano en la vida pública, no se posee "consenso", no se posee fuerza democrática. Se podrá contar, como mucho,
con secuaces y súbditos, con encuentros esporádicos, simpatías genéricas, condescendencias pasivas, resignaciones desconfiadas y, a la larga, rebeliones y revueltas.
Ahora bien, cuál es el nexo existente entre este momento de progreso civil en la sociedad y el hecho de la unificación tal y como tiene lugar?. Si fuesen consiguientes con lo que durante un año han escrito en "Correspondencia Socialista" muchas de las intervenciones en el debate sobre la unificación socialista convendría que los Nenni, los De Martino, los Tanassi y los Orlando han demostrado ser radicalmente ajenos a toda instancia de renovación seria, y que no se han preocupado de nada más que de "congelar" y reforzar el cierre burocrático ya existente en el PSI y en el PSDI. El partido unificado, tal y como lo han querido configurar a través de la Carta ideológica y los mecanismos escogidos, sería más provincial, arcaico e impotente de lo que lo son hoy por hoy ambos partidos. Tanto es así que, para realizar esta operación, se han suspendido las garantías democráticas - a pesar de que fuesen mínimas - existentes en los estatutos y en la praxis del PSI y del PSDI, constituyendo oficialmente en burocracia a
la clase dirigente, a todos los niveles, del partido unificado, que asistirá a la eliminación de todo debate interno, hasta después de las próximas elecciones generales, por la proclamada inmovilidad de los dirigentes.
Contra quién ha sido proclamado este principio de la inmovilidad si no contra aquellos a los que se dirigía el llamamiento de sumarse al nuevo partido (que no hubiese debido ser, se decía, la pura y simple yuxtaposición de los existentes?. Contra qué, si no contra los nuevos fermentos, los nuevos objetivos que se desprenden de la base, conectados a los cambios que se están produciendo en la sociedad italiana?. Contra el mismísimo mito "socialdemócrata" que debe ser controlado. Ahora que existe más amplio conocimiento de él en nuestro país, se convierte en un peligro para una clase dirigente agotada hasta en sus capacidades transformistas. Por ello, no vamos a decir, tal y como dicen los comunistas, los socialproletarios y los socialistas que han dejado el PSI en estas semanas, que no estén con el PSU porque están en contra de la "socialdemocratización" de Italia. Es más, empezaremos precisamente subrayando que en los procedimientos y en el remate de la unificación, los principales actores muestran no quere
rlo ni saber quererlo.
Qué es lo que se entiende por socialdemocracia en el lenguaje común político?. Qué es lo que tras los resabidos ejemplos escandinavos o ingleses, en general vosotros mismos evocáis?. Dejando lo propio a una fuerza genéricamente democrática y liberal, uno se refiere a una sociedad en la que la satisfacción de necesidades humanas esenciales está garantizada por la colectividad a cada hombre por el simple hecho de haber nacido. Se le garantiza en el respeto absoluto de la democracia política y de la civilización laica, afirmando como inalienables y tuteladas, y promovidas por el Estado, las libertades de conciencia, de pensamiento, de expresión y de moral. Son sociedades en las que, por lo que se afirma en gran parte con razón, el hombre ha vencido los obstáculos tradicionales naturales de su propia existencia, los derivados de la naturaleza, de la edad, de las enfermedades, de las disfunciones sociales y económicas, basando esta victoria en las libertades de cada cual. Es decir, se ha realizado en general y
plan de seguridad social que ha comportado hablar de "Welfare State", "estado asistencial", en el que en efecto la vejez no es un desafío cotidiano y mortificador de supervivencia, en el que el trabajo se garantiza y en condiciones moralmente tolerables, la infancia se protege, se educa, instruye, la enfermedad se cura. Admitamos este cuadro, en esta sede renunciando a la plétora de "si" o "pero" que pueblan inmediatamente la mente de cada uno de nosotros ante los graves problemas que deben afrontar actualmente las sociedades "socialdemocráticas" escandinavas.
Pues bien, estas realizaciones pueden constituir, en una sociedad como la nuestra, una perspectiva lícita; personalmente tendería a considerarlas imperativas y no aplazables. Añadamos que en todas partes estas realizaciones han sido posibles, se han llevado a cabo a través de la unidad política y partídica de la gran mayoría de trabajadores constituidos en fuerza alternativa, laica, socialista. No existe ejemplo de "Welfare State" surgido en condiciones políticas distintas y menos que nunca en situaciones caracterizadas por la ruptura del movimiento obrero y por la colaboración sistemática con las fuerzas burguesas integradas en dichos estratos del subproletariado que estas mismas fuerzas de la burguesía consiguen movilizar a menudo. Pero, puesto que sé que lo que no ha sido puede ser mañana, o incluso hoy, veníamos para observar más de cerca, citas ejemplares, la realidad italiana como los socialistas demócratas acaban por delinearla.
