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Cicciomessere roberto - 1 luglio 1972
Diario de recuerdos de Peschiera y sus alrededores (1)
de Roberto Cicciomessere

SUMARIO: El texto narra la vida en la cárcel militar del objetor de conciencia Roberto Cicciomessere, secretario del Partido radical, comprometido en la campaña en pro del reconocimiento del derecho a rechazar el servicio militar. Pocos meses después de su arresto, gracias a la movilización de la opinión pública promovida por el Partido radical, el Parlamento italiano aprobó, el 15 de diciembre de 1972, una ley que reconoce el derecho civil a la objeción de conciencia al servicio militar.

(La prueba radical, verano de 1972, nº 4)

El 11 de marzo, tras la manifestación en la plaza Lagrange en Turín, nos entregamos a los carabineros. Somos tres: Valerio Minnella, Gianni Rosa, y yo. Alerino Peila ya ha sido arrestado, poco antes de que empezase la manifestación.

Los carabineros tardan muchas horas en encontrar nuestras órdenes de captura. Hacia las seis nos toman las huellas dactilares, nos hacen las fotos de identificación y nos llevan, sin esposas, a las "nuevas" de Turín. Pasamos la noche en las celdas de aislamiento del subterráneo. Estoy en una celda muy pequeña, para una sola persona, de lo más húmeda, con el váter turco. Durante la noche pasa periódicamente el carcelero. Enciende la luz y controla, a través de la mirilla, el interior de la celda. Es difícil dormir.

12 de marzo - Nos trasladan, con dos coches, a la cárcel militar de Peschiera(1). Me han puesto las esposas junto con Alerino; en otro coche llevan a Valerio y a Gianni. Los conductores tienen que dar un montón de vueltas por Peschiera para llegar a la puerta de la cárcel. Peschiera está ocupada militarmente por los carabineros y la policía, las vías de acceso a la cárcel están cercadas con vallas alambradas; está en programa la manifestación de los grupos antimilitaristas. Nos quitan los hierros, firmamos el registro (consigo ver el número de detenidos asignados: 202) nos acompaña inmediatamente el mariscal Doni a las celdas de aislamiento. Son locales de aproximadamente 4 metros cuadrados, ocupados en gran parte por una tarima, con una ventana que da al pasillo, la luz de una bombilla siempre encendida, muy fríos y húmedos. Ocupamos cuatro de las cinco celdas existentes; en la primera se halla la cama de contención: el colchón tiene un agujero en el centro para las necesidades fisiológicas y unas cintas an

chas fijadas al catre que sirven para atar al detenido desnudo. A pesar de todo, la moral anda bastante alta. Entramos en la cárcel preparados, sin arrepentimientos, por una decisión política determinada. Valerio y Alerini, que están en la segunda objeción, hacen de cicerones y nos explican a Gianni y a mí, a gritos por las mirillas de las celdas cómo funciona la cárcel, nos indican las cárceles "buenas" y las "malas", nos reconfortan sobre la estancia en las celdas, no demasiado cómodas que digamos: "como mucho esta noche, después de que os duchéis y os vistáis, os llevarán al dormitorio". Estoy impaciente por conocer a los demás detenidos, de vivir - llegado el momento - lo que he leído en el diario de Pizzola. No será así.

14 de marzo - Por el contrario, ya han pasado dos días, y aún estamos en la celda. Pedimos que nos reciba el comandante, para que nos den explicaciones por el trato especial. Empezamos a rechazar el rancho. Nestorini nos llama uno por uno y nos explica que, según el reglamento nos tenemos que quedar en aislamiento hasta que nos interrogue el fiscal militar. La regla no se aplica nunca, pero sólo porque existen pocas celdas. Así pues, él no hace más que aplicar el reglamento. A la pregunta de por qué este celo repentino responde con ambigüedad. A mi en particular, me hace comprender inmediatamente que rechazar el rancho es un delito castigable según las leyes del código militar, delito que reviste mayor gravedad si lo cometen varias personas previo acuerdo.

Volviendo a la celda, acompañado por el mariscal Doni, me dirijo a los demás compañeros que a su vez serán llamados por el comandante Nestorini, y les digo "no claudiquéis".

15 de marzo - Después de ducharnos, Doni, mientras hace que acompañen a los demás compañeros a los dormitorios, me comunica que me tengo que quedar todavía en la celda. No me da explicaciones de ningún tipo. Sigo sin comer, aunque la cosa se hace cada vez más difícil sin beber leche. Ya había ayunado por lo del divorcio y por la objeción de conciencia, incluso once días, pero nunca en un aislamiento total y en una situación que cada día me parece más difícil.

19 de marzo - Los dolores de estómago se hacen insoportables y acabo el ayuno. El capitán Nestorini, el teniente Zanzoterra, el subteniente médico y el capellán, es decir, todo el staff directivo, me comunican, llegándose personalmente hasta el pasillo de las celdas, que por el "no claudiquéis" he sido castigado con diez días de CPR(2), de cárcel de aislamiento. La decisión se me presenta como acto magnánimo, porque en la frase se podrían entrever delitos mucho más graves, como instigación de militares a desobedecer, castigable con otras penas. Hacen alarde de preocuparse de que mi permanencia en la celda sea "confortable", concediéndome colchón y mantas incluso de día, y la posibilidad de fumar y de leer. Claudio Bedussi, Giacomo Secco y Valerio Minella consiguen incluso entrar en el pasillo de las celdas y traerme leche, libros, y varias noticias. El capellán hace breves apariciones, mostrándose de lo más amable, regalándome incluso cigarrillos. No tiene ningunas ganas de hablar conmigo aunque en mi condic

ión de aislado siento, evidentemente, la necesidad. Este trato especial tal vez es el efecto de telegramas de Loris Fortuna, de Lino Jannuzzi, de Ennio Bonea que me llegan a la celda: Nestorini comprende que siguen el asunto desde el exterior, incluso fuerzas organizadas, y no es conveniente hacerse demasiado los duros, correr el riesgo de llamar la atención sobre la cárcel y sobre el trato reservado a los detenidos. No puede dejar de pesar, asimismo, "La Prueba radical" con el diario de Mario y el anuncio de que vamos a seguir por este camino. Por mucho menos, no había dudado, otras veces, en denunciar a otros compañeros.

21 de marzo - Transcurro estos día en el calabozo sin excesivas dificultades, leyendo mucho (Bedussi posee una vastísima biblioteca y cada día me pasa libros excelentes), bastante sereno.

Empiezo a conocer a as personas que van metiendo en la cárcel, hablando a través de la mirilla con los recién llegados, pues los tienen en las celdas durante algunas horas, antes de asignarles el dormitorio. Renato Bianco, "bersagliere"(3) me pide angustiado que hable con él. Está aquí por haberse llevado a casa, durante el permiso, una chaqueta militar que le han entregado experimentalmente a su batallón. Consigo hablar con tres alpinos (4) que se han alejado del puesto de guardia, de noche, en plena nieve, cinco minutos antes de que acabase su turno.

