Marco PannellaSUMARIO: Con motivo del arresto de diecisiete jóvenes estudiantes, culpables de haber fumado drogas "blandas", el 16 de enero de 1973 Pannella publicó esta carta-artículo en "Il Messaggero". Es la primera toma de posición pública al respecto. Con el tiempo, la actitud radical en materia de drogas evolucionará hasta desembocar en el actual compromiso antiprohibicionista ante todas las sustancias estupefacientes. Sin embargo, seguirá siendo constante - actitud patente ya desde este primer artículo - el llamamiento a la responsabilidad individual y a la convicción de que no debe estar castigado o en cualquier caso sancionado por la ley un comportamiento que atañe a la esfera privada y personal del individuo.
(Carta a "Il Messaggero" - enero de 1979 del libro "Marco Pannella - Escritos y discursos - 1959-1980", Editorial Gammalibri, enero de 1982)
Más de cien siglos de cárcel conminados con cinco años; y todo por nada. Ahora ya basta. Por ello, exponentes radicales fumarán hachís en público.
Con los 17 jóvenes arrestados en Roma porque algunos de ellos fumaban hachís o marihuana, en ocho días se han garantizado a la "justicia" en toda Italia más de cien "delincuentes", así podran cumplir al menos dos siglos de cárcel. En cinco años, seis mil personas, la mayor parte de ellas jóvenes, han acumulado condenas por al menos diez mil años de detención, cien siglos de condenas a vivir en un universo carcelero que sociólogos, médicos, juristas y asistentes sociales, de izquierdas y de derechas, casi unánimemente, reconocen como un acto fuertemente "criminógeno". Es decir, que genera criminalidad en vez de generar responsabilidad social y personal, en vez de ser un acto de "redención". He leído las declaraciones de las familias de estos jóvenes burgueses. Intoxicadas por la droga de la desinformación y de la vergüenza, aterrorizadas en un vacío y patético "deseo de pseudo-virtud", éstas también parecen estar convencidas de que sus hijos son unos criminales, unos pervertidos. Por "culpa" del colegio, de l
as malas compañías, de los embaucadores de turno, del marxismo, del radicalismo, del divorcio, del aborto, de la droga, de los objetores de conciencia, del antimilitarismo, qué más da.
Permítanme pedirles a estos padres que no sean ellos los primeros verdugos y carceleros de estos chicos. Que no transmitan a sus contra sus hijos y contra ellos sus obsesiones, sus miedos y sus culpas. Que no juzquen temerariamente.
Estos chicos, en todo caso, son víctimas de un crimen, y no criminales. No hay día en que las fuerzas de la policía no anuncien nuevos éxitos contra nuevos enemigos de la Patria que fuman hachís y marihuana. No hay día en que la ciencia no amoneste, rebata y demuestre que los derivados del cannabis índico son productos, cuando no inócuos, por lo menos sin lugar a duda menos nocivos que distintos géneros de consumo familiar ampliamente difundidos y sobre los que se hace publicidad, (como el alcohol - y según muchos - el tabaco de los fumadores empedernidos), que no intoxican ni crean dependencia.
No hay día, en Italia, en el que la "americanización" de la mala vida armada no manifieste su libre y soberano crecimiento, con irrisorias intervenciones preventivas y represivas, mientras que la policía se moviliza cada vez más contra los jóvenes.
A este panorama cabe añadir que el gobierno ha preparado una ley-estafa contra los fumadores de hachís y todo aquel que tenga realción con ellos, actuando de esta manera contra la libertad de prensa y de investigación científica. Se trata de una ley-tomadura de pelo, pues proclama el derecho de los fumadores de cannabis índico a optar por un tratamiento terapéutico, cuando la ciencia médica no es capaz de detectar a ningún nivel, físico o psíquico, una condición patológica en dicho comportamiento. Correrán el riesgo, en realidad, de ser sometidos a "curas" y "psicofármacos", a terapías de choque para expulsar de su existencia no una "enfermedad", que no poseen, sino el demonio contestatario y desobediente. Esta propuesta prueba de nuevo que una política de represión socialmente aberrante está a punto desencadenarse y potenciarse a todo nivel basándose en cifras delirantes y sin ningún fundamento sobre la difusión de la "droga" entre los jóvenes.
No es que sintamos una predilección particular por aquel que fuma hachís. Todo lo contrario, estamos convencidos de que existen horizontes suficientemente vastos, tanto físicos como morales, por explorar y recorrer, como para no necesitar evasiones u otro tipo de "viajes". Moralmente, idealmente, todos deberíamos ser capaces de renunciar al alcohol, al tabaco, a los derivados del cannabis índico, a los tranquilizantes y a los excitantes que una intoxicación publicitaria nos hacen consumir a cántaros.
Y sin embargo, no lo hacemos. A pesar de ser moralmente condenables, no hemos sido nunca arrestados ni humillados ni criminalizados.
Pero corremos el peligro de que las actuales persecuciones acaben convirtiéndose en todo un "azote". Decenas de miles de chicos criminalizados, traumatizados, marcados para toda una vida por la única, ciega y obtusa violencia de todo este "asunto": la violencia de las instituciones, la del partido de régimen.
Es necesario defenderse. Atacar. Por mi parte, nunca he tenido ocasión ni intención ni necesidad alguna de fumar hachís. Pero, ante estos crímenes que cada día nos restregan como victorias de la moralidad pública, no estoy, no estamos dispuestos, mis amigos y compañeros del Partido radical y yo, a asistir de brazos cruzados. No tenemos, no quermos tener más armas para luchar que las civiles, las no violentas que respetan a los demás, las únicas que prefigurar el tipo de sociedad que desearíamos edificar. Estas armas son las acciones directas contra las situaciones en que las leyes son injustas, son las armas de la desobediencia civil y de la objeción de conciencia. Las usaremos.
Por ello, a partir de ahora, declaro que tengo la intención, en un futuro próximo, de fumar hachís por lo menos una vez, en público, advirtiendo como y debo y quiero a las fuerzas del "orden". Además, si mientras tanto no se crea una capmpaña y una lucha política para salvar a miles de jóvenes del comportamiento criminal del Estado en estos momentos, "fumaré" en público, junto a otros compañeros y amigos que no lo han hecho nunca, como acción de desobediencia civil que anunciaremos en su momento. Lo haremos en los lugares más apropiados: en los altos lugares de la "moralidad" pública, del Estado, ante políticos o jueces para que nos tengan al alcance de la mano y de la conciencia, y para que nos puedan poner las esposas sin dificultad alguna.
Esperemos que no haga falta llegar a esos extremos.
Desde luego, fumando hachís iremos a la cárcel al igual que los 17 jóvenes del otro día. Al igual que a ellos, la ciencia, la conciencia y nuestra moralidad, nos dirán al unísono que estamos libres de culpa. Nos duele que ésto sea indispensable: pero, si no hay más remedio, lo haremos. Condenándonos, la "justicia" habrá hablado. Pero quiénes de entre nosotros tendrán razón - los que juzgan o los que son juzgados - eso ya es harina de otro costal. Sabemos que seremos absueltos y que venceremos.