Quién está de acuerdo y quién está en contra en nuestro país, no sólo desde el punto de vista ideológico, sino por intereses "objetivos", de realizar una racional y estructurada intervención pública en el campo de la asistencia y de la previsión?. El ministro Mariotti, al denunciar los campos de concentración que a menudo se bautizan como clínicas o de hospitales en nuestro país, ha indicado una voluntad a priori de reforma en este sector. Pues bien, quiénes son los que se han puesto inmediatamente en contra?. Quiénes poseen, gestionan, administran, desgobiernan y mortifican el sector de la asistencia pública?. La mayoría de las "obras pías", de las entidades "religiosas", de las organizaciones confesionales, los instrumentos de la reivindicación clerical del monopolio de la asistencia. Y no se trata simplemente de una herencia histórica, difícilmente eliminable, pero con una continua, cotidiana acción de eliminación de lo que el Estado y los entes públicos habían salvaguardado durante el fascismo, de un
saqueo sistemático de los enormes fondos que cada año la comunidad se gasta predominantemente en "redes" y en "contribuciones", ampliados en medida y con modalidades tales como para haber creado a lo largo de estas dos décadas el más gigantesco crecimiento del patrimonio eclesiástico o clerical del 1980 hasta nuestros días.
A menudo se afirma que dificultades presupuestarias impiden al Estado y a las entidades públicas competentes realizar obras y estructuras asistenciales propias: pero la afirmación la desmiente el hecho de que sólo con las subvenciones públicas el mundo clerical ha creado y está creando estas estructuras, que son fuente evidente y sistemática de mayor enriquecimiento financiero y de fuerza social. Desde un punto de vista más concreto de la previsión social y de los sistemas de seguridad social, el Estado ha permitido - con el sistema que ha escogido bajo la presión de los intereses privados que se manifiestan especialmente a través de la Democracia Cristiana (DC) - superprovechos gigantescos, sumas astronómicas del alcance de los mismísimos presupuestos del Estado, o la industria farmacéutica, es decir una de las formas más odiosas de explotación del trabajo y del ciudadano.
Los socialdemócratas italianos, es cierto, a lo largo de los últimos veinte años han ido poniendo la zancadilla a estos sectores, y una investigación parlamentaria en curso aclarará con qué provecho de subgobierno y de corrupción. Desde el punto de vista político todo el mundo sabe que este ha sido uno de los más tristes y vergonzosos momentos del régimen actual, por justificar. Sería absurdo y desvergonzado mencionar el ejemplo laborista. Así pues, es posible con el "centro-izquierda", en colaboración - aunque difícil y tensa, y llena de polémicas - con el partido único de los católicos, realizar en este sector la radical y dificilísima reforma "socialdemocrática"?. O por el contrario la cooperación de todos los grupos y partidos de la izquierda, empezando por los comunistas?. No hay ciudad en Italia en la que las fortunas políticas de la clase dirigente democristiana, de izquierdas o de derechas, no hayan sido edificadas con el sistema de explotación clerical (privado o para-público) de la infancia, de l
a vejez, de la enfermedad y de la miseria. Ante la reivindicación neotemporal de los eclesiásticos se añade de esta manera, de forma autónoma, la necesidad de supervivencia política de los ministros de los alcaldes, de los secretarios provinciales de la DC, y de la gente "bien" de todo el régimen.
He aquí un ejemplo de reforma "occidental", de método democrático, de objetivo justo que se convierte, como tal, en elemento de crisis del "centro-izquierda" y objeto de compromisos antes de que se prooponga y se lleve al Parlamento, mientras la unidad de las izquierdas podría imponerla fácilmente.
A título de ejemplo, citamos los derechos civiles del ciudadano. Existen en nuestro país, desde siempre, condiciones sociales gravísimas en el sector de la familia. Durante décadas los "leninistas", "demócratas" sí pero "clasistas", han relegado el problema de la familia, ubicándolo entre los mitos anticlericales de la burguesía. Por consiguiente duirante décadas, las personas adineradas han tenido acceso a la Sacra Rota, a las anulaciones y a los divorcios extranjeros, mientras que desde hace décadas, en una sociedad en la que la emigración interior y exterior ha constituido un fenómeno social masivo de los últimos siglos.
Los emigrantes analfabetos de la región de Véneto o de Calabria que se iban a América dejaban "viudas blancas", mujeres condenadas a la esclavitud de la miseria e hijos a la soledad material y moral; las familias iban creciendo, pero iban creciendo en todo el triángulo industrial conjuntamente al fenómeno de los ilegítimos.