22 de marzo - El onceavo día de aislamiento, dos días antes del previsto, me trasladan al dormitorio. Los compañeros objetores bromeando insinúan que se lo tengo que agradecer a mi madre que durante un montón de días le ha pegado el rollo a Nestorini y lo ha obligado a concederme dos días de gracia. En realidad es un gesto de "buena voluntad" de Nestorini, para hacerme comprender que si no doy la bronca podemos entendernos. Es algo que funciona con muchos detenidos, y corre el riesgo de funcionar por desgracia - probablemente por exceso de confianza en sí mismo - incluso con un objetor.

23 de marzo - El dormitorio al que me llevan puede contener de quince a veintidós personas. Las únicas ventanas que tiene dan a la calle y están tapadas casi totalmente por un pequeño tabique. Así pues, la luz está siempre encendida. La decoración está formada por catres militares y armarios metálicos. En una pequeña estancia se halla el consabido váter turco y un lavabo. Por las mañanas hay que hacer cola para lavarse. No hay calefacción, hace bastante frío y humedad incluso en verano, por lo cerca que está el lago de Garda y el Mincio sobre el que se yergue la cárcel, un viejo fuerte austríaco. En este local pasamos la mayor parte de las horas, 18 de 24. Casi seis horas, tres por la mañana y tres por la tarde constituyen la ración de "aire" que uno se puede tomar en un patio bastante amplio, cercado con un muro por el que se pasean los centinelas y en el que han colocado una garita con el reflector. Se puede jugar a ping pong, a voleibol y a fútbol (con permiso de los Testigos de Jehová).

Mi primer contacto con los compañeros de dormitorio es, tal y como imaginaba, bastante difícil. Al igual que en el cuartel, los detenidos descargan la agresividad reprimida, la opresión continúa, sobre los más débiles, creando reglas y jerarquías ficticias que evidentemente causan el único efecto de dividir a los detenidos, hacerles más débiles e impreparados con respecto a sus superiores y sumar más dificultades a la ya difícil vida de la cárcel. De esta manera, también en mi dormitorio existe el "jefe de dormitorio", hay veteranos que consideran que tienen poderes sobre los recién llegados, rige la costumbre de gastar bromas pesadas como las "bolsas de agua", la "pasta de dientes" y otras liturgias aún más crueles, procedentes tal cual del ambiente de cuartel que algunos querrían reproducir. Eliminar esta situación, perjudicial para la concienciación de las causas comunes de nuestra condición de detenidos, es la tarea más difícil pero la más importante de nuestro grupo de objetores. Apenas entrado en el do

rmitorio, "Veneziano", el "jefe de dormitorio", me informa, entre las risitas de los demás, que existe la costumbre de ponerle un supositorio a cada nuevo detenido. Me comunica que si no me lo dejo meter por las buenas los "veteranos" se verán obligados a hacerlo por las malas. Con firmeza, aunque sin hastío, explico el sentido de mi rechazo, la necesidad de que en el dormitorio no se creen divisiones entre los detenidos sino la completa unidad para contrastar mejor el poder y los arbitrios de los superiores, la identidad sustancial de las razones que nos han llevado a todos a la cárcel militar. Declaro no tener ninguna intención de reaccionar violentamente a un eventual acto de fuerza. Esta reacción, evidentemente, les desconcierta. Inconscientemente, se esperaban una respuesta violenta a la que hubiesen podido contestar con otra mayor y que "venciese". Es el sentido mismo del "juego", el que comporta otras implicaciones, más turbias e inconscientes.

Sólo han conocido a objetores como los testigos de Jehová y mi postura, que no establece discriminaciones entre los detenidos "comunes" y políticos o religiosos, los deja pasmados. Por el momento desisten de la "operación". Volverán al ataque en los días sucesivos, aunque cada vez con menos convicción. Empiezo a conocer a los compañeros de dormitorio. Más de la mitad son "condenados" con varios años de cárcel "civil" a las espaldas. No es fácil entablar un diálogo con ellos, parecen los más duros, pero una vez superada la barrera de la desconfianza, se desahogan contándome sus vidas, sus problemas y los motivos de su actual situación. Girolamo Gullace entra al cabo de pocos días, e inmediatamente prueban con lo del supositorio. Está acostumbrado desde siempre a los ambientes violentos de la "mala", es un "duro" que no se deja "torear" por nadie y, por lo tanto, los compañeros de celda comprenden que la cosa puede acabar como el rosario de la aurora y lo dejan correr. Intervengo en la discusión, a su favor. M

e lo agradece. Me cuenta que a los 15 años suplía las pocas liras que sus padres le daban de higos a brevas robando con los amigotes en los coches aparcados que estaban abiertos, o con algún atraco de pocos miles de liras en las tiendas. A los dieciséis años acaba en el reformatorio, la educación general básica del "crimen". Ahí empieza a aprender los trucos para abrir los coches, robar o llevar a cabo pequeñas estafas. Una vez salido, decide buscarse un trabajo. Durante casi un año, emigrado a Turín, busca un sitio cualquiera. Presenta solicitudes, y cuando vuelve a pasar le contestan siempre lo mismo: "estamos al completo, pruebe de aquí a unos meses". Nadie se fía de un presidiario. Está sin blanca, la familia anda lejos, y en cualquier caso no le puede ayudar, y así pues se halla de nuevo metido en el mundo de la "mala", al principio como gregario, y luego empieza a hacer "trabajillos" por su cuenta. La cárcel, en donde periódicamente acaba, perfecciona su técnica.

Historias increíbles (que muy pronto tendré la posibilidad de comprobar) de las condiciones infrahumanas de las cárceles "civiles", de los apaleos, del intento de suicidio como único medio para no sufrir más violencias, de la cuchilla constantemente en la boca a punto para usarla o para amenazar con usarla, de la imposición matemática de relaciones homosexuales, de la explotación organizada de esta mano de obra a poco precio. Hablando se cabrea y maldice su situación, maldice a quién lo obliga primero a robar y después lo manda a la cárcel o hace que la policía le zumbe negándole toda posibilidad de salir de esta situación. Cómo no darle razón?. No puedo hacer más que repetirle que no es posible condenar a quien roba algunos miles de liras, a veces millones, cuando se permite el robo de miles de millones o el asesinato de masas legalizado, que no se puede condenar a quién, desde el momento en que vino al mundo, ha sido ya condenado a la miseria y a ser explotado o al robo, sin condenar las causas y las razo

nes de la miseria y de la explotación.

Comprende que, básicamente, estoy de su parte, contra quién lo ha obligado a llevar una vida que tal y como es fácil comprender no tiene salidas. Nos hacemos amigos. Intento pensar con él en soluciones posibles. No doy con ellas. Concluye: "Si consigo dar un buen golpe, monto una camisería con mi compañera y dejo para siempre esta vida". Probablemente no lo logrará nunca. Mientras me explica que lo han metido dentro porque no se ha presentado al llamamiento, dos detenidos empiezan a acalorarse con malas palabras. Valerio me había advertido sobre las constantes peleas y me había aconsejado no intervenir nunca, te pueden dar un cuchillazo. Intento separarlos, con mucho miedo, e iniciar el tema de las condiciones en la cárcel. Los dos me mandan a hacer puñetas diciéndome que no les dé la bronca con la política, pero por lo menos dejan de pelearse.

