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Cicciomessere roberto - 1 luglio 1972
Diario de recuerdos de Peschiera y sus alrededores (2)
de Roberto Cicciomessere

SUMARIO: El texto narra la vida en la cárcel militar del objetor de conciencia Roberto Cicciomessere, secretario del Partido radical, comprometido en la campaña en pro del reconocimiento del derecho a rechazar el servicio militar. Pocos meses después de su arresto, gracias a la movilización de la opinión pública promovida por el Partido radical, el Parlamento italiano aprobó, el 15 de diciembre de 1972, una ley que reconoce el derecho civil a la objeción de conciencia al servicio militar.

(La prueba radical, verano de 1972, nº 4)

13 de abril - A medida que pasan los días aguanto menos y me parece que me voy a desmoronar de un momento a otro. Estoy obsesionado con la carta y a dónde habrá ido a parar. Intento acordarme de lo que he escrito para ver si puede existir delito.

Acordándome de Angelino Giovanni y de las demás condenas, por motivos absolutamente irrisorios, empiezo a tener miedo de que me caigan muchos años en este lúgubre lugar. No sé cómo comunicar a los compañeros del Partido mi situación. Intento distraerme pensando en otras cosas. Pero es muy difícil transcurrir serenamente un día, una noche insomne en una jaula como esta, sin tener nada, nada que hacer. Comparando esta experiencia en el calabozo con la anterior, cuando tenía colchón, libros y cigarrillos, comprendo cada vez mejor la función del reglamento carcelario. Su fuerza y peligrosidad se deriva precisamente de la imposibilidad de aplicarlo en la mayoría de los casos y en que se usa como chantaje y castigo. La aplicación rigurosa y al pie de la letra del reglamente crearía, de hecho, situaciones de motín permanente en la cárcel y, en definitiva, acabaría por desequilibrar todo el orden de la misma, creando los presupuestos necesarios, al menos, para una revisión. La institución, el ejército, tanto en el c

uartel como en la cárcel, utilizan de forma discrecional estas normas autoritarias, para obtener la obediencia absoluta, como instrumento de continua amenaza, para afectar a los más "turbulentos", con castigos ejemplares, creando, al mismo tiempo la imagen del buen superior que administra paternalmente la ley y que sólo en casos desesperados se ve obligado, muy a pesar suyo, a aplicar un reglamento "cuya dureza, naturalmente, no comparte".

14 de abril - Volviendo del váter, el mariscal Doni, que debe seguir todos mis movimientos, se para de improviso en el calabozo, llama al cabo de guardia y le indica una cosa escrita en la pared de la celda, escrita probablemente con la suela de las botas militares: "Fascista". "«Por ésto te caerá una buena denuncia!". Le hago notar que no llevo botas sino sólo un par de zapatillas y que, por lo tanto, no puedo escribir en la pared. En cualquier caso, dicha palabra no insulta a nadie en particular, salvo a quien es demasiado susceptible. Se va con cara de pocos amigos. Salta a la vista el intento de provocación, de hacer cada vez más difícil mi permanencia en la celda.

15 de abril - Pido desesperadamente que me dejen hablar con el capitán para saber por qué me han metido dentro. Me responde el teniente Zanzoterra, dice que me recibirá por la tarde. Espero con ansia, pero tras la distribución del último rancho comprendo que no veré al patrón. Me coge una crisis de nervios. Me pongo a cantar y luego a chillar. Pienso en suicidarme. Me acuerdo de lo que me decía Girolamo de la ingestión de tornillos, clavos o cortarse las venas para evitar ulteriores vejaciones. Es una idea dura, pero pasajera. Me queda un poco de fuerza para superarla.

16 de abril - Finalmente Nestorini me recibe. Empieza a enumerarme las acusaciones. No consigo escucharlo. Estoy hecho polvo y al mismo tiempo me siento liberado. No me tengo en pie, siento que estoy a punto de caerme al suelo. Contengo a duras penas el llanto. Me llevan de nuevo a la celda. Nestorini debe estar bastante asustado de la condición en que me encuentro pues me manda al enfermero y éste me da algunos somníferos y otras medicinas. No sería un buen rollo para él que me pasase algo. Finalmente duermo.

17 de abril - El segundo coloquio es menos dramático. Nestorini me muestra la carta que estaba escribiendo, mi libreta de apuntes, 5 folios de testimonios de carceleros y de algún detenido. "Tengo aquí las pruebas de que estabas organizando una huelga de hambre en la cárcel, de que difundías noticias falsas sobre presuntos maltratos en las celdas de aislamiento, de que hablabas de política en el dormitorio, de que has amenazado al teniente Zanzottera diciéndole "un día tal vez comprenderá exactamente qué es lo que quiero decir afirmando que los ejércitos sirven para reprimir, y entonces tendrá que estar de una parte o de la otra", de que has organizado la interrupción colectiva de la reunión con los curas misioneros, en resumidas cuentas, de que intentabas crear el descontento en la cárcel para promover acciones de protesta".

Respondo sosegadamente declarando que no he afirmado nunca que en la celda se pegue a los detenidos sino que lo he sabido por otros, incluso por el interesado en cuestión; lo que es muy distinto; que el descontento existe por causas objetivas y no por obra mía; que es difícil no hablar de "política" cuando todas nuestras acciones presuponen una decisión por una cuestión de principios, a no ser que por política se entienda única y exclusivamente la de "izquierdas", mientras que las decisiones conservadoras y reaccionarias no son "políticas"; que con el teniente Zanzoterra deseaba sólo una aclaración procedente de hechos y no de palabras; que la interrupción de la reunión con los misioneros ha sido espontánea y no preparada de antemano; que los detenidos no son ovejas y, por lo tanto, son capaces de decidir si desean asumirse las responsabilidades de cada acción, incluso de protesta, y que no hacen falta ni jefes ni instigadores.

Nestorini intenta justificarse sobre los episodios de las celdas, que se han convertido en objeto de interés incluso fuera de la cárcel, admitiendo que De Simoni le había comunicado que iba a denunciar al fiscal o a lo largo del proceso los maltratos sufridos. "Soy inflexible con mis subalternos al igual que con los detenidos". Me cuenta que hace dos años alejó a dos suboficiales porque tenían la mano muy larga. De hecho, el mariscal Costa, al que Pizzola describió detalladamente en su diario, ha sido alejado de Peschiera... destinado al reclusorio de Gaeta. La discusión no tiene salida alguna.

Nestorini tiene que evitar la excesiva publicidad de la cárcel y está preocupado de las posturas adoptadas por el Partido, la prensa y diputados acreditados como Nenni, Fortuna, Scalfari y Januzzi con respecto a mi caso, pues los compañeros habían conseguido informarles. Me anuncia sólo un castigo de 30 días de aislamiento, de los cuales 10 de CPR y 20 de CPS(1): lo máximo. "La fiscalía decidirá después sobre la posibilidad de denuncias".