De golpe, empecinándose en la pertinaz, dura, pero sofocada polémica radical, la iniciativa de un parlamentario socialista, autonomista, de "derechas", el diputado Loris Fortuna, apoyado por un movimiento de opinión (suscitado en parte por la campaña aislada de una revista "popular" y no por otros), consigue proponer al país, a través del Parlamento, una posibilidad de solución. Con quién la aplicaréis si queréis rechazarla amigos socialistas unificados?, con los democristianos?. O acaso seguiréis repitiendo lo que ni tan siquiera los comunistas ni los estalinistas dicen y, es decir que este es un país "católico" y por lo tanto inmaduro. El problema de la casa... Otro objetivo "socialdemocrático". A dónde ha ido a parar al cabo de tantos años la reforma urbanística?. Tal vez el ministro Mancini y su partido defienden "directamente" intereses particulares, por lo que están destruyendo tal y como se ha dicho con Agrigento, nuestras ciudades, los campos, las montañas, los litorales que están encadenando la
vida social a formas de urbanismo abusivas y están corrompiendo una vasta área de la actividad política?. No creo, no puede ser verdad, no es verdad todavía. Pero de dónde crecen tan lozanos, disponiendo de un amplio poder social, político y económico los enemigos de estas reformas, los que deben combatirlas?. Pueden realmente, los demás grupos y partidos de la izquierda, a pesar de actuar siguiendo métodos distintos, no votar la reforma urbanística y los planes de construcción de viviendas populares que en el interés del 99 por ciento de la población italiana podría el ministro Mancini proponer en el Parlamento o elaborar y componer el partido unificado?.
Tras veinte años de política de construcción de viviendas populares (y lógicamente en ese caso convendría recordar el carácter populista y no democrático-popular de la DC, que ha dado los resultados que conocemos, qué milagro os consentirá proponer estas reformas para estas generaciones, eliminando la costumbre de proyectar las realizaciones de la socialdemocracia europea de los años Treinta y Cuarenta como el "paraíso" para las generaciones italianas del Dos mil?. También ahora van a decir que si el país es inmaduro?.
He puesto algunos ejemplos "concretos", vinculados con la política de las cosas, las posibles, esas cosas sobre las que el 95 por ciento de los italianos estaría de acuerdo si se le preguntase, abiertamente, por encima de las ideologías y de los partidos, totalmente contrarios a vuestros "si", "pero", "no". El equívoco populista de todas las fuerzas socialistas os ayuda en este camino, el hecho de que el subproletariado estuviese gobernado e instrumentalizado por el clero, y a través de éste por la industria, el mundo financiero, los patrones del vapor y el Estado corporativo, os ha parecido poco claro e importante con respecto al hecho de que el autoritarismo clerical en nuestro país ha hallado formas de expresión fascista, y monárquicas, además de democristianas, como si este bloque no se pudiese presagiar tomando nota del predominio de las fuerzas clericales y contrarreformistas de la sociedad.
Dejo otros ejemplos (cuyo sentido, al igual que para el mundo de la educación, se dan por descontado) para llegar hasta las dimensiones ideales de la lucha política contemporánea, que de esta manera son evocadas por los autores de la unificación como determinantes para una sociedad de "centro-izquierda", de colaboración con la DC y de ruptura con los comunistas. Con toda la razón del mundo, Guy Mollet(1) subrayaba recientemente que la ruptura entre comunistas y socialistas se ha producido y se ha agravado debido a las pretensiones de la Internacional, de cariz bolchevique, de imponer al movimiento socialista los dos dogmas de la irreversibilidad de la guerra como medio revolucionario, y del rechazo de la democracia política considerado como instrumento del demonio clasista de la burguesía. Con lo cual tenemos automáticamente todos los elementos que conocemos y que nosotros los radicales hemos combatido toda la vida: dictadura del partido único del proletariado, mito revolucionario basado en los bigotes de Jo
sé Stalin y sobre la "realidad" del socialismo en un sólo país, itinerario estratégico en dos tiempos (el primero socialista, el segundo comunista), internacionalismo cada vez más falso ideológica y políticamente - aunque moral y humanamente comprensible, aunque no justificable. Por una parte, contaremos con los "socialtraidores" peores que los fascistas, y por la otra la historia (menos teorizada y en algunos momentos menos injustificada) que los "sin dios" stalinistas peores que los conservadores.
Y hoy?. Hoy tiene razón Mollet al subrayar que los motivos de la ruptura entre comunistas y socialistas han desaparecido con la ruina del estalinismo. Desde luego, no pueden esperarse razonablemente que Longo(2) y Amendola(3) o Ingrao(4) se salgan con una declaración jurada y protocolar de rechazo de la dictadura del proletariado o de aceptación del pluripartidismo en la sociedad socialista o de rechazo de la guerra como medio revolucionario. En este camino sentirían necesidad de pedir algo más, de someterles a la prueba de la verdad y de extender la inquisición a todo dirigente nacional, internacional o periférico. Por otra parte, tampoco podéis pretender que puedan aplaudiros ni venir a votaros al Parlamento mientras os sigáis encontrando a la derecha de Kennedy y de Morse y de la mayoría de los hombres políticos y demócratas americanos con respecto a la guerra del Vietnam, por omisión de la intervención específica en al polémica y por la costumbre de rezar el rosario de la fidelidad atlántica, o mientas
no digáis las oraciones públicas que hasta el papa Pablo ha entonado en pro de la paz. Porque en ello queda patente el retraso con respecto a la política exterior de la socialdemocracia escandinava e incluso de la Federación democrática y socialista francesa, y como mucho existen en el partido unificado núcleos de reserva neutralista, pero ningún fermento explícito de pacifismo e internacionalismo socialista.