Pero eso no es todo. Hacia las doce de la noche se oye un vocerío en el pasillo y, a través de las rejas de la verja, veo a algunos cabos que llevan a rastras a un detenido al que le sale espuma por la boca. Al cabo de diez minutos se repite la misma escena. Primero lo llevaban a la enfermería, ahora se lo llevan fuera. Consigo saber, a través de un enfermero, que se trata de Paolo Costantino - encarcelado por segunda vez por no haberse presentado a hacer la mili - que se ha tragado un raticida que había en las cocinas en donde trabajaba. Se queda más de media hora en la entrada de la cárcel hasta que el mariscal de servicio consigue un coche para llevarlo al Hospital de Verona. Pasará algunos días en coma, pero al final se salvará. Tímido, introvertido, apacible, no sabe defenderse: los demás detenidos lo toman por el pito del sereno, y se regocijan - a su costa - en su "superioridad". "Más vale morir".

Casi cada noche asisto a ataques de crisis histérica, a intentos de homicidio. El médico, un subteniente recluta, casi cada noche tiene que venir a la cárcel. Un detenido que trabaja en la enfermería nos cuenta lo que ve.

Claudio me señala, en el patio, a un detenido que está sentado solo en el banco. Epiléptico, empeorado tras un accidente automovilístico, lo mandan a Peschiera porque no se ha presentado a hacer la mili, recuperado durante diez días en el Hospital militar de Verona, vuelve después a la cárcel. Le ha cogido la crisis. Se retuerce en el catre. Maseracchia le arrea patadas al catre. Lo amenaza con mandarlo a la celda si no se deja de crisis. Con un par de puntapiés lo manda al patio. La crisis y el llanto de Maseracchia continúan, pero no quiere llamar al enfermero porque tiene miedo a las amenazas de Maseracchia.

(Valerio Minella se juega la denuncia con motivo de la publicación en "Settegiorni" de un diario en el que se narra este episodio y que se le atribuye. Numerosos testigos presencian el hecho que reconstruyo con precisión).

27 de marzo - En las horas de "aire" he podido ver a los compañeros objetores en el ala este, Minella, Peila, Rosa y Bedussi. En el otro ala están encerrados Amari, Truddaiu, Bovi Campeggi y Reggiori, con los que conseguimos vernos brevemente en la cocina o en el barbero. En estas horas intercambiamos las experiencias de los dormitorios, discutimos de los problemas que día a día nos presenta nuestra condición de detenidos. El proyecto de Nestorini de separarnos en dormitorios distintos, porque juntos hubiésemos podido organizar vaya usted a saber qué, demuestra ser todo un error: separados en dormitorios, conseguimos intervenir prácticamente ante todos los detenidos, a conocer a todos los nuevos, a saber prácticamente todo lo que pasa en la cárcel.

En las horas de "aire" podemos cómodamente vernos e informarnos recíprocamente. La situación es distinta para Gianni Rosa y Valerio Minella que se hallan en el dormitorio de los testigos de Jehová. Estos (54 personas, divididas en tres dormitorios) son los únicos detenidos con los que no se logra establecer ningún tipo de diálogo. Sectarios totalmente, privilegiados con muchísimas cosas, profesan su neutralidad en las cosas de la cárcel. Inútilmente, se les intenta hacer comprender que no puede existir "neutralidad" alguna ante la patente injusticia que representa la cárcel; que con motivo de abusos y violencias contra los demás compañeros detenidos, no intervenir significa, básicamente, estar de la parte del más fuerte, de quienes llevan a cabo los abusos porque cuentan con la indiferencia, con la neutralidad y con el miedo de los demás. Intento hacerles reflexionar sobre el significado de estas cosas citando el versículo de la Biblia (que es su único "libro de texto") "quien no está conmigo, está contra mí

". No hay nada que hacer. Para ellos la cárcel es el seminario por el que pasan todos los nuevos adeptos. De hecho, organizan sus jornadas con la máxima disciplina, con cursos de estudio de la Biblia, debates, trabajos manuales y celebraciones religiosas. En sus dormitorios cuelgan un tablón en el que se anuncian las actividades y las horas en las que se deben desarrollar rigurosamente. Tienen permiso para recibir e incluso difundir su revista semanal "La Atalaya", de hacer propaganda y proselitismo entre los detenidos y los cabos, de tener en la cárcel todos los instrumentos que necesitan como cuchillos, sierras, taladros, telares, clavos, cuerdas. Pueden tener charlas con los familiares, cuando y cuanto desean, enviar "cartas de testimonio" a las direcciones que consiguen en la cárcel para hacer propaganda de su organización.

El capitán está muy contento de permitir estos privilegios, absolutamente prohibidos a los detenidos comunes, porque estos "detenidos modelo" representan el obstáculo insuperable para toda "protesta colectiva", para cada intento de rechazar los servicios especialmente duros. Los "testigos" están siempre dispuestos a hacer cualquier tipo de trabajo duro que les pida la dirección. Por ello, todos los demás los detestan, sobre todo porque sus dormitorios están llenos de productos alimentarios y objetos absolutamente desconocidos para los demás. Tratan con desprecio a los "comunes", o, como mucho, como objeto de conversión.

29 de marzo - Empiezo a conocer más a fondo a los demás compañeros de celda. El grupo de los alpinos denunciados por desobedecer órdenes, por haberse alejado del puesto de guardia, me hablan de su trabajo infernal en el batallón de artillería de montaña: "Las mulas contaban más que nosotros, si se herían o si las cepillábamos mal nos castigaban mientras que por las coces en la cara o en los cojones que de vez en cuando nos propinaban no pasaba nada"... "más vale la cárcel que esa vida infernal, haciendo guardia, de noche con la nieve, a la mulas o al polvorín vacío, y el teniente que aparecía de golpe para controlar si estábamos despiertos y alerta"... Uno dice: "Lo hubiésemos liquidado si se hubiese presentado de golpe durante el turno de guardia nocturno; tenemos órdenes de disparar contra los desconocidos que se acercan"; Walter, albañil, había prolongado el permiso de una semana para estar un poco más con su novia; Vincenzo Fortemurato, con el cuerpo lleno de tatuajes, emigrado a Alemania, repatriado tra

s seis meses detenido por robo, arrestado por no haberse presentado a la llamada en la frontera. Gino, arrestado por deserción; sin padres ni familia, ni amigos, timidísimo, no soportaba la vida de cuartel en donde todos la habían tomado con él gastándole las bromas más crueles. No cogía nunca permiso, no sabía a donde ir y no tenía dinero para viajar. Había encontrado un trabajo de dependiente en una librería en Turín y desertó durante más de seis meses. Giuseppe, sardo, había salido del cuartel sin permiso y lo había pillado la patrulla con un tenientajo, pero había logrado escapar y volver al cuartel. El tenientajo lo buscó, lo encontró en el dormitorio y empezó a insultarle. Giuseppe reaccionó arreándole de puñetazos. Renato Bianco, el "bersagliere" denunciado porque había cogido un uniforme experimental, me cuenta la nueva utilización de su Cuerpo: "Primero intervenimos en un instituto de Rovigo(5). El primer día los estudiantes nos cascaron. Al día siguiente, los esperamos en el aula y les dimos nosotr

os, con razón. La orden era de pegar con la culata del fusil pero sin romperlo, si lo rompíamos nos castigaban por daños. En verano del 71 nos trasladaron a todos a Bari(6) y fuimos con los M113 a Reggio Calabria: Tenía que atacar el primero para que no me matasen. Disparamos. El 2 de junio estábamos en Cerdeña e intervenimos en una manifestación de la población sarda que no quería desfiles militares, ni cuarteles ni bases de la OTAN. Disparamos al aire. Mi amigo se equivocó y disparó una ráfaga pocos centímetros por encima de las cabezas de los manifestantes.