21 de abril - Salgo de la celda. Tengo un aspecto bastante espeluznante. Estoy pálido, me cuesta abrir los ojos ante la luz del sol, me ha crecido muchísimo la barba, el paso no es muy decidido, echo una peste increíble. Me recupero rápidamente. Ahora entro en la celda sólo durante 18 horas, mientras tanto tomo el aire con los demás. Me entero de que los compañeros de dormitorio estaban a punto de apalear a Veneziano porque había "cantado" al capitán. Nestorini le había metido miedo diciéndole que yo había escrito que él también estaba de acuerdo con lo de la huelga de hambre.

Iodice también se ve obligado a acusarme. Está casado y tiene niños. Su hijo tiene una hernia grave. " Estás casado, verdad?, Y tienes un niño, no?, a que te gustaría volver a verlo pronto?. La respuesta es obvia, Iodice afirma que yo había intentado organizar una huelga de hambre colectiva. Girolamo me explica que en una cárcel ordinaria Veneziano hubiese pagado muy caro lo que ha hecho. En estos lugares está en vigor un "código de honor" de lo más riguroso, que todos los detenidos deben respetar. Le digo que me huele a mafia y que no me gustan los reglamentos, procedan de donde procedan. "Si dentro no nos defendiésemos con nuestras reglas, estaríamos totalmente en manos de los carceleros. Los detenidos saben que si se portan como hijos de puta no pasarán días muy felices".

En la cárcel se respira un aire de resignación, de derrota. El capitán ha reanudado el control de la situación y empieza a moverse con mano dura. Muchos compañeros son trasladados a Gaeta, los controles se vuelven meticulosos. Liliana me comunica que ha obtenido el permiso de coloquio tras haber llevado a la Fiscalía una declaración en la que mi madre afirma nuestra convivencia. Las plantillas de obreros de una fábrica romana en la que se han encerrado, "L'Aerostatica", nos mandan un telegrama en el que "nos desean un éxito total en nuestra lucha común a la nuestra en pro de una sociedad más justa y libre". Recibo la primera carta de mis padres "... no comparto tus ideas pero aprecio tu sinceridad. Un afectuoso abrazo, tu papá".

23 de abril - Llega la comunicación de que me trasladan a la cárcel militar de Cagliari(2). Consigo advertir a los compañeros. No me espero una medida semejante. Estoy muy preocupado porque en Cagliari será muy difícil comunicar con los compañeros de Roma y recibir visitas. Me acuerdo del regimiento de castigo de Macomer, de los arrestos y represiones que se han producido en dicho cuartel, y temo que esta cárcel sea todavía más dura que la de Peschiera. A las 15,30 (es domingo) los carabineros se me llevan, con las esposas puestas, con el mono azul reglamentario, y me llevan con 7 horas de viaje ininterrumpido con un coche civil, a la cárcel judicial de Civitavecchia(3), mientras esperamos embarcar para Cerdeña. Son aproximadamente las 22,30 y los carceleros de servicio me aceptan a regañadientes. Los carabineros de escolta también están cansados y quieren ir a comer algo.

La celda de la cárcel de Civitavecchia es muy pequeña. A duras penas hay sitio para tres catres, un váter y un lavabo. Los dos detenidos están sorprendidos de ver a un detenido vestido de una manera tan graciosa, con un mono de mecánico y una especie de uniforme militar liado con una cuerda. Son muy amables y me ofrecen un pan muy bueno con queso. Debido a las siete horas con los brazos juntos, con las esposas en las muñecas, estrecho entre dos carabineros enormes, vomito todo inmediatamente. La cárcel "civil" me parece muy distinta de la militar; bajo algunos aspectos más "incivil" si cabe. El autoritarismo es menos evidente pero las reglas no escritas son mucho más duras.

Me da la impresión de que todas las contradicciones se resuelven tomándose cada cual la justicia por su mano en el interior de la cárcel y que los justicieros son ora los detenidos mismos ora los carceleros. Al contrario que en la cárcel militar, me parece que existe una resignación general a la condena. Como mucho se protesta por la entidad de la condena, y no por la condena en sí. La "bazofia" es inimaginable, la carne prácticamente no existe, por lo que todos se ven obligados a cocinar en la celda o a comprar el bistec cocido en la cocina (a 400 liras) y a ingeniárselas todas para encontrar el dinero necesario para estos gastos. Los dos compañeros de la celda me ofrecen un plato de pasta buenísimo, con salsa de tomate, patatas (cortadas con la cuchilla), pan y queso. Los dos están dentro por haber robado un coche. Viven en Brescia(4) y tienen unos 20 años. Su historia es la de siempre: infancia "difícil" por cuestiones familiares, los padres de ambos obreros, primer robo a los dieciséis años, reformatorio

y, luego, desde siempre, dentro y fuera de la cárcel, sin alternativa ni esperanza. Me quedo en la celda o en el pasillo, el patio es agobiador: grande como una habitación con paredes altísimas desde la cual a duras penas se puede ver un cuadradito de cielo pequeño como un pañuelo. Tres detenidos en pijama lo recorren con el característico "paso del presidiario": velocidad contenida, de un lado para otro, durante horas, sumidos en sus pensamientos, hablando con un compañero.

24 de abril - Se me llevan junto a otros detenidos de la cárcel de Civitavecchia, en el ferry a Cerdeña. Los otros cinco están encadenados juntos - a mí me han puesto las esposas - que sostiene con una cadena un carabinero. Siento una extraña sensación cuando, al bajar de la furgoneta, recorro el muelle del puerto vestido de esa manera y observado por todos. No me avergüenzo en absoluto pero quisiera explicarle a la gente que me mira porque nos transportan como a cerdos a las cárceles. Un pobre carabinero se ve obligado a llevar mi petate con la ropa militar que pesa media tonelada. El camarote que nos han reservado tiene 8 camas en forma de literas y está cerrada herméticamente con una puerta de hierro. Ratas encerradas en la jaula. Preocupado, pregunto a la escolta si, en caso de naufragio, abrirán nuestro camarote. Me contesta que sí, y respiramos. Junto a nosotros está un travesti, con vistosos indumentos femeninos y maquillaje deteriorado, probablemente por la larga permanencia en la celda de la comisar

ía. Lo acompañan a Cerdeña para la permanencia obligatoria. No lo meten en nuestra celda sino en el camarote de los carabineros. Los detenidos empiezan a dar la tabarra, quieren que lo traigan a la celda. Algunos están en la cárcel desde hace cuatro años y empiezan a hacer proyectos sobre la noche con el travesti. La protesta dura, prácticamente toda la noche, pero sin éxito. El detenido más viejo, con grandes bigotes a la Stalin, de unos cuarenta años, condenado por explotación de la prostitución, me ilustra la vida en las colonias penales de Cerdeña, Isile, Mamona y Asinara.