Y este es un aislamiento cada vez más marcado que el "nuevo" partido corre el riesgo de descubrir con un poco de retraso. En todas partes, a lo largo de estos últimos meses, los partidos de la internacional socialista están cambiando radicalmente de postura. De golpe, muchos de ellos se encuentran más hacia la izquierda que Nenni y De Martino. Es cierto que ellos se han desplazado hacia la derecha de forma mucho más rápida de lo que los otros se mueven hacia la izquierda pero cabe recordar la situación. En Austria, el partido socialdemócrático acentúa sus posturas neutrales. En Francia, Mollet declara abiertamente que la única reunificación que en Europa debe actualmente ocupar a los demócrata-socialistas es la reunificación con los comunistas. En Finlandia, por primera vez desde 1948, socialdemócratas y comunistas están unidos, en un programa socialdemocrático, en el gobierno. Los electores socialdemócratas escandinavos, en Noruega, Suecia y Dinamarca, reconfortan con aumentos considerables insospechados l
os partidos de la oposición de "extrema izquierda", comunistas y socialistas de izquierdas. En la mismísima Alemania, Brandt y Wehner desean el coloquio con la SED.
Nuestros socialistas unificados podrán sin lugar a dudas durante algún tiempo negar, con algunas tácticas y aplazamientos, la evidencia del carácter unitario de los objetivos, cada vez más amplio, entre comunistas y socialdemócratas, puesta de manifiesto por la situación internacional al igual que por la específicammente italiana. Aunque creemos que no va para largo. Desde la lucha a Tambroni a la nacionalización de la energía eléctrica, desde la elección de Saragat(5) a la Presidencia de la República, a las luchas obreras de los trabajadores del sector metalmecánico, de los últimos años; desde los casos Trabucchi hasta los otros pocos con los que la izquierda ha salvaguardado su dignidad y la el Estado, muchos son los ejemplos proporcionados por la crónica política reciente.
Incluso la acción de algunos de entre los máximos exponentes gubernamentales y parlamentarios del partido unificado, conocidos por sus posturas de ruptura con el PCI, parece paradójicamente confirmar que lo que muchos comunistas y radicales y socialistas habían considerado útil en la Asamblea Constituyente que no ha tenido lugar, son los acontecimientos políticos los que lo determinen. De hecho, es posible que el diputado Mancini obtenga su fuerza de resistencia y denuncia en Agrigento por el carácter veleidoso con el que se carga las funciones de protesta del PCI, así como las de los radicales y las socialproletarias. Desde luego, no cabe la menor duda de que de esta manera ganará con varios miles de votos en su circunscripción, aumentando su popularidad, y sacándoles punta a algunas acusaciones de ineficacia y de integración en la DC lanzadas a la delegación de gobierno del PSI. Pero, en resumidas cuentas, y desde un punto de vista más duradero y grave, habrá contribuido a la batalla típica de la oposición
que es la de mostrar que la responsabilidad de este régimen y el deterioro de la democracia se halla en el mundo clerical, y que en toda grande batalla de progreso o de salvaguardia democrática, ahí, y no entre los comunistas, se halla actualmente el enemigo.
Lo mismo le pasa al ministro Mariotti. Desde luego, habrá confiado, en los últimos años en poder convertirse en portavoz italiano de una socialdemocracia que en todas partes ha garantizado o intenta realizar en Europa amplios planes de seguridad social y un estado asistencia. Ya ahora, desde muchos puntos de vista, no queda de esta voluntad más que una indicación del indiscutible entrometimiento clerical en el campo de la asistencia pública y de la previsión social, con algunos purulentos apéndices en la burocracia de un partido aliado. Una vez más, los mismos "unificadores", ante lo veleidoso anticomunista, crean ellos mismos las premisas para las nuevos y más profundas alineaciones unitarias, desde los comunistas hasta ellos mismos, hacia su "laborismo" italiano y contra la DC.
No olvidemos la iniciativa del diputado Loris Fortuna en pro del divorcio, que vincula por primera vez desde hace décadas el socialismo a una gran batalla laica. Tomemos como hipótesis que al principio, para Fortuna no se tratase más que de otorgarle al nuevo partido al que apoya incondicionalmente, un punto de ventaja más con respecto al PCI, no olvidado autor del arreglo constitucional del artículo 7. Conozco bastante bien a Loris Fortuna como para saber que no era este el sentido fundamental de su batalla. Pero aunque lo hubiese sido, qué sucedería hoy?. El PCI ha dado a lo largo de este año con respecto a este delicado problema pasos gigantescos, mientras que la DC al completo al igual que el mundo clerical, se ven obligados a confesar el vergonzoso sanfedismo(6) que es la premisa y el objetivo de su unidad.
Y sin Mancini ni Mariotti, con sus consabidas limitaciones políticas, con sus contradicciones, lo cual les aleja del poder manifestar auténticas posturas de reforma, sin Loris Fortuna, qué sería este "centro-izquierda" y este partido unificado, si no la tumba de todas las voluntades y las iniciativas de reforma y de renovación maduradas en los años 50?. Las entidades regionales, las leyes urbanísticas, la moralización de la vida pública, la reforma de la escuela pública y su potenciación, una política de paz y de autonomía, el federalismo europeo, una política de rentas que no fuese simplemente una versión de la política de congelación de salarios, una política fiscal digna en vez de la presente reanudación furibunda de los impuestos indirectos sobre los directos, que gravan cada vez más sobre las capas menos privilegiadas de la sociedad?.