En Cerdeña nos masacraban con los entrenamientos. Correr al sol durante kilómetros por las montañas". " Pero no te entraba nada al disparar a los manifestantes?". "Eran órdenes, si no hacíamos lo que nos decían no mandaban a Gaeta(7) y en cualquier caso nos hubiesen dado los manifestantes. Más vale ellos que nosotros". Durante los días sucesivos cambiarán muchas de sus ideas.

1 de abril - Cada recién llegado, cada caso personal, los procesos, las condenas absurdas, el clima de autoritarismo y de amenaza son temas que dan que hablar y comentar. Incluso los más reacios a destaparse, como Veneziano, empiezan a participar en las discusiones que se desarrollan en los dormitorios. En los momentos de mayor cabreo a causa de cualquier castigo, cuando la mayoría querría, al menos de boca para afuera, "romperlo todo como en las Nuevas", no es fácil convencerles de que de esta manera le seguimos el juego a los superiores y les damos motivo para castigarnos durísimamente. Intento hablar de la no violencia, de los métodos de desobediencia colectiva, de la necesidad de que exista un mínimo de unidad entre los detenidos.

Pero todo muere apenas brota, por la recíproca desconfianza. Cada detenido sabe que puede ser chantajeado de mil maneras distintas por el comandante: el informe que se entregará a los jueces, los pequeños trabajos mal retribuidos en la cárcel, la censura de la correspondencia, las charlas, la posibilidad de comprar cosas de fuera, el reglamento, además, que pende como la espada de Damocles sobre la cabeza de la cárcel militar. Me doy cuenta de que sólo un largo trabajo, con el riesgo que comporta el hecho de que Peschiera es una cárcel de paso, podría permitir algún resultado y la conquista de algún derecho interno. El elemento fundamental, lo que infunde miedo a la dirección de la cárcel, es que se haga público lo que sucede en la cárcel.

3 de abril - En el patio consigo entablar conversación con el teniente Zanzottera: un motivo para crear momentos de debate colectivo sobre los problemas relacionados con nuestra condición, el ejército. El teniente se muestra disponible, con comportamiento paternalista ronda por el patio charlando con los detenidos. Es fácil pararse a hablar con él, provocar la discusión con consideraciones sobre el ejército, implicar a muchos detenidos. El debate sigue en los dormitorios. Esta escena ya se ha repetido varias veces, con la matemática declaración del teniente: "«Ahora tendré que autocastigarme por haber permitido que se hable de política en la cárcel!". Bedussi está muy preocupado por mi actividad que considera demasiado descubierta. Todavía está pagando su comportamiento duro y sin compromisos para con el comandante: ha sido condenado a dos meses de cárcel por no haber despegado de la pared de la celda rápidamente dos poesías de amor.

Durante el aire conozco a otros detenidos: Onesti es el simpático de la cárcel. Es un poco "beat" y consigue tomar el pelo a los suboficiales e incluso a Zanottera. Antes hacía de centinela en las explanadas de la cárcel y podía vernos y comprender nuestras condiciones de vida. Una noche escribe "esta cárcel no debería existir porque es el símbolo de represión antisocial y de dictadura. Estamos en el año 1972 y pueden hacer de todo menos parar el tiempo". Cumple con nosotros los siete meses de condena. los dos policías arrestados por la manifestación de protesta de los 500 policías de Turín han sido aceptados por todos. Bedussi me cuenta que al principio los detenidos, sobre todo los "comunes" querían pegarle. Con el paso del tiempo han conseguido que se les acepte, modificando muchas de sus ideas. Hablo con Trevi que es el más inteligente y simpático: "Entré en la policía tras haberme peleado con mi padre que tiene una gasolinera en Latina. Yo quería ser independiente y estaba harto de esa vida tan aburrida

". " Qué ha pasado en Turín?". "Los periódicos han tegirversado totalmente la manifestación. Tal vez ha sido una suerte. Nació como manifestación de "derechas". Mis compañeros querían aplicar el reglamento, cerrar todos los ejercicios públicos ilegales, es decir la mayoría, multar con la máxima condena a los automovilistas sorprendidos cometiendo una infracción, hacer una especie de huelga blanca para protestar contra los límites que se nos ponen a nuestras prerrogativas de policías y en pro de la reforma de algunas normas internas, como la prohibición de casarse antes de 26 años. He logrado convencerles para que no lo hiciesen y a marchar, en orden, por vía Roma de noche. Alguien debe haber llamado a un fotógrafo y de esta manera se ha armado todo el jaleo. A mí y a Papa nos han arrestado porque éramos los más mayores y los únicos que no se cagaron encima ante el comandante".

Tras meses de detención, en contacto directo con los "ladrones" por lo menos uno se convence de que no es verdad que "no tienen ganas de trabajar y prefieren la vida cómoda". No ha decidido todavía si seguirá en la policía.

El momento de la distribución del correo es el que esperamos con mayor ansiedad. Cuando el sargento llega al patio, con el paquete de cartas corremos, todos, ávidos, esperando recibir algo del "mundo", de reunirnos finalmente con todo lo que hemos dejado fuera. Esta especie de raptus colectivo afecta incluso a quien sabe que no recibirá nunca nada porque nadie sabe, nadie sospecha su condición de detenido, en el cuartel "XXX Maggio". Estos se contentan con informarse de las novedades del "mundo", gracias a los afortunados: Fortemurato ..., Bedussi..., Peila...; Peila... son las hermanas y su novia que cada día le escriben...; Minella ... debe ser Inés con sus bellísimas cartas a la Gingsberg y los dibujos psicodélicos, o una de sus muchas novias; Rosa... finalmente, hacía días que esperaba.

El correo llega siempre con muchos días de retraso. A menudo se envía a la fiscalía de Turín para la censura y tarda un mes en volver a Peschiera. Por las respuestas podemos verificar los retardos demenciales con las que las envían. El teniente Milano, que se ocupa de la censura fotocopia las cartas más políticas regularmente. Toda nuestra correspondencia pasa por manos del comandante. Se pretende evitar que las noticias sobre la cárcel salgan al exterior, o que en cualquier caso sean acciones coordinadas. Una carta de Magda en la que me habla de sus gatos y sus flores pasa mucho tiempo en la fiscalía de Turín (las cartas censuradas en Turín se franquean de forma especial), pues sospechan que "gatos" y "flores" formen parte de un "código secreto" nuestro.