Trabajan a la intemperie, tienen ganado, producen leche, queso, jamón, salchichas y carne. Aunque los reclusos difícilmente consiguen comer estos productos. Sirven para los carceleros, el director, el juez de vigilancia que pasa cada semana: "sólo para recoger - dice - el producto de su trabajo. La bazofia es incomible, es comida de cerdos. Las únicas ventajas es estar al aire libre y la posibilidad de tener relaciones sexuales con los animales. Me cuenta de una oveja suya, cuyos servicios eran muy requeridos y que concedía a cambio de algunos cigarrillos.

Tras doce horas de viaje, llegamos a Cagliari y me llevan a la cárcel militar de S. Bartolomeo.

25 de abril - En toda la cárcel no hay más que detenidos. Se utilizan sólo dos dormitorios bastante confortables, con un lavabo adjunto muy bien equipado, con azulejos de color azul.

Un capitán, tres mariscales, dos sargentos y diez cabos. "Es una familia", me dice el mariscal mayor Ligia con mucha amabilidad en cuanto me ve. Se trata de una cárcel excepcionalmente "humana". Bajo algunos aspectos es más absurda que el campo de concentración de Peschiera. Todo está permitido, excepto salir: el rancho es excelente, las relaciones con los "carceleros" se basan en la máxima amabilidad y confianza, desde hace años parece que no se castigue a ningún detenido, cada cual es muy libre de vestirse como le de la gana, se toman excelentes baños de sol en un patio muy amplio, se puede escribir un número ilimitado de cartas incluso sobre argumentos "políticos", leer periódicos, casi todos. Los sardos se me antojan en sus virtudes "tradicionales" las personas más simpáticas y amables que haya conocido.

26 de abril - Conozco al director, el capitán Atzei: un joven de 38 años, no muy alto, sin uniforme, con mucho acento sardo. Al principio lo tomo por un civil que trabaja en la cárcel, de hecho, habla confidencialmente, en dialecto sardo, con un detenido. Se presenta con mucha amabilidad y empieza a hablarme. Me pide información sobre mi delito, hablamos de los motivos de la objeción. Muestra atención a lo que le cuento, aunque me explica que no comparte mi postura. Me tutea, pero sin el paternalismo con el que lo hacían los demás oficiales.

Durante 15 días me quedo en aislamiento. Tengo que acabar de cumplir el castigo de Nestorini. No es la celda de Peschiera sino una cámara bastante grande, con catre y mantas. Sin embargo tengo que usar el cubo. Transcurro las horas de aire en el patio, con los demás. No hay centinelas pero la cárcel está totalmente circundada por un cuartel de carabineros. Desde la ventana de las oficinas se pueden ver los carros armados. De vez en cuando se oyen las explosiones y el olor acre de los lacrimógenos: se ejercitan. Los demás detenidos juegan a la pelota con los cabos, con el enésimo balón comprado por el capitán, a menudo pagándolo él.

Graziano Carboni, camiseta roja y pantalones cortos, grita frases en incomprensible dialecto a los amigos que están en el monte Elia, precisamente delante de la cárcel. "«Bona!, «Bona!". Es la manera que tienen de llamarse. Graziano me dice que un amigo suyo le ha preguntado por mí. Me conoce y ha leído en el periódico "Unione Sarda" que me traían a Cagliari. Me pregunta con un poco de desconfianza si soy testigo de Jehová. Le explico el motivo por el que estoy aquí dentro. El está en la cárcel prácticamente desde los 16 años. Es un chico de una inteligencia y una sensibilidad extraordinaria. Vive en S. Elia, uno de los barrios periféricos más pobres de Cagliari, precisamente detrás del monte que nosotros vemos. Me cuenta con un cierto orgullo la acogida que sus amigos le han dado al Papa. La absoluta pobreza de la familia, la imposibilidad de encontrar en Cerdeña un trabajo satisfactorio, lo han obligado a vivir de expedientes, y algún que otro robo.

Pero es consciente de que no reacciona de forma adecuada y constructiva - sobre todo por lo que se refiere a la posibilidad de ser más feliz - ante la sociedad que lo ha marginado, condenado a ser explotado o ladrón, que lo obliga a vivir en una condición tan difícil, desde el reformatorio al "buen camino", y ahora a S. Bartolomeo. A los dieciocho años, los fascistas le pagan por pegar a los estudiantes. Una vez entrado en la universidad se confía con un amigo suyo, y denuncia públicamente en una asamblea de estudiantes la manera de la que los fascistas se aprovechan de los subproletarios, de su condición. Frecuenta un grupo que se ocupa del problema de los marginados y empieza a plantearse seriamente el problema de construirse un tipo de vida distinto. Pero las denuncias que ha coleccionado lo llevan de nuevo a la cárcel. Mientras está detenido lo llaman a hacer el servicio militar. Cuando sale no se preocupa de informarse sobre su situación militar, quiere gozar de un poco de libertad. Tras veinte días lo

arrestan y lo conducen a la cárcel militar. Es el primero en darse cuenta de que la cárcel ha representado una especie de seguridad, la manera para autoexcluirse de una sociedad que no va a aceptarlo, la "solución de los problemas", enormes, que la vida le plantea. Una cárcel así no ofrece ni tan siquiera el estímulo para protestar por su función. Es un peligro, pero también un problema. El capitán es un "buen padre", severo pero justo, que quiere y sobre todo cree poder redimir sin que la sociedad entre en crisis, a las instituciones que primero obligan a cometer el delito y después encierran a los "criminales" en lugares tan poco civiles, de los que sólo puede nacer odio o resignación. Bajo algunos aspectos, Aztei es también un privilegiado. Si mandan a esta su cárcel decenas de gente como nosotros, decenas de proletarios y subproletarios; si el conflicto social y político alcanza con mayor consistencia esta especie de oasis, también él caerá en la crisis, también él deberá escoger, si no ha "escogido" ya

...

