Marco PannellaSUMARIO: En enero de 1969, Aldo Braibanti fue condenado a nueve años de cárcel acusado de haber plagiado, coartando su voluntad, a Giovanni Sanfratello. Algunos años antes, Sanfratello, atraído por su personalidad, se fue a vivir con él, rompiendo con la familia y con el ambiente tradicionalista y católico en el que había crecido. La condena - la capción es un delito por el que se protesta raramente y de difícil definición - castigaba no tanto actos criminales específicos, sino las costumbres de vida no conformistas y la homosexualidad de Braibanti. Tras la sentencia, "Noticias radicales" publicó esta intervención de Pannella. En 1972, Pannella fue condenado - junto a Loteta y Signorino, que había publicado en "El Astrolabio" un artículo sobre Braibanti - por difamación, calumnia y ultraje.
(Noticias Radicales - enero 1969 de "Marco Pannella - Escritos y discursos - 1959-1980", editorial Gammalibri, enero de 1982)
Las páginas, las acusaciones y las observaciones que seguirán son realmente graves. Pero no es pretenden ser "ab irato": si bien lo que me ha impulsado a escribir ha sido un cierto sentimiento, un cierto estado de ánimo, quiero aclarar que la dosis de emotividad que ha contribuido a configurar su textura está totalmente superada por el calibre de una profunda reflexión y por haber asumido conscientemente y con serenidad la responsabilidad necesaria. Porque no quiero recurrir, ante cualquier eventualidad, ni tan siquiera a la hipótesis de atenuantes (jurídicos o humanos) por la existencia (indudable) de provocaciones graves o de valores sociales y humanos determinados por defender.
Son páginas prudentes, la prudencia entendida como virtud y no como pcaresca, hecho interior antes que cálculo e instinto de conservación. Sé que no he escrito nada supérfluo, nada determinado por la voluntad de hacerle daño, por malos instintos, a nadie, y ni tan siquiera por exceso de defensa, legítima o no, mía o de otros.
Considero que es urgente romper esa cadena de violencia que abusa de la justicia y de su nombre, mientras constato cómo se institucionaliza y cómo progresa y las dolorosas e intolerables consecuencias que acarrea.
Actúo, una vez más, com mis compañeros, en calidad de radical, para imponer y reintegrar al menos una lógica formal de justicia en donde creo que la prevaricación y la iniquidad se arraigan sin una pizca de pudor, sin ni tan siquiera aquellas hipocresías que quedan como formas extremadas de obsequio al principio de la verdad, cuando no a su manifestación concreta. Este "caso Braibanti" (que en realidad es el "caso Sanfratello" o el "caso Lojacono") se está conviertiendo progresivamente en un "caso de Estado"; el acallarlo, literalmente hablando, es una falta de conciencia, el no temerlo, una falta de valor y de simple inteligencia.
Cuando desde las más "prestigiosas" sedes de la justicia la imaginable y severa tensión puritana arruina en la devastación grotesca del filisteísmo; cuando, contra las insuperables adquisiciones de la civilización laica, se replantea retórica y miserablemente el camino hacia atrás de la pretensión sacralizadora de una función del Estado (Guarnera a los magistrados contestatarios: "...La más noble de las profesiones humanas") y de sus intérpretes; cuando las leyes - que se presumen conocidas para que, con la igualdad, exista la "certeza" del derecho para todos y para cada individuo - se convierten en praxis "meramente orientativas" y misteriosamente violables "ab libitum" por aquellos que deberían ser (y no lo son: lo es el pueblo) sus guardianes y nacen nuevos patrones a la sombra de interpretaciones enajenadas, enajenantes, capciosas, mendaces; cuando ello sucede - y sucede - es el momento de recordar que quien crea colocarse en los hechos "por encima" de las leyes, precisamente por ello se está "por debajo
" de ellas y de la mismísima vida civil.
Y si, por casualidad, el Estado demostrase dar "cuerpo" (o corporación) con ellos, el "delinquir" del rebelde y el revolucionario, del hombre libre y democráta y socialista, ante y contra el poder autoritario, se convierte en "norma" y ley el mismo. (Y "delinquir" es muy distinto de lo que atribuiré a continuación al Presidente Falco).
