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Loteta Giuseppe - 6 ottobre 1968
UN DIA EN SOFIA
Giuseppe Loteta

SUMARIO: El texto narra la acción no violenta llevada a cabo por militantes radicales en Sofía (Marco Pannella, Marcello Baraghini, Antonio Azzolini y Silvana Leonardi) en el ámbito de la iniciativa promovida por "War Resister's International" en distintas capitales de Europa del este para protestar contra la ocupación de Checoslovaquia por parte del ejército del Pacto de Varsovia. Según los radicales, los comunistas, los socialistas y los demócratas europeos no deben limitarse a condenar la intervención soviética sino que deben »intentar influir en primera persona en los acontecimientos, adoptando todas las iniciativas políticas que puedan ayudar a los dirigentes checoslovacos en su difícil tarea y al mundo socialista a quitarse de encima las estructuras autoritarias y militaristas que son el origen de la ocupación.

(L'ASTROLABIO, 6 de octubre de 1968)

Sofía, 24 de septiembre. Calle Stomboliski, pleno centro, a dos pasos del hotel Balkan. Tres hombres y una mujer distribuyen octavillas, a veinte metros el uno del otro.

Son las cinco de la tarde, ora punta en la capital búlgara. Los obreros salen de las fábricas, los empleados de las oficinas, y todos, con curiosidad y amabilidad, cogen los panfletos.

El indumento de los cuatro - jerseys, blue jeans y minifalda - no da lugar a dudas: son occidentales. Menos dudas da aún el contenido de las octavillas, de dos tipos. Tres breves frases en búlgaro, una: "Basta con la OTAN, basta con la guerra en Vietnam, basta con la ocupación de Checoslovaquia"; la otra octavilla comprende un largo llamamiento en ruso y en alemán a los países del Pacto de Varsovia para que retiren las tropas del territorio checoslovaco. Cientos de folios pasan de mano en mano, son leídos con extremada atención incluso por soldados y guardia urbanos. Transcurren unos quince minutos antes de que un hombre y una mujer vestidos de civil lleguen jadeando e impidan la difusión de octavillas. El hombre coge por el cuello al más joven de los cuatro, le escupe en la cara y le chilla varias veces: "fascista". La respuesta no se hace rogar: una sonrisa cordial, un gesto de negación y luego un "no, no, socialista". Los cuatro son italianos: Marco Pannella, 38 años, periodista, ex secretario del Partido

radical; Marcello Baraghini, 24 años, publicista, miembro de la dirección del Partido radical; Antonio Azzolini, 25 años, estudiante universitario, del grupo directivo de la federación romana del Partido radical; Silvana Leonardi, 28 años, profesora, socialista libertaria. Su acción no es aislada. A la misma hora, ese mismo día, otros grupos de jóvenes distribuyen octavillas análogas en Moscú, Varsovia y Budapest. La iniciativa es de la "War Resister's International" (Internacional de Resistentes a la Guerra), la asociación pacifista que desde hace años lleva a cabo una acción continua de apoyo a los desertores políticos y a los que se niegan a enrolarse en el ejército en Estados Unidos".

"Operación Europa del Este". La WRI tiene todos los papeles en regla. Puede organizar la distribución de octavillas en Europa del Este contra la ocupación de Checoslovaquia porque su postura y su acción con respecto a la agresión americana en Vietnam son conocidas en todo el mundo. La organización de la Conferencia de Estocolmo sobre Vietnam, de julio de 1967, y la próxima movilización de los pacifistas europeos contra el cuartel general de la OTAN, en Bruselas, no son más que dos ejemplos. Y es igualmente ejemplar la reciente historia del presidente de la WRI, el inglés Michael Randle, condenado a 18 años de cárcel en 1961 por haber organizado una manifestación en la base de los bombarderos americanos de Wethersfield y a un año en 1967 por haber participado en la ocupación de la Embajada griega en Londres, inmediatamente después del golpe de Estado de los coroneles. En cuanto a los voluntarios de la "Operación Europa del Este", cabe destacar que en Moscú la distribución de octavillas fue llevada a cabo por

la americana Vicky Rovere, arrestada en repetidas ocasiones en Estados Unidos por sus protestas contra los experimentos atómicos, y por el inglés Andrew Papworth, organizador de campañas antimilitaristas en las bases americanas en gran Bretaña; en Budapest por el americano Bob Eaton, capitán del "Barco de Paz", que el pasado año transportó a Haiphong suministros y medicinas para los combatientes de Vietnam, y por el indio Satish Kumar, Premio Nehru (soviético) de literatura y acogido en Moscú como héroe nacional en una famosa marcha Calcuta-Washington en pro del desarme.