7 de mayo - En el aislamiento consigo leer y escribir mucho. Contesto a las cada vez más numerosas cartas que me llegan. Las cuento: son más de ciento cincuenta. La mayor parte son de compañeros del Partido. Son muy bonitas y me procuran una gran alegría. "... la distancia no importa, dice la gente, porque hoy en día se va a la luna, pero a la luna van los que tienen medios para ir. Y la distancia cuenta cuando está hecha de piedra, como esas cuatro paredes en las que te encuentras. Para pasar más allá de las paredes sólo sirven las cartas, aunque no siempre. Por eso te escribo. Te escribo sobre todo con la esperanza de que a través de nuestra correspondencia pueda establecerse un hilo, aunque sea tenue, de solidaridad. Y no te escondo que esta esperanza me deja perplejo. Perplejo porque la solidaridad significa echarse una mano, constituye, según el origen etimológico de la palabra, construir algo sólido, por ello, en mi perplejidad me pregunto qué es lo que puedo dar de sólido. Con la ayuda de la retórica

indudablemente se pueden dar tantas cosas y, especialmente, palabras, palabras de solidaridad. Luego se puede decir que "las palabras son piedras". Creo que es un título de Carlo Levi. Pero si no recuerdo mal se refería a las piedras que se les tira a la cabeza a la gente, cuando se encuentra la ocasión. Yo creo que nos podemos referir a las piedras que sirven para construir. Y con las palabras se pueden construir tantas cosas ... si no se hace retórica, «tal y como estoy haciendo yo!... Gustavo Comba, de Torre Pelice, 4 de mayo.

"Deseando rápido reconocimiento objeción de conciencia y admirados por tu coherente valor enviamos nuestra plena solidaridad". Comunidad católica de S. Paolo, Roma.

"Querido Roberto, hace días que voy dejando para mañana escribirte, y ayer alguien me tiró la carta que había empezado. Esta especie de rechazo tiene una razón de ser: la idea de que un desconocido censor lea mis palabras me evoca la náusea y la angustia que sentía de niña cuando mi padre, durante la guerra, me prohibía que repitiese las cosas que se decían en casa. Y todos estos años me he negado a ver que todavía seguíamos siendo de alguna manera prisioneros .." Lucia Severino, Roma.

"Students in Manchester informed of your imprisonment and express full support for you" University of Manchester Union.

"Te envío una carta que ha llegado al partido, Peppino: "He leído en vuestro periódico que ha sido arrestado en Turín Roberto Cicciomessere. Hace muchos años fue alumno mío y lo recuerdo con mucho afecto y simpatía. Os agradecería que a las expresiones de solidaridad y ánimos que sin lugar a dudas le llegarán durante estos días de muchas partes, quisierais unir las mías". Alessandra Serafini".

Recibo contribuciones financieras: Nicola Siano, Turín, "... te apoyamos moralmente más de lo que tú te puedes imaginar. Desde Peschiera te han trasladado a Cagliari; desde ahí tal vez te trasladarán a Procida(5), pero sabemos que nada ni nadie podrá hacerle ni un rasguño a tus ideales y los nuestros de pacifistas no violentos que repudian la guerra como instrumento de ofensa a la dignidad de la persona"; Bruno Recusani, Daniela Proietti, Mauro Mellini, mis padres, Giancarlo Calma, Gianfranco Spadaccia, un anónimo de Roma. Creo haber recibido hasta ahora 150 mil liras. Estas ayudas me son muy útiles. Yo gasto muy poco, prácticamente sólo para cigarrillos, sellos, papel para escribir y alguna que otra naranja. Pero muchos detenidos no pueden permitirse ni las "Alfa"(6). De casa no reciben nada y van tirando con las 68 liras diarias que les dan. Intento ayudarles.

10 de mayo - Ya he hablado tres veces largo y tendido con el capitán Atzei. Paso incluso medias jornadas en su oficina discutiendo. ( Puedo escribirlo, tal y como debo, sin procurarle algún daño, capitán?). Yo, al igual que los demás detenidos, siento una honda simpatía por este oficial y no sólo por el clima de relativa serenidad que ha conseguido crear en la cárcel. Pero no consigo comprender como puede, en el interior de una cárcel en la que son más evidentes las contradicciones de la estructura militar, creer en la función "tradicional" y defensiva" del ejército. " Acaso los enemigos de la patria somos nosotros los detenidos, Graziano, Spadoni, yo, los testigos de Jehová?".

"Toda estructura tiene sus leyes y no somos nosotros los que tenemos que discutirlas; existen otros organismos a los que hemos delegado con el voto no? esta función. Por lo que a mí se refiere, yo estoy aquí para servir al país, al margen de su color. Si los comunistas subiesen al poder y cambiasen las leyes, yo me quedaría en mi sitio". "Pero usted es corresponsable de la estructura opresiva de la que forma parte, con la que colabora, no puede delegar a otros esta responsabilidad que es sobre todo individual". "Si todos los hombres pensasen con la misma cabeza tal vez no serían necesarias las estructuras que tú llamas opresivas, del ejército. Pero no es así". Esta cuestión de la diversidad de las "cabezas", de la natural inadecuación o la incapacidad de los hombres a prescindir de la violencia, vuelve a menudo. Seguramente de buena fe. Cuando hablo de la estructura jerárquica y autoritaria en el seno del ejército, rebate: "mi autoridad no viene de las estrellas que llevo en la pechera, sino de lo justas qu

e son mis opiniones y de una experiencia mayor". "Por ello estoy dispuesto a discutir cualquier orden mía". Es verdad, en su caso. De hecho no tiene ningún tipo de problemas de revancha con respecto a los inferiores de grado, con los que discute muy "democráticamente", amistosamente, paternalmente, tal vez, pero sin paternalismo. Le planteo, contándole los problemas humanos y sociales que he conocido, el problema de la función deseducativa de las cárceles. "Yo creo en el dicho "redimir vigilando", y tú habrás podido darte cuenta, espero". Me he dado cuenta, de hecho, de su comportamiento para aliviar al máximo los sufrimientos de todos nosotros, para ayudar hasta los límites posibles a los detenidos más "difíciles", en su capacidad de comprensión de los problemas "sociales", como él los llama por no decir políticos, que son la base de la condición del detenido.

Creo que se plantea seriamente el problema del papel que desempeña, como militar, en la sociedad. Es el único caso que conozco, a nivel de la disponibilidad personal, y de mi experiencia, de un oficial que cree de buena fe en su trabajo. Pero no hace más que confirmar la regla, ofrecer una válvula de escape "humana" a una situación que vive de las normas represivas, violadoras de los derechos y de las prerrogativas del hombre. Y, de hecho, lo encuentro aquí, en una situación desde luego "marginal", "lejana".