He ahí por qué nosotros, en calidad de radicales, nos dejamos determinar, en nuestra actitud con respecto a la unificación, por las evaluaciones manifestadas por el PCI. En primer lugar porque sabíamos que los dos partidos que se unificaban eran ambos, a pesar de serlo de forma imperfecta, socialdemocrático de toda la vida. En segundo lugar porque en la sociedad, el modelo socialdemocrático si es mecanismo reanudado, a pesar de ser también insuficiente e inadecuado, es de hecho revolucionario con respecto al régimen que nos gobierna, y comporta una ruptura con el populismo y el autoritarismo clerical que es el freno más grave para el desarrollo en nuestro país. En tercer lugar, porque del mismo modo con el que se ha querido que naciese, de forma tan burocrática, constituyendo tanto el programa, que es un auténtico "vacío" programático de carácter típicamente transformista, como la clase dirigente, anula, por exceso, las pretensiones antiunitarias de afianzamiento del "centro-izquierda" de base clerical.
Por último, porque tal vez tengan razón por una parte el PSIUP, y por otra la opinión "qualunquista"(7) y moderada, al considerar que para gran parte de la calse dirigiente que se había formado a lo largo de estos años en el PSDI y en el PSI (desde el queso de las cooperativas frentistas, hasta el pastel del subgobierno centrista y clerical) no ve mucho más allá de la posibilidad de sacar de la unificación un mayor poder contractual de subgobierno hacia la DC. Aunque eso ya es "mucho".
Queréis quitarles a los clericales el monopolio de la asistencia pública?. No podréis hacerlo más que "laicizándola", quitándosela a la secular gestión eclesiástica y a las fuerzas económicas privadas que se integran en ella. No existirá otra vía para mantener e incrementar este "poder" adquirido, que superar muy pronto el clientelismo, para basarlo en el control de la gestión de los trabajadores. Pongamos por hipótesis que Nenni y Tanassi consigan, contra el sentimiento predominante en la base del partido unificado, hundir el proyecto Fortuna para el divorcio, pidiendo al mismo tiempo, con el pretexto, al país que les dé más fuerza y sufragio para imponerlo en la próxima legislatura. En ese caso se sientan las bases para un crecimiento anticlerical y unificado con la caracterización del partido, por encima el cálculo que les impulsase. Etc, etc. Por otra parte, este tema es para muchos como lo del "partido del Presidente". Personalmente siempre he creído que se infravalora excesivamente y que actualmente
hacemos mal en no recordar que fue precisamente Saragat, en un no muy lejano coloquio con Togliatti(8) el que indicó a los comunistas y a los socialistas demócratas el mismo objetivo histórico que actualmente Guy Mollet considera posible perseguir de forma directa, explícita e inmediata: un sólo partido socialista común.
Ahora bien, sería inútil, a este propósito, por estúpidas cuestiones de estilo, no decir que ha sido precisamente el compromiso y el trabajo del más acreditado socialista-democrático italiano el que ha garantizado la permanencia de gran parte de la izquierda del PSI (la unitaria y antiatlántica) en el proceso de unificación; a autorizar mayor base a una perspectiva de alternativa socialista, laica y democrática, y a permitirles a algunos de hablar de no demasiado lejana y fatal "eliminación", aún a través de burocráticas promociones, del clan dirigente del PSDI.
Así pues, creo, para concluir este punto, haber expuesto algún motivo válido para sufragar la convicción, predominante en mi partido, que el vacío ideológico y político de la declaración de unificación, y el "pleno" cada vez más democrático, a veces genéricamente democrático, de las resoluciones comunistas de los últimos años constituyen una seria premisa para un cambio radical de las relaciones entre socialdemócratas y comunistas en Italia. Sobre esta unificación, así pues, y no sobre otras, en 1967, será necesario empezar a debatir a fondo.
Pero, a parte de estos datos, otros, menos estruendosos pero tal vez más interesantes, son indiscutibles y corroboran mis afirmaciones. En el campo económico, la diferencia que existe entre las tesis y las propuestas de Leonardi e incluso de Barca no son tan distantes de las de Giolitti(9) o del equipo de tecnócratas socialistas demócratas arraigados en el ministerio del Presupuesto, o de los presentes en el sector público, como para poderse configurar de forma distinta a meras diferencias y divergencias en el seno de un mismo partido.
Sobre la cuestión de la educación y la familia, las únicas diferencias por el momento son progresivamente las que se derivan de la participación en el gobierno con los clericales por parte de unos, y de la acción de oposición parlamentaria por parte de los otros...
Cada día, en Italia, al sentimiento de impotencia y de exclusión que ha reducido los rangos militantes del PCI a lo largo de los últimos veinte años, se añde opoosición parlamentaria por parte de los otros...