La primera carta me llega tras dos días de cárcel, el 13. Es de Fausta Macini Lapenna. Había hablado con ella pocos minutos en Udine(8), antes de un debate sobre la objeción de conciencia que íbamos a organizar para el mes de febrero.

"... le escribo para manifestarle mi amistad y mi simpatía. A decir verdad, quisiera pedirle que nos tuteásemos. No se si sabes que ahora yo también formo parte del Partido Radical. Además, desde hace muchos años una infinidad de jóvenes me ha adoptado como tía y me llaman con el diminutivo Zifá y me tutean. No nos conocemos mucho pero en lo básico se manifiestan simpatías recíprocas. Vivimos las mismas ansias, luchamos en pro de objetivos comunes y ello, mucho más que valores actuales como el dinero, une a los seres humanos con lazos estrechos ...".

Me llega a la celda y me procura un enorme placer.

El 14 llegan los telegramas de Lino Januzzi y de los radicales de Reggio. Al día siguiente los de Ennio Bonea, Canestrini y Loris Fortuna. El cabo que me los trae me pregunta qué es lo que he hecho para provocar la atención de diputados. El 16 me llega un libro, me lo manda Zifá: "Vittorio Emmanuele II", de Mack Smith. El 24, Nestorini me llama para entregarme personalmente una carta en la que Marco me cuenta las última novedades del partido, las relaciones con "Il Manifesto"(9). Giancarlo y Daniela y la Comunidad de S. Paolo el 30. "... el proceso para el 2 de junio ha sido aplazado porque no todos los acusados habían sido advertidos .... hace algunos días recibí la convocatoria para el 25 de mayo... creo que la portera se ha asustado, me mira siempre como si quisiese pedir explicaciones: tú en la cárcel militar, los carabineros a por mí; en cuanto tenga tiempo les daré un mitin a ella y a las vecinas de abajo ... besos, besos". Liliana, 11 de abril.

"... me alegro de que te vayas acostumbrando a esta mili reforzada. Sin lugar a dudas, saldrás fuerte de esta experiencia, aunque decirte ésto me pone triste porque significa mitificar o en cualquier caso privilegiar el "sacrificio" al que se quiere elevar la fuerza y la calidad de nuestro carácter y de nuestra voluntad. Y tú sabes que ésto es "violencia" con la que se intenta condicionar desde el interior, desde el propio ego, al hombre, para convertirlo en dócil instrumento de la moral común, mientras la no violencia debería aplicarse con respecto a nosotros mismos.

Creo, que esta experiencia podrá serte útil no por el sacrificio que comporta, sino porque la administramos tú y yo, como radicales, con auténtico espíritu no violento y con la posibilidad de transformarla en una de las muchas batallas libertarias y civiles, a las que nuestro compromiso, estimulado por la necesidad contingente, dé las perspectivas de una concreta y actual victoria ... el 10 de abril te citaron a juicio sin instrucción previa, con Marco, por "il manifiesto" y el número de noticias radicales correspondiente a "cuando la patria llama contestamos NO...". Giuseppe Ramadori, 11 de abril.

5 de abril - Sentimos, desde los dormitorios, gritos procedentes de las celdas de aislamiento. "Debe ser Doni, que se entrena con el Kárate", comenta un detenido. Me entero de que se trata de Provenzano, del ala oeste, que se ha negado a ir a Gaeta. Me dicen que lo han llevado a rastras a la celda, y que Doni, Maseracchi y otros sargentos lo han "acariciado". Qué podemos hacer?. Nada, por el momento. Pregunto a los viejos detenidos si sucede a menudo. La respuesta es afirmativa. Lo había leído en el diario de Mario Pizzola. Empiezo a tomar notas; los nombres, las fechas.

Angelino Giovanni vuelve hecho polvo del proceso. Lo conocía sólo de vista. Jugaba siempre a la pelota o a voleibol. Es de Nápoles, semianalfabeto, completamente despolitizado. Ha sido condenado por el tribunal de Padua a un año y 4 meses, por haberle hecho la imitación del mosquito a un subteniente. En el lenguaje de cuartel (y de dormitorio) el "mosquito" es el novato, el recién llegado. Durante el rancho, Angelino había emitido este "sonido" en presencia de un nuevo subteniente quisquilloso. Sus compañeros lo invitaron a repetirlo y él cogió y lo repitió.

El proceso fue brevísimo. El juez se pregunto a los testigos cuántas veces Angelino había hecho "zzz"... El presidente invitó a Angelino a repetir el ruidillo "... tengo que hacerlo?". "«Por supuesto, es una orden!" "zzz...". "Teniente, usted confirma?, era "zzz" o "sss"? cuánto duró?", " un año y seis meses aquí dentro?. «Me vuelvo loco, me mato!. Intentamos calmarlo. Le prometí que iba a escribir a un buen abogado para defenderlo ante el Tribunal Supremo. La noticia corre, explota como una bomba en toda la cárcel. Eso es lo que significa los condicionamientos de clase: "Sabía" lo que significaba la "defensa" de oficio: con el partido habíamos promovido durante años protestas judiciales al respecto. Pero me sorprende igualmente la rapidez, la importancia que cobra un "favor" que me había salido espontáneo proponer.

Es la primera chispa. Hablo mucho de ello, incluso en los pequeños "mítines" con Zanzottera. Me parece un caso que aclara perfectamente el papel de estos tribunales, y no sólo de éstos. Bedussi me advierte que exagero, que me expongo demasiado. Saliendo del dormitorio, el sargento Maseracchia, un "duro" un poco idiota que lee ostensiblemente el periódico "Il Borghese", me invita a ir a una esquina de la enfermería. Dice que tiene que hablarme. "Si sigues hablando de política te machaco los huesos. Quien avisa no es traidor". Me quedo hecho una mierda. No me lo esperaba.

En el dormitorio la camaradería aumenta. Hablo mucho con Renato, el "bersagliere", y con Girolamo Gullace. Girolamo me cuenta sus historias en la cárcel, los atracos, su infancia. Le ayudo a escribir cartas a su compañera. "Me sigue desde hace años por todas las cárceles de Italia. Le hago la vida imposible. Cuando estamos en casa, de noche, tiene miedo de cualquier ruido. Se espera siempre la irrupción de la policía. Tenemos una niña. Tendría que acabar de una vez para siempre con esta vida de infierno.

El gitano, arrestado mientras estaba de gira con el parque de atracciones por no haberse presentado al servicio, intenta escribir su nombre. Es analfabeto. Antes iba al colegio de la cárcel pero se sentía tratado como un niño por el maestro, que es también el alcalde de Peschiera. Vincenzo Fortemurato recibe la típica carta del abogado de oficio, Roberto De leo. Es una circular, con el nombre del detenido escrito a mano, en la que se comunica: el delito prevé la reclusión de "... dos" (escrito a mano) años y que la tarifa por la nómina como abogado de confianza es de "... 40.000 liras" (escrito a mano). Obviamente, Vincenzo la rompe. Casi todos los detenidos que conozco son defendidos por el abogado de oficio, tanto porque no tienen dinero como porque así se lo aconsejan sus respectivos comandantes. Por eso los procesos duran pocos minutos. Es difícil que alguien salga absuelto.