13 de mayo - Vuelve del proceso Alfredo Spadoni, de Carbonia(7), el más vivaz y alborotador de la cárcel, también con antecedentes penales, víctima de una situación familiar menesterosa, con padres que no tienen tiempo de preocuparse de sus hijos, de un ambiente en el que cada cual vive al margen de la sociedad, apañándoselas como buenamente pueden, y en donde las contradicciones entre la pobreza de la isla y la riqueza de los pocos privilegiados que han ganado dinero con el turismo para los ricos es más evidente. Durante un permiso se emborracha y empieza a insultar a un carabinero. Tal vez le da incluso un empujón. Se le condena a un año. Es poco con respecto a otros casos. Su abogado de oficio no se presenta al proceso y una buena abogada que pasaba por motivos suyos por el tribunal, escandalizada por el comportamiento de su colega, acepta defenderlo, y lo hace muy bien. El capitán intenta animar a Alfredo bromeando. "Pero, capitán por qué he de cumplir doce meses, cerrado aquí dentro, por una tontería s

emejante?. Le parece justo?". "Venga, hombre, que has tenido suerte. Has hecho trizas a dos carabineros, qué esperabas?". Probablemente, esperaba que le hubiesen dejado emborracharse en paz.

Estamos todos en el patio tomando el sol. Nos aburrimos como ostras y el balón se ha caído por enésima vez fuera de la cárcel. El capitán tendrá que comprarlo una vez más. Salvatore Ausiello, napolitano, con bigotes, uno de los diez cabos que nos tiene que vigilar, me enseña una postal de fantasía que le ha enviado su novia. Está contento porque dentro de dos días se irá de permiso: 5 días más 2 (de viaje). Me cuenta que cuando en el CAR(8) le comunicaron que tea que ir a Gaeta se había asustado mucho. Durante dos meses en el reclusorio militar le habían explicado que los detenidos militares son criminales peligrosos, con los que hay que tener mucho cuidado. Durante mucho tiempo se encierra en sí mismo, está hecho polvo.

No le gusta hacer de carcelero, pero no puede negarse. Se da cuenta de que los detenidos son soldados como él, menos afortunados. Ahora se ha resignado, espera acabar la mili pronto, cuenta los días, las horas que le faltan, ocupa el tiempo fabricando tapetes con el telar.

15 de mayo - Hace calor, y no sabemos cómo pasar el tiempo. Jugamos al "tute", organizamos un "tira bolsas de agua" para Ferrante. Me acuerdo de Peschiera. Aquí, con un clima distinto, gastar una "broma", sonreír, provocar a alguien sin agresividad, es posible.

Gozamos de estos paréntesis.

Pero a Ferrante le sienta fatal. «"Precisamente ahora que me había puesto el uniforme "bueno" para salir!. Se va a una esquina y no habla. No tiene ganas ni tan siquiera de protestar. "Hemos sido unos gilipollas, mira que gastarle una broma precisamente a él".

Es un cabo al borde de la locura. " Por qué tengo que estar en un lugar tan triste, sirviendo a la patria echando cerrojos, aburriéndome como una ostra, vigilando a pobres diablos como vosotros que nunca le han hecho daño a nadie?". Es comunista. Repite siempre con los ojos desorbitados: "aquí se vuelve uno majara". Dentro de dos meses acabará el servicio. Dice que irá a que le vea un psicoanalista. Desde que entró en la cárcel, desde que hace, como dice él, el "carcelero-encarcelado", no duerme, tiene pesadillas, sufre de fuertes jaquecas, es apático. Incluso el mariscal Ligia dice que no es justo que los cabos de reclutamiento tengan que hacer un trabajo tan duro. "Antes no era así. En las cárceles militares había carceleros pagados, que se jugaban la piel por algo más de 550 liras al día. Evidentemente, el ministerio habrá tenido que ahorrar ...".

18 de mayo - En el coche escoltado por una "pantera" (9) de la policía, en Porto Torres(10) me embarcan para Génova. Me llevan a Turín en donde seré procesado. Estoy muy contento al pensar que veré a los compañeros de Peschiera que serán procesados esos días. La escolta está compuesta también de un mariscal. Es bastante insólito. Por lo general son un brigadier y dos soldados escogidos. Son muy reservados, pero me ofrecen un café. El típico camarote-celda. Al cabo de media hora llegan los otros cinco detenidos, que proceden del campo de trabajo de Asinara. Piden a su escolta que les compren vino y una comida caliente. Hace mucho que no comen algo decente. Sus carabineros no tienen ganas de perder tiempo y les traen sólo dos botellines de vino y comida fría. Improvisan una protesta quemando periódicos en el camarote. El aire se hace inmediatamente irrespirable. Los carabineros abren la puerta metálica y secuestran todos los cigarrillos y las cerillas. La cosa acaba ahí.

Uno de los detenidos muy joven un poco afeminado es objeto de las atenciones sexuales de los demás. De noche me quedo despierto. Estoy preocupado. Me han hablado de las violencias que tienen lugar en las penitenciarías. Hablo con uno de los detenidos cuyo comportamiento me inspira más confianza. Es un obrero de la FIAT, de Turín. Se llama Nicola De Mare. Está en la cárcel desde hace seis meses por haberle prestado la vespino a un muchacho que la utilizó para mangarle la pasta a un travesti. El diputado Ugo Pagnoli del Partido Comunista Italiano lo defiende. Espera el proceso. Tras el motín de las "Nuevas" lo trasladan a Cerdeña.

Desde Génova a Turín vamos en tren. Siempre la misma escolta, han comprendido que no tengo la más mínima intención de escaparme y me ponen las esposas en un sólo pulso, encadenándolas a la brazo del asiento del tren. Mientras ando por la estación de Turín, de nuevo con las esposas y encadenado, con los tres carabineros de escolta, un niño que pasa con su madre se asusta, se echa a llorar y le pregunta a su madre porqué estoy en ese estado. "Es un delincuente, malo, no te preocupes, cariño mío". Probablemente seré el coco cuando el niño no quiera dormir o comer.

19 de mayo - La cárcel militar de Turín se encuentra dentro del cuartel Montegrappa de los alpinos. Está formado en total por cuatro celdas personales y una con seis catres. Los carceleros, buena gente, me dicen que el comandante de la cárcel ha recibido un informe en el que se me describe como una persona muy peligrosa. Precisamente el comandante me manda llamar, para conocerme, se lleva una decepción. «Tal vez se esperaba encontrarse con un coloso!. Me concede llevar el cinturón de cuero, incluso en la celda.

22 de mayo - Llegan Gianni Rosa, Domenico De Simone, Paderi y demás. No están Valerio ni Alerino. Sus procesos han sido cambiados a otra fecha para que no coincidiese con el mío, tal y como se había establecido inicialmente. Me cuentan como se ha desarrollado la situación en Peschiera. Nestorini usa ahora mano dura. Obliga a los objetores a hacer todos los servicios de la cárcel esperando que se nieguen. El correo llega con retrasos demenciales y se amenaza a todos los detenidos que hablan con ellos. De Simone me confirma que va a contarles a los jueces los maltratos sufridos en la celda. El sargento Maseracchia ha sido sorprendido por la policía mientras disparaba contra los faroles de Peschiera. Parece que han presentado una solicitud de recuperación en una clínica y que han archivado una denuncia. Paderi debe ser procesado por haberle pegado un bofetón al cabo Ghigioni, que lo había "empujado" hacia las celdas.