El currículum de los italianos no es menos intenso. Pannella y compañía llevan en sus certificados penales el sello de la larga serie de delitos cometidos a lo largo de su actividad política de militantes de izquierdas. Cabe destacar que el Partido radical ha sido el primer grupo político de la izquierda europea que ha protestado con pancartas de inequívoco sabor socialista contra la ocupación de Checoslovaquia; el promotor, al término de once largos días en huelga de hambre de protesta, del "Comité Antiatlántico de Checoslovaquia" que ha recibido la adhesión de numerosas personalidades y militantes de la izquierda italiana, desde Riccardo Lombardi hasta Wladimiro Dorigo. La opinión de los radicales sobre los acontecimientos de Praga es que los comunistas, socialistas y demócratas europeos no deben limitarse a condenar - por importante y decisivo que sea - la intervención soviética; sino intentar influir en primera persona en los acontecimientos, adoptando todas las iniciativas políticas que puedan ayudar a

los dirigentes checoslovacos en su difícil tarea y al mundo socialista a quitarse de encima las estructuras autoritarias y militaristas que son el origen de la ocupación.

Incluso la War Resister's - a la que el Partido radical se asocia en Italia, junto con el Movimiento No Violento por la Paz - es del mismo parecer. De esta manera, los objetivos de la iniciativas han sido definidos en cuatro puntos: "1) responder al llamamiento del pueblo checoslovaco que solicitaba una acción internacional de apoyo a su causa; 2) romper, aunque sea a pequeña escala, la barrera del silencio y la distorsión de las noticias sobre los acontecimientos en Checoslovaquia; 3) demostrar que la oposición a la ocupación es profundamente sentida por los movimientos socialistas y pacifistas occidentales; 4) solidarizarse con las protestas abiertas y valientes que han tenido lugar en la Unión Soviética, en la República Democrática Alemana, en Polonia y en Hungría contra el autoritarismo de las altas cúpulas dirigentes". De esta manera, el 22 de septiembre, con las bolsas y las maletas llenas de octavillas, Pannella, Baraghini, Azzolini y Silvana Leonardi dejaban Roma y se trasladaban a Sofía, en tránsito

turístico - tal y como se afanaban por explicar a los aduaneros y policías - hacia Estambul.

El 23 por la noche, los cuatro llegan a la capital búlgara. Sólo Silvana sabe algunas palabras de ruso, suficiente a mala pena para descifrar los misteriosos caracteres en cirílico que aparecen por doquier. Se apresuran a buscar una pensión, un poco de tiempo para hacerse una composición de lugar, tener una idea de la ciudad y luego a dormir. Al día siguiente, se reparten las tareas. Durante toda la mañana Marcello y Antonio dan vueltas por Sofía, dejando algunos miles de octavillas en los bancos y en los buzones, en los bares y restaurantes, mientras Marco y Silvana escriben a la WRI y escriben un llamamiento al Comité Central del Partido Comunista Búlgaro que no lograrán enviar nunca pues en la ciudad nadie parece conocer la dirección. A primera hora de la tarde continúa la distribución clandestina de octavillas en grupos de dos, y luego, a las cinco, la manifestación en la Calle Stomboliski.

Los servicios de seguridad en acción. Los tres hombres son arrestados y conducidos a una comisaría. Silvana logra distribuir octavillas otros diez minutos, hasta que se produce un enfrentamiento verbal con un agente de civil que confisca el paquete. Posteriormente, pasado el momento, le da tiempo a llegarse hasta la estación en donde espera inútilmente durante seis horas en una sala de espera. En plena noche es arrestada en un compartimento de los ferrocarriles, destino Belgrado. La primera reacción de la policía es de estupor. Quién diablo son estos cuatro aguafiestas? Leen y releen los folletos en tres lenguas, quieren saber si se trata de una organización internacional anti-socialista, de fascistas, de agentes de Checoslovaquia. Posteriormente, entran en el escenario los servicios de seguridad, funcionarios inconfundibles con sus impermeables oscuros que cogen a los cuatro y se los llevan en coche a la periferia de Sofía, a la sede de la policía secreta, lugar en el que permanecerán un día, hasta que les

expulsen del país.

24 horas ininterrumpidas de discusiones e interrogatorios de lo más correctos. Se ocupan de los cuatro nada más y nada menos que las altas cúpulas del servicio. Ayudado por un intérprete, dirige las operaciones el coronel Petrov, que de vez en cuando refiere a un superior. Poco antes de ponerles en libertad, aparece una tercera persona, vestida también de civil, que solicita con amabilidad: " Han sido suficientemente correctos mis funcionarios?". La tesis de los cuatro es sencilla: "Somos radicales, socialistas. No creemos haber cometido ningún tipo de delito pues estamos convencidos de que la Constitución de un país socialista no puede dejar de garantizar a cualquiera el derecho a manifestar su propia opinión. Estamos decididamente en contra de la agresión americana en Vietnam y también en contra de la política de bloques militares. Por ese mismo motivo condenamos asimismo la intervención en Checoslovaquia las tropas del Pacto de Varsovia". Dura como el granito, la postura oficial de Moscú sobre la contrarr

evolución de Praga y la acusación: "Habéis venido para interferir en los asuntos interiores de un país socialista". No faltan particulares divertidos. Cuando Pannella comenta las posturas del PCI y del PCF sobre Checoslovaquia, le interrumpen las risotadas de escarnio que equivalen a un "«Buenos son ésos!". Otro funcionario, por el contrario, intenta convencer a Silvana Leonardi que quién solicita la intervención de las tropas soviéticas fue nada más y nada menos que el Presidente de la República checoslovaca, el general Svoboda. "Le vimos con nuestros propios ojos en televisión" añade. Y continúa: "Sois vosotros los occidentales los que estáis mal informados".