Cada día, en Italia, al sentimiento de impotencia y de exclusión que ha reducido los rangos militantes del PCI a lo largo de los últimos veinte años, se añade y se suma el, más reciente y dramático, de aquellos que en sus decisiones sindicales y profesionales, políticas y sociales, han creído en la existencia posible "dentro del Estado", es decir en el subgobierno, de "habitaciones con botones" y de actitudes para utilizarlas, capaces de garantizar cambios sustanciales en las relaciones de clase y serias y responables reforma democráticas.
De esta manera, nosotros los radicales, firmemente anclados, tanto en las intenciones profesadas como en la práctica política a lo largo de los últimos años, en el objetivo de la unidad y la renovación dela izquierda para que se realice en Italia y en Europa la alternativa democrática y socialista, vemos como se va avencinando el momento de la unidad y como se aleja el de la renovación, premisa indispensable para que la unidad conseguida se traduzca en conquista de poder y en definitiva en derrota de las fuerzas reaccionarias y clericales. Porque estamos convencidos, no de forma abstracta sino en la práctica, de que lo que puede potenciar el proceso de integración de la izquierda comunista y la no comunista es sólo la recuperación de una visión clara, alternativa, de la nueva sociedad que aunque sea lentamente, con reformas democráticas, deseamos empezar a construir desde ahora.
Así pues, vemos como por parte de la izquierda no comunista, que las socializaciones de los regímenes comunistas no son tales sino simplemente una transición al capitalismo de estado, con dirección burocrática, con las retahílas policiales y militares necesarias. Sin lugar a dudas, hay parte de verdad en esta afirmación. Pero, cómo superar la contradicción que se determina cuando las fuerzas socialdemocráticas no saben proponer más que un progresivo y circunscrito traslado al capitalismo de estado de sectores productivos a gestión estatal de sectores productivos de gestión privada, y basando en cualquier caso la economía en dos sectores (que difunden) en la inmutabilidad de las relaciones de producción, en el sector del Estado así como en el privado?. Que no se me diga que la cuestión sindical socialista tiene por objeto actualmente un cambio de las relaciones, porque no nos hallamos ni tan siquiera a nivel del "capitalismo del pueblo" ni del sistema de acciones popular de Ehrhart o de Malagodi(10), y ni ta
n siquiera del "Welfare State", sino en la simple y pura aceptación ideológica de la sociedad de consumo. Aquí toda las fuerzas socialistas deben hallar respuesta - incluso el PCI que, por mucho que la busque, no la encuentra a oesar de su contacto directo con las masas obreras y campesinas y a pesar de la mayor libertad de movimiento de la que goza estando en la oposición. Los socialistas, además, no pueden pensar en proponer políticas e ideales que sean sólo válidos a nivel nacional o a partir de un sistema concreto. Hemos de hallar soluciones finales a plazo medio para dar respuesta a las preguntas que se desprenden de las dos sociedades industrializadas, la colectiva y la capitalista.
Más aún, la constatación de que cincuenta años después de la "Revolución de Octubre" los ejércitos sigan siendo el pilar de las sociedades "socialistas" así como de las "capitalistas", con todo lo que comportan estructural e ideológicamente, identificándose con la herencia nacionalista jacobina y el mito revolucionario bonapartista, más que con el pacifismo antimilitarista del socialismo - esta constatación podía útilmente consentir denunciar la absoluta inadecuación del "pacifismo" del PCI, incapaz de proponer más que soluciones nacionales nutrales, anacronistas y en cualquier caso obsoletas. Se revelaría de esta manera, con grandes posibilidades de diálogo y de crítica útil, los motivos objetivos por los que le PCI ha siempre tachado de adversarios burgueses y de batallas sipérfluas la de la objeción de conciencia, o las de afirmación de otros derechos civiles (véase control de la natalidad, divorcio, reforma del sistema judiciario, reforma de los códigos penales, reforma del ejército y de la policía) y no
había hecho más qule engancharse a ellas o las había acogido demasiado tarde.
Más aún, el problema de la laicidad, que en Italia se debe al anticlericalismo, a propósito del cual la socialdemocracia italiana parece haber establecido entre sí y la socialdemocracia europea la misma inmensa distancia que en el mundo cristiano existía entre contrarreforma católica y reforma protestante. Ningún laico se siente menos en culpa que los socialdemócratas italianos que, al haber renunciado en este sentido, por falta de convicción ideal y de claridad ideológica, a una polémica sobre los principios, han alimentado su acción política de colaboración subordinada con las fuerzas clericales.