23 de mayo - Llego al aula a las 8. Desde el furgón diviso a los compañeros del MAI(11) de Turín y del P.R. y a la policía armada con la divisa de combate. Estoy encadenado a un testigo de Jehová y a tres de las Nuevas. En el aula hay muchos compañeros, incluso de Roma. Liliana no está. Está en la cama con pulmonía. Pina me abraza y me besa llorando. Estoy muy contento de volver a ver a todos mis compañeros. También está Jean-Claude de "Amnistía Internacional". Estoy muy nervioso y tenso. Hacia las 9 entra el tribunal. Empieza el juicio, e inmediatamente los abogados Canestrini, Mauro Mellini, De Luca y Todesco protestan: carabineros y policía fichan a los compañeros que entran en el aula. El tribunal no interviene: "No es asunto de nuestra competencia - repiten - nosotros somos huéspedes de un cuartel, el servicio de orden no es tarea nuestra". " Y las garantías de publicidad del proceso?". "No es asunto de nuestra competencia, insisto, abogado". El capitán encargado del "orden", el mismo que hace dos meses

, cuando nos estregamos, nos amenazó con llevarnos a varios kilómetros de Turín y dejarnos ahí, se agita cabreado. Todesco empieza a presentar las excepciones de nulidad y de inconstitucionalidad. El tribunal concede sólo cinco minutos para cada excepción. Es un hecho inaudito, Todesco consigue a duras penas enunciar el argumento de las excepciones.

A pesar de las amenazas y de los fichajes, el aula está abarrotada. Hay periodistas, hecho totalmente excepcional puesto que los cronistas judiciales y los periodistas no siguen nunca los procesos militares, a menudo no saben ni donde se encuentran los tribunales (de hecho, aquí no hay ni una mesilla para la prensa, toman apuntes apoyándose en la rodilla). Un viejo abogado que debe defender a los detenidos de las Nuevas, obviamente acostumbrado a los procesos militares de esos que duran algunos minutos, empieza a impacientarse visiblemente. Dice entre dientes que en el tribunal de Turín no se ha visto nunca nada igual. Veo que Mauro, que está sentado a su lado, está a punto de explotar, y tiene ganas de hincharlo de patadas.

El tribunal sigue impidiendo a los abogados que continúen su línea defensiva y que expliquen las excepciones. Los jueces están desorientados, consiguen arreglárselas como pueden porque el juez "a latere" y la acusación que manejan los códigos continuamente. Los abogados exigen que se escriban en las actas las declaraciones y las protestas detalladas. Pero les cuesta mucho insistir casi en cada palabra porque los jueces utilizan sofismas e intentan eludir respuestas precisas. De las oficinas vienen escribientes y suboficiales del tribunal. Los abogados han decidido interrumpir, en señal de protesta, la defensa y no pronunciar las peroratas. El tribunal me pregunta si estoy de acuerdo. Obviamente, contesto que sí. Es inútil avalar superfluamente a un tribunal que de por sí es anticonstitucional, y que no respeta ni tan siquiera "su" legalidad.

Mi interrogatorio es muy breve. Me había preparado un discursillo que duraba un minuto, para poder resumir las motivaciones más importantes de mi rechazo y denunciar las contradicciones de la cárcel. He sido demasiado optimista, tras haber pronunciado la primera frase el presidente me interrumpe. Es un general viejo, con bigotes blancos y monóculo. Entró apoyándose en un bastón, con unos andares muy formales, aunque evidentemente cojeando. Escucha al juez que se halla a su izquierda, que hojea rápidamente el código antes de hablar. Los demás jueces están siempre en silencio, con sus bufandas azules que cruzan el pecho, el birrete apoyado en el banco largo y vacío.

El presidente me interrumpe diciendo: "Sabemos que usted es un hombre con cultura, pero aquí no nos ocupamos de política, no es un mitin". Escoge las palabras que raramente ha podido pronunciar en los procesos acostumbrados que se desarrollan aquí dentro. Se da cuenta de que está la prensa, de que hay un público. Contestan: "Nunca he visto a un orador ir a un mitin con las esposas en las muñecas y acompañado por carabineros". Consigo pronunciar alguna que otra frase, alguna broma. El tribunal se reúne. La espera será larga, durará una hora. Pero al cabo de diez minutos llama a los abogados, excepto a Cannestrini que se aleja, salen por la puerta que conduce a la sala de reunión. Han comprendido que se trata de una vieja usanza del tribunal, ofrecer un café a los abogados ...

Consigo, finalmente, en la larga espera, hablar con los compañeros de las cosas que me interesan. Marco me cuenta con detalle todo lo que ha sucedido en el partido: aumentan los inscritos pero no es suficiente; Valpreda se ha cabreado con los dirigentes del "Manifesto" por la falta de acuerdo electoral y porque no habían incluido a los objetores detenidos; "Noticias radicales" se publica, regularmente, cada diez días, gracias a una subscripción extraordinaria que cubre las deudas más graves.

"Te echarán cuatro o cinco meses" me dice Marco. Yo también lo creo, sobre todo por los follones de Peschiera. Sin embargo, la sentencia es de tres meses y tres días. Sacamos las cuentas: saldré el 14 de junio. "Justo el tiempo para organizar la VI Marcha antimilitarista en el Friuli". Marco asiente contento, no sé si por la buena sentencia o porque así podrá librarse de otro compromiso de trabajo.

24 de mayo - Me llevan en coche a Roma. Los carabineros me quitan durante 10 minutos las esposas. Les ayudo a encontrar la cárcel militar. Entramos en Forte Boccea hacia las 12, a tiempo para el rancho. Me meten en una celda de aislamiento subterránea. Es muy húmeda, fría, sucia, con una película de material blanco por encima de cada cosa, probablemente es un desinfectante. La "tarima" está hecha de ladrillos con losas de mármol. Por la noche tengo miedo de que salgan ratas. El 25 por la mañana me llevan al juzgado para un proceso por "manifestación sediciosa" y "declaradamente antimilitarista" del 2 de junio de 1969. En la celda de los subterráneos de del tribunal de Piazzale Clodio(12) hay muchos detenidos en espera del juicio, que pasean nerviosamente. Mario Vulcano, en cambio, está fuera charlando afablemente con los carabineros, con el sombrero de plumas. En el proceso estamos 24 acusados, la mayor parte de ellos radicales. No estoy muy preocupado pues la acusación es evidentemente absurda. En cambio, e

s una buena ocasión para volver a ver a los compañeros y charlar con ellos. Consigo intercambiar algunas palabras con Liliana, hace casi tres meses que no la veo. Entre el público hay muchos compañeros del Partido. Pissola también está entre los acusados.