Ultima pero no supérflua aclaración: quien escribe es y se considera un "privilegiado" de la justicia. A lo largo de mi larga trayectoria periodística y de militariado radical, de acciones y de campañas políticas y publicistas en general dirigidas por necesidad de ideas y de juicios y - para qué vamos a esconderlo? - de gusto y tendencias, contra los mayores y más protervos potentados, contra instituciones, antiguas o renovadas "neo" o "paleo-capitalistas" y "clericales", las más desacostumbradas e intolerantes de simples críticas o de protestas por ténues que sean, de acusaciones más graves, a veces las más infamadoras, siempre las más específicas y motivadas, y siempre (como hoy) afirmadas y no evocadas con picaresca con esa mala costumbre de decir sin decir, del uso consciente y excesivo del condicional y de la negación retórica, que son la regla de nuestro periodismo prostituido al que estamos acostumbrados (aunque no resignados); de pértiga social "constitucional" pero "ilegal", es decir, basada provoc
atoriamente en el rechazo de esperar que de los cielos del Tribunal constitucional descienda a nuestro país la "gracia" de "derechos" y de cuadrillas de esbirros no fascistas - a lo largo de estos años, tal y como iba diciendo, siempre he encontrado, puntual, una justicia profundamente ecuánime, "amiga" diría, si este término no se prestase a especulaciones opuestas a las que pretendo expresar. Nunca he tenido una sola querella, una sola condena o un solo proceso - que yo sepa - por la actividad publicista. Ante una catarata de denuncias de tiplo claramente persecutorio de las oficinas y de los sicarios políticos de las peores comisarías italianas, nunca he sido condenado, nunca - hasta el momento presente - se me he llamado ni tan siquera a juicio, con una sola excepción que acabó con plena absolución porque el hecho no constituía delito. Cada vez que he recurrido a la vía jurídica para tutelar mis intereses que consideraba ofendidos por algún hecho de prensa, he obtendio satisfaccción social sin arreglos
judiciarios o extra judiciarios. Cuando, por casualidad, me enteré de las absoluciones por las numerosas denuncias de las que ni me habían informado, he visto sentencias democráticas avanzadas, por lo menos con respecto al poder político y a la jurisprudencia, filo-autoritaria, del Tribunal Supremo.
Tengo procedimientos (políticos) en curso, dignos de amnistía: renunciaré porque no creo en la capacidad de confrontaciones serias, que no estén trucadas.
El curso de los acontecimientos ha querido que, por regla general, me hallase ante magistrados cuyas ideas eran profundamente distintas, casi siempre opuestas, a las que profeso: la aclaración y obsequio ahora imprevisiblemente pasan a ser un deber.
Podría añadir mucho más, sin embargo debo excusarme por haber considerado indispensable dedicarle tanto espacio, a pesar de que hayan pasado tantos años, a hechos y cosas qu me atañen personalmetne. Tal vez valga la pena añadir que, hasta el otro día, en la Plaza Cavour, para la "contrainmauguración", en donde nos encontramos y nos conocimos en la mejor y - eso sí - la más noble de las maneras, en calidad de ciudadanos democátas civilmente comprometidos, no he frecuentado nunca ni he conocido personalmente a ningún juez.
Mis vínculos, como es sabido, me impulsan a pertenecer a ese grupo de humanidad compuesta por desheredados y errantes, cupables y encarcelados, internados y locos, ofendidos y perversos, manifestantes y protestadores cuyos caminos son generalmente distintos de quellos en los que me podría parar con los mejores - o peores jueces.
Tal vez, precisamente por ésto, si Guarnera o Velotti o Falco considerasen que ha llegado el momento o la ocasión para enviarme a su capitán Varisco, será natural y lógico, cuando no justo. No todos tendrán siempre - lo sé - la "fuerza" de carácter para esperar que se produzcan profícuos y "deshonrosos" linchamientos - por tantos inútilmente preparados e intentados.
Al fin y al cabo, mejor así.
Declino mi condición de "privilegiado": o libre con todos los poseedores del "derecho" o mejor "dentro", puesto que demasiados y cada vez más numerosos son aquellos que pertenecen sólo a los que están en el "error".
No tengo resentimientos de ningún tipo, así pues, respondo palabra por palabra de todo lo que afirmo o narro o, más bien recuerdo desordenadamente, y de forma aproximativa (por defecto) resumo.