De esta manera, es difícil y poco creíble acusar a los comunistas de escasa convicción laica, dogmáticos y totalmente ajenos a un elemento de liberación y de lucha de las masas trabajadoras occidentales, tal y como en cambio nos resultaba posible a nosotros los radicales. Actualmente, el PCI da pasos de gran envergadura en esta dirección - y caso glosando el debate como eruditos de provincia que se había instaurado entre ciertos "revolucionarios" del PCI e intelectuales de la izquierda católica - Longo finalmente, en el último Congreso, reconocía qule la garantía suprema e insuperable de la democraticidad y del respeto deel pensamiento religioso y de sus manifestaciones estribaba en el repudio de la concepción de un Estado ideológico, por la afirmación de la laicidad del Estado. Respuesta realmente definitiva, puesto que el problema de "proporcionar" garantías teóricas o prácticas al mundo clerical para facilitar la modernización o las tendencias "progresivas" no podía, en caso de ser aceptado, más que supon
er una especie de aparcería integralista basada en una interpretación populista de la moderna realidad de clase. Cabría todavía evocar la necesidad del rechazo del ámbito nacional como cuadro real de lucha para el poder entre el movimiento democrático de los trabajadores y sus adversarios, y como dimensión de la batalla política moderna.
En este sentido, los comunistas y los socialdemócratas han procedido y siguen procediendo manteniendo un destacado paralelismo, lo cual es grave. No es coincidencia que progresivamente los socialdemócratas corran el riesgo de aparecer más bien como un "producto nacional", una auténtica y verdadera estructura portante del Estado nacido de la revolución romántica y burguesa, al igual que la expresión organizada de la unidad de ideales, política y social de la clase trabajadora del occidente europeo. Si, planteándolas como opciones políticas togliattianas y estalinistas, las intuciones gramscianas sobre la necesidad de vincular las luchas cde vincular las luchas campesinas a las obreras para realizar un más amplio movimiento de renovación, se han traducido en una imposible "vía nacional" al socialismo basada en el intento de dialogar entre "comunistas" y "católicos", es igualmente cierto que los socialistas que rechazaron la Tercera Internacional no han demostrado nunca ser conscientes de la unidad histórica, o
bjetiva, internacional y necesariamente revolucionaria entre los obreros y los trabajadores del triángulo industrial europeo comprendido entre el Rhur, el este y el norte de Francial socialismo basada en el intento de dialogar entre "comunistas" y "católicos", es igualmente cierto que los socialistas que rechazaron la Tercera Internacional no han demostrado nunca ser conscientes de la unidad histórica, objetiva, internacional y necesariamente revolucionaria entre los obreros y los trabajadores del triángulo industrial europeo comprendido entre el Rhur, el este y el norte de Francia y el norte de Italia. Y si han sido europeístas, lo han sido de forma veleidosa y contradictoria, apuntando totalmente (no sólo por la necesidad impuesta por la actitud de cerrazón nacionalista del movimiento comunista en Italia y en Francia) en los papeles diplomáticos y cumbristas, que De Gaulle logró derrumbar de un simple soplo. De hecho, la lógica de los Estados nacionales, no es la de disolverse a través de tratados indoloro
s, sino la de cosnsolidarse: la adversión hacia un viejo nacionalista maurrasiano francés ha bastado por sí sóla para abatir el gigante con los pies de barro puro con gran esfuerzo y diligentemente erigido por los católicos y socialistas, por las fuerzas más avanzadas del neocapitalismo europeo y por los representantes de la mayoría de los sindicatos en Europa. Ahora bien, sobre todo los comunistas son los que repiten, al igual que los socialdemócratas, que el día de la reanudación revolucionaria en Europa será el día en el que los obreros de la Fiat, de la Renault hagan huelga juntos, por los mismos motivos y el mismo día.
Que sean cientos de miles en Italia, socialistas, comunistas, socialproletarios, radicales, socialdemócratas, republicanos, independientes demócratas, los que reflexionen sobre estas cosas, y, a menudo, los que no encuentran disenso ni adversarios. Lo que actualmente es propio de los radicales del Partido radical, y es la esencia de la diferencia política entre ellos y los militantes socialistas o del PCI, del PRI o del PSIUP, es la convicción de que se actúa mejor en esta dirección si se hace de las convicciones y las observaciones que he presentado un motivo de explícita y manifiesta unidad de trabajo más que una reserva inexpresada de la acción militante de cada día, por presentar "en mejor momento" allá "en las sedes que corresponda" de otros partidos hermanos.
Sobre ésto hemos basado durante años una actividad militante que se ha intentado oprimir al momento de nacer con drásticas conjuras de silencio. Sobre ello han crecido las alianzas con el PSIUP y con el PCI contra el "centro izquierda" así como las pesadas excomuniones y los intentos de instrumentalización que unos y otros nos han reservado otras veces. Sobre este punto, a pesar de la obtusa hostilidad de los burócratas o el vanidoso fastidio de algunos "líderes", se han creado importantísimas batallas comunes con la izquierda del gobierno, al igual que la batalla para la elección de un presidente no clerical, o las que protestábamos por las acusaciones contínuas de traición que nuestros aliados elevaban hacia los autonomistas del PSI o hacia el PRI, recordando en donde se hallaba el adversario real y definitivo, apoyando sin reservas los intentos de Mariotti, de Mancini, o el esfuerzo parlamentario del diputado Loris Fortuna. Y, para acabar, sobre todo esto confiamos en podernos unificar lo más pronto posib
le, disolviéndonos en una unidad más vasta, profunda y eficaz.