Franco De Cataldo es brevísimo, se mueve en el aula con tranquilidad, casi haciendo alarde de seguridad, como un actor en su escenario. Demuestra al juez de primera instancia que el proceso no puede continuar por un error de notificación; luego consigue obtener autorización para un coloquio mío con Liliana. Los carabineros controlan los paquetes de tabaco que Peppino me regala, los abren uno por uno, para ver si hay notas escondidas o vaya usted a saber qué.

26 de mayo - En Boccea me ambiento inmediatamente. He adquirido una cierta experiencia en la manera de comportarse en la cárcel. En el décimo dormitorio están reunidos todos los detenidos políticos. Muchos de "Lucha continua"(13) o anarquistas. Del Sarto, de "Proletarios de uniforme"(14), me habla de las dificultades de plantear un trabajo de masa en el cuartel sin exponerse a ir a la cárcel con acusaciones graves.

"Una vez detectado, no hay salida". "Ni tan siquiera me han hecho jurar bandera por miedo a follones". "En las maniobras no me ha tocado nunca un fusil, me enviaban al monte a señalar con banderas si habían dado en el blanco". "La situación se ha hecho insoportable, y he tenido que desertar para evitar delitos más graves". Encuentro de nuevo a Maseracchia que se muestra amable. Ha perdido todo su descaro. No le pregunto nada sobre los faroles. En el mismo dormitorio está Guido Garelli. Es una persona muy interesante.

Tiene unos 28 años. Vive en Gambia. Se enrola en el ejército inglés y llega a capitán. Se ocupa de acciones contra el frente de liberación. Conoce muy bien la técnica de la guerrilla precisamente porque la ha experimentado en primera persona.

A lo largo de una acción, se lanza con el paracaídas en una zona inaccesible, debido al exceso de carga por las cintas para la ametralladora que lleva en el cuerpo, cae mal y se rompe los tendones de las piernas.

Ahora anda apoyándose a los objetos salientes. Cuando vuelve a Italia en vez de curarlo lo llevan de un hospital a otro. Contrae efisema pulmonar. Lo mandan al sanatorio. No se fía y se va a recuperar a un hospital militar británico, en Gibraltar. Lo denuncian por diserción: 6 meses de condena.

De esta manera, tiene tiempo para meditar. Procede de posturas de derechas, imperialistas y pasa a posiciones críticas peculiares. Lleva a sus espaldas un bagaje de conocimientos militares poco corriente y muy actualizado. Estudia los textos del militarismo moderno francés e inglés. "En el actual estado de los conocimientos militares, de las técnicas y armamentos más avanzado, ni la guerrilla ni la contraguerrilla pueden vencer desde el punto de vista puramente militar. La victoria de la "guerrilla" puede ser sólo de la "política". De lo contrario, se crea una posición de estancamiento forzoso, con un continuo y enorme desgaste de medios y de hombres. "El Vietnam y las mismas guerras de liberación africanas, lo demuestran claramente". "La guerrilla no es sólo una guerra de pueblo entre el pueblo con el pueblo. Es necesario que existan una o varias potencias externas al conflicto que suministran los guerrilleros de armas y de alimentos". Un día será necesario pagar este precio. Los últimos a veces son localiz

ables directamente en el terreno de enfrentamiento, los primeros no. Cuando leemos que los viet-congs bombardean durante días enteros un aeropuerto americano con los morteros, se trata de toneladas de proyectiles. Y un batallón de guerrilleros lejos de la base dispara en un a la cantidad que ha tardado semanas de duras marchas para transportar desde la frontera. Cuanto más lejos está la frontera, más difícil es mantener ataques de larga duración".

Son los días de la avanzada de los japoneses. "Está claro que no puede aguantar mucho". "El sentido del ataque es político y no estratégico". "El problema de los suministros es la clave de la guerrilla moderna. También Birindelli se ha dado cuenta. En el Parlamento ha propuesto la transformación de nuestra marina. Ya no más cruceros inútiles, sino pequeñas naves costeras y medios de desembarco. Las primeras para impedir el suministro de eventuales grupos de guerrilleros italianos, los segundos para intervenir velozmente en los puntos más conflictivos del territorio. Está claro que ahora ya la guerra convencional es sólo guerrilla. La guerra atómica, incluso tras el acuerdo ruso-americano, se ha convertido en una guerra de posición, que se juega como una partida de ajedrez.

El acuerdo prevé básicamente no desarrollar la defensa antimisil de los territorios ruso y americano. Sólo las pocas bases misilísticas concentradas en pequeños territorios serán defendidas con estas armas. Puede vencer sólo quien haga jaque mate, quien conquiste la ciudadela fortificada.

"El único instrumento no contaminado de acción popular es el no violento". "No son necesarias alianzas costosas, incluso desde el punto de vista político e ideal, cada cual puede con un poco de inventiva hallar las formas más oportunas de resistencia y de ataque. El poder está desarmado y no está preparado. También los molotov de los manifestantes checoslovacos son instrumentos no violentos, sirven para ridiculizar al adversario.

Actualmente, ya no servirían. Basta rociar un poco de spray a los cristales ópticos de los tanques o robar el casquete del encendido de los camiones, para inmovilizar parte de un ejército de invasión". Son paradojas: dejan entrever las verdades en las que creemos. Es la primera vez, y aquí en la cárcel, que escucho una justificación "militar" de la no violencia.

31 de mayo - Tengo un coloquio con Peppino Ramadori. Me defiende en el proceso que deberá celebrarse el 12 de junio con Marco por "apología de delito", para el manifiesto "si la patria llama nosotros contestamos que NO". El cabo no quiere salir de la salita, tal y como prevé el reglamento. «Nos asegura que no escuchará!. Peppino tiene prisa, y así pues, continuamos el coloquio. Me prometo protestar ante el capitán en el coloquio que tendré dentro de poco.

Me he informado por qué ya no es posible comprar un periódico al día, y por qué se me prohibe comprar "Panorama". El capitán Serra es muy comprensivo. Es sardo también y conoce bien a Atzei. Desde hace poco ha reanudado el gobierno de la cárcel. Me permite sin dificultades leer los periódicos y me comunica que el comando central de las cárceles militares ha dispuesto el traslado pocas semanas antes de mi desencarcelamiento y en previsión de un proceso ante el tribunal de Roma, dentro de pocos días. Pero no puede hacer nada. A las 12 se me llevan con una camioneta Wolksvagen. Una vez más tengo que esperar tres días, en la cárcel judicial de Civitavecchia, el embarco para Cerdeña. El mismo viaje en la bodega del barco. Estoy bastante harto, me sabe mal dejar a los compañeros de Boccea. Otra vez pierdo el coloquio con Liliana.