La conciencia tranquila barata? Insidia de ese mismo filisteísmo que he hallado en la obra del fiscal Guarnera?. Los hechos lo dirán. Orlando Falco, nuevo consejero del Tribunal Superior, ha violado la ley contínuamente durante más de cinco meses. Tenía obligación de depositar en el plazo de 30 días los motivos de la sentencia de condena contra Aldo Braibanti pronunciada por el jurado que presidió el 14 de julio, no obedeció esta tajante prescripción de ley hasta el 30 de diciembre. Falco ha sido un delincuente. Por exigencias normales de equidad, advierto el sentimiento de deber decir y escribir (somentíendolo a la atención personal del mismo Falco, de la fiscalía y de la fiscalía general de la Cámara de Apelaciones).
Cientos de miles de páginas de doctrina con el objeto de profundizar el distinto carácter de las leyes y de las disposiciones ordinatorias y perentorias no nos convencerán nunca, de hecho, para que aceptemos ciertas distorsiones - ni tan siquiera y sobre todo en el plano semántico - para las que, en definitiva, se es o no se es delincuente según la clase, la casta, la parte a la que se pertenece y no según lo que se ha hecho o se hace.
No se trata de una cuestión de segundo orden, ni de "mero" principio: tanto porque pertenecemos a esa estrecha categoría de subhumanos para los que los principios no son nunca ni meros ni concretos, como porque este episodio resume y subraya una característica fundamental - es decir constituyente del "caso Braibanti".
Véamos por qué:
1 - La tarea de Falco era exponer los motivos que se han expresado y determinado efectivamente en la Cámara del Consejo, no todos los que hubiesen podido motivar la condena de Braibanti o que podrían motivar una condena por capción. No era él el que tenía que proporcionar un discurso reprobatorio mejor del que tuvimos que escuchar de Lojacono, ni usar violencia en la colegialidad de la sentencia, atribuyendo al debate en la Cámara del Consejo características que no puede haber tenido y al conocimiento de los jurados y del Tribunal informaciones, motivaciones, objetivos o valoraciones que no eran de su competencia:
2 - No es un hecho casual que la ley confía a prescribir los mismos términos a los jueces y al acusado para ilustrar respectivamente los motivos de la sentencia y los de la apelación (veinte días). Ahora bien, los abogados Rejna y Sotgiu, y Aldo Braibanti, deberán sin embargo, so pena vencimiento de la petición de apelación, en veinte días leer, calibrar, invalidar, contrabatir el volúmen escrito por Falco (340 páginas). Será («para ellos!) imposible servirse de la ayuda de asesores de expertos; encontrar el tiempo necesario para remontarse a las fuentes abundamentemente citadas por el juez; confrontar seriamente los hechos procesuales y los enunciados del documento... una vez más será imposible un efectivo, adecuado, uso serio del derecho a la defensa debido a la prosecución de las ilegalidades conscientes, dolorosas que son la regla del proceso a cargo de Braibanti;
3 - Falco ha declarado que sólo las presiones de la prensa lo han obligado a depositar finalmente los motivos de la sentencia (cfr. declaraciones al periodista Mario Cartoni en "La Nazione").
Las "presiones" de la prensa pueden están representadas, por lo que sabemos, en las últimas tres semanas, por tres episodios:
a) la publicación de una apelación a favor de Braibanti y de su derecho a una "justicia" legal y no prevaricante y represiva, firmada por un centenar de ciudadanos;
b) la publicación en "Men" de una carta desde la cárcel de Aldo Braibanti a su madre;
c) la publicación en distintos periódicos de algunos fragmentos de una carta del abogado Rejna a Aldo Braibanti, en la que el defensor explicaba los motivos por los que se hallaba prácticamente desarmado de los instrumentos de defesa previstos por la ley, por obra de Falco.
Aclarado ésto, ahora llega la madre del cordero.
Falco, abiertamente, indica que lo que le ha impulsado a depositar los motivos de la sentencia no ha sido la necesidad de respetar finalmente la ley, sino en las presiones de una cierta parte de la opinión pública. Según lo que ha declarado, se encontraría todavía a mitad trabajo... Ya no utiliza ni tan siquiera la justificación de que está conduciendo a gran número de magistrados a una ilegalidad sistemática en materia de redacción de los motivos de las sentencias: la montaña de trabajo que se les echa encima (y a veces es verdad) con motivo de las disfunciones de la justicia. Está claro, así pues, que si no ha respetado la ley es porque el argumento, las visicitudes de Giovanni Sanfratello (no lo olvidemos demasiado señores jueces, aunque sería muy cómodo) y de Aldo Braibanti son "fascinantes", de extremada importancia - nos hallamos en sede "de jure condendo" , realizan una de las más delicadas y urgentes situaciones típicas de nuestra sociedad corrupta, y la "capción" se convierte en algo progresivamente
más necesario para encuadrar la zona en la que "el espíritu" y "las almas" están corrompidas, poseídas por el demonio moderno, etc. etc.