Llega un nuevo detenido, Roberto, alpino, afiliado al Partido comunista italiano. En el cuerpo desobedecía siempre. Se había tirado 100 días de CPR, después lo habían mandado a Peschiera. Habla poco y lee muchos cómics. Tiene para dar, vender y regalar. Por la cárcel rondan Diabolik, Satanik, Hessa, Lucrezia, que son objeto de intercambio entre los dormitorios e incluso entre los cabos. El cura distribuye "Famiglia Cristiana" que en general se utiliza para encender los fogones de alcohol en los dormitorios. De estraperlo están en venta dos o tres copias de los periódicos "Il Giorno" y "Il Corriere della Sera". "ABC" entra a hurtadillas y es objeto de trueques. Llevo al dormitorio "Il Messaggero" e "Il giorno" pues me he abonado. Todos los leen y los comentan. "Notizie Radicali" que hemos conseguido hacer entrar, está hecho polvo. Lo doblo y lo escondo entre mis vestidos para que lo pueda leer el mayor número posible de gente. Sólo les interesa que hay una foto mía y de la marcha antimilitarista?. Renato, de

l Friuli, me asegura que vendrá. Valerio está entusiasmado con el proyecto del festival-pop: "«Si me dan 4 y 20 días como a Scapin podré venir a la marcha!".

Empiezan las previsiones y las ilusiones sobre las condenas. Algún compañero me pregunta por el Partido Radical, pero sólo a nivel de curiosidad. Con Claudio, Valerio, Alerino y Gianni discutimos mucho de ello. La función insustituible del partido nos parece, desde dentro, aún más evidente. El partido es el punto de referencia de toda iniciativa, de todo proyecto, "Pero, entonces por qué no te inscribes?". "Me lo pensaré".

7 de abril- Veneziano, el "jefe de dormitorio", que hasta el momento ha hecho la pelota, encargándose de la limpieza del dormitorio y de los turnos para los demás servicios, haciendo incluso trabajos de cosido para los cabos, porque confían en una buena "nota" del comandante de la cárcel para su proceso de revisión, estalla: "El comandante de mi regimiento me había escrito que no nombrase a abogados de confianza, sino sólo a gente del ambiente, porque de esta manera, hubiese hablado en mi favor, y lo he hecho. Nestorini me había dicho que si me comportaba bien en la cárcel me hubiesen disminuido la condena, y le he chupado el culo siempre a lo largo de estos seis meses. «Basta!. «He sido un gilipollas!. «Incluso me he cortado el pelo para el proceso!. Presento mi dimisión de jefe de dormitorio. Haced lo que queráis. Por lo que a mí se refiere a estos gilipollas que les cosa los vestidos la modista". Me alegro mucho de esta decisión. Es muy importante, representa el primer éxito de nuestra acción.

9 de abril - De Simoni está en la celda. Me entero de que ha sido "acariciado" dos veces. La técnica es siempre la misma: Doni, Maseracchi y otros tres o cuatro suboficiales entran en la celda y con el pretexto de la perquisición reglamentaria te obligan a desnudarte completamente. La celda es estrecha, el detenido puede considerar excesivas estas atenciones, los suboficiales pueden verse obligados a defenderse de las violencias del detenido y a apalearlo, «naturalmente en defensa propia!. Diez días de calabozo serán suficientes para que las señales en el cuerpo desaparezcan, y para hacer comprender al detenido que es mejor no ponerse en contra de los "superiores". En cualquier caso, seis testigos son siempre suficientes para condenar a cualquiera por violencia, ultraje, tal vez insubordinación.

Esta vez intentamos hacer algo.

Empiezo yo también a saberme mover. Consigo cigarrillos, leche y cómics a De Simone. Escribo mi nombre en la bolsa de la leche para que Domenico comprenda que nos estamos ocupando de la cosa. Consigo intercambiar alguna palabra, a través de la ventanilla del váter de las celdas, pero me tengo que alejar inmediatamente porque llega el mariscal. Bedussi prueba de nuevo y va a comprobar los maltratos. Hablo de lo que sucede en las celdas de forma cada vez más explícita, incluso con Zanottera. Noto un aumento de atención de los suboficiales para con nuestros temas. Siempre hay algún cabo o sargento que se acerca en cuanto nos reunimos para hablar. Conseguimos que salgan estas noticias. Algún cabo que otro vence el miedo y nos echa una mano. Contamos con otros medios de comunicación con el exterior. La cárcel nos ha hecho ingeniosos. Eugenio Scalfari nos envía un telegrama. Nos instiga, entre otras cosas, a seguir enviando a los parlamentarios información sobre las condiciones de vida de los detenidos. Evidenteme

nte, Scalfari alude al diario de Pizzola y a las informaciones dadas en general, y a tiempo, por el partido. Por una parte estamos contentos del interés suscitado y de la conexión con parlamentarios, pero también tenemos miedo. Miedo de que se pueda interpretar como indicio de una actividad interna, acentuar los controles ya rigurosos, y hacer que sea más difícil nuestra acción. Nos preocupa el retardo con el que se entrega el telegrama, llegado a la estafeta de Peschiera el 30 de marzo y que nos entregan hoy.

10 de abril - Llegan tres curas "misioneros" para un ciclo de reuniones. Por la mañana introduce la asamblea el más joven, que es también el más disponible al diálogo sobre nuestros problemas. A la pregunta de por qué nos encontramos aquí dentro contestamos al unísono, aproximadamente unos ochenta: "Somos objetores". Todo un éxito. La acción desarrollada anteriormente para la tomar conciencia de nuestra identidad, de nuestra condición de detenidos militares obtiene el primer resultado. El cura se queda de piedra. Conseguimos imponer un orden de discusión para las demás reuniones: Autoridad, justicia, condiciones y funciones de la cárcel, testimonios, conclusiones operativas.

Por la tarde, evidentemente tras un coloquio con Nestorini que comprende perfectamente la peligrosidad de semejantes debates, el cura misionero más viejo, "olvidándose" totalmente del programa establecido, se tira casi una hora dando un discurso sobre la existencia de Dios, de una banalidad desconcertante. Algunos detenidos, a los que habían convencido a participar en la reunión en vez de jugar a la pelota, empiezan a irse o a demostrar su impaciencia. Intento interrumpir al cura, pero no hay nada que hacer. Sigue media hora más. Bedussi toma apuntes sobre el debate:

Primer cura: Nosotros hemos venido a traeros una palabra de comprensión, de fraternidad por parte de Cristo, queremos hablaros con claridad y lealtad. Aceptaremos vuestras observaciones y vuestras protestas. Sentimos vuestra amargura e intentamos hacer lo que debemos primero ante Dios, luego ante el hombre. Nosotros hacemos lo que podemos, pero no depende ni de mí ni de vosotros cambiar las cosas. Vosotros los jóvenes estáis llenos de carga ideal y de justicia y esperamos que sigáis así. Nosotros debemos predicar a Cristo al margen y por encima de todo. Nosotros aun no estando de acuerdo con vuestros ideales de justicia intentamos tratar el tema religiosamente. Nunca la he preguntado a nadie de que partido es - tú eres un hermano - decía, e inmediatamente se instauraba un clima cálido. Todo pasa: la cárcel militar, pero lo que queda es la hermandad, el hombre con su necesidad de amor siempre incansable. Dejamos a Dios el desarrollo de la semilla que sembramos en vuestros corazones. Hemos hablado con presidia

rios, viejos, novios, padres, y estos encuentros han sido enriquecimiento interior para nosotros.