3 de junio - EL viejo grupo de compañeros sardos ha sido trasladado a Gaeta. Sólo queda Alfredo. Empiezan las llamadas del segundo contingente y llegan los testigos de Jehová. Por suerte no están en nuestro dormitorio. Se celebran elecciones generales y, algunos emigrantes que vuelven para votar son sorprendidos en sus pueblos natales por los carabineros y metidos en la cárcel. Todos ellos viven fuera de Italia desde hace muchos años y entran en la patria con un folio de color blanco, firmado por el cónsul, con el que se les concede la prórroga del servicio militar. En Italia no piensan lo mismo y cuando se presentan a los carabineros para que les pongan el timbre en el folio del consulado, se les arresta y se les trae aquí a S. Bartolomeo.

Es difícil expresar los sentimientos de estos jóvenes, que han venido a Cerdeña para ver a sus familias, para demostrar las señales tangibles de su trabajo en el extranjero, que de golpe se encuentran en esta cárcel. Están sorprendidos, no comprenden, se preguntan si por la noche podrán salir o si pueden telefonear a sus casas. Nosotros, un poco sádicos, les decimos que pidan permiso al capitán para esta noche y que compren fichas para telefonear. Vuelven llorando.

Uno todavía lleva las botas y la indumentaria de pastor: nada más regresar a su tierra natal no ha podido vencer la tentación de ir a pacer la ovejas de su familia. Las deja solas para acercarse a llevar el folio a los carabineros para que le pongan el timbre. Se preocupa por las ovejas que no han sido ordeñadas y que están fuera del prado.

Por lo general, a estos detenidos se les concede la libertad provisional y se le lleva inmediatamente al depósito mixto de Calamosca, para mandarlos al cuerpo. Sufrirán el proceso en el que se les condenará con la suspensión condicional de la condena.

8 de junio - Estos últimos días son especialmente duros. Cuento las horas. Hago proyectos para el futuro. Intento imaginarme el mundo de fuera, mis primeras reacciones. No consigo dormir y estoy muy nervioso. Las últimas noches consigo, con Alfredo y Piero, ir a la enfermería con una excusa y beber el cordial militar.

De esta manera logro dormir. Piero, es decir Pierre, como lo llaman en el dormitorio, ha vuelto de Francia hace poco en donde ha vivido muchos años. No podía quedarse en dicho país por las denuncias por encubrimiento. La primera vez lo meten en la cárcel por no presentarse al servicio, pero le dejan inmediatamente en libertad provisional. En Calamosca se corta las venas tras haber leído la carta en la que su novia, (le han acusado de haberla metido en la prostitución), le comunica que se ha echado otro "amigo". Tenía proyectado utilizarla también en Italia. Se le denuncia y acusa por "enfermedad procurada". Se obstina en el dormitorio y enciende la radio a toda pastilla, de noche, sintonizando las emisoras francesas. Nos peleamos a menudo. Ya no consigo estar sereno. Espero con angustia, más que con ansia, salir de aquí. No contesto a las cartas que me llegan. Spadoni está muy deprimido: el abogado le comunica que su madre no quiere o no puede pagarle la defensa, en un proceso en el que se le acusa de robo;

y por lo tanto se tiene que sacar las castañas del fuego él solo.

10 de junio - Llega Paolo Schirru, de Gaeta. Es sardo, tiene una fuerza increíble. Ha sido condenado a 4 años de cárcel por haberles dado una paliza a dos policías que intentaban arrestarlo por diserción. En la cárcel de Gaeta fue protagonista de una pelea violenta con otros detenidos. Uno de estos acabó en el hospital con una puñalada en el pecho. Es instintivamente rebelde, se considera ácrata. Me cuenta sus proyectos de fuga. Pero aquí en Cagliari no tiene valor para hacer una cosa semejante: "Sería una putada demasiado grande para el capitán", "ha sido demasiado bueno conmigo". Me cuenta lo que Atzei ha hecho por él, antes de que los trasladasen a Cagliari. Lo considera casi un amigo. No me veo con fuerzas para hacer nada para hacerle cambiar de idea. Tal vez no lo deseo. En cualquier caso, es un tema muy largo, demasiado difícil. Tengo ganas de salir, de contar lo que visto, de reflexionar. Tal vez me llamo a engaños dándole tanta importancia a esta experiencia.

14 de junio - A las seis estoy fuera de la cárcel; vuelvo con Ugo Dessy a S. Bartolomeo para llevarles un paquete a los compañeros. Renato Atzei se me acerca a la puerta del cuartel de carabineros. Hablamos un poco. Pero ahora ya, y por esta vez, nos lo hemos dicho casi todo. Encuentra la manera de repetirme: "Si descubriese que el ejército no sirve para defender la patria, sino para lo que tú me cuentas, presentaría mi dimisión inmediatamente". Intento creerlo, creerlos. Sus contradicciones pueden constituir la fuerza de este sistema o pueden cambiar y pasar a ser la de quién lucha por una sociedad más humana, nueva, distinta.

Es por ello que he pasado a través de estos meses, por ello lo he conocido. Creo que, por desgracia, lo volveré a ver, y no en el Partido sino en la cárcel. En la próxima objeción.

N.d.T. (1) CPR: ("carcere punitivo di rigore") cárcel de castigo

de rigor.

CPS: ("carcere punitivo semplice") cárcel de castigo

sencillo.

(2) Cagliari: capital de Cerdeña.

(3) Civitavecchia: localidad de la provincia de Roma.

(4) Brescia: localidad ubicada en Lombardía.

(5) Procida: Isla ubicada en el golfo de Nápoles, entre

la tierra firme y la isla de Ischia.

(6) Alfa: marca de unos cigarrillos muy baratos, (como

los "Peninsulares o los "Ideales" en España).

(7) Carbonia: localidad de la provincia de Cagliari.

(8) CAR: (centro addestramento reclute), el equivalente

al CIR español, el primer mes de servicio militar.

(9) Pantera: coche de la marca "Alfa Giulietta"

generalmente utilizado por la policía pues

alcanza altas velocidades.

(10) Porto Torres: localidad ubicada en la prov. de Sassari,

Cerdeña.

(11) MAI: Movimiento Internacional Antimilitarista.

(12) Piazzale Clodio: una plaza en Roma en la que se

encuentra el tribunal.

(13) Lucha continua: ("Lotta continua") movimiento político

italiano de extrema izquierda fundado en turín en 1969;

en 1971 dio vida al periódico del mismo nombre.

(14) Proletarios de uniforme: ("Proletari in divisa")

movimiento extraparlamentario militar.

 
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