Luego, inesperadamente, uno por uno, los cuatro son acompañados a una sala llena de periodistas, de corresponsales de la radio, de cámaras de la televisión: una rueda de prensa organizada por los servicios de seguridad para mostrar al pueblo a los provocadores occidentales. Pannella se niega a contestar a los representantes de la prensa búlgara. "En mi país - aclara - es el que convoca las ruedas de prensa el que contesta a las preguntas. Yo no he convocado nada, es más he sido convocado. Por lo tanto no tengo nada que decir. Sí, quisiera formularos varias preguntas, pero no creo tengáis intención de contestarme". Los otros tres aceptan la extraña entrevista y aclaran una vez más los motivos que inspiraron su acción.

Por último: la expulsión. Grandes automóviles oficiales acompañan, en grupos de dos, a los cuatro hasta la frontera con Yugoslavia, se impone a los "italianos expulsados" no volver nunca más a Bulgaria. Autostop hasta Belgrado, en donde se reunirán de nuevo. Suerte parecida les fue reservada a los grupos de Moscú, Varsovia y Budapest. Más difícil la posición de los voluntarios en Hungría, que fueron apoyados en la manifestación por numerosos estudiantes húngaros y que - tal vez por ello - les faltó poco para que les procesasen por actividades subversivas. Pero al final fueron puestos en libertad.

"Il Tempo" tiene razón. Una vez cumplida la misión, dos observaciones surgen espontáneas. En primer lugar, el coste de la operación ha sido mínimo. Obviamente, no hay que olvidar el riesgo que corrían los voluntarios de Sofía, Moscú, Varsovia y Budapest de que les sometiesen a juicio y les metiesen en la cárcel. Pero no fue así, aunque el precio de uno o dos días de forzada hospitalidad en los edificios de los servicios secretos no puede considerarse irrisorio. En segundo lugar, confirmar la validez de las iniciativas políticas individuales y autónomas, que proceden de la base y no de lisiadas vacilaciones de las altas cúpulas de las grandes formaciones políticas. Además, no cabe la menor duda de que de que el éxito de la operación supera con creces toda expectativa. Limitémonos a Bulgaria. Los cuatro lograron en pocas horas difundir aproximadamente 5.000 octavillas que - presumiblemente - fueron leídas por varios miles de ciudadanos, y asimismo gran parte de la población recibió la información, por distorsi

onada que fuese, que los periódicos, la radio y la televisión proporcionaron voluntariamente. La confrontación para quién le echaba una ojeada a las octavillas debe haber sido sin lugar a dudas fácil. Sin olvidar los problemas regalados a los dirigentes del servicio de seguridad búlgaro y el eco del acontecimiento en la opinión pública occidental. Un buen resultado para quiénes se trasladaron a Sofía con un par de blue jeans y una bolsa de octavillas bajo el brazo.

Por último, con respecto a la opinión pública y a los medios de información cabe destacar que mientras en otros lugares los periódicos han dado gran resonancia a la iniciativa y las cámaras de televisión no han dejado ni respirar a los voluntarios de la WRI, en Italia, por el contrario, las cosas han conocido mayor calma. En cualquier caso se ha comprendido - y esto es lo que cuenta - que la iniciativa provenía de la izquierda, y era una iniciativa pacifista y socialista. "En realidad - escribe "Il Tempo" al respecto - los organizadores de las manifestaciones, que hasta el momento presente se han caracterizado por la cotidiana y consabida acción antioccidental que beneficia a la política de la URSS, demuestran claramente su preocupación por los efectos devastantes que la invasión de Checoslovaquia ha acarreado al comunismo internacional, de manera que la manifestación misma adopta todo el aspecto de una justificación preconstituida... Incluso el mismísimo tenor de las octavillas distribuidas demuestra, entre

otras cosas, que la principal preocupación de los radicales y los que los apoyan es que la acción rusa refuerce a Occidente. De hecho, en dichas octavillas se afirma que la injustificada invasión de Checoslovaquia recrudece la guerra del Vietnam, refuerza a la OTAN y favorezce a los candidatos de la derecha en las elecciones americanas". A su manera, y con su lenguaje, "Il Tempo" tiene razón.

 
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