Sumarnos a la unificación?. Eso está muy bien para los amigos y compañeros que han vivido en estos años en dolorosa, comprensible y culpable reserva o inercia. No para nosotros. Realmente, compañeros socialistas, creéis que podemos negociar nuestro modestísimo ingreso con Tanassi o Brodolini, en caso de que quisiesen?, Qué diríamos?. De qué íbamos a hablar con ellos?, de qué hablarían ellos con nosotros?. Realmente, tener que guardar silencio durante dos o tres años de casas, de hospitales, de laicidad, de Concordato, de divorcio, de viejos y de niños, de colegios y de ciudades, de política internacional y de estructuras militares, de pensiones y de mutualidades, de federalismo europeo y de santa Europa clerical, de democracia en y de los partidos demócratas, no podremos, o podremos hacerlo sólo aceptando la calificación de intelectuales orgánicos (del "centro-izquierda" en vez del PCI, da igual) y hablando de todo ello en las estructuras enajenantes que la industria editorial reserva a las "querellas" e
ntre "doctores sutiles" del socialismo; de lo contrario, le íbamos a faltar a la razón de partido de la unificación "anticomunista" y a la razón de estado del "centro-izquierda irreversible".
N.d.T.:
(1) Guy MOLLET: (1905 - 75) político francés. Secretario del Partido Socialista (SFIO) de 1946 a 1968, presidente del consejo (56-57) preparó el ataque anglo-francés a Egipto (crisis de Suez).
(2) Pietro LONGO: (Roma, 1935) secretario del PSDI.
(3) Giorgio AMENDOLA : (Roma, 1907-80) uno de los fundadores del PCI.
(4) Pietro INGRAO : (Lenola 1915), diputado comunista, Presidente de la Cámara de los diputados italiana (1976-79).
(5) Giuseppe SARAGAT : (Turín 1898- Roma 1988). Socialista, ministro del primer gabinete Bonomi (44), presidente de la asamblea constituyente (46). Líder de la escisión del ala derecha del Partido socialista Italiano, constituyó el Partido Socialista Liberal Italiano. Vicepresidente del consejo (47-50; 54-57). Presidente de la república (64-71). Presidente del PSDI.
(6) SANFEDISMO: Actividad de las bandas armadas de campesinos en la Italia meridional, organizadas por primera vez por el cardenal Ruffo, en el ejército de la Santa Fe, a finales del s. XVIII, para combatir contra la República partenopea (república que duró 4 meses en 1799). Y también actividad de numerosas sectas reaccionarias reactivas en el Estado Pontificio, tras la Restauración. Por extensión actitud política reaccionaria.
(7) QUALUNQUISMO: Movimiento derechista creado en la Italia de la postguerra por el periodista y comediógrafo Guglielmo Giannini (el nombre se lo debe a su órgano de expresión, la revista "L'Uomo Qualunque" cuya traducción no literal sería "el hombre de la calle"). El qualunquismo, al que rápidamente prestaron su apoyo los descontentos, pero moderados, de la clase media, aquellos que habían sido fascistas no por convicción, sino por conformismo, desapareció de la escena política a los pocos años. No obstante, en Italia sigue empleándose la palabra para designar al magma electoral que, en términos más actuales se conoce como la "mayoría silenciosa".
(8) Palmiro TOGLIATTI : (Génova - 1893- Yalta 1964). Secretario del PCI desde 1927 hasta su muerte. Transcurrió largas temporadas en el extranjero, en Moscú (en la secretaría del Comintern) y en España (durante la guerra civil española). Volvió a Italia en 1944, puso en marcha la política nacional del PCI con el acercamiento de otras fuerzas antifascistas, el reconocimiento del papel desempeñado por los católicos, la participación en los gobiernos del 44 al 47. Ministro en repetidas ocasiones, tras las elecciones del 48 fue el cabeza de la oposición de la izquierda. Inspirador de la "vía italiana al socialismo" fijó las premisas de la autonomía del PCI con respecto a la URSS.
(9) GIOLITTI Giovanni (Mondovi 1842 - Cavour 1982). Diputado liberaal, ministro con Crispi, presidente del gobiernp (1892-93; 1903-1913 salvo breves intervalos (1905-06; 1909-11). Fomentó la industria, permitió el creciimiento del movimiento obrero y socialista, estatalizó el sistema ferroviario, extendió la asistencia a los trabajadores, instituy~ el sufragio universal para los hombres. Tras la guerra de Libia (1911-12) para frenar un posible éxitto socialista, concluyó un acuerdo electoral con los católicos (pacto Gentiloni 1913), causa de su caída posterior. Antintervencionista, volvió al escenario político en 1919. Presidente del gobierno (1929-21), infravaloró el nuevo movimiento fascista, convencido de poderlo absorber en las formas del estado liberal. Se opuso sólo tras el delito Matteotti (1924).
(10) Olindo MALAGODI : (Cento 1870 - París 1934) escritor y periodista. Amigo de G.Giolitti, dirigió "La Tribuna" (1910-23). Se vió obligado a vivir en el exilio debido al fascismo.