( Qué quiere decir enriquecimiento interior? - me pregunta un detenido que está sentado a mi lado.)

Nosotros nos inclinamos - sigue el cura - ante algunas personas que pagan con su persona, pero vosotros comprendéis que el dolor en la vida se manifiesta bajo tantas formas. Por ello cabe preguntarse:

- Es Dios el que lo ha querido así?. Es Dios el que ha querido el dolor?. Ha sido siempre así en la historia?. Por qué el dolor?. Qué sentido tiene mi vida?. Si hubiese poseído todo, incluso el amor, yo agoto mi existencia aquí?.

Sin lugar a dudas, los bienes son maravillosos, pero nosotros vemos que no bastan. Cuesta trabajo decirlo a jóvenes inexpertos como vosotros, porque por lo general los jóvenes se detienen ante los valores del momentos y no van más allá. Yo me pregunto si no hay algo más.

Conocéis a Pavese?. Pues bien con su oficio de vivir(10), fracasó, y se suicidó. Tal vez quería enseñar a los demás este oficio. Y Ardigó, un filósofo, dijo: por qué la vida? y se suicidó con su filosofía incapaz de enseñarle a vivir. Por desgracia, si paramos a la gente por la calle y le preguntamos cuál cree usted que es el sentido de la vida, la mayoría responde que más justicia, etc. etc. A lo que yo respondo que no basta. El corazón humano va más allá, contiene aspiraciones más profundas, más allá de los objetivos humanos.

Y vosotros aquí que os preguntáis el porqué de muchas cosas que no funcionan y vosotros comprendéis que estos problemas tenéis que resolverlos personalmente, «ah!, pero sobre todo no querría que me malinterpretáseis, no estoy hablando de problemas sociales sino de problemas espirituales religiosos que son la clave para comprender el dolor del mundo. Vosotros me diréis que tenéis problemas inmediatos por resolver. No es cierto. Cada cual en un momento determinado se pregunta cuál es el motivo de estas injusticias y luego, viendo la imposibilidad de responder pasa a otras preguntas: por qué vivo?.

Y a estas preguntas algún despabilado encuentra siempre una respuesta.

Sigamos la cadena: yo he nacido de mis padres, y los míos de los suyos etc., hasta que tenemos que pararnos y decir, muy bien, pero, y al principio de todo?.

(Ejemplo de bar, pantomimas, anatomía, aparato digestivo, oídos para demostrar que a cada efecto corresponde una causa original).

Alguien responde: el mundo se ha hecho sólo.

Contesta, si es así, el cigarrillo que tenemos entre los dedos se ha hecho sólo.

Entonces el primero contesta: «Ah, vosotros los curas habéis estudiado y con vosotros no se puede razonar.

Llegados a este punto la cuestión dura ya demasiado y por lo que puedo ver los detenidos ya no prestan atención.

Intervención de Cicciomessere: Esto tenía que ser un debate y no un mitin.

Pimer cura: Muy bien, acabo enseguida.

Ciccio: Está más claro que el agua que nos están tomando el pelo. Se comprende por qué la religión es el punto de apoyo del poder.

Jesucristo convenció a los ignorantes y a los analfabetos porque cuando iba con ellos no les hablaba de causa-efecto.

Verifiquemos pues si encarrilar los problemas de justicia inmediata no es tratar la cuestión de la fe. Nadie de los que está aquí dentro busca el bienestar, sino el pan. Usted ha demostrado holgadamente que en esta cárcel no se puede hablar, dado que esta mañana las cosas habían sido programadas de forma muy distinta, pero tras los coloquios que han tenido con los dirigentes de la cárcel ...

Otro cura: Esta mañana hemos intentado plantear la cuestión como queríais vosotros. Pero hablando entre nosotros ha surgido la línea de la cuestión religiosa de la que eventualmente se desprendería la social. Cada cual tiene sus problemas, y si alguien quiere quedarse luego ...

Ciccio: Todos tenemos los mismos problemas, puesto que estamos aquí dentro.

Primer cura: Tu cuestión es ajena a la nuestra, nuestro interés es meramente RELIGIOSO.

Otro detenido: Sí, pero esta mañana no era así.

Otro cura: Sí, pero mirándolo bien, hablando entre nosotros hemos decidido hablaros de nuestras perspectivas para ayudaros un poco.

Ciccio: en resumidas cuentas, qué es lo que tenéis que decirnos?

Primer cura: Tú ves a Cristo bajo el aspecto sociológico y ésto no es justo. Cristo no vino a resolver el problema del pan de más, sino para hablar de cosas espirituales.

En ese momento se empieza a leer Libanio (un libro epistolar escrito por un dominico encarcelado en América Latina junto a cuatro compañeros suyos por haber refugiado a perseguidos políticos). En el libro se habla de una iglesia de la cárcel, del encarcelamiento en la realidad social del creyente, la ayuda al hermano que no se ve sólo bajo el aspecto de beneficencia - palmaditas en el hombro - invitación a los ricos a dar limosna, sino un compromiso colectivo para modificar todas las estructuras - causas económico sociales que conducen a la explotación. Leemos una carta.)

Primer cura: Nosotros estamos de acuerdo con Libanio, precisamente de esta manera.

Ciccio: Pero cómo vais a estar de acuerdo si ni tan siquiera una frase de lo que hemos leído concuerda, no digo ya con vuestras acciones, sino ni tan siquiera con vuestras palabras, las que habéis pronunciado hasta ahora.

Aquí hay gente que está casada, tiene hijos, una familia, no ha tenido un trabajo, que por una nimiedad está aquí dentro, mire, a uno le han caído 16 meses de cárcel por haberle hecho la imitación del mosquito a un teniente. Hay gente que no se presenta al servicio militar y se ve obligado a desertar para mantener a su familia en casa. Y además, está toda la cuestión de la cárcel. Saben ustedes lo que sucede en las celdas?. Por qué no vienen a ver nuestros dormitorios, el estado en el que vivimos, sin nada que hacer durante todo el día. No se nos permite leer periódicos excepto "Il Corriere" e "Il Giorno" (y ahora ni eso).

Por desgracia no soy estenógrafo y pierdo la parte más importante del discurso, precisamente en el punto en el que Cicciomessere empieza a analizar la función del ejército y el resultado de la realidad en que se ha convertido la cárcel para los militares en general y para los presentes en particular.

También he intervenido yo.

Perdonadme, pero creo que estáis hablándole al desierto. No sólo usáis términos que a menudo no se entienden sino que el hilo del discurso está muy bien para plácidos burgueses que sentados en el sillón de su casa con el estómago bien lleno pueden pararse a pensar sobre el origen del mundo.