«Así pues no es cuestión - verdad señor Falco? - de embrollarse con consideraciones legalistas y formales ante tanta tarea y tanta ocasión!.
Pero qué ley es ésta, señor Falco, que sirve sólo ante las inepcias y las costumbres, que no hace más que afirmar - tal y como probablemente diría Guarnera - su majestad y su nobleza precisamente en los momentos y en las situaciones más graves, que sirve sólo para el débil y no para el poderoso?. Vienen a la memoria, señor Guarnera, aquellos protestantes que hace algunos años, aquellos correligionarios que se amargaban por cómo sucedían las cosas desenvueltamente neo-ecuménicas por lo que en Roma sacerdotes y pastores habían celebrado cultos comunes en algunas ilglesias de la capital, y que respondían: "«En realidad no se trata para nada de acuerdos organizativos o políticos, sólo de cultos!". "Sólo". «Jolines con la oración de los creyentes y el Templo de Dios!. También aquí se trata sólo de prescripciones legislativas, y se ha dicho muy claramente que valen mucho menos que cualquier grito o amonestación nuestra. Pero sigamos.
Antes de que los abogados de Braibanti recibiesen la notificación de que se había depositado la sentencia, dos "fugas" permitieron a dos periódicos "independientes" de la capital, "El Messaggero" e "Il tempo", presentar las características y su valor. Cosas corrientes y molientes, y aprentemente capaces de demostrar que nosotros los periodistas italianos sabemos desempeñar nuestro oficio mucho mejor de lo que normalmente se reconoce. No se trata de ésto.
El señor Guarnera se la emprendió públicamente y tal vez un poco indebida e ilícitamente (el proceso está en curso, la presunción de inocencia también, la intervención del fiscal general en el momento más solemne del año jurídico que inicia pesará indudablemente) contra aquellos ambientes intelectuales y periodísticos que han intentado defender a Sanfratello y a Braibanti de la violencia y del linchamiento de los que han sido víctimas. El señor Guarnera nos ha señalado con el dedo ante el público escarnecido para que, de esa manera, excitásemos a las "estrañas" (sic) personas que asistieron al proceso para que agrediesen al jurado, la noche de la sentencia.
Ha llegado el momento de formular alguna que otra pregunta y puntualizar un par de cosas las relaciones entre el "caso Braibanti" y la prensa.
La opinión pública fue informada del "caso Braibanit" (gracias a una "fuga" que se produjo durante la instrucción) de manera clamorosa y que cuadra totalmente con las tesis, que después resultaron erróneas o falsas, de la acusación pública y privada.
Se desencadenó una campaña y se produjo un linchamiento; "Il Tempo", "Lo Specchio, un periódico de Piacenza de la red confindustrial, y otro periódico siciliano, demostraron estar al corriente de los pormenores de los hechos y de la situación judicial. Sorpendidos, los demás periódicos guardaron silencio.
De qué "deber de información" se trataba, cuán objetiva fuese dicha información, cuán "jurídica", cuán preocupada estuviese la justicia, la ley y la moral lo demuestra el hecho de que no se dedicó ni un renglón para señalar (cuando no para denunciar) la ilegalidad o por lo menos anomalía, patente, escandalosa, puntual de la instrucción, evidente incluso para un estudiente de primero de derecho, no era suficiente para justificar nada, era gratuito, increíble. Para acallar las miserables astucias (aunque habituales) que condujeron a enmascarar incluso el nombre y no sólo la personalidad de uno de los dos "plagiados", del único que acusó y sobre el que se cimentó el castillo de la instrucción antes del proceso y de la condena después. Son cosas que nosotros hemos ido descubriendo en el proceso, y sólo en el proceso.
«Cuántas cosas raras sucedireron, señor Falco, señor Guarnera!
Por que, por ejemplo, nos concederían ustedes explicarnos - finalmente - qué fue lo que le pidió usted, señor Falco, presente el señor Lojacono, a un defensor sospechoso de ser "radical" («a pesar de que su dignidad, su prestigio y su moralidad fuesen considerables!), de renegar y criticar, públicamente, en el aula, estas nuestras Noticias Radicales ciclostiladas, culpales de haber atacado sin hipocresía y sin falsos respetos a la instrucción, al instructor y al clima del porceso. Se le pidió que hiciese esta inusitada, supérflua, humillante declaración, explícitamente en relacion con la ... no ritual "concesión" hecha a la defensa de intervenir con cuatro peroratas, en vez de dos, con tal de que fuesen "breves" y "esenciales".
«Olímpica serenidad de la Justicia, inefable firmeza de los procedimientos, igualdad de los ciudadanos y de todos ante la ley!. Qué es lo que os ha turbado?
Igualdad en particular - verdad señor Lojacono? verdad señor Falco? - de Noticias Radicales y de la prensa de extrema derecha y de derechas: de los periódicos y de los periodistas que han "sabido" inmediatamente "todo", gracias ... «ah sí!, gracias a quién, señor Lojacono?.
Debería bastar por hoy. Pero tal vez para el señor Guarnera, fiscal general en el Tribunal de Apelación de Roma, para el Consejo superior de la Magistratura, sin excluir a su Presidente; para la Asociación Nacional de Jueces; para el Ministro de Justicia; para el colegio de Abogados de Roma, para cualquier parlamentario que atribuye importancia al hecho de que representa a ese pueblo italiano en nombre del cual se ridiculiza la justicia, valdría la pena añadir algo más. Valdría la pena llamar la atención, más allá de lo escrito, sobre la instrucción, que ha llevado a la cárcel y a cumplir la pena a Braibanti, y que es anticonstitucional, ilegal e incluso según el "código Rocco" y cualquier otro código digno de llamarse así.
Una instrucción que ha durado tres años y medio: realizada con el rito sumario a pesar de que la ley lo permita sólo en los casos en los que ésta se presente como "breve y fácil". Y sin embargo, desde el primer momento de la denuncia, se trataba de un delito prácticamente sin precedentes; se mantuvo sumaria incluso cuando, tras un año, se decidía recurrir a tres especialistas a investigar elementos esenciales para el juicio; se mantuvo sumaria, incluso cuando se les tenía que pedir a éstos que profundización más en sus investigaciones, evidentemente ni breves ni fáciles; fue ratificada como sumaria de nuevo, cuando se supo que uno de los plagiados, sometido a tratamientos aniquiladores durante años, reconocido de nuevo sano y en pleno juicio, negaba resueltamente la capción y las presuntas responsabilidades de Braibanti. Y cuando era evidentemente necesario enmascarar la auténtica identidad del segundo plagiado para evitar que sus características y algunos hechos notables apareciesen y resultasen - tal y com
o son - de manera que la denuncia fuese falsa desde la raíz o por lo menos que su pesonalidad fuese turbulenta y poco fidedigna.
Una instrucción en la que ni un solo acto, a lo largo de tres años, se llevó a cabo para obtener formalmente informaciones sobre el principal denunciante, mientras al cabo de pocos días se movilizaban las "autoridades" competentes para obtener, a cargo de todo el ambiente de Braibanti, las pruebas de un delito del que se declaraban casi convencidos...
Una instrucción (y un proceso) con aspectos de "pochades" en la que jueces, expertos y defensores no desdeñaban discutir alegremente sobre el "caso" y en el que, en la piel de un hombre, es decir de dos, se conseguían realizar "minuetti" de cortesía entre los distintos "hombres de la justicia".
Una instrucción durante la que, mejor dicho sólo al princpio, se produjo un rapto que no se consideró digno - tampoco - ni tan siquiera de un acta formal, de una sóla mención, simplemente de una investigación autónoma.
Y qué constituía la credibilidad excesiva de los unos y la presunción inmediata de culpabilidad y de indignidad de los otros si no la homogeneidad "cultural", "moral" y "política" de algunos de los ciudadanos clericales y reaccionarios, de las parentelas alto-eclesiásticas y judiciarias, contra los ciudanos de un mundo cultural opuesto, distinto, peculiar?. Es un diseño persecutorio común e instintivo catalizador a su vez de otros intereses, otras historias y nuevos momentos.
Qué se puede decir si, por el momento, en más de cuatro años, a pesar de las polémicas y de los enfrentamientos al rojo vivo, no son sólo una intervención para superar y sanar anomalías, irregularidades e ilegalidades y a aclarar al menos aspectos poco claros por parte de la fiscalía, o del Tribunal o de la fiscalía general? (Pero, antes al contrario, hemos de sufrir ulteriores agresiones que, creo, legitimarían por parte de defensores Braibanti una petición de "legittma suspicio" por el proceso de 2ª instancia).
Por el amor de Dios, señor Guarnera, como es posible que usted ignore todo esto? Cómo es posible que crea y afirme impunemente que somos agresores, desestabilizadores perversos y programáticos de un "orden", que a veces existe y a veces no, según de qué caos hablen los fiscales generales o los presidentes de la República, o de qué desorden constituido hablen las víctimas y los "contestatarios"?
Quiénes son los agredidos y los agresores?. Dónde están?. Dónde está la violencia ilegal y la ofensa gratuita?. Quiénes son los saboteadores de justicia y de las instituciones?. En dónde se lucha por el "buen" derecho, se reivindica el orden, al menos un poco de orden?. Quién lleva a cabo capciones y raptos?. Quién intenta "persuadir" de forma más o menos oculta, sugerencias a través de la prensa, prevaricaciones a través de la fuerza?
Está claro, lo es aquel que tiene realmente complejo de revancha, nostalgia o ansia de hacer carrera, aspiraciones frustradas o frustrantes en el mundo de la cultura; sed mortificada de prestigio y de reconocimiento; voluntad de "convencer" a toda costa - aun a costa de la ley y pagando el precio del delito; sombría vocación de hurgar con la cuchilla de la inquisición y de la persecución en la conciencia; necesidad obsesiva y alucinógena del sexófobo y del impotente de hablar siempre de sexo y verlo por todas partes, necesidad del opresor de evocar la "auténtica" libertad y dignidad de la persona, necesidad del que constituye el desorden de crucificar a quién protesta.
Está claro, lo es también la parte que ha querido hacer que este asunto fuese una contraposición, una lucha política de afirmación y de violencia.
Sí digámoslo por qué no?: Braibanti es el nombre que ha sido dado - "maliciosamente" - diría usted, señor Falco - a autobiografías más o menos interiores, que no osan confesarse: a los demonios interiores de este nuestro tiempo, de castas dominantes por la malvada conciencia sin miedo, por una sociedad engatusada por la locura, por la violencia, por la perversión que ella misma produce y difunde. Y es también el mombre, para nosotros, de una inevitable y tal vez incomparable ocasión de verdad y de lucha porque nos muestra que no necesitamos ni tenemos la posibilidad de recurrir a afeites y oropeles y nos obliga a asumirnos la responsabilidad de lo que somos.
Hubiésemos preferido - valga también para nosotros el recurso a los dichos populares - que las cosas cayesen por su propio peso. No lo han querido. Han creído que iban a encontrar la salvación dando cuerpo a sus obsesiones. Siguen haciéndolo, algunos se suman.
Confiábamos en poder decapitar o quemar con Braibanti uno de sus aspectos: pero no se podía combatir lo que celaban y nosotros ahora concocemos mejor; no eran más que aprendices de brujo y ahora recogerán, más violenta, la tempestad de lo nuevo y lo justo. Ni tan siquiera valdrán su ley y su justicia, su orden, porque ellos también nos pertenecen y nosotros también les pertenecemos. Conscientes y aterrorizados, no han podido recurrir más que a la estafa, a la violencia, al delito. No son "errores", ni "degeneraciones" del sistema de poder, sino la única, forzosa vía de afirmación y de defensa.
Sí, Guarnera, cuántos os habéis ocuapdo del "caso Braibanti"?. Me bastan Silvio y Bertando Spaventa, Cesare Beccaria y Zanardelli, para "replicarle" globalmente.
Sí, tendría razón el juez milanés Petrella acusado por sus colegas de casta por haber declarado que, si es necesario, hay que poner punto final a este estado de cosas de la "justicia" italian incluso con la "violencia". Tendríamos el derecho y el deber, en tal caso, de usarla a vuestra medida.
Pero la violencia os caracteriza y os pertenece. Y ahora ya es sólo vuestra: es vuestro principio; vuesto fin, os la dejamos. Hombres realmente libres no la necesitan, ni aquí ni ahora (Braibanti decía también ésto y - esté en donde esté y estén ustedes en donde estén ustedes - tenía razón).