Tercer cura: Nosotros queremos anunciar a Cristo. Que podáis recoger esta palabra depende de la gracia y de la voluntad de cada cuál. Por ello yo querría que a partir de este momento los coloquios siguiesen una línea bien concreta. El padre propone un argumento y las discusiones deben encauzarse sólo por este argumento. No queremos ser instrumentalizados o encanalados en discusiones que no tienen que ver con nuestra línea.

No nos interesa si nos quedamos 5 o 6, siempre podremos decir: "Fuimos a Peschiera y hablamos de Cristo a unas almas". En este momento llaman a Valerio al coloquio. Creo que les está saliendo muy bien lo de fraccionar los coloquios. Es evidente que su miedo a un coloquio dominical de cuatro objetores al mismo tiempo, tal y como hubiese tenido que ser, pueda crear "algún que otro inconveniente".

Mientras tanto la cuestión sigue.

Un detenido: Padre este es un colega mío, está casado y tiene un hijo, que en estos momentos está gravemente enfermo, cree usted que es justo tenerlo aquí?.

Otro objetor: Cómo pueden decir que son amigos nuestros, que comparten nuestros sufrimientos si no han estado nunca aquí, si nunca han probado lo que quiere decir día a día sentirse impotente para decidir sobre la propia vida, porque hay que respetar una regla, porque existe una imposición a cada momento que te roba la capacidad de ser hombre.

Primer cura: Sí. Sí... Sí...

Tercer cura: Basta, es inútil discutir, he dicho...

Ciccio: Nos están invitando claramente a que nos vayamos, ustedes han dicho: "basta, es inútil discutir, o seguís el nuestro plan o nadie os obliga a quedaros".

Otro objetor: Siempre con la misma línea.

Primer cura: Basta, es inútil discutir he dicho...

Atención, alguien se levanta ... todos se levantan ... todos salen. Salida colectiva. Uno se queda por su cuenta.

En el patio estamos todos muy excitados por lo que ha sucedido, sin habernos puesto de acuerdo de antemano, hemos manifestado un rechazo colectivo; hemos expuesto públicamente las críticas que desde hace tiempo todos nos teníamos dentro o que se discutían entre unos pocos; hemos denunciado lo que sucede en las celdas; hemos demostrado al comandante nuestra unidad. Las dos propuestas que les hemos hecho a los curas antes de salir, de que entrasen en las celdas de aislamiento para hablar con De Simoni y que les contasen lo que ha sucedido y que viniesen a los dormitorios para hablar sin demasiados testigos, no han sido aceptadas; de esta manera quedaba más claro a todos los detenidos la función subalterna y sustancialmente corresponsable de la opresión en la cárcel de estos administradores de la religión estatal. El capellán de la cárcel está furioso. En el patio ni se digna a saludarnos. El cura joven me refiere que está contra mí porque dice que soy un provocador para más inri ateo sin título para poder habl

ar de cosas religiosas. Se da cuenta que es el principal responsable, sobre todo por la túnica que lleva, de la grave situación de la cárcel. Desde hace años ve y conoce lo que sucede en la cárcel, pero encuentra palabras y acciones para impedirlo. Sólo consigue llevarles algún cigarrillo que otro a los reclusos en las celdas.

Vuelvo a la habitación después del rancho. Doni me ordena que coja el catre y los bártulos y que me traslade al dormitorio de los testigos. Vincenzo y Girolamo esbozan una propuesta.

Cuando salgo para el aire de por la tarde me entero de que Nestorini ha empezado a interrogar a los compañeros de mi dormitorio. Con amenazas de condena "de 5 a 15 años", con apenas encubiertos chantajes a nivel personal, con vergüenzas y dobles juegos consigue sonsacar a alguno que otro mis presuntos intentos por organizar una sublevación de los detenidos. Siento que la situación está precipitándose. En el dormitorio de los testigos empiezo a escribir una carta para Marco, para informarle de lo que está sucediendo. Le cuento los hechos acaecidos en la celda de asilamiento, de los intentos de suicidio; nombres, fechas ... cuento lo de los misioneros, enumero algunos casos de condenas que más que otras merecen ser públicas.

Preveo perquisiciones y, así pues, le pido a Lorenzo Gallo, un testigo con el que alguna vez había logrado dialogar, que conserve la carta hasta que no consiga hacerla salir de la cárcel. La cuestión de siempre sobre la neutralidad salta. Se niega a tomar posición, por mínima que sea: además de las palabras, existe el miedo a perder privilegios. Me cabreo, recordándole que un "hermano" de ellos había sido testigo, en la celda, de los maltratos, cuando oigo el chirrido de las llaves de la reja, entra el mariscal Doni y me ordena que lo siga. Escondo en la casilla la carta mirando insistentemente a Lorenzo. En el pasillo, la reja de las celdas está abierta. Comprendo que tengo que entrar sin que Doni me lo tenga que decir. Me encuentro, así pues, en la celda en zapatillas, sin nada. Ya estamos. Comprendo qué es lo que quería decirme Claudio.

Esta vez el reglamento de la cárcel se respeta rigurosamente: nada de colchón ni mantas durante todo el día, nada de cigarrillos, nada de libros, ningún contacto con el exterior, con otros compañeros. Soy el único detenido de las celdas. Creo sentir el ruido de mi casilla que se la llevan del dormitorio. Empiezo a confiar en que Lorenzo haya sacado la carta de la casilla pues conoce el contenido de la misma.

Ya no estoy seguro ni mantengo la calma. La celda es fría, la tarima es dura, estoy preocupado y no puedo dormir. No puedo hacer más que mirar a la pared y ver lo que otros detenidos han escrito antes (muchos símbolos pacifistas, maldiciones por la cárcel y por los carceleros, nombres y periodos de detención) y pensar en la situación que cada vez me parece más grave. Para poder ir al lavabo tengo que chillar durante muchos minutos y, luego esperar a que venga Doni, que se ha convertido en el único depositario de la llave de las celdas, para abrir. Desde el primer día araño la pared con una barra para no perder el control del tiempo. La entrega de la bandeja con el rancho me permite tener una idea aproximada de las horas. Pido insistentemente que me dejen hablar con el capitán para saber por qué me han encerrado. No hay respuesta. Quieren dejarme en la absoluta ignorancia sobre las acusaciones que mueven contra mí, hacer que me corroa de dudas y de miedo. Todo es bastante atroz.

N.d.T. (1) Peschiera: localidad en la provincia de Verona.

(2) CPR: "cella punitiva di rigore": celda de castigo de

rigor; el calabozo.

(3) Bersagliere: Soldado del Cuerpo especial de infantería

ligera italiana, instituido en 1836, caracterizado por

la movilidad y la rapidez de las marchas.

(4) Alpinos: especialización de la infantería italiana

adiestrada para la guerra en alta montaña, instituida

en 1872.

(5) Rovigo: localidad en la provincia del Véneto.

(6) Bari: localidad de la Pulla.

(7) Gaeta: localidad en la provincia de Latina (Lacio)

(8) Udine: localidad de Friuli-Venecia Julia.

(9) Il Manifesto: Movimiento político surgido en torno a la

publicación mensual del mismo nombre, fundado en 1969

por exponentes del Partido Comunista Italiano,

posteriormente expulsados del partido.

(10) Cesare Pavese: escritor italiano, autor del libro

"El oficio de vivir